Rusia: Origen y consecuencias del repudio de las deudas del 10 de febrero de 1918

El llamamiento a no pagar la deuda acabó por concretarse en el decreto de repudio de la deuda zarista adoptado por el Gobierno soviético y por los consejos de obreros, campesinos y soldados a comienzos de 1918.

En febrero de 1918, el repudio de las deudas por el gobierno soviético sacudió las finanzas internacionales y provocó una condena unánime por parte de los gobiernos de las grandes potencias.

Esa decisión de repudio estaba enmarcada en la continuidad del primer gran movimiento de emancipación social que sacudió al imperio ruso en 1905. Ese amplio levantamiento revolucionario había sido provocado por la conjunción de varios factores: el desastre ruso en la guerra con Japón; la cólera de los campesinos que exigían tierras, el rechazo de la autocracia, las reivindicaciones obreras… El movimiento comenzó por unas huelgas en Moscú en octubre de 1905, y se extendió como un reguero de pólvora a todo el imperio, adoptando diversas formas de lucha. En el transcurso del proceso de autoorganización de las masas populares nacieron los consejos (sóviets en ruso) de campesinos, consejos de obreros, consejos de soldados…

Based on El Lissitsky, “Beat the whites with the red wedge”, 1919

1. Rusia: el repudio de las deudas en el corazón de las revoluciones de 1905 y de 1917

En su autobiografía, León Trotsky, que presidió el Soviet de San Petersburgo —capital de Rusia hasta marzo de 1818—, explica la detención de toda la dirección del Soviet de San Petersburgo el 3 de diciembre de 1905 por la publicación de un manifiesto en el que los miembros de ese consejo elegido llamaban al repudio de las deudas contraídas por el régimen del Zar. Explica igualmente que este llamamiento de 1905 al no pago de la deuda acabó por concretarse a comienzos del año 1918, cuando los sóviets adoptaron el decreto de repudio de las deudas zaristas:

“A mí me detuvieron al día siguiente de haberse publicado el llamado «Manifiesto financiero», en que proclamábamos que la bancarrota de la Hacienda zarista era inevitable, declarando categóricamente que el pueblo victorioso no reconocería las deudas contraídas por los Romanov. [1]

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Trotsky (con un portadocumentos en sus manos) entre los miembros del sóviet de Petrogrado de 1905, durante el proceso.

El Manifiesto del sóviet de los diputados obreros declaraba bien claro lo siguiente:

«La autocracia no ha tenido jamás la confianza del pueblo, ni ha recibido de éste mandato alguno», decía en aquella declaración el Soviet de los diputados obreros. «Decretamos, por tanto, que no hemos de consentir que sean saldadas las deudas nacidas de todos esos empréstitos emitidos por el Gobierno zarista, en abierta guerra contra el pueblo ruso.»

A los pocos meses, la Bolsa francesa contestaba a nuestro manifiesto abriendo al Zar un nuevo empréstito de tres mil doscientos cincuenta millones de francos. La prensa reaccionaria y la liberal se burlaban de aquella amenaza fanfarrona que los Sóviets dirigían a la Hacienda zarista y a los banqueros europeos. Pasado algún tiempo, el manifiesto cayó en olvido. El mismo se encargó de aflorar nuevamente a la memoria del mundo, en momento oportuno. El derrumbamiento militar del zarismo fue acompañado por la bancarrota financiera del régimen, que venía gestándose desde muy atrás. Al triunfar la revolución, los Comisarios del pueblo, el 10 de febrero de 1918, decretaron que quedaban canceladas totalmente las deudas zaristas. Este decreto sigue en vigor. [2]

Se equivocan los que dicen que la revolución rusa viene a dejar incumplidas las obligaciones. ¡Las suyas, no! La obligación que contrajo ante el país el día 2 de diciembre de 1905, con el manifiesto de los diputados obreros de Petrogrado, quedó cumplida íntegramente el 10 de febrero de 1918. Y la revolución puede decir con justicia a los acreedores del zarismo: «¿De qué os quejáis, señores? ¡Bien a tiempo se os advirtió!»

En esto, como en otras muchas cosas, el año 1905 no hizo más que preparar el advenimiento del 17”.

(Fuente: https://www.marxists.org/espanol/trotsky/1930s/mivida/15.htm)

En el libro titulado 1905, L. Trotsky describe la sucesión de acontecimientos que llevó a la adopción del Manifiesto financiero por el que el Sóviet, órgano de la democracia revolucionaria, llamaba a negarse a pagar las deudas contraídas por el Zar.

Un amplio campo de actividad se abría pues ante el Sóviet; en su derredor se extendían inmensos baldíos políticos, que solamente hubiera sido preciso trabajar con el fuerte arado revolucionario pero faltaba el tiempo. [3] La reacción, febrilmente, forjaba cadenas y podía esperarse, de hora en hora, un primer golpe. El comité ejecutivo, a pesar de la masa de trabajos que tenía que realizar cada día, se apresuraba en ejecutar la decisión adoptada por la asamblea el 27 de noviembre 1905. Lanzó un llamamiento a los soldados y en una conferencia con los representantes de los partidos revolucionarios aprobó el texto del Manifiesto “financiero” (…).

El 2 de diciembre 1905 el Manifiesto fue publicado en ocho periódicos de San Petersburgo, cuatro socialistas y cuatro liberales.

He aquí el texto de este documento histórico:

«El Gobierno llega a la bancarrota. Ha hecho del país un montón de ruinas, lo ha sembrado de cadáveres. Agotados, hambrientos, los campesinos ya no están en situación de pagar los impuestos. El Gobierno se ha servido del dinero del pueblo para abrir créditos a los propietarios. Ahora no sabe qué hacer con las propiedades que le sirven de garantías. Ni los talleres ni las fábricas funcionan. Falta el trabajo. Por todas partes vemos el marasmo comercial. El Gobierno ha empleado el capital de los empréstitos extranjeros en construir ferrocarriles, una flota, fortalezas, en hacer provisión de armas. Al agotarse las fuentes extranjeras, los pedidos del Estado no se reciben más. El comerciante, el gran proveedor, el empresario, el fabricante que ha cogido la costumbre de enriquecerse a expensas del Estado, son privados de sus beneficios y cierran sus despachos y sus fábricas. Las quiebras se suceden y se multiplican. Los bancos se derrumban. Todas las operaciones comerciales se han restringido hasta el último límite.»La lucha del Gobierno contra la revolución suscita perturbaciones incesantes. Nadie está seguro del día siguiente.

«El capital extranjero pasa en sentido contrario la frontera. El capital “puramente ruso” también se esconde en los bancos extranjeros. Los ricos venden sus bienes y emigran. Las aves de rapiña huyen del país, llevándose lo que es del pueblo.»Desde hace tiempo el Gobierno gasta todos los ingresos del Estado en mantener el ejército y la flota. No hay escuelas. Las carreteras están en un estado espantoso. A pesar de lo cual, falta el dinero, incluso para la alimentación del soldado. La guerra nos ha dado la derrota, en parte porque carecíamos de municiones. En todo el país son señaladas sublevaciones del ejército reducido a la miseria y hambriento.

“La economía de las vías férreas está obstaculizada por el fango; gran número de líneas han sido devastadas por el gobierno. Para reconstituir la economía de los ferrocarriles, serán precisos cientos y cientos de millones.

[…]

«El Gobierno ha dilapidado las cajas de ahorro y ha hecho uso de los fondos depositados para el sostenimiento de los bancos privados y de empresas industriales que, con frecuencia, son absolutamente dudosas. Con el capital del pequeño ahorro, juega a la bolsa, exponiendo los fondos a riesgos cotidianos.»La reserva de oro del Banco del Estado es insignificante en relación a las exigencias que crean los empréstitos gubernamentales y a las necesidades del movimiento comercial. Esta reserva será reducida a polvo si se exige en todas las operaciones que el papel sea cambiado contra moneda de oro.

[…]

«Aprovechando que las finanzas carecen de todo control, el Gobierno acordó tiempo atrás empréstitos que sobrepasaban en mucho la solvencia del país. Mediante nuevos empréstitos, paga los intereses de los precedentes.»El Gobierno, de año en año, establece un presupuesto ficticio de ingresos y gastos, declarando éstos como aquellos por debajo de su importe real, a su voluntad, acusando una plusvalía en lugar del déficit anual. Los funcionarios no controlados dilapidan el Tesoro ya bastante agotado.

«Sólo una Asamblea Constituyente puede poner fin a este saqueo de la Hacienda, después de haber derribado a la autocracia. La Asamblea someterá a una investigación rigurosa las finanzas del Estado y establecerá un presupuesto detallado, claro, exacto y verificado de los ingresos y los gastos públicos. »El temor del control popular que revelaría al mundo entero la incapacidad financiera del Gobierno fuerza a éste a fijar siempre para más tarde la convocatoria de los representantes populares.

«La quiebra financiera del Estado procede de la autocracia, del mismo modo que su quiebra militar. Los representantes del pueblo estarán intimidados y obligados a pagar lo antes posible las deudas.»Tratando de defender su régimen con malversaciones, el Gobierno fuerza al pueblo a llevar a cabo contra él una lucha a muerte. En esta guerra, cientos y miles de ciudadanos perecen o se arruinan; la producción, el comercio y las vías de comunicación son destruidos de arriba abajo.

«No hay más que una salida: es preciso derribar al Gobierno, arrebatarle sus últimas fuerzas. Es necesario cerrar la última fuente de donde extrae su existencia: los ingresos fiscales. Esto es necesario no sólo para la emancipación política y económica del país, sino, en particular, para la puesta en orden de la economía financiera del Estado.»En consecuencia, decidimos que:
«No se efectuará ninguna entrega de dinero por rescate de tierras ni pago alguno a las cajas del Estado. Se exigirá, en todas las operaciones como pago de salarios y contratos, moneda de oro y cuando se trate de una suma de menos de cinco rublos, se reclamará moneda sonante.»Se retirarán los depósitos hechos en las cajas de ahorro y en el Banco del Estado, exigiendo el reembolso íntegro.
«La autocracia nunca ha gozado de la confianza del pueblo y no estaba en modo alguno fundada en ella.»Actualmente el Gobierno se conduce en su propio Estado como en país conquistado.
Por estas razones decidimos no tolerar el pago de las deudas sobre todos los empréstitos que el Gobierno del zar ha concertado mientras llevaba a cabo una guerra abierta contra todo el pueblo”.

(Fin del texto del Manifiesto)

22 de enero de 1905: Domingo sangriento en San Petesburgo

Al pie del Manifiesto publicado en la prensa del 2 de diciembre de 1905 figuraba la siguiente lista de las organizaciones que apoyaban este llamamiento a rechazar el pago de la deuda zarista y a asfixiar financieramente a la autocracia:

«El Sóviet de Diputados obreros.»El Comité Principal de la Unión Panrusa de Campesinos.
«El Comité Central y la Comisión de Organización del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso.»El Comité Central del Partido Socialista Revolucionario.
El Comité Central del Partido Socialista Polaco.”

Trotsky añade un comentario final: “Lógicamente, este Manifiesto no podía por sí mismo derrocar al zarismo ni a sus finanzas.
(…) El manifiesto financiero del sóviet no podía servir más que de introducción a los levantamientos de diciembre 1905. Apoyado por la huelga y por los combates que se libraron en las barricadas, encontró un poderoso eco en todo el país. Mientras que, para los tres años precedentes, los depósitos hechos en las cajas de ahorro en diciembre rebasaban los reembolsos en 4 millones de rublos, en diciembre de 1905 los reembolsos superaron a los depósitos en 90 millones: ¡El Manifiesto había sacado de las reservas del Estado, en un mes, 94 millones de rublos! Cuando la insurrección fue aplastada por las hordas zaristas, el equilibrio se restableció en las cajas de ahorro…”
(Fuente: https://issuu.com/centromarx/docs/trotsky_1905 pg 212-215)

Conclusión: la denuncia del carácter ilegítimo y odioso de las deudas zaristas jugó un papel fundamental en las revoluciones de 1905 y de 1917. El llamamiento a no pagar la deuda acabó por concretarse en el decreto de repudio de la deuda zarista adoptado por el Gobierno soviético y por los consejos de obreros, campesinos y soldados a comienzos de 1918.

2. De la Rusia zarista a la revolución de 1917 y al repudio de las deudas

Rusia surgió después del fin de las guerras napoleónicas como una gran potencia europea e incluso participó en la Santa Alianza. Ésta fue constituida el 26 de septiembre de 1815, en París, a instigación del Zar Alejandro I, por tres monarquías europeas victoriosas del imperio napoleónico, con el fin de reafirmar sus posiciones y de prevenirse contra las revoluciones. Constituida en un primer momento por el Imperio ruso, el Imperio austriaco y el Reino de Prusia, Francia se le unió en 1818 —la monarquía había sido restaurada— y fue apoyada, de hecho, por Londres.

La Rusia zarista: Una gran potencia europea

Por otro lado, el Imperio ruso formó parte de la Troika que puso en el trono griego a un príncipe bávaro en 1830 y encadenó a Grecia a una deuda odiosa e insostenible. Para Moscú, el desmantelamiento progresivo del Imperio otomano constituía un reto muy importante, ya que estaban en juego los intereses rusos en los Balcanes, así como la circulación entre el mar Negro y el Mediterráneo.

Europa en 1815, después del congreso de Viena

Hasta los años 1870, los banqueros londinenses fueron los principales financieros del zar. A partir de la constitución del Imperio alemán y de su victoria sobre Francia en 1871, los banqueros alemanes tomaron la plaza de Londres. Desde ese momento, Alemania se convirtió en el principal socio comercial de Rusia. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el 53 % de las importaciones de Rusia provenían de Alemania y el 32 % de sus exportaciones estaban destinadas al país germano. Por el contrario, en el ámbito financiero, desde fines del siglo xix, los banqueros franceses suplantaron a los banqueros alemanes. En ese momento, cuando estaba por estallar la guerra, el 80 % de la deuda rusa estaba en posesión de los «inversores» de Francia y la mayor parte de los empréstitos rusos en vigencia habían sido emitidos en la plaza de París.

Imperio ruso hacia 1914

Resumiendo, los capitalistas franceses prestaban y realizaban inversiones en Rusia —los capitalistas belgas, en particular los «industriales», invertían también de manera importante en ese país— [4] mientras que los capitalistas alemanes colocaban allí una parte de su producción y al mismo tiempo se aprovisionaban de materias primas.

Cuando el sóviet de Petrogrado aprobó en noviembre 1905 el Manifiesto financiero haciendo un llamamiento al repudio de la deuda zarista, Rusia se aprestaba a emitir, gracias al concurso de los banqueros y del gobierno francés, un nuevo empréstito masivo. La advertencia lanzada por el sóviet no fue escuchada por los financieros de París, y el empréstito se firmó. Doce años más tarde fue repudiado.

Un título ruso de 1906


Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial oponía dos campos de potencias capitalistas: por un lado, el Imperio alemán y sus aliados, el Imperio austro-húngaro, Bulgaria y el Imperio otomano. El otro campo lo constituía Gran Bretaña, Francia, el Imperio ruso, Bélgica, Rumania, Italia, Japón y, a partir de febrero de 1917, Estados Unidos. Desde hacía años, Alemania, Francia, Gran Bretaña y la Rusia zarista se preparaban para la guerra. Alemania, en plena progresión económica, buscaba extender su territorio tanto en Europa como en su dominio colonial.

Francia buscaba conseguir su revancha sobre Alemania y, especialmente, reconquistar Alsacia y Lorena, anexadas por los germanos a raíz de la derrota francesa de 1871. Gran Bretaña, Francia y Rusia querían también extender sus dominios coloniales, en particular, sobre las ruinas del Imperio otomano.

La izquierda, en los diferentes países beligerantes, había denunciado, varios años antes, los preparativos de esta guerra. En el Congreso de Stuttgart (1907) de la Internacional socialista, la resolución votada por unanimidad afirmaba:

«Solamente en el caso de que estalle la guerra, (los partidos socialistas) tienen el deber de actuar para que ésta cese rápidamente y de utilizar con todas sus fuerzas la crisis económica y política creada por la guerra para agitar a las masas populares más profundas y precipitar la caída de la dominación capitalista.»

En 1913, en el Congreso extraordinario de Basilea, la Internacional había dirigido una advertencia solemne a los gobiernos: «Que los gobiernos sepan bien que en el estado actual de Europa y en el sentir de la clase obrera, no podrán jamás, sin peligro para ellos mismos, desencadenar la guerra.» [5]

Jean Jaurès, la gran figura del socialismo francés, resumió ese mensaje, en términos sucintos, en la frase final de su discurso en el Congreso de Basilea: «Al acentuar los peligros de la guerra, los gobiernos deberían ver que los pueblos podrían fácilmente hacer sus cuentas: su propia revolución les costaría menos muertos que la guerra de otros.»

En el momento decisivo, en agosto de 1914, varios grandes partidos socialistas (el partido socialdemócrata de Alemania, el de Austria, los de Bélgica, el de Francia y el de Gran Bretaña) votaron con la burguesía los créditos para financiar la guerra. El coste en vidas humanas fue extremadamente elevado. El total de muertos debido al conflicto mundial se eleva a 18,6 millones, de los que 9,7 millones de militares y 8,9 millones de civiles. Entre 1914 y febrero de 1917, el número de muertos en Rusia debido a la participación del Zar en la Primera Guerra Mundial llegó a los 3.300.000, de los que 1.800.000 eran militares y 1.500.000 civiles. [6]


De la revolución de febrero de 1917 a la de octubre

En el momento en que la revolución estalla en febrero de 1917, con una importante huelga de mujeres —iniciada el 23 de febrero de 1917, [7] día internacional por los derechos de las mujeres— [8] la población rusa quería librarse del régimen autocrático zarista, quería pan, deseaba el fin de la guerra, el acceso a la tierra para decenas de millones de campesinos que no tenían nada y que estaban obligados a arriesgar sus vidas en una guerra cuyos objetivos les eran totalmente extraños.

Alexandre Fedorovitch Kerensky (1881-1970)

El nuevo régimen, dirigido por el socialista moderado Kerensky, [9] quien sucedió al zar, se negó a distribuir tierra entre los campesinos, quiso continuar la guerra y fue incapaz de alimentar a la población. Además, se comprometió a reembolsar las deudas contraídas por el régimen zarista ante los acreedores extranjeros y contrajo nuevos empréstitos con el fin de proseguir con la guerra.

Dan, uno de los principales dirigentes mencheviques opuestos al partido bolchevique, describió la ebullición revolucionaria en los meses que precedieron a octubre de 1917: las masas «comenzaron, cada vez con mayor frecuencia, a expresar su descontento y su impaciencia mediante movimientos impetuosos, y acabaron (…) por volcarse al comunismo (…). Se sucedieron huelgas. Los obreros buscaron responder a la rápida alza del costo de la vida aumentando sus salarios. Pero todos los esfuerzos fracasaron a raíz de la devaluación continua del papel moneda. Los comunistas lanzaron en sus filas el lema del “control obrero”, y les aconsejaron tomar posesión de la dirección de las empresas con el fin de impedir el “sabotaje” por parte de los capitalistas. Por otro lado, los campesinos comenzaron a tomar las tierras, a expulsar a los terratenientes y a incendiar sus mansiones…» [10]

Europa en 1815, después del congreso de Viena

Hasta los años 1870, los banqueros londinenses fueron los principales financieros del zar. A partir de la constitución del Imperio alemán y de su victoria sobre Francia en 1871, los banqueros alemanes tomaron la plaza de Londres. Desde ese momento, Alemania se convirtió en el principal socio comercial de Rusia. En vísperas de la Primera Guerra Mundial, el 53 % de las importaciones de Rusia provenían de Alemania y el 32 % de sus exportaciones estaban destinadas al país germano. Por el contrario, en el ámbito financiero, desde fines del siglo xix, los banqueros franceses suplantaron a los banqueros alemanes. En ese momento, cuando estaba por estallar la guerra, el 80 % de la deuda rusa estaba en posesión de los «inversores» de Francia y la mayor parte de los empréstitos rusos en vigencia habían sido emitidos en la plaza de París.

Imperio ruso hacia 1914


La revolución de octubre de 1917

La insatisfacción causada por la política de Kerensky produjo una segunda revolución en octubre de 1917 (el 7 de noviembre de 1917, según el nuevo calendario adoptado más tarde). El nuevo Gobierno, [11] apoyado por el congreso de los sóviets, se comprometió a realizar la paz, distribuir las tierras y, para conseguir los medios para relanzar la economía del país, repudiar la deuda y nacionalizar el sector bancario. [12]


El repudio de las deudas

A comienzos de 1918, el Gobierno soviético suspendió el pago de la deuda externa y a inicios de febrero de 1918, decretó el repudio de todas las deudas zaristas, así como las deudas contraídas por el Gobierno provisional destinadas a la continuación de la guerra, entre febrero y noviembre de 1917. Al mismo tiempo, decidió expropiar todos los haberes de los capitalistas extranjeros en Rusia con el objetivo de restituirlos al patrimonio nacional. La deuda pública rusa en 1913 se elevaba a 930 millones de libras (o sea, prácticamente el 50 % del PIB). Entre el comienzo de la guerra y el momento en que los Bolcheviques llegan al poder, con sus aliados Socialistas Revolucionarios de izquierda, la deuda se había multiplicado por 3,5 y alcanzaba los 3.385 millones de libras.

Al repudiar las deudas, el Gobierno soviético ponía en práctica la decisión tomada en 1905 por el sóviet de Petrogrado y los diferentes partidos que lo sostenían. Este hecho provocó una protesta unánime de las capitales de las grandes potencias aliadas.

El Gobierno soviético proponía una paz sin anexión y sin compensación/reparación. Y agregaba la puesta en práctica del derecho de autodeterminación de los pueblos. Se trataba de la aplicación de unos principios totalmente innovadores o revolucionarios en las relaciones entre Estados.

3. La revolución rusa, el repudio de las deudas, la guerra y la paz

A comienzos de 1918, el Gobierno soviético suspendió el pago de la deuda externa y a inicios de febrero de 1918, decretó el repudio de todas las deudas zaristas así como las deudas contraídas por el Gobierno provisional destinadas a continuar la guerra, entre febrero y noviembre de 1917. Al mismo tiempo, decidió expropiar todos los haberes de los capitalistas extranjeros en Rusia con el objetivo de restituirlos al patrimonio nacional. Al repudiar las deudas, el Gobierno soviético ponía en práctica la decisión tomada en 1905 por el sóviet de Petrogrado y los diferentes partidos que lo sostenían. Este hecho provocó una protesta unánime de las capitales de las grandes potencias aliadas.


Decreto sobre la Paz

El Gobierno soviético proponía una paz sin anexión y sin compensación/reparación. Y agregaba la puesta en práctica del derecho de autodeterminación de los pueblos. Se trataba de la aplicación de unos principios totalmente innovadores o revolucionarios en las relaciones entre estados. Se comprobó que esta política del Gobierno soviético contrarió e influyó, al mismo tiempo, a la del presidente Woodrow Wilson, [13] quien había hecho del derecho de autodeterminación de los pueblos un elemento central de la política exterior de los Estados Unidos. [14] Las motivaciones de los bolcheviques y los del gobierno de Estados Unidos eran ciertamente diferentes. Los Estados Unidos, que no tenían ningún dominio colonial importante, tenían muchísimo interés en debilitar los imperios británico y alemán, las potencias coloniales belgas, francesas, holandesas… con el fin de ocupar su lugar mediante otros métodos. El mejor argumento diplomático y humanitario era el derecho a la autodeterminación de los pueblos africanos, caribeños, asiáticos que todavía estaban sometidos al yugo colonial. Para los bolcheviques, se trataba de poner fin al Imperio zarista que denunciaban como una prisión para los pueblos.

La voluntad de hacer la paz constituía una de las causas fundamentales que habían provocado el levantamiento revolucionario de 1917. Una aplastante mayoría de soldados rusos se negaban a continuar la guerra. Eran, casi todos, campesinos que deseaban volver con sus familias y trabajar la tierra. Además, desde hacía largos años, mucho antes del comienzo efectivo de la guerra, los bolcheviques, en el marco de la Internacional socialista de la que formaron parte hasta la traición de 1914, se habían opuesto a la política de preparación de la guerra, al mismo tiempo que afirmaban que era necesario un combate común para acabar con el capitalismo y su fase imperialista, así como con la dominación colonial.

Para poner en práctica estas ideas, el Gobierno soviético estuvo obligado a entablar negociaciones separadas con Berlín y sus aliados ya que, en 1917, Londres, París y Washington querían continuar la guerra. Trató con ahínco de llevar a esas capitales aliadas a una mesa de negociación pero no tuvo éxito. Después de haber firmado un armisticio con el Imperio alemán a mediados de diciembre de 1917, alargó las negociaciones con Berlín durante 5 meses. Tenía la esperanza de ver a varios pueblos de Europa, y en primer lugar el pueblo alemán, levantarse contra sus gobiernos para conseguir la paz. También esperó en vano que el presidente Wilson aportara un sostén a la Rusia soviética frente a Alemania. [15] Igualmente, quería demostrar a la opinión pública internacional que deseaba una paz general tanto al Oeste como al Este, y que sólo sería un último recurso lo que le llevaría a firmar una paz separada con Berlín.

Desde diciembre de 1917, el Gobierno soviético comenzó a hacer públicos numerosos documentos secretos que mostraban cómo las grandes potencias europeas se preparaban para el reparto de territorios y pueblos en detrimento de sus derechos a la autodeterminación. Especialmente, se trataba de un acuerdo entre París, Londres y Moscú, de 1915, que preveía que con la victoria, el Imperio zarista tendría el derecho de tomar Constantinopla, Francia recuperaría Alsacia-Lorena y Londres tomaría el control de Persia. [16] A comienzos de marzo de 1918, el Gobierno soviético firmaba el tratado de Brest-Litovsk con Berlín. El precio fue elevado. El Imperio alemán se adjudicaba una gran parte del territorio occidental del Imperio ruso: parte de los países bálticos, parte de Polonia y de Ucrania. En resumen, ese tratado amputaba a Rusia del 26 % de su población, del 27 % de la superficie cultivada y del 75 % de la producción de hierro y de acero.

La intervención de las potencias aliadas contra la Rusia soviética

El llamamiento del Gobierno soviético para realizar la revolución en todo el mundo, junto a su voluntad de poner fin a la guerra, de repudiar las deudas reclamadas por las potencias aliadas y de llevar adelante sus medidas de nacionalización, decidió a los dirigentes occidentales lanzar una agresión masiva contra la Rusia soviética con el fin de derrocar al Gobierno revolucionario y restaurar el orden capitalista. La intervención extranjera comenzó durante el verano de 1918 y terminó hacia fines de 1920, cuando las capitales occidentales constataron su fracaso, y tuvieron que reconocer que el Gobierno soviético y el ejército rojo habían conseguido el control del territorio. Catorce países participaron con sus tropas en esa agresión. Francia envió 12.000 soldados (al mar Negro y al Norte), Londres envió 40.000 (principalmente al Norte), Japón 70.000 (a Siberia), Washington 13.000 (al Norte junto a franceses y británicos), Polonia 12.000 (a Siberia y a Múrmansk), Grecia 23.000 (al mar Negro), Canadá 5.300. [17] Hay que señalar que la intervención japonesa se prolongó hasta octubre de 1922. Según Winston Churchill, ministro de guerra en el Gobierno británico, las tropas extranjeras aliadas alcanzaron los 180.000 efectivos.

Parada de tropas aliadas en Vladivostok en 1918.

El Gobierno francés fue el que se opuso con más violencia al gobierno soviético y mantuvo esa actitud desde el comienzo. Varias razones lo explican: 1) Tenía miedo de la extensión a Francia del movimiento revolucionario iniciado por el pueblo ruso, además había una fuerte oposición por parte de la población francesa a la continuación de la guerra. 2) La decisión soviética de repudiar la deuda afectaba a Francia más que a ningún otro país, ya que los empréstitos rusos habían sido emitidos en París y la mayoría de los títulos estaban en posesión de residentes en Francia.

Se comprobó que el Gobierno francés, en 1917, había entablado conversaciones secretas con Berlín con el fin de llegar a un acuerdo de paz que preveía dejar que el Imperio alemán se extendiera al Este en detrimento de la Rusia revolucionaria con la condición que fueran restituidas a Francia Alsacia y Lorena. El rechazo de Berlín a hacer esa concesión a París puso fin a esa negociación. [18]

El armisticio del 11 de noviembre de 1918 firmado entre las capitales occidentales y Berlín preveía que las tropas alemanas podían quedarse provisoriamente en los territorios «rusos» que estaban ocupando. En virtud del artículo 12 del armisticio, Alemania debía evacuar todos los antiguos territorios rusos «desde el momento en que los aliados lo juzgaran conveniente, de acuerdo a la situación interna de esos territorios». [19] Eso tenía por objetivo permitir al ejército imperial impedir al Gobierno soviético recuperar rápidamente el control del territorio concedido a Alemania por el tratado de Brest-Litovsk. La idea de los aliados era permitir a las fuerzas anti bolcheviques tomar el control de esos territorios y de hacer allí un punto de apoyo para derrocar al Gobierno.

El historiador británico E. H. Carr muestra hasta qué punto la intervención contra la Rusia soviética era impopular: «Cuando los hombres de estado aliados se reunieron en París para la conferencia de Paz, en enero de 1919, discutieron sobre la ocupación de Rusia por las tropas aliadas; el primer ministro británico, Lloyd George, declaró a sus colegas que “si él intentaba actualmente enviar un millar de soldados británicos a ocupar Rusia, la tropas se amotinarían” y que “si se emprendiera una operación militar contra los bolcheviques, Inglaterra se volvería bolchevique”. Lloyd George, como de costumbre, buscaba impactar, pero, al mismo tiempo, su intuición percibía bien los síntomas. A comienzos de 1919, hubo graves motines en la flota francesa y en las unidades militares francesas desembarcadas en Odessa, así como en otros puertos del mar Negro; a comienzos de abril, esas tropas fueron precipitadamente evacuadas. En cuanto a las tropas multinacionales bajo comandancia inglesa en el frente de Arkhangelsk, el director de las operaciones militares, en el Ministerio de Guerra inglés, hizo saber que la moral de las tropas era “tan baja que constituían una presa fácil para la propaganda bolchevique, muy activa e insidiosa, que el enemigo difunde con una energía y una habilidad que aumentan sin cesar”. Mucho más tarde, los informes oficiales estadounidenses revelaron el detalle de la situación. El 1 de marzo de 1919, las tropas francesas que habían recibido la orden de avanzar se amotinaron. Algunos días antes, una compañía de infantería británica “se niega ir al frente”. Poco después, una compañía estadounidense “se niega durante un cierto tiempo volver al frente”. Ante estos acontecimientos, el Gobierno británico decidió en marzo de 1919 evacuar el norte de Rusia —evacuación que fue completada seis meses más tarde—.»

Intervenciones militares occidentales en el oeste de Rusia en 1919 y 1920 (hacer clic sobre la imagen para agrandar)

Winston Churchill era uno de los principales halcones en el campo occidental. Aprovechándose de la ausencia de Lloyd George y del presidente de Estados Unidos, durante una conferencia en la cumbre celebrada en París el 19 de febrero de 1919, Churchill habló para convencer a los otros gobernantes de completar la intervención en la Rusia soviética mediante un apoyo directo a las fuerzas de los generales rusos blancos. Propuso enviar «voluntarios, técnicos de armas, municiones tanques, aeroplanos, etc.» y «armar las fuerzas anti bolcheviques». [20]

Los aliados intentaron convencer a las nuevas autoridades alemanas (pro-occidentales) de participar en la acción contra la Rusia bolchevique. A pesar de una muy fuerte presión de las capitales occidentales, en octubre de 1919, el Reichstag —parlamento alemán con una mayoría compuesta por los socialistas (ADP) y los liberales— votó unánimemente contra la adhesión de Alemania al bloqueo decretado por los aliados contra la Rusia soviética.

Para completar, se debe agregar que en ese mismo tiempo, algunos generales alemanes como Ludendorff y, en particular, Von der Goltz, que dirigían los últimos restos organizados del antiguo ejército imperial, sostenían acciones militares al Este para ayudar a los generales rusos blancos anti bolcheviques. Y lo hacían con el respaldo de las capitales occidentales. [21]

Es evidente que tanto los gobiernos occidentales como los de las potencias centrales derrotadas (Imperio alemán y austro-húngaro) temían la extensión de la revolución a sus países. Lloyd George escribió en un documento confidencial a comienzos de 1919: «Europa entera ha sido conquistada por el espíritu revolucionario. Existe entre los obreros un sentimiento profundo, no sólo de descontento, sino también de cólera y de rebelión contra las condiciones de vida de antes de la guerra. El orden establecido bajo sus aspectos políticos, sociales, económicos es cuestionado por las masas de la población de un extremo al otro de Europa». [22] Ese temor a la revolución no era imaginario y explica ampliamente la violencia de la agresión contra la Rusia bolchevique.

La intervención extranjera sostuvo los ataques de los generales rusos blancos y prolongó la guerra civil que fue muy mortífera —esta guerra civil provocó más muertos que la guerra mundial—. [23] El costo de la intervención extranjera en vidas humanas y en daños materiales era considerable y el Gobierno soviético exigió más tarde que esa cuestión fuera considerada en las negociaciones internacionales a propósito del repudio de la deuda. (Véase más adelante)


El bloqueo económico y financiero contra la Rusia soviética, el bloqueo del oro ruso

A partir de 1918, la Rusia soviética fue objeto de un bloqueo por parte de las potencias aliadas. El Gobierno soviético estaba decidido a pagar en oro la importación de bienes absolutamente necesarios. Pero ninguno de los grandes bancos y ningún gobierno del mundo podían aceptar el oro soviético sin entrar en conflicto directo con los gobiernos aliados. En efecto, París, Londres, Washington, Bruselas… consideraban que el oro ruso debía serles devuelto con el fin de indemnizar a los capitalistas que habían sido expropiados en Rusia y para reembolsar las deudas. Fue un obstáculo muy difícil de superar para el comercio soviético. En los Estados Unidos, cualquier persona o empresa que quisiera hacer una transacción con oro o entrar en el país con oro debía hacer la siguiente declaración: «El abajo firmante propietario de un lote de oro…..declara y garantiza, por la presente, que este oro no es de origen bolchevique y que jamás estuvo en posesión del auto proclamado Gobierno bolchevique de Rusia. El abajo firmante, además,…garantiza, para siempre, en los Estados Unidos, sin ninguna restricción ni ningún tipo de reserva, el derecho sobre este oro.» [24]

Hay que añadir que después de la capitulación alemana de noviembre de 1918, Francia consiguió recuperar la fuerte recompensa en oro que Berlín había obtenido de Rusia en aplicación del tratado de Brest-Litovsk firmado en marzo de 1918. [25] Francia no quería hacer una retrocesión del oro a Rusia, al considerar que se trataba de una parte de las reparaciones que Alemania debía pagar a París. Se debe señalar que el bloqueo del oro ruso continuó parcialmente durante años. Es así como Francia logró obtener, todavía en 1928, de las autoridades de Washington que éstas prohibiesen un pago en oro ruso por un contrato entre Rusia y una sociedad privada estadounidense.

4. La revolución rusa, el derecho de los pueblos a la autodeterminación y el repudio de la deuda

El tratado de Versalles finalmente fue firmado el 28 de junio de 1919 sin que la Rusia soviética formara parte. No obstante, el Tratado de Versalles anulaba el Tratado de Brest-Litovsk. En virtud del artículo 116 del Tratado de Versalles, Rusia podía demandar reparaciones de guerra a Alemania. Lo que no hizo, puesto que quería ser coherente con su posición a favor de una paz sin anexiones y sin demandas de indemnizaciones. En cierta forma, lo que le importaba es que el Tratado de Brest-Litovsk fuera abolido y que los territorios anexados por Alemania en marzo de 1918 fueran devueltos a los pueblos que habían sido expoliados (pueblos bálticos, polaco, ucraniano, ruso…), de acuerdo con el principio de autodeterminación defendido por el nuevo Gobierno soviético.


Los tratados con las repúblicas bálticas, Polonia, Persia, Turquía…

Ese derecho estaba invocado en los primeros artículos de cada uno de los tratados de paz firmados entre la Rusia soviética y los nuevos Estados bálticos en 1920: Estonia el 2 de febrero, Lituania el 12 de julio y Letonia el 11 de agosto. Esos tratados de paz son similares y la independencia de esos Estados —integrados por la fuerza en el Imperio zarista— era sistemáticamente afirmada en el primero o en el segundo artículo. Por medio de esos tratados, Rusia reafirmaba su oposición a la dominación del capital financiero y su decisión de repudiar la deuda zarista. Efectivamente, el tratado firmado el 2 de febrero con Estonia enunciaba: «Estonia no tendrá ninguna parte de responsabilidad en las deudas y en cualquier otra obligación de Rusia (…). Todas las reclamaciones de los acreedores de Rusia con respecto a deudas que conciernan a Estonia deben ser dirigidas únicamente contra Rusia.» Hubo disposiciones similares con respecto de Lituania y de Letonia en los tratados firmados con esos Estados. Además de reafirmar que los pueblos no deberían tener que pagar las deudas ilegítimas contraídas en su nombre pero no en su interés, la Rusia soviética reconocía también el papel de opresor que había tenido la Rusia zarista en relación a las naciones minoritarias que formaban el Imperio.

Firma del Tratado de Tartu entre Estonia y la Rusia soviética, representada por Adolf Joffé, el 2 de febrero de 1920.

Coherente con los principios que proclamaba, la Rusia soviética iba más lejos. En esos tratados de paz, Rusia se comprometía a restituir a las naciones bálticas oprimidas los bienes acaparados por el régimen zarista (y especialmente, los bienes culturales y académicos como las escuelas, bibliotecas, archivos, museos), así como bienes individuales que habían sido evacuados de los territorios bálticos durante la Primera Guerra Mundial. Como reparación por los daños causados durante la Primera Guerra Mundial en la que la Rusia zarista había participado, la Rusia soviética anunciaba en los tratados su voluntad de conceder 15 millones de rublos-oro a Estonia, 3 millones de rublos-oro a Lituania y 4 millones de rublos-oro a Letonia, así como el derecho para esos tres Estados de explotar la madera de los bosques rusos próximos a sus fronteras. Mientras que las acreencias del Estado ruso respecto de los ciudadanos de los Estados bálticos fueron transferidas a las nuevas autoridades independientes, los tratados de paz firmados con Lituania y Letonia precisaban que las deudas de los pequeños propietarios campesinos ante los ex bancos inmobiliarios rusos, ya nacionalizados, no serían transferidas a los nuevos gobernantes sino «pura y simplemente anuladas». Estas disposiciones se extendieron también a los pequeños propietarios estonios en virtud del artículo 13 del tratado de paz firmado con Estonia, que previó que las «exoneraciones, derechos o privilegios particulares» acordados a un nuevo Estado surgido del Imperio zarista o a sus ciudadanos, se extendió también a Estonia o a sus ciudadanos.

Al firmar esos tratados, la Rusia soviética, aplicando totalmente los principios que quería defender, buscaba salir del aislamiento al que las potencias imperialistas la habían sometido desde la Revolución de Octubre. Los Estados bálticos son los primeros en romper el bloqueo impuesto a Rusia, y esos acuerdos de paz abren la vía a intercambios comerciales entre las diferentes partes. En marzo de 1921, un acuerdo de paz similar fue firmado entre Rusia, Ucrania y Bielorrusia por una parte y Polonia por la otra. Ese documento descargaba a Polonia de cualquier responsabilidad concerniente a las deudas contraídas en su nombre por el Imperio zarista, preveía la restitución de bienes acaparados por la Rusia zarista, y el pago de reparaciones a Polonia por Rusia y Ucrania hasta 30 millones de rublos-oro. La firma de ese tratado es aún más significativa que la de los Estados bálticos: Polonia es una potencia clave en el aislamiento de Rusia deseado por las potencias capitalistas aliadas.

El tratado de amistad firmado entre la Rusia soviética y Persia el 26 de febrero de 1921 es otro signo más de la voluntad de la Rusia soviética de favorecer la emancipación de los oprimidos por medio de su derecho a la autodeterminación. Por ese tratado, Rusia declaraba romper con la «política de tiranía de los gobiernos colonizadores» de la Rusia zarista, y renunciaba a los territorios y a los intereses económicos que poseía en Persia. Desde el primer artículo del documento, se indicaba que: «El conjunto de los tratados y convenciones contratados entre Persia y la Rusia zarista, que aplastaron los derechos del pueblo persa, son nulos e inválidos.» Luego, el artículo 8 denunciaba claramente las deudas reclamadas a Persia por el régimen zarista: el nuevo Gobierno ruso renunciaba a la política económica del régimen zarista en Oriente, «que consistía en prestar dinero al Gobierno persa, no con el objetivo de participar en el desarrollo económico del país, sino con objetivos de sumisión política», y, por lo tanto, se anulaban las acreencias rusas con Persia.

Algunas semanas más tarde, el Gobierno soviético renunciaba a todas las obligaciones, incluso las monetarias, de Turquía con respecto a Rusia, en virtud de los acuerdos firmados por el Gobierno zarista. [26]

5. La prensa francesa a sueldo del Zar

Con el derrocamiento del zarismo en febrero de 1917 y la llegada al poder de los bolcheviques aliados a los socialistas revolucionarios de izquierda en octubre, numerosos documentos que hasta ese momento eran confidenciales se pusieron a disposición del público (véase más adelante). Eso permitió a Boris Souvarine, militante comunista franco-ruso, consultar los archivos imperiales rusos. Allí descubrió una vasta operación de corrupción de la prensa francesa que databa de antes de la Primera Guerra Mundial y que tenía por objetivo promover entre los ciudadanos franceses la inversión en los títulos de la deuda zarista. Este asunto, en el que personajes influyentes habían sido corrompidos, aunque también fueron chantajistas, era denunciado por el diario L’Humanité durante varios meses entre 1923 y 1924, por medio de un folletín diario llamado «La abominable venalidad de la prensa francesa».


Cómo el régimen zarista compraba a la prensa francesa para continuar emitiendo títulos de deuda

Desde fines del siglo xix, la plaza financiera de París era privilegiada por el Imperio zarista como lugar de emisión de sus empréstitos. Los títulos eran comprados por numerosos pequeños rentistas franceses. A comienzos del siglo xx, esos empréstitos eran tanto más importantes para el régimen zarista —aunque gran potencia pero económicamente poco desarrollada— puesto que se había quedado atrapado en una guerra con Japón, entre 1904 y 1905, y buscaba contener el descontento, reprimiendo de ese modo el movimiento revolucionario de 1905. En 1906, saliendo de la derrota de la guerra contra Japón, el régimen emitió un importante empréstito en París. Arthur Raffalovich , diplomático y consejero secreto del Ministerio de Finanzas ruso en París, fue el encargado hasta la Primera Guerra Mundial de promover los empréstitos rusos en París. Su correspondencia con la jerarquía del Gobierno del zar, que fue consultada por Boris Souvarine, permitió revelar el entramado de corrupción y de chantaje que implicaba a muchos grandes periódicos, en particular, parisinos (como Le Figaro, Le Petit Journal, Le Temps, o incluso Le Matin), a grandes bancos franceses (especialmente los bancos Crédit Lyonnais y Banque de Paris et des Pays-Bas, futuro BNP Paribas), senadores y ministros franceses. Entre ellos se encontraba Raymond Poincaré, acusado por el papel que tuvo cuando era jefe de Gobierno y ministro de Relaciones Exteriores en 1912 —su ministro de Finanzas, Louis-Lucien Klotz, estaba también acusado—. Poincaré fue luego presidente de la República de 1913 a 1920, y de nuevo jefe de Gobierno y ministro de Relaciones Exteriores cuando estalla el escándalo. Señalemos que ese asunto no le pasó factura: permaneció como jefe de Gobierno hasta junio de 1924, y volvió a serlo en 1926, ocupando como prima… el puesto de ¡ministro de Finanzas! El papel del síndico de los agentes de cambio de París, que vendía los títulos de la deuda a los inversores, fue central en el chantaje al que se sometía al Gobierno del zar. Entre 1900 y 1914, el Gobierno ruso habría pagado 6,5 millones de francos a la prensa francesa.

Boris Souvarine

Cuando estalló el escándalo, la corrupción de la prensa no era algo nuevo en lo que concernía al mundo financiero, ya que otro escándalo, éste de fines del siglo xix, había revelado que el empréstito que debía financiar la construcción del canal de Panamá, y emitido en Francia, había estado promovido mediante los mismos métodos. En el asunto de los empréstitos rusos, el Gobierno zarista y los bancos franceses que emitían los títulos compraban «publicidad» en los grandes diarios, que alababan la situación financiera rusa y la sostenibilidad de la deuda del zar. Según la correspondencia del agente zarista Raffalovich, esa publicidad comportaba también actos de censura, ya que acontecimientos como la mala posición de Rusia en su guerra contra Japón y el movimiento revolucionario de 1905 no daban una buena imagen ante los potenciales inversores. Esos documentos incluso indican pagos ficticios a algunos diarios. El síndico de los agentes de cambio, los directores de los diarios y los responsables políticos corruptos se aprovecharon de esa situación para chantajear al Gobierno ruso, exigiendo pagos cada vez más importantes y así, maximizar sus ganancias.

Las revelaciones de L’Humanité estaban basadas en documentos auténticos. Entre los diarios incriminados solamente Le Matin presentó cargos contra el periódico comunista. Desde el primer día del proceso, Vladimir Kokovtsov, ministro de Finanzas del zar casi sin interrupción desde 1904 hasta 1914 y jefe del Gobierno zarista de 1911 a 1914, fue llamado a comparecer. Reaccionario y exiliado en Francia, no tuvo ningún interés en acusar directamente a la prensa, pero certificó la honestidad de su antiguo colaborador Raffalovich. Hay que señalar que si L’Humanité finalmente fue condenada, fue simplemente por la forma, ya que el tribunal reconoció la autenticidad de la correspondencia desvelada y solamente concedió a Le Matin 10.000 francos en lugar de 1.500.000 que este diario reclamaba a L’Humanité. Precisemos que finalmente en 1924, Maurice Bunau-Varilla, dueño de Le Matin y que estaba directamente acusado en ese entramado, no escondió ya sus simpatías por los nacionalismos autoritarios que se instalaban en Europa con el fin de luchar contra el comunismo. Bunau-Varilla apoyó a la Italia fascista y, algunos años más tarde, a la Alemania nazi. Bajo la ocupación y el régimen de Vichy, Le Matin se convirtió en colaboracionista, y fue prohibido en la Liberación.

L’Humanité del 5 de diciembre de 1923 (pinchar para agrandar)

6. Los empréstitos rusos no mueren nunca

A pesar de que los títulos rusos fueron repudiados por el Gobierno soviético en febrero de 1918, continuaron siendo objeto de transacciones hasta los años 1990 (¡!)

La política del Gobierno francés, y de otros gobernantes, estuvo directamente ligada a esa vida después de la muerte.


Los títulos rusos sobrevivieron al repudio

En 1919, el Gobierno francés efectuó una lista de tenedores de títulos rusos en Francia: 1.600.000 personas declararon poseer títulos rusos. Parece ser que estos títulos representaban el 33 % de las obligaciones extranjeras que los y las residentes en Francia poseían. Y además constituía el 4,5 % del patrimonio de los franceses. O sea que entre el 40 y el 45 % de la deuda rusa se encontraba en Francia. Uno de los principales títulos rusos que se intercambiaban en la Bolsa de París era el famoso empréstito de 1906 que había sido denunciado anticipadamente por el Sóviet de Petrogrado en diciembre de 1905. Ese empréstito masivo fue emitido en París en junio de 1906 por un monto de 2.250 millones de francos. Estaba destinado a permitir al régimen zarista continuar reembolsando las antiguas deudas y restablecer las finanzas después del desastre de la guerra ruso-japonesa. El Crédit Lyonnais, [27] el banco francés que se había especializado en la emisión de la deuda rusa, obtenía de esos empréstitos el 30 % de sus ingresos antes de 1914.

Durante el periodo que precedió y que siguió al repudio de las deudas por el Gobierno soviético, el 72 % de los títulos del empréstito de 1906 se encontraban en Francia y eran objeto de transacciones en la Bolsa de París.

Un nivel de complicidad muy alto unía al régimen zarista, al Gobierno francés, a los banqueros franceses que emitían los títulos rusos (Crédit Lyonnais en primera línea, y también la Société Générale y la Banque de l’Union parisienne), [28] los grandes agentes de cambio y la prensa francesa que había sido comprada por el emisario del zar.

Los banqueros hacían grandes beneficios gracias a las comisiones percibidas en el momento de la emisión y gracias a las operaciones especulativas de compraventa con los títulos rusos. Realizaban todo eso sin correr demasiados riesgos, ya que los participantes eran pequeños inversores. Los propietarios de los diarios embolsaban los sobornos remitidos por el emisario del zar. Miembros clave del Gobierno también se dejaban corromper. En el plano político y diplomático, el zar era un aliado de primer orden para el Gobierno de Francia y los grandes grupos capitalistas franceses que invertían en Rusia —al igual que los capitalistas belgas—.

Durante la guerra fue el Gobierno francés el que pagaba los intereses a los que tenía derecho cada tenedor de título. El interés era del 5 %. El monto de los intereses pagados por el Gobierno francés en lugar del Imperio ruso era inmediatamente agregado a la deuda que Rusia debía a Francia. El derrocamiento del zar por el pueblo ruso en febrero de 1917 constituyó un mal asunto para el Gobierno francés, que puso sus esperanzas en el Gobierno provisional porque éste había afirmado que honraría las deudas contraídas por el zar. Las cosas verdaderamente empeoraron cuando los sóviets llevaron al Gobierno a los bolcheviques y sus aliados, los socialistas de izquierda en noviembre de 1917. Cuando el Gobierno soviético suspendió el pago de la deuda en enero de 1918, el Gobierno francés pagó de nuevo los intereses de los títulos rusos a sus tenedores. Cuando el Gobierno soviético repudió todas las deudas del zar y las del Gobierno provisional, Francia decidió utilizar todos los medios y se preparó para enviar tropas a Rusia. Desde 1918, cuatro meses antes que se firmara el armisticio con el Imperio alemán, el Gobierno envió tropas francesas para unirse con las tropas británicas que habían tomado Múrmansk en el norte de Rusia. Enseguida, se enviaron más militares para ocupar Arkhangelsk. Después de la firma del armisticio con Berlín, Francia envió tropas al Mar Negro para bombardear a partir de sus barcos de guerra las posiciones del ejército ruso. Eso provocó un motín entre los marineros franceses. La agresión contra la Rusia soviética no era, por supuesto, solamente motivada por el repudio de la deuda, las diferentes potencias que participaron en esa agresión querían acabar con un foco de contagio revolucionario. Pero los intereses financieros de Francia y sus capitalistas constituyeron un importante motor. Las autoridades francesas sostenían financieramente a los generales blancos en su lucha para derrocar a los bolcheviques, puesto que habían proclamado que reconocerían las deudas del zar. París apoyaba también a los políticos y militares polacos, ucranianos y de las repúblicas bálticas que habían obtenido su independencia o luchaban con esa perspectiva con la esperanza de que las autoridades de los nuevos Estados independientes tomarían a su cargo una parte de las deudas zaristas. Cuando los soviéticos firmaron a partir de 1920 tratados con las repúblicas bálticas y con Polonia por los que consideraban que esos países no debían tomar a su cargo nada de las deudas zaristas, París lo tomó muy mal.

¿Qué pasó con los tenedores de títulos rusos después del repudio de las deudas hecho público en febrero de 1918?

En Francia, en septiembre de 1918, el Gobierno propone un intercambio de títulos rusos contra títulos de la deuda francesa. Los tenedores de títulos rusos podían adquirir títulos del nuevo empréstito que estaba realizando el Gobierno francés. Podían devolver sus títulos rusos para recibir a cambio títulos franceses. En julio de 1919, el Gobierno francés renovó la operación. Las autoridades de Roma, Londres y Washington hicieron lo mismo: intercambiaron títulos rusos contra títulos italianos, británicos o estadounidenses, respectivamente. El Gobierno japonés indemnizó al 100 % a los tenedores japoneses de títulos rusos.

Está claro que al proceder de esa manera, los gobiernos de esos países fueron en ayuda de los banqueros que tendrían que haber sido responsabilizados de la financiación del régimen zarista y pagar por las consecuencias del repudio de unas deudas odiosas. En el caso francés, el Gobierno había sido activamente corresponsable con los banqueros del apoyo al régimen del zar. El Gobierno francés había sistemáticamente empujado a una parte de su base social, los rentistas de clase media, a adquirir títulos rusos. [29]

Una precisión importante: en Francia, una gran parte de los títulos rusos no fueron cambiados contra títulos franceses. Los títulos rusos ofrecían un rendimiento superior a los títulos franceses. El tipo de interés para los títulos rusos de 1906 se elevaba al 5 % mientras que el tipo medio de los títulos del Estado francés era del 3 %.

Entre 1918 y 1922, numerosos rumores difundidos por la prensa financiera y por el Gobierno dejaban entender que el Gobierno soviético iba a caer y que su sucesor iba a asumir la deuda zarista. Además, durante la conferencia de Génova y también en otros momentos, la misma prensa dejaba entender que Moscú finalmente iba a aceptar el reconocimiento de la deuda. Se asistía a una situación surrealista: títulos emitidos por un Gobierno que había dejado de existir, títulos repudiados, continuaban comprándose y vendiéndose en la Bolsa de París. Es un ejemplo perfecto de capital ficticio.

Entre 1918-1919, el precio de reventa de los títulos rusos oscilaba entre un 56,5 % y el 66,25 % de su valor nominal —al comienzo se habían vendido al 88 % de su valor nominal—. El precio de los títulos soberanos franceses en la misma época oscilaba entre el 61 y el 65 % de su valor nominal. Por lo tanto, había una escasa diferencia entre el precio de los títulos rusos repudiados y el de los títulos franceses. Es cierto que el especulador, y los banqueros eran los primeros de la lista, hacía un muy buen negocio si compraba al 56 % cuando los pequeños tenedores los vendían espantados por uno u otro rumor lanzado por la prensa (y por detrás los banqueros) si los podía revender al 66 %.

7. El gran juego diplomático alrededor del repudio de las deudas rusas

En abril-mayo de 1922, durante cinco semanas, se celebró una importante conferencia de muy alto nivel en Génova. El primer ministro británico Lloyd George tuvo un papel determinante y también Louis Barthou, ministro del presidente francés, Raymond Poincaré.

El objetivo central era convencer a la Rusia soviética [30] de que reconociera las deudas repudiadas en 1918 y, al mismo tiempo, de que abandonara sus llamamientos a la revolución mundial.


La negociación de Génova (1922)

Figuraban otros puntos en la agenda de esa conferencia, que reunió a delegados de 34 países a excepción de Estados Unidos, pero sobre ellos no se hicieron grandes debates. Entre esos puntos estaban: adoptar reglas en materia monetaria, especialmente a propósito del Gold-exchange standard (patrón cambio oro) que había sido adoptado ese mismo año. Dada la ausencia de Estados Unidos, las decisiones sobre ese tema se tomaron en otro sitio.

Las potencias que invitaron a esta conferencia eran cinco: Gran Bretaña (la ex principal potencia mundial que había sido desplazada por Estados Unidos), Francia (la 3ª potencia mundial luego de la derrota de Alemania), Bélgica (que antes de la guerra fue la 5ª potencia mundial en exportaciones), Japón (cuyo imperio estaba en plena expansión en Asia del Este) e Italia.

De las cinco potencias anfitrionas había una, Japón, que todavía tenía tropas de ocupación en la Siberia soviética. Sólo las retiró seis meses después del fin de la conferencia, en octubre de 1922. Los otros 12 países que habían enviado tropas, en 1918, con el fin de derrocar al régimen soviético y de terminar con la experiencia revolucionaria, pusieron fin a la ocupación del territorio soviético desde fines de 1920. Las tropas extranjeras, cuya moral guerrera había caído muy bajo, habían sido retiradas efectivamente después que sus respectivos gobiernos hubieran constatado, con pena, que los generales blancos había sido vencidos en forma definitiva por el ejército rojo y que la intervención extranjera era incapaz de remediarlo. Por consiguiente, en esos momentos se trataba de obtener por vías diplomáticas y por el chantaje, lo que las armas no habían podido conseguir.

Las grandes potencias pensaban que en la conferencia el Gobierno soviético terminaría por reconocer las deudas que habían sido repudiadas, ya que la situación económica y humanitaria rusa era dramática. La guerra civil había dejado un país desangrado y a partir del verano de 1921, unas cosechas catastróficas habían causado una hambruna. Las capitales occidentales pensaban que el Gobierno soviético estaría de rodillas y que conseguirían sus objetivos condicionando la concesión de préstamos y de inversiones a que Rusia reconociera previamente sus deudas, y otorgara reparaciones a las empresas occidentales que habían sido expropiadas.

Francia, que continuaba siendo la potencia más agresiva con respecto a la Rusia soviética —y mantenía la misma actitud con Alemania—, [31] recibía el apoyo de las autoridades belgas. Por su parte, Gran Bretaña había sido menos afectada por el repudio de las deudas y estaba más abierta a un diálogo con Moscú. Además había firmado en marzo de 1921 un acuerdo comercial anglo-ruso que ponía fin al bloqueo y significaba un reconocimiento de facto [32] de la Rusia soviética.

Por su parte, el Gobierno soviético estaba, eventualmente, dispuesto a aceptar el reembolso de una parte de las deudas contraídas por el zar si, a cambio, las otras potencias reconocían oficialmente (reconocimiento de iure) la Rusia soviética, concediéndole préstamos de Estado a Estado, alentando a las empresas privadas, afectadas por la expropiación de sus filiales y de sus bienes en Rusia, a aceptar como indemnización la concesión de explotaciones de recursos naturales, en particular en las zonas desérticas de Siberia. El Gobierno soviético quería, de esa manera, que los capitalistas extranjeros invirtieran con su propia bolsa de capitales en actividades que permitieran a la economía soviética consolidarse. El Gobierno rechazaba además el establecimiento de organismos multilaterales para gestionar los préstamos, las inversiones o los litigios que pudieran originarse. El Gobierno quería que el poder soviético conservara su autonomía frente a las potencias extranjeras. No era cuestión de renunciar al ejercicio de la soberanía.

Si se reunían esas condiciones, Moscú estaba dispuesto a prometer que retomaría el pago de una parte de la deuda zarista en un plazo de treinta años. La delegación soviética afirmó claramente, y varias veces en el curso de la conferencia, que se trataba de una concesión que estaba lista a realizar con el fin de llegar a un acuerdo pero, que en el fondo, consideraba que la Rusia soviética tenía, perfectamente, todo el derecho de haber repudiado la deuda zarista —así como aquella contraída por el Gobierno provisional entre febrero y octubre de 1917—. Finalmente la conferencia se terminó sin ningún acuerdo y la delegación soviética mantuvo el repudio de las deudas.

Para comprender el desarrollo de la conferencia, conviene también tener en cuenta la particular relación establecida entre Berlín y Moscú después del Tratado de Versalles de junio de 1919.

Firma del Tratado de Rapallo: el canciller Joseph Wirth con los representantes de la delegación soviética Leonid Krasin, Georgi Chicherin y Adolf Joffe.

El Gobierno de Berlín estaba compuesto de una coalición entre socialistas (SPD), centristas (antecesor de la CDU de Angela Merkel) y liberales (antecesor del FDP actual). Era fundamentalmente pro occidental y anti soviético. Pero como estaba afectado por el pago de enormes reparaciones de guerra impuestas por el Tratado de Versalles y se hundía bajo la deuda que eso originaba, estaba inclinado al diálogo y a realizar acuerdos con Moscú. Esa tendencia era reforzada por la voluntad de las grandes firmas industriales alemanas (entre ellas AEG y Krupp) de derivar una parte de su producción hacia el mercado ruso, del que había sido principal socio comercial a partir de los años 1870, como ya hemos visto. En su viaje de Moscú a Génova, la delegación soviética hizo una parada prolongada en Berlín para mantener allí conversaciones y concertar con las autoridades alemanas, antes de encontrarse frente a frente con las potencias convocantes en la ciudad italiana. Mientras éstas adoptaban una actitud intransigente respecto de Moscú, estalló un golpe teatral, en plena Conferencia de Génova: la delegación alemana y soviética, que se habían reunido en la ciudad vecina de Rapallo, firmaron un importante acuerdo bilateral que permanece en la historia como el Tratado de Rapallo.

Es muy interesante volver sobre el desarrollo de la Conferencia de Génova, sobre las negociaciones que allí se hicieron y sobre los argumentos que fueron utilizados por una y otra parte.

Las grandes potencias convocantes querían presionar al máximo a la delegación soviética, indicándoles que un objetivo fundamental de la conferencia consistía en «el reconocimiento por todos los países de sus deudas públicas y la concesión de compensaciones.» [33]

Las grandes potencias afirmaban en su convocatoria que el «sentimiento de seguridad solamente puede ser restablecido cuando las naciones (o los gobiernos de las naciones) que deseen obtener créditos extranjeros se comprometen libremente a reconocer todas las deudas y obligaciones públicas que fueron o serán contraídas o garantizadas por el Estado, las municipalidades y otros organismos públicos, y reconocer igualmente la obligación de restituir, restaurar o, en su defecto, indemnizar a todos los intereses extranjeros por las pérdidas o los daños que les haya causado el hecho de la confiscación o del secuestro de la propiedad». [34]

De entrada, Georgi Chicherin, el jefe de la delegación soviética replicó: «La obra de la reconstrucción económica de Rusia, y, con ella, el trabajo que trata de poner fin al caos económico europeo, se dirigirán hacia una vía falsa y fatal, si las naciones económicamente más potentes, en lugar de crear las condiciones necesarias al renacimiento económico de Rusia y de facilitarle su marcha hacia el porvenir, la aplastan bajo el peso de exigencias que sobrepasan sus fuerzas, vestigios de un pasado que le es odioso [35]

En la discusión frente a los soviéticos que afirmaban que el pueblo y su nuevo Gobierno no habían podido asumir las deudas contraídas por el régimen tiránico anterior, Lloyd George respondió: «cuando un país asume obligaciones contractuales hacia otro país o hacia sus nacionales por valores recibidos, ese contrato no podría ser denunciado, cada vez que un país cambia de Gobierno, o, al menos, sería necesario que ese país restituyera los valores recibidos». [36]

8. En 1922, nuevo intento de las potencias acreedoras de someter a los sóviets

Los gobiernos occidentales presentaron un programa completo de exigencias con el fin de resolver a su favor el contencioso concerniente al repudio de las deudas y las expropiaciones decretadas por el Gobierno soviético. Fueron presentadas en Génova el 15 de abril de 1922, cinco días después del comienzo de la conferencia, en un documento titulado «Informe del comité de expertos de Londres sobre la cuestión rusa».


Las exigencias occidentales respecto a Moscú

El artículo 1 decía: «Artículo 1.
El Gobierno Soviético ruso deberá aceptar las obligaciones financieras de sus predecesores, es decir del Gobierno Imperial ruso y del Gobierno provisional ruso, con respecto a las Potencias extranjeras y a sus ciudadanos.»

La forma y el contenido de todo el documento indicaban muy claramente que se trataba de una serie de imposiciones que las potencias occidentales querían dictar al poder soviético.

También, en ese primer artículo, se encontraba una disposición que iba directamente en contra de los tratados que la Rusia soviética había firmado en 1920-1921 con las repúblicas bálticas y con Polonia (que había obtenido la independencia después de la caída del régimen zarista) que preveían, como ya hemos visto, que esos Estados no deberían asumir las deudas zaristas.

«Lo mismo pasa con la cuestión de saber si, y en qué medida, los nuevos Estados surgidos de Rusia y actualmente reconocidos, así como los Estados que hayan adquirido una parte del territorio ruso, deberán soportar una parte de las obligaciones consideradas en las presentes disposiciones.»

El artículo 3 hacía deudor al Gobierno soviético de los actos ejecutados por el Gobierno zarista.

«Artículo 3.
El Gobierno Soviético ruso deberá comprometerse a asumir la responsabilidad de todos los daños materiales y directos, nacidos o no con ocasión de contratos y sufridos por los ciudadanos de otras Potencias, si son debidos a los actos o a la negligencia del Gobierno Soviético o de sus predecesores…»

Evidentemente, estaba en contradicción total con la posición de Moscú.

El artículo 4 daba casi todos los poderes, que correspondían a las autoridades soviéticas, a los organismos extranjeros:

«Las responsabilidades previstas por los artículos precedentes serán fijadas por una Comisión de la deuda rusa y por Tribunales Arbitrales Mixtos que se deben crear.»

El anexo 1 precisaba la composición de la Comisión de la deuda rusa y sus competencias. El Gobierno soviético estaría claramente en minoría en dicha Comisión:
«Anexo 1.´
Comisión de la deuda rusa.
1. Será constituida una Comisión de la deuda rusa, formada por miembros nombrados por el Gobierno ruso, miembros nombrados por las otras Potencias y un Presidente independiente, que será elegido entre los otros miembros y fuera de ellos, o que, si no hubiera acuerdo, será designado por la Sociedad de las Naciones, que se expresaría a través de su Consejo o de la Corte de Justicia Internacional.»

La Comisión tendrá el poder de emitir la nueva deuda rusa para pagar las antiguas deudas zaristas y para indemnizar a los capitalistas extranjeros en las empresas que hubieran sido nacionalizadas.

«La Comisión tendrá las atribuciones siguientes: a) regular la constitución y el procedimiento de los Tribunales Arbitrales Mixtos, que deben ser instituidos conforme a las disposiciones del Anexo II, y dar todas las instrucciones necesarias en vista de asegurar la unidad de su jurisprudencia; (…)
- Entregar las nuevas obligaciones rusas, conforme a las disposiciones del Anexo II, a las personas que tienen derecho a ello en virtud de las decisiones de los Tribunales Arbitrales Mixtos: a los portadores de antiguos títulos del Estado u otros títulos o valores, a cambio de los cuales se deben remitir las nuevas obligaciones rusas; a las personas que tienen derecho a título de consolidación de intereses y de reembolso de capital.»

La Comisión dominada por los acreedores debía tener poderes exorbitantes que llegaran a determinar los recursos de Rusia que deberían ser utilizados para reembolsar la deuda.

«Determinar, si hay lugar, en el conjunto de recursos de Rusia aquellos que deberán ser especialmente afectados al servicio de la deuda; por ejemplo, una retención sobre algunos impuestos afectados al servicio de la deuda o sobre los pagos o tasas que afectan a las empresas en Rusia. Controlar, llegado el caso, si la Comisión lo juzga necesario, la percepción de todos o una parte de esos recursos afectados, y gestionar el producto.»

Para las potencias convocantes, se trataba de hacer aceptar a la Rusia soviética una institución de tutela montada sobre el modelo de lo que se había impuesto a Túnez, a Egipto, al Imperio Otomano y a Grecia durante la segunda mitad del siglo XIX. [37] Y es muy parecido a lo que se le impuso a Grecia a partir de 2010.

El anexo III otorgaba plenos poderes en lo concerniente a la emisión de deuda rusa a la Comisión de la deuda en la que las autoridades soviéticas quedaban marginadas.

«1. Todas las indemnizaciones pecuniarias acordadas como consecuencia de reclamaciones formuladas contra el Gobierno soviético serán pagadas por la entrega de nuevas obligaciones rusas por el monto fijado por los Tribunales Arbitrales Mixtos. Las condiciones en las que esas obligaciones serán entregadas, así como todas las otras cuestiones que nacen de la conversión de los antiguos títulos, y de las operaciones concernientes a las nuevas emisiones serán determinadas por la Comisión de la deuda rusa.
2. Las obligaciones producirán un interés, cuyo tipo será fijado por la Comisión de la deuda rusa.»

Mientras el Gobierno soviético había dicho muy claramente que rechazaba el pago de las deudas contraídas después del 1 de agosto de 1914 para hacer la guerra, el texto del anexo III afirmaba: «debido a la situación económica muy grave en la que se encuentra Rusia, los mencionados Gobiernos acreedores están preparados a rebajar el monto de las deudas de guerra que Rusia había contraído con ellos.»

Papers relating to International Economic Conference, Genoa, April- May, 1922

 El contraataque soviético: el Tratado de Rapallo de 1922

Ese texto, que constituía un verdadero acto de provocación por parte de las potencias occidentales, lleva a la delegación rusa a contactar en las horas siguientes con la delegación alemana que era mantenida un poco aparte de la conferencia por París y Londres. Esas capitales esperaban convencer a los rusos soviéticos para que cumplieran las condiciones mencionadas más arriba o, en cualquier caso, una parte de ellas para, luego, negociar con los alemanes en una situación más favorable. La cuestión rusa era claramente prioritaria.

Adolf Iofe, uno de los responsables de la delegación soviética, telefoneó a los alemanes a la una de la mañana del domingo de Pascua, 16 de abril de 1922, para proponerles un encuentro inmediato con el fin de tratar de llegar a un acuerdo bilateral. La biografía de Walter Rathenau, el ministro alemán de Economía, cuenta que los miembros de la delegación alemana se reunieron en pijama en su habitación de hotel para decidir si aceptaban la invitación soviética. La aceptaron y catorce horas más tarde, el domingo 16 de abril de 1922, a las 17:00 horas, el Tratado de Rapallo era firmado entre Alemania y la Rusia soviética. [38] Ese tratado comportaba la renuncia mutua a cualquier exigencia de orden financiero, incluidas las reclamaciones alemanas correspondientes a los decretos soviéticos de nacionalización «a condición de que el Gobierno de la R. S. F. S. R. no dé satisfacción a reclamaciones similares introducidas por otros Estados». [39] Hay que señalar que la Rusia soviética era en eso coherente con la posición que el Gobierno soviético había adoptado en materia de propuesta de paz desde el día después de la revolución: una paz sin anexiones y sin reparaciones. Recordemos que el Imperio alemán había impuesto a Rusia en marzo de 1918 condiciones draconianas, cuando la firma del Tratado de Brest-Litovsk, anexando territorios rusos y exigiendo una compensación de guerra muy fuerte. Ese tratado había sido anulado en junio de 1919 por el de Versalles, por el que las potencias occidentales imponían a la República alemana una amputación de su territorio y fuertes reparaciones. Por su lado, por el Tratado de Rapallo, la Rusia soviética firmaba un tratado de paz que contenía un renunciamiento mutuo a las reparaciones y eso a pesar de que el artículo 116 del Tratado de Versalles le daba derecho a Rusia a obtener indemnizaciones financieras por parte de Alemania. Esa gestión de la Rusia soviética era también coherente con los tratados que había firmado en 1920-1921 con las repúblicas bálticas y con Polonia. Otra cláusula del Tratado de Rapallo preveía que Alemania financiaría la creación de empresas mixtas destinadas a reforzar el comercio entre los dos países. En resumen, el Tratado de Rapallo, firmado a iniciativa de la delegación soviética, constituyó una respuesta firme a la actitud muy agresiva y dominadora de las potencias occidentales.

A continuación, la delegación soviética se tomó su tiempo para comunicar su respuesta oficial a las potencias occidentales, en reacción a las exigencias formuladas el 15 de abril por las mismas.

’Le Petit Journal’ (’El Pequeño Diario’) del 20 de abril de 1922

10. En Génova (1922), las contrapropuestas soviéticas frente a las imposiciones de las potencias acreedoras

El 20 de abril de 1922, Chicherin comunicó la respuesta soviética a las propuestas occidentales divulgadas el 15 de abril.

La respuesta indicaba: «La delegación rusa reitera su opinión que la situación económica actual de Rusia y las circunstancias que la han llevado justifican plenamente, para Rusia, su liberación total de todas sus obligaciones citadas en las propuestas antes mencionadas, como consecuencia del reconocimiento de sus contrareclamaciones.»  [40]

A pesar de su desacuerdo con las exigencias desmesuradas de las potencias occidentales, la delegación rusa se presentaba preparada a hacer concesiones concernientes a la deuda contraída por el zar antes de la entrada en guerra el 1 de agosto de 1914. La delegación avanzaba una serie de propuestas.

En el caso de que hubiera un acuerdo, se comprometía a comenzar el pago de la deuda treinta años más tarde: «La reanudación de los pagos que deriven de los compromisos financieros aceptados por el Gobierno de Rusia (…), comprendido el pago de los intereses, comenzará después de un periodo de treinta años transcurridos a partir del día de la firma del presente acuerdo.» [41]

La delegación rusa decía que sólo firmaría un acuerdo con los otros gobiernos si éstos reconocían plenamente al Gobierno soviético y si los créditos de Estado a Estado no eran acordados para reembolsar su deuda, sino para permitirle reconstruir su economía. Concretamente, eso significaba que el Gobierno soviético pedía primero recibir el dinero de manera de poder relanzar la economía del país, lo que le permitiría, después de un plazo de treinta años, comenzar el reembolso de una parte de la deuda contraída por el régimen zarista antes del 1 de agosto de 1914.


Las contrapropuestas occidentales sobre la deuda rusa

El 2 de mayo de 1922, las potencias convocantes hicieron nuevas propuestas a la delegación rusa pero, aunque sobre algunos puntos hicieran pequeñas concesiones (especialmente al proponer un retraso de 5 años antes de la reanudación del pago de la deuda), introdujeron nuevas condiciones inaceptables, en particular, en el plano político. La cláusula 1 precisaba que «todas las naciones deberían comprometerse a abstenerse de cualquier propaganda subversiva del orden y del sistema político establecidos en otros países, el Gobierno Soviético ruso no intervendrá de ninguna manera en los asuntos interiores y se abstendrá de cualquier acto susceptible de alterar el statu quo territorial y político en otros Estados.»

Eso significaba especialmente que el Gobierno soviético debía renunciar a llamar a los pueblos coloniales a que hicieran respetar su derecho a la autodeterminación. En concreto, debería autoprohibirse sostener la independencia de colonias como la India, las colonias africanas de diferentes imperios, en particular los imperios británico y francés. Habría sido necesario también que el Gobierno soviético dejara de aportar su apoyo a las huelgas y otras formas de lucha en otros países.

La cláusula 1 agregaba: «También suprimirá en su territorio cualquier tentativa de ayuda a movimientos revolucionarios en otros Estados.» [42] Eso prácticamente significaba que debería dejar de sostener a la Internacional comunista (conocida también como la Tercera Internacional) que había sido creada en 1919 y tenía su sede en Moscú.

En materia de deuda, la cláusula 2 reafirmaba la posición de las potencias occidentales: «Que el Gobierno Soviético ruso reconocería todas las deudas y obligaciones públicas, que habían sido contraídas o garantizadas por el Gobierno Imperial Ruso o por el Gobierno provisional ruso o por él mismo con respecto a las Potencias extranjeras.»

El punto 2 de la cláusula 2 rechazaba la demanda soviética que consistía en hacer valer su derecho a indemnizaciones por las pérdidas materiales y humanas causadas a Rusia por la agresión a la que las potencias extranjeras la habían sometido durante y después de la revolución. El texto decía: «Los Aliados no pueden admitir la responsabilidad invocada en su contra por el Gobierno soviético ruso, por las pérdidas y daños sufridos durante la revolución en Rusia después de la guerra.»

La cláusula 6 exigía el establecimiento de una comisión arbitral internacional en la que Rusia estaría en minoría: «Esta Comisión estará compuesta de un miembro nombrado por el Gobierno Soviético ruso, de un miembro nombrado por los portadores extranjeros, dos miembros y un Presidente, que serán nombrados por el Presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos o, en su defecto, por el Consejo de la Sociedad de las Naciones o el Presidente de la Corte Permanente Internacional de Justicia de La Haya. Esa Comisión decidirá todas las cuestiones concernientes a los intereses no pagados así como a los modos de pago del capital y de los intereses, teniendo en cuenta la situación económica y financiera de Rusia.»

En resumen, las potencias convocantes reemplazaban la comisión de la deuda rusa, propuesta por las mismas el 15 de abril, por una comisión arbitral que dispondría de poderes muy extensos y en la que Rusia tendría una posición minoritaria.


La respuesta soviética reafirmaba el derecho al repudio de la deuda

Gueorgui Vasílievich Chicherin en 1925.

El 11 de mayo de 1922, la delegación soviética comunicó su respuesta, que ratificaba el fracaso de las negociaciones de Génova y que reafirmaba con fuerza el derecho al repudio de las deudas.

Chicherin afirmó que «más de uno entre los Estados presentes a la Conferencia de Génova repudió en el pasado deudas y obligaciones contraídas por el mismo, más de un Estado confiscó y secuestró bienes de ciudadanos extranjeros o de sus propios ciudadanos sin que por ello hayan sido objeto del ostracismo aplicado a la Rusia de los Sóviets.»

Chicherin subrayó que un cambio de régimen por la vía de una revolución conllevaba la ruptura de las obligaciones tomadas por el régimen anterior. «No corresponde a la Delegación Rusa legitimar ese gran acto del pueblo ruso ante una asamblea de potencias de la que muchas cuentan en su historia con más de una revolución; pero la Delegación rusa está obligada a recordar ese principio de derecho: que las revoluciones, que son una ruptura violenta con el pasado, aportan nuevas normas jurídicas en las relaciones exteriores e interiores de los Estados.

Los gobiernos y los regímenes surgidos de la revolución no están obligados a respetar las obligaciones de los gobiernos derrocados.»


La soberanía de los pueblos no es afectada por los tratados de los tiranos

Chicherin proseguía: «La Convención francesa, de la que Francia se reclama como su heredera legítima, proclamó el 22 de septiembre de 1792 que la “soberanía de los pueblos no es afectada por los tratados de los tiranos”. Conforme a esta declaración, la Francia revolucionaria no solamente destruyó los tratados políticos del antiguo régimen con el extranjero, sino que incluso repudió su deuda de Estado. Sólo consintió el pago, y eso por motivos de oportunidad política, de un tercio. Es el “tercio consolidado”, cuyos intereses comenzaron a ser regularmente pagados a comienzos del siglo XIX. Esa práctica, erigida en doctrina por eminentes hombres de leyes, fue seguida, casi constantemente, por los gobiernos surgidos de una revolución o de una guerra de liberación. Los Estados Unidos repudiaron los tratados de sus predecesores, Inglaterra y España.» [43]

Chicherin, sobre la base de esos precedentes históricos, sostuvo que la Rusia soviética tenía el derecho de proceder a las nacionalizaciones de los bienes extranjeros en su territorio: «Por otra parte, los gobiernos de los Estados vencedores, durante la guerra y sobre todo cuando se concluyeron los tratados de paz, no dudaron en confiscar los bienes de los ciudadanos de los Estados vencidos situados en sus territorios e incluso en territorios extranjeros. Conforme a esos precedentes, Rusia no puede estar obligada a asumir una responsabilidad cualquiera con respecto a las potencias extranjeras y a sus ciudadanos por la anulación de las deudas públicas y por la nacionalización de los bienes privados.»

Frente a la demanda de indemnizaciones avanzadas por parte de las potencias occidentales, Chicherin replicaba: «Otra cuestión de derecho: ¿Es el Gobierno ruso responsable de los daños causados a los bienes, derechos e intereses de los ciudadanos extranjeros a causa de la guerra civil, fuera de aquellos que les fueron causados por actos propios del Gobierno, es decir la anulación de las deudas y la nacionalización de los bienes? En esto, también, la doctrina jurídica está totalmente a favor del Gobierno ruso. La revolución, como todos los grandes movimientos populares, siendo asimilada a fuerzas mayores, no confiere a los que la han sufrido ningún título de indemnización. Cuando los ciudadanos extranjeros, apoyados por sus gobiernos, demandaron al Gobierno del zar el reembolso de las pérdidas ocasionadas por los acontecimientos revolucionarios de 1905-1906, este último rechazó sus demandas, motivando su negativa por la consideración de que, no habiendo acordado indemnizaciones por daños y perjuicios a sus propios súbditos por hechos análogos, no podía poner a los extranjeros en una posición privilegiada.»

Chicherin concluía esa parte de su argumentación de este modo: «Así que desde el punto de vista del derecho, la Rusia soviética no está en absoluto obligada a pagar deudas del pasado, a restituir bienes o a indemnizar a sus antiguos propietarios, ni tampoco a pagar indemnizaciones por los otros daños sufridos por los ciudadanos extranjeros, ya sea por la legislación que Rusia, en ejercicio de su soberanía, se ha dotado, ya sea por el hecho de los acontecimientos revolucionarios.»

A continuación, el responsable de la delegación soviética reafirmó la disposición de la Rusia soviética a hacer concesiones de manera voluntaria con el fin de intentar llegar a un acuerdo.

«Por lo tanto, en un espíritu de conciliación y para llegar a un acuerdo con todas las potencias, Rusia ha aceptado» reconocer una parte de la deuda.

Chicherin mostró su dominio de la jurisprudencia al afirmar: «La práctica y la doctrina están de acuerdo para imponer la responsabilidad de los daños causados por la intervención y el bloqueo a los gobiernos autores de esos hechos.

Para no citar otros casos, nosotros nos contentaremos con recordar la decisión de la Corte Arbitral de Ginebra del 14 de septiembre de 1872, que condenaba a Gran Bretaña a pagar a Estados Unidos 15 millones de dólares por los daños causados a estos últimos por el corsario Alabama City que, durante la guerra civil entre los Estados del Norte y los Estados del Sur, había ayudado a estos últimos.

La intervención y el bloqueo de los aliados y de los neutros contra Rusia constituían por parte de estos últimos actos de guerra oficiales. Los documentos publicados en el anexo II del primer Memorando ruso prueban con evidencia que los jefes de los ejércitos contrarrevolucionarios no lo eran más que en apariencia y que sus verdaderos comandantes eran los generales extranjeros enviados especialmente a ese efecto por algunas potencias. Esas potencias no sólo tomaron parte directa en la guerra civil, sino que son las autoras.»

En un documento anexo suministrado por la delegación soviética, se desarrollaba el razonamiento siguiente: «Las deudas de antes de la guerra contraídas por Rusia al extranjero están más que compensadas por los enormes y duraderos daños causados a nuestra riqueza nacional por la intervención, bloqueo y guerra civil, organizados por los Aliados. (…) Pero lo que fue hecho por una mano (empréstitos de antes de la guerra) fue destruido por la otra (intervenciones, bloqueo, guerra civil). Por eso, la única medida equitativa sería considerar las deudas de antes de la guerra como amortizadas por los daños causados y abrir una nueva era de relaciones financieras.» [44]

Chicherin reafirmaba que Rusia estaba preparada para hacer concesiones si se le concedían créditos reales: «…en su deseo de obtener un acuerdo práctico, la Delegación rusa (…) ha entrado en la vía de más amplias concesiones y se ha declarado dispuesta a renunciar condicionalmente a sus contrapretensiones y a aceptar los compromisos de los gobiernos derrocados a cambio de una serie de concesiones por parte de las potencias, de la que la más importante es la puesta a disposición del Gobierno ruso de créditos reales de una suma previamente determinada. Desgraciadamente este compromiso de las potencias no se ha mantenido.»

El responsable de la delegación soviética rechaza la pretensión de las potencias convocantes a reclamar de Rusia el reembolso de los créditos otorgados al zar y al Gobierno provisional para continuar una guerra que el pueblo rechazaba: «Así mismo el Memorando se basa completamente en la cuestión de las deudas de guerra, cuya anulación era una de las condiciones de la renuncia de Rusia a sus contrapretensiones.»

Con respecto a la voluntad de las potencias convocantes de imponer a Rusia una comisión internacional de arbitraje, Chicherin respondió que si esa comisión se instituía: «La soberanía del Estado ruso se convierte en un juego de azar. Puede ser puesta en jaque por las decisiones de un tribunal arbitral mixto compuesto por cuatro extranjeros y un ruso que deciden en última instancia si los intereses de los extranjeros deben ser restaurados, restituidos o indemnizados.»

Finalmente, Chicherin denunciaba el hecho de que potencias, como Francia, exigían encarnizadamente que la Rusia soviética indemnizara a algunos capitalistas sin tomar en consideración la masa de pequeños tenedores de títulos rusos que Rusia estaría dispuesta a indemnizar: «La Delegación rusa constata que los Estados interesados, al reservar toda su solicitud para un grupo restringido de capitalistas extranjeros y haciendo prueba de una intransigencia doctrinaria inexplicable, han sacrificado los intereses (…) de la multitud de pequeños tenedores de créditos rusos y de pequeños propietarios extranjeros cuyos bienes fueron nacionalizados o secuestrados, y que el Gobierno ruso tenía la intención de integrarlos entre los reclamantes de los que reconocía la justicia y la validez. La Delegación rusa no se puede privar de expresar su sorpresa de que potencias como Francia, que posee la mayoría de pequeños portadores de créditos rusos, hayan mostrado la mayor insistencia para la restitución de bienes, subordinando los intereses de los pequeños tenedores de créditos rusos a aquellos de algunos grupos que exigían la restitución de sus bienes.»

Chicherin concluyó sobre la responsabilidad de las potencias convocantes en el fracaso de la negociación: afirmaba que para que se alcanzara un acuerdo habría sido necesario que «las potencias extranjeras que organizaron la intervención armada en Rusia hubieran renunciado a hablar a Rusia con el lenguaje de un vencedor a un vencido, Rusia no ha sido vencida. El único lenguaje que hubiera podido llevar a un acuerdo común habría sido el que tiene uno respecto a otro de los Estados contratantes en pie de igualdad. (…)
Las masas populares de Rusia no sabrían aceptar un acuerdo en el que las concesiones no tuvieran su contrapartida en ventajas reales.»

11. Deuda: Lloyd George versus los sóviets

En sesión plenaria, Lloyd George respondió de una manera que dice mucho:
«Rusia puede en manera abundante obtener ayuda, pero si quiere obtenerla, no es necesario que se lo tome de esa manera, y que tenga, en cierto modo, el aire de provocar y ultrajar expresamente los sentimientos, apelan a los prejuicios, los sentimientos de una vasta mayoría de gente (…)

He hablado de prejuicios. Les citaré dos o tres, puesto que fueron pisoteados en vuestro memorando del 11 de mayo. En Europa occidental, cuando un hombre vende una mercadería a otro, tiene un prejuicio curioso: le gusta que le paguen. Otro prejuicio es este: si un hombre presta dinero a su vecino, a su demanda, contra una promesa de reembolso, él espera que le paguen. Y todavía otro prejuicio: si ese vecino va a verlo y le pide de nuevo ayuda, naturalmente, el primero le pregunta: “¿Realmente tiene intención de reembolsarme? Págueme primero lo que le he prestado.” Si a eso, el prestatario responde: “Pero mis principios no me permiten pagar”, aunque le parezca muy extraño a la delegación rusa (armonizar mayúsculas/minúsculas), ese occidental está tan lleno de prejuicios que, muy probablemente, no le querrá volver a prestar dinero. No es una cuestión de principios —sé que son principios revolucionarios— pero fuera de Rusia, ¿qué le vamos a hacer?, ¡hay gente rara, con ideas muy raras! Y si ustedes quieren tener negocios con nosotros, nos tienen que tomar como somos. Esas son ideas que, de alguna manera, hemos mamado, que heredamos de generaciones de antepasados honestos y laboriosos, y aquí deseo advertir a la delegación rusa que no tiene que esperar, en esta ruta que tomaremos juntos hacia la paz final, que dejaremos caer sin más nuestros prejuicios al borde de la ruta. Esos prejuicios, esas ideas, hunden sus raíces profundamente en el suelo de la Europa occidental. Hace miles de años que están arraigadas allí. (…) Cuando ustedes escriben a alguien para obtener nuevas sumas de dinero, no es realmente el medio para lograrlo el de consagrar la mayor parte de vuestra carta a una sabia disertación para justificar el repudio de las deudas. No es eso lo que los ayudará a obtener créditos. Puede ser que sea una doctrina muy sólida, pero no es diplomática. (…) Para terminar, les quería implorar, hablando como un hombre que ha estado siempre a favor de la idea de ir en ayuda de esta noble nación, pedirle [a la delegación rusa], cuando venga a La Haya, dejar de buscar cómo pisotear nuestras ideas de Occidente.» [45]

La respuesta de Chicherin:
Después de haber deplorado haber «sido impedidos de plantear ante la Conferencia la cuestión del desarme», respondió a Lloyd George: «El Sr. Primer Ministro de la Gran Bretaña me dice que si mi vecino me ha prestado dinero, yo debo pagarle, y bien estoy de acuerdo en ese caso, buscando la conciliación, pero cuando agrego que si ese vecino ha irrumpido en mi casa y, habiendo matado a mis hijos, rompió mi mobiliario, quemó mi casa, él debe, por lo menos, comenzar por restituirme lo que destruyó.» [46]

Es necesario precisar también que en el curso de la negociación del resto de la agenda de la Conferencia de Génova, la delegación soviética intervino varias veces para que fueran tomadas decisiones con el fin de organizar un desarme general. Francia había reaccionado violentamente, rechazando pura y llanamente que ese punto fuera discutido. Para el Gobierno de Francia, no era cuestión de reducir los gastos de armamento. Por supuesto, esa orientación estaba a mil leguas de la del pueblo francés, pero se tenía que lidiar con un Gobierno belicista de derecha que dirigía su agresividad, a la vez, contra Alemania y contra Rusia (sin hablar de los pueblos colonizados). En 1921, Francia había aún ensayado establecer una alianza con Rumanía (que había anexado Besarabia, una parte del antiguo imperio ruso) y Polonia dirigida en contra de la Rusia soviética. Francia pensaba declarar con esos dos países la guerra a la Rusia soviética. [47]

Por otro lado, la delegación soviética había propuesto que todas las naciones fueran invitadas a la Conferencia de Génova, era necesario, en especial, que los pueblos colonizados pudieran estar presentes directamente. También las organizaciones obreras habrían tenido que ser invitadas. La delegación soviética criticaba las propuestas generales en materia económica.

Chicherin declaraba que «El capítulo VI del Informe de la Comisión económica, en lo que se refiere al trabajo, se abre por la constatación general de la importancia del concurso de los trabajadores para la restauración económica de Europa. Sin embargo, no encontramos nada sobre lo que sería más necesario para los trabajadores, no encontramos ninguna mención de legislación de protección obrera, fuera de la cuestión del desempleo; tampoco encontramos ninguna propuesta concerniente a las cooperativas, a pesar de que éstas sean un instrumento de primer orden para la mejora de las condiciones del trabajador. Es lamentable, en alto grado, que en el curso de los trabajos de la primera Subcomisión las propuestas relativas a las cooperativas hayan sido descartadas. Pero aún hay más: el artículo 21, que menciona las convenciones de la Conferencia del trabajo de Washington, prive a esas convenciones de una gran parte de su importancia práctica al consagrar el derecho de los participantes a no ratificarla. Ese hecho que la delegación rusa se esforzó en eliminar, se explica por el deseo de algunos gobiernos, como Suiza, de no adoptar la jornada de 8 horas. La delegación rusa considera la jornada de 8 horas como el principio fundamental del bienestar del trabajador, y nuestra delegación eleva una objeción formal contra la libertad explícitamente dada a los gobiernos para no aplicarla.» [48]

Ante el fracaso de las negociaciones de Génova, las potencias convocantes y Rusia se pusieron de acuerdo para volverse a ver un mes después en La Haya con el fin de tratar de llegar a un acuerdo de última oportunidad. La cita tuvo lugar, pero también terminó en un fracaso el 20 de julio de 1922. Francia y Bélgica apoyadas, esta vez entre bastidores, .por Washington que estaba ausente, habían endurecido aún más su posición. [49]

12. La reafirmación del repudio de las deudas acaba con éxito

Antes de la celebración de la Conferencia de Génova, la Rusia soviética había logrado firmar tratados bilaterales con Polonia, las repúblicas bálticas, Turquía, Persia… Pero, sobre todo, había conseguido firmar un acuerdo comercial con Gran Bretaña. Ese acuerdo, firmado en 1921, había convalidado las leyes soviéticas de nacionalización ante los tribunales británicos y las empresas que comerciaban con Rusia ya no corrían el riesgo de ser molestadas. [50]

Durante la Conferencia de Génova, Rusia también había obtenido un éxito en la firma de un tratado con Alemania por el que cada parte renunciaba a pedir reparaciones.

Se podría pensar que el fracaso de las Conferencias de Génova y de La Haya podía llevar a las potencias capitalistas a endurecer su posición con respecto a Moscú. Pero pasó lo contrario. El Gobierno soviético había hecho, manifiestamente, un buen cálculo. Los diferentes países capitalistas consideraron por separado que era necesario hacer acuerdos con Moscú, ya que el mercado ruso ofrecía un importante potencial, así como los recursos naturales del país. Cada capital, bajo la presión de las empresas privadas locales, quiso celebrar un acuerdo con Moscú con el fin de no dejar que las otras potencias se aprovechasen del mercado ruso.

En 1923-1924, a pesar del fracaso de la Conferencia de Génova, el Gobierno de los Sóviets fue reconocido de iure por Inglaterra, Italia, los países escandinavos, Francia, Grecia, China y algunos otros países. En 1925, fue el turno de Japón.

París redujo fuertemente sus exigencias. En Francia un decreto del 29 de junio de 1920 había creado una comisión especial para la liquidación de los asuntos rusos, que tenía por misión «liquidar y recuperar todos los fondos del antiguo Estado ruso, cualquiera sea su origen». Seis días antes del reconocimiento del Gobierno de los Sóviets, el 24 de octubre de 1924, el Gobierno francés suprimía esa comisión. Una verdadera victoria para Moscú.

Algunos meses antes, el Gobierno británico había realizado un acuerdo con la URSS por el cual los británicos aceptaban las reclamaciones soviéticas por los daños causados por la intervención británica en la guerra civil entre 1918 y 1920. [51] Sin embargo, Lloyd George había declarado en Génova que sobre ese asunto no había nada que hablar. El Gobierno prometía otorgar, bajo ciertas condiciones, su garantía para la emisión de un empréstito soviético en el mercado financiero de Londres.

Dos años apenas después del fracaso de Génova, mientras la URSS mantenía el repudio de la deuda, el Gobierno británico se aprestaba a dar su garantía para ¡un empréstito soviético! El dirigente soviético Kámenev podía escribir en el Pravda el 24 de septiembre de 1924: «El tratado con Inglaterra es una base efectiva para el reconocimiento explícito de nuestra nacionalización de la tierra y de las empresas, del repudio de las deudas y de todas las otras consecuencias de nuestra revolución.» [52]

Finalmente cuando los conservadores volvieron al poder algunos meses más tarde, rechazaron ratificar ese tratado pero, no obstante, una empresa británica importante se comprometió a invertir en las minas de oro, renunciando a cualquier demanda de indemnización por la nacionalización que había sufrido en 1918.

A partir de 1926, a pesar del repudio de las deudas, algunos banqueros privados europeos y algunos gobiernos comenzaron a conceder créditos a la URSS

El 26 de junio de 1926, la URSS firmaba un acuerdo de crédito con bancos alemanes. En marzo de 1927, la municipalidad de Viena le concedía un crédito de 100 millones de chelines austriacos. En 1929, Noruega autorizaba un préstamo de 20 millones de coronas.

Los dirigentes republicanos de los Estados Unidos despotricaban. El secretario de Estado Kellog denunció la actitud conciliadora de los europeos, en su discurso del 14 de abril de 1928, ante el Comité Nacional Republicano: «Ningún Estado ha sido capaz de obtener el pago de las deudas contraídas por Rusia bajo sus gobiernos precedentes, o la compensación de sus ciudadanos por la propiedad confiscada. Por lo tanto, debemos creer que el reconocimiento de los Sóviets y la apertura de negociaciones no tienen otro efecto que el de alentar a los amos actuales de Rusia en su política de repudio y de confiscación…»  [53]

Finalmente los Estados Unidos, en noviembre de 1933, bajo la presidencia de Franklin Roosevelt reconoció de iure a la URSS. El 13 de febrero de 1934, el Gobierno de los Estados Unidos creó el Export and Import Bank con el objetivo de financiar el comercio con la Unión Soviética. Algunos meses más tarde, Francia, con el fin de no quedar excluida del mercado soviético, proponía también créditos a la URSS para que le comprase productos franceses.

Alexander Sack, que se había opuesto al repudio de las deudas y que era extremadamente antisoviético, concluía su estudio sobre las reclamaciones diplomáticas contra los Sóviets por estas frases que indicaban claramente que es totalmente posible repudiar deudas sin por eso caer en el aislamiento y en la quiebra, por el contrario:

«En el momento del vigésimo aniversario del régimen soviético, las reclamaciones extranjeras en su contra presentan el cuadro melancólico de una petrificación, o de un abandono. La Unión Soviética se vanagloria de ser actualmente uno de los países más industrializados; tiene una balanza comercial favorable; ocupa el segundo lugar en la producción de oro en el mundo. Su Gobierno es, en este momento, universalmente reconocido y le son concedidos créditos comerciales, prácticamente todos los que quiera. A pesar de eso, la Unión no ha reconocido, ni pagado ninguna de las deudas como consecuencia de sus decretos de repudio, de confiscación y de nacionalización.»  [54]


Conclusión

Este estudio se centró en el repudio de las deudas por parte del Gobierno soviético. Mostró que esa decisión remontaba a un compromiso tomado durante la revolución de 1905. El contexto internacional ha sido analizado: los tratados de paz, la guerra civil, el bloqueo, la Conferencia de Génova y los numerosos acuerdos de préstamos que continuaron a pesar de que el repudio de la deuda continuaba vigente.

Por falta de espacio, no he abordado la evolución del régimen soviético: la asfixia progresiva de la crítica, la degeneración burocrática y autoritaria del régimen, [55] las políticas catastróficas en materia agrícola (especialmente la colectivización forzosa ordenada por Stalin) y también en materia industrial. Ni tampoco, la imposición por Stalin de un régimen de terror en los años 1930.

El destino de los miembros de la delegación que representó al Gobierno soviético en Génova ilustra la evolución dramática del régimen y los efectos de la política representada por Stalin. La delegación estaba formada por: Gueorgi Chicherin, Adolf Iofe, Maksim Litvínov, Cristian Rakovski, Leonid Krasin.

Aparte de este último que murió en Londres en 1926 a causa de una enfermedad, el destino de los otros es significativo. Chicherin cayó en desgracia en 1927-1928. Adolf Iofe se suicidó el 16 de noviembre de 1927, dejando una carta de adiós a Trotsky, verdadero testamento político. Su entierro fue una de las últimas grandes manifestaciones públicas «autorizadas» de la oposición estalinista. Maksim Litvínov, el 3 de mayo de 1939 fue separado de sus funciones en circunstancias violentas: la GPU rodeó su ministerio, sus asistentes fueron apaleados e interrogados. Litvínov, siendo judío y ardiente partidario de la seguridad colectiva fue reemplazado por Molotov, lo que incrementó el margen de maniobra de Stalin y facilitó la negociación con los nazis. Estas terminaron en el pacto germano-soviético en agosto de 1939 que tuvo funestas consecuencias. Después del ataque nazi de 1941 contra la URSS, Litvínov será repuesto. Cristian Rakovsky, camarada de Trotsky desde antes de la primera guerra mundial, que se opuso a la burocracia desde el comienzo de los años 1920, fue ejecutado en 1941 por la GPU, por orden de Stalin.

Esa evolución trágica muestra una vez más que no es suficiente repudiar las deudas odiosas para aportar soluciones a los múltiples problemas de la sociedad. No cabe ninguna duda. Para que el repudio de las deudas sea realmente útil, es necesario que forme parte de un conjunto coherente de medidas políticas, económicas, culturales y sociales que permitan la transición hacia una sociedad liberada de las diferentes formas de opresión de las que sufre desde hace milenios.

Recíprocamente, para numerosos países, es muy difícil prospectar y comenzar una transición de este tipo, pretendiendo al mismo tiempo continuar pagando deudas odiosas legadas del pasado. No faltan ejemplos en la historia. El último hasta ahora: la sumisión de Grecia a los dictados de los acreedores desde 2010 y los terribles efectos de la capitulación de 2015, de un Gobierno que pretendía proseguir con el pago de la deuda con el fin de obtener una reducción de la misma.

Epílogo

En 1997, seis años después de la disolución de la URSS, Boris Yeltsin firmaba un acuerdo con París para terminar definitivamente con el contencioso de los títulos rusos. Francia obtuvo de la Federación de Rusia, en 1997-2000, 400 millones de dólares que sólo representaban cerca del 1 % de las sumas reclamadas a la Rusia soviética por los portavoces de los acreedores franceses representados por el Estado. [56] También hay que subrayar que el acuerdo entre Rusia y el Reino Unido, del 15 de julio de 1986, permitió la indemnización de los tenedores británicos del 1,6 % del valor actualizado de los títulos. Esa tasa de indemnización es insignificante e indica una vez más que un país puede repudiar su deuda.

En agosto de 1998, afectada por la crisis asiática y los efectos de la restauración del capitalismo, Rusia suspendió unilateralmente el pago de su deuda durante seis meses. La deuda pública externa se elevaba a 95.000 millones de euros, de los que 72.000 millones eran debidos a bancos privados extranjeros (30.000 millones a bancos alemanes y 7.000 millones a bancos franceses, entre ellos el Crédit Lyonnais) y el resto principalmente al Club de París así como al FMI. La suspensión total de pago seguida de una suspensión parcial durante los años siguientes llevó a diferentes acreedores a aceptar una reducción que osciló entre el 30 y el 70 % según los casos. Rusia, que estaba en recesión antes de decretar la suspensión de pagos, tuvo luego una tasa de crecimiento anual del orden del 6 % (periodo 1999-2005). Joseph Stiglitz, que fue entre 1997 y 2000 el economista jefe del Banco Mundial, señala:

«Empíricamente, hay muy pocas pruebas que acrediten la idea de que una cesación de pagos conlleve un largo periodo de exclusión de acceso a los mercados financieros. Rusia pudo pedir de nuevo préstamos en los mercados financieros dos años después de su cesación de pagos —la de 1998— que había sido decretada unilateralmente, sin una consulta previa a los acreedores. […] Por consiguiente, en la práctica, la amenaza de ver el grifo del crédito cerrado no es real.» [57]

Resumido en dos frases: Es posible repudiar o suspender unilateralmente el pago de la deuda y relanzar la economía. No es una condición suficiente para solucionar todos los problemas pero es, a la vez, indispensable y útil en determinadas circunstancias.

Agradecimientos: El autor agradece por su ayuda, su lectura y sus sugerencias a: Pierre Gottiniaux, Nathan Legrand, Daniel Munevar, Fátima Martín, Brigitte Ponet y Claude Quémar. El autor es el único responsable de los eventuales errores contenidos en este trabajo. El autor agradece por la traduccion : Griselda Pinero (y tambien Alberto Nadal por la primera parte).

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 Imperio ruso hacia 1914  Europa en 1815, después del Congreso de Viena  Intervenciones militares occidentales en el oeste de Rusia en 1919 y 1920 (hacer clic sobre la imagen para agrandar)
Notas

[1Este extracto del libro Mi vida, disponible en http://www.marxistsfr.org/espanol/trotsky/1930s/mivida/index.htm

[2Trotsky redactó este texto en 1930

[3Este extracto del libro 1905 está disponible en: http://www.elsoca.org/pdf/libreria/Libro%201905.pdf

[4En 1914, había tranvías explotados por empresas belgas en 26 ciudades rusas. Según el ministro belga, Henri Jaspar, que evocaba en el parlamento belga los intereses de Bélgica en la Rusia de antes de la guerra: «la fundición que fabricamos en Rusia representaba 1/3 de la producción total de fundición rusa; vigas, laminados, durmientes representaban el 42 % de la producción total rusa; los productos químicos fabricados por los belgas en Rusia representaban el 75 % de los productos químicos fabricados en toda Rusia; los vidrios representaban el 50 % de la producción rusa, y el vidrio plano el 30 %. Según ese ministro, 161 empresas belgas estaban presentes en Rusia antes de la guerra. Fuentes: Annales parlementaires, Chambre, 1921-1922, p. 883-884 ; sesión del 23 de mayo de 1922. Véase también Documents parlementaires, Sénat, 1928-1929, n° 88, Rapport de la Commission des Affaires étrangères, p. 37-38. Estos documentos son citados por Jean Stengers, Belgique et Russie, 1917-1924: gouvernement et opinion publique, Revue belge de philologie et d’histoire, Año1988, Volumen 66, Número 2 pp. 296-328 http://www.persee.fr/doc/rbph_0035-0818_1988_num_66_2_3628

[5J. Longuet, Le mouvement socialiste international, Paris, 1931, p. 58.

[6Los países más afectados, además de Rusia, fueron el Imperio alemán, con 2 millones de muertos militares y 420.000 civiles; Francia (colonias incluidas), con 1,4 millones militares y 300.000 civiles; Austria-Hungría, con 1,1 millón militares y 470.000 civiles; Reino Unido (colonias incluidas), 885.000 militares y 110.000 civiles; el Imperio otomano, 800.000 militares y 4,2 millones de civiles; y el Reino de Serbia, con 1.250.000 víctimas, de las que 800.000 eran civiles, o sea un tercio de su población. Fuente: https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Guerras_por_número_de_muertos

[7En 1917, Rusia utilizaba el calendario juliano, que «retrasa» cerca de 13 días en relación al calendario gregoriano que fue adoptado en 1818 y que corresponde al usado en occidente. Así, la revolución de febrero de 1917 tuvo lugar durante la jornada internacional de lucha por los derechos de las mujeres, el 8 de marzo en el calendario actual. Así mismo, la revolución de octubre tuvo lugar el 7 de noviembre. En el resto del texto, las fechas corresponden al calendario actual ( o sea, al gregoriano)

[8Véase León Trotsky, 1930 Historia de la revolución rusa, Tomo 1, capítulo 7 disponible en http://www.marxistsfr.org/espanol/trotsky/1932/histrev/tomo1/index.htm

[9Alexander Fiódorovich Kérensky (1881-1970), abogado, laborista (su partido: Trudovik) fue jefe del gobierno provisional en 1917.

[10Dan, en Martov-Dan Geschichte der russischen Sozialdemokratie, Berlín 1926, pp. 300-301. Citado por Ernest Mandel en Octubre de 1917: ¿Golpe de Estado o revolución social? En https://www.vientosur.info/IMG/pdf/octubre-mandel.pdf

[11El Gobierno estaba formado por una alianza entre el partido bolchevique y los socialistas revolucionarios de izquierda.

[12Edward Hallett Carr, 1952 La revolución bolchevique (1917-1923): Tomo 2. El orden económico, Alianza Editorial, Madrid, 1973-1974.

[13Thomas Woodrow Wilson, nacido en Staunton el 28 de diciembre de 1856 y murió en Washington, D. C. el 3 de febrero de 1924. Fue el vigésimo octavo presidente de los Estados Unidos. Fue elegido por dos mandatos consecutivos de 1913 a 1921.

[14Véase la declaración de W. Wilson de febrero de 1918 «todos los acuerdos territoriales en esta guerra deben hacerse en el interés y para el beneficio de las poblaciones concernidas, y no como parte de cualquier mero ajuste de compromiso de las reclamaciones entre estados rivales». Véase también esta declaración de 1919 durante la firma del pacto por el que creó la Sociedad de las Naciones: «El principio fundamental de este tratado es un principio nunca reconocido antes… que los países del mundo pertenecen a la gente que vive en ellos».
Estas dos citas provienen de Odette Lienau: Rethinking Sovereign Debt: Politics, Reputation, and Legitimacy in Modern Finance, Harvard University, 2014, p. 62-63 http://www.hup.harvard.edu/catalog.php?isbn=9780674725065

[15En enero-febrero de 1918, el presidente Wilson había adoptado una actitud aparentemente benevolente con respecto a la Rusia soviética. Véase especialmente el punto 6 de su declaración de 14 puntos en el Congreso de los Estados Unidos, el 8 de enero de 1918. https://es.wikipedia.org/wiki/Catorce_Puntos Pero en la práctica Wilson no quiso aportar ayuda a los soviéticos.

[16Edward Hallett Carr, 1952 La revolución bolchevique (1917-1923): Tomo 3, La Rusia soviética y el mundo, cap. 22, Alianza Editorial, Madrid, 1973-1974.

[18Fue Lloyd George el que informó sobre esas negociaciones en sus memorias: War memories, IV, 1934, pp. 2081-2107. Edward Hallett Carr, 1952 La revolución bolchevique (1917-1923): Tomo 3, La Rusia soviética y el mundo, cap. 22, Alianza Editorial, Madrid, 1973-1974.

[19Edward Hallett Carr, 1952 La revolución bolchevique (1917-1923): Tomo 3, La Rusia soviética y el mundo, cap. 28, Alianza Editorial, Madrid, 1973-1974

[20Citado por E. H. Carr, Op. Cit., Tomo 3.

[21Ibid.

[22Citado por Carr, Ibid.

[23Sobre la guerra civil rusa, leed a Jean-Jacques Marie, La guerre civile russe (1917-1922), 2005

[24The New York Times, 2 de abril de 1921, citado por Alexander N. Sack; Les réclamations diplomatiques contre les soviets (1918-1939), Revue de droit international et de législation comparée, p. 301.

[25Véase: Alexander N. SACK, Les réclamations diplomatiques contre les soviets (1918-1938), Revue de droit international et de législation comparée.

[26Edward Hallett Carr, 1952, La revolución bolchevique (1917-1923): Tomo 3, La Rusia soviética y el mundo, Alianza Editorial, Madrid, 1973-1974.

[27Fundado en 1863, Le Crédit Lyonnais es sobre todo conocido por el escándalo que rodeó su rescate por el Estado francés a fines del siglo pasado. En una situación de casi bancarrota en los años 1990, debido a la crisis inmobiliaria, el banco fue nacionalizado y recapitalizado antes de pasar a ser controlado por el Crédit Agricole en 2001. Su rescate habría costado un total de 14.700 millones de euros a la población.

[28Banco de negocios fundado en 1904, que se fusionó en 1973 con el Crédit du Nord.

[29Landon-Lane J., Oosterlinck K., (2006), «Hope springs eternal: French bondholders and the Soviet Repudiation (1915-1919)», Review of Finance, 10, 4, pp. 507-535

[30Cuando se reunió la Conferencia de Génova, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) todavía no había nacido. Fue creada en diciembre de 1922 y fue disuelta en 1991. En la Conferencia de Génova, la delegación soviética representaba oficialmente a la República Socialista Federal de los Sóviets de Rusia, para simplificar utilizamos la expresión Rusia soviética.

[31Las tropas francesas habían ocupado Dusseldorf, una de las principales ciudades de la región de Renania, en marzo de 1921 (véase Carr, T.3). DE enero de 1923 a julio de 1925, las tropas francesas y belgas ocuparon el valle del Ruhr y sus lugares de producción industrial con el fin de apropiarse de las materias primas (carbón y minerales) y los productos industriales como pago de reparaciones que Alemania tardaba en pagar.
https://es.wikipedia.org/wiki/Ocupación_del_Ruhr

[32El reconocimiento de un nuevo Estado puede ser definitivo, y se habla entonces de un reconocimiento de iure (de pleno derecho), o provisional/limitado, y entonces es un reconocimiento de facto (de hecho). Gran Bretaña reconoció de facto La Rusia soviética en 1921, y de iure en 1924.

[33Les Documents de la Conférence de Gênes, Roma, 1922, 336 pp., p. IX

[34Op. Cit.

[35Op. Cit.

[36Op. Cit. p.13

[37Como recordatorio, una Comisión Internacional, para poner bajo tutela financiera el pago de la deuda, fue impuesta a Túnez en 1869, a Egipto en 1876, al Imperio otomano en 1881 y a Grecia en 1898.

[38Op. Cit.,Carr, T. 3, p. 385

[39Tratado de Rapallo, 16 de abril de 1922, artículo 2, citado por Alexander N. SACK, Les réclamations diplomatiques contre les soviets (1918-1938), Revue de droit international et de législation comparée, p. 288. Para la versión inglesa véase: http://heinonline.org/HOL/LandingPage?handle=hein.hoil/dipclsov0001&div=1

[40Op. Cit. p. 195

[41Op. Cit. p. 198

[42Op. Cit. p. 206

[43Op. Cit., pp. 221-222

[44Citado por Alexander N. SACK, Les réclamations diplomatiques contre les soviets (1918-1938), Revue de droit international et de législation comparée, nota 152, p. 291. Para la versión inglesa, véase: http://heinonline.org/HOL/LandingPage?handle=hein.hoil/dipclsov0001&div=1

[45Op. Cit., p. 118.

[46Op. Cit., p. 140.

[47Véase Carr, Op. Cit., T. 3.

[48Génova, Op. Cit., p. 92

[49Carr, Op. Cit., T. 3.

[50El artículo 9 del acuerdo anglo ruso decía: «El Gobierno británico declara que no intentará ninguna acción con fines de embargar o tomar posesión de cualquier oro, fondos, títulos o mercaderías y de cualquier otro artículo que no pueda ser identificado como propiedad del Gobierno británico, que podrían ser exportados de Rusia en pago de las importaciones o como garantías para tales pagos, o no importa qué otra propiedad mobiliaria o inmobiliaria que podría ser adquirida por el Gobierno soviético ruso en el territorio del Reino Unido.» Citado por Sack, p. 301. Véase también a este propósito Carr, T. 3.

[51Sack, pp. 306-307

[52Sack, nota 209, p. 307.

[53Sack, p. 315.

[54Sack, p. 321-322

[55Analicé eso en el estudio: Éric Toussaint, «Lenin y Trotsky frente a la burocracia y a Stalin» «Revolución rusa y sociedad de transición», publicado el 25/01/2017, http://vientosur.info/spip.php?article12143

[56Véase en la web del Senado francés los: ACCORDS RELATIFS AU RÈGLEMENT DÉFINITIF DES CRÉANCES ENTRE LA FRANCE ET LA RUSSIE ANTÉRIEURES AU 9 MAI 1945 http://www.senat.fr/seances/s199712/s19971210/sc19971210010.html

[57Joseph Stiglitz en Barry Herman, José Antonio Ocampo, Shari Spiegel, Overcoming Developing Country Debt Crises, OUP Oxford, 2010, p. 49.

Eric Toussaint para La Pluma

Editado por María Piedad Ossaba

Original: Russie : origine et suites de la répudiation des dettes du 10 février 1918

Traducciones disponibles: English   Português

Publicado por : CADTM, 17 de febrero de 2020