
El ayuntamiento de Barcelona ha aprobado una declaración institucional en la que se manifiesta por la abolición de la monarquía. No es precisamente una revolución: «Las declaraciones institucionales, que se leen al final de los plenos, no se debaten ni se defienden durante la sesión. Simplemente el partido que la promueve lee el texto en voz alta si logra el apoyo de dos tercios del pleno (27 concejales)»*. La declaración sigue a otra similar del Parlamento de Cataluña que el gobierno decidió este viernes impugnar en el tribunal Constitucional. El gobierno cree que estas declaraciones preparan una proclamación inconsecuente de la República al modo de la «independencia fake» catalana de hace hoy un año.

De hecho, la petición de instauración de una república sigue a la reprobación por los independentistas y «En Comú», el partido de Colau aliado a Podemos en Cataluña, del papel del Rey en el proceso de hace un año. Tuvo dos intervenciones. La primera, dos días después del referendum, tomando la bandera de la legalidad y situando al estado bajo ella. La segunda, mucho más importante, en el mensaje de Navidad. El resultado electoral, con un nuevo triunfo del independentismo, había desfondado y desmoralizado al aparato político de la burguesía española, las editoriales de la prensa económica abogaban por la apertura de un proceso de negociaciones. La simple ausencia de referencias en el discurso real, bastó entonces para alejar los miedos, instaurar el «aquí no ha pasado nada» y animar al estado tomar la iniciativa represiva que vendría después como «llarenazo» y que acabó con los principales políticos independentistas en prisión o a la fuga por Europa.
¿Qué aprendimos sobre la Monarquía en la crisis catalana?

¿Y de la República?

![]() Manifestación del 14 de abril de 2014. No es |
2 La burguesía española guarda siempre la carta republicana. Como recalcan siempre los monárquicos, el «sacrificio» político de la institución en una crisis grave, es la función final de la monarquía. La burguesía española siempre mantuvo y mantendrá una puerta abierta a proclamar la República ante una crisis existencial, especialmente si eso le garantiza la fidelidad de la pequeña burguesía. La cuestión es que a día de hoy, como ha demostrado la cuestión catalana, la pequeña burguesía llega a molesto palo en la rueda del poder, pero no puede llegar más allá. Y desde luego no va a conseguirlo con «declaraciones institucionales» de ayuntamientos. Solo la aparición de luchas masivas de trabajadores podría llevar a la burguesía a un movimiento tan arriesgado, y si fuera así, no sería desde luego para «ceder» en nada a los trabajadores sino para hacernos descarrilar y enfrentarnos con más fuerzas y más contundencia, como en 1931.