Los vimos posar juntos como si fueran héroes nacionales. César Gaviria, Álvaro Uribe, Andrés Pastrana e Iván Duque los cuestionados expresidentes que por décadas rigieron el destino de Colombia reaparecieron, esta vez no para gobernar, sino para defender lo que ellos llaman “la democracia”. La imagen fue desconcertante, pero no sorpresiva. El miedo los ha unido. No al terrorismo, ni al narcotráfico, ni a la corrupción. El miedo que los reúne se llama Gustavo Petro, y lo que representa: el Gobierno del Cambio.

Mientras ellos vociferan sobre supuestos peligros institucionales, Colombia registra los mejores indicadores económicos y sociales en décadas:
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- El peso colombiano fue la moneda más fuerte de América Latina en mayo.
- Las remesas alcanzaron un récord histórico: 1.097 millones de dólares en abril.
- Tuvimos la tasa de desempleo más baja para abril en 24 años: 8.8 %.
- Colombia es el segundo país con mayor crecimiento económico en la OCDE, superando a potencias como Reino Unido o Canadá.
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¿Y eso lo hicieron ellos? No. Lo está logrando el primer Gobierno que decidió gobernar para los de abajo, no para las élites.
Las cifras que no salen en la portada de los grandes medios
No verás titulares celebrando que 40.000 madres comunitarias han sido formalizadas, ni que el 100 % de los niños del Catatumbo hoy tienen alimentación escolar gratuita, ni que la reforma agraria ha entregado más tierras a los campesinos en dos años que lo que hicieron Santos y Duque juntos en ocho.
Tampoco verás a los noticieros repetir que la red ferroviaria está siendo recuperada, que el campo creció un 9.3 %, o que la reforma pensional, que arranca el 1 de julio, entregará un bono mensual a más de 2.5 millones de adultos mayores pobres.
Lo que verás en cambio es un montaje diario de desprestigio, miedo, desinformación. No contra Petro como persona sino contra la idea misma de que Colombia puede ser distinta.
¿Quién defiende la democracia? ¿Quién la traicionó?
Gaviria firmó la Constitución del 91 y luego la traicionó con el modelo neoliberal. Pastrana entregó el país al Fondo Monetario Internacional (FMI). Uribe sembró la violencia y la impunidad. Duque gobernó para las EPS y el sector financiero. Todos, en sus manos, dejaron una Colombia con:
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- 700 mil colombianos asesinados desde 1948.
- Más de 8 millones de víctimas del conflicto armado.
- Un país donde 4 de cada 10 personas viven en la pobreza.
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¿Ese es el modelo de democracia que vienen a “salvar”? ¿El del desempleo, la desigualdad y las masacres? ¿Ese en el que la oligarquía hace política desde los clubes y el pueblo entierra a sus muertos?
La verdad que no pueden callar
Lo que los expresidentes no soportan no es a un Presidente. Es la legitimidad del pueblo que lo eligió. Es ver que hoy Colombia habla de soberanía, justicia social, dignidad. Que defiende a los niños de Gaza, pero también a los niños de Guapi. Que pone al campesinado en el centro. Que les devuelve la voz a los ‘nadies’.
Esa es la verdadera amenaza que enfrentan: la posibilidad de que, por primera vez en la historia, el Estado Social de Derecho sea una realidad, y no una mentira piadosa escrita en papel.
La pregunta de fondo: ¿quién manda en Colombia?
La respuesta que está en disputa no es jurídica, es histórica. Porque en un Estado Social de Derecho, como el que promete la Constitución del 91, el único soberano es el pueblo. Los demás poderes están a su servicio, no por encima de él.
Por eso tiemblan. Porque el poder real, el que estaba escondido detrás de los bancos, las notarías, los medios y los caudillos, está empezando a cambiar de manos.
Y eso es irreversible.
Que no nos roben la esperanza
La historia nos ha enseñado que cuando los poderosos se unen, no es para proteger al pueblo, sino para protegerse de él.
Hoy el pueblo colombiano tiene ante sí una oportunidad histórica: consolidar un país más justo, más igualitario, más humano. Uno donde la vida valga más que el capital, donde la verdad no se silencie, y donde gobernar no sea un negocio, sino un acto de servicio.
Que no nos confundan. Que no nos distraigan. Que no nos roben la esperanza, sigamos construyendo el cambio.