Chile: El contundente voto nulo o en blanco

Con las promesas de ese contingente juvenil que aseguró su “superioridad moral” para, en poco tiempo, co gobernar con los partidos de la ex Concertación y Nueva Mayoría, que fueran tan repudiados por los otrora dirigentes universitarios. Practicando, por lo demás, los mismos vicios y escándalos de los gobiernos precedentes. Practicando, por lo demás, los mismos vicios y escándalos de los gobiernos precedentes… Haciendo prácticamente indiferenciable la ética de derechistas y centro izquierdistas.

Todos los análisis electorales destacan las sorprendentes votaciones obtenidas por los independientes o, mejor dicho, los no militantes. Conscientes del descrédito general de la política, los partidos ocultaron sus nombres e identidades y, a la hora de escoger a sus candidatos, prefirieron destacar en sus listas a muchos “independientes” que finalmente sumaron más votos que los de sus propios afiliados.

De un universo electoral que se empina sobre los quince millones existe siempre un número de personas que por diversos motivos se ve impedida de sufragar, ya sea por la distancia que los separa de los recintos electorales, enfermedades y un conjunto de imponderables.

La obligatoria concurrencia a las urnas produjo un gran aumento de los votos blancos y nulos. En las cuatro elecciones efectuadas el fin de semana pasado, el número de papeletas que no marcaron preferencia, en general sobrepasó los tres millones, marcando en cada caso una opción que sobrepasara por lejos la obtenida por los partidos o coaliciones oficialistas y opositoras en competencia. En lo que se refiere a la elección de concejales municipales, uno de cada cinco votantes prefirió dejar su papeleta sin marca o, como en muchos casos, aprovecharla para fustigar a la corrupción de la política con leyendas cargadas de epítetos.

Hasta hace algunos años, la ley electoral permitía la abstención ciudadana la que llegó a sumar a más de la mitad del padrón electoral. De allí que la clase política, en su conjunto, decidiera imponer la obligatoriedad del sufragio, con el razonable argumento denque la desgana ciudadana podría amenazar la estabilidad del sistema democrático.

Pero son tantos los votos nulos o en blanco que ahora se manifiestan que, en justicia, debiera leerse en ellos un rechazo perentorio al desempeño de nuestros políticos y representantes a nivel nacional, regional y comunal. Nos obligamos a considerar, asimismo, que las distintas formas de cohecho pueden explicar muchos votos “válidamente emitidos”, como le gusta llamarlos al Servicio Electoral. Es evidente que entre los candidatos electos hubo quienes sobrepasaron todos los límites legales del gasto electoral y de propaganda, y que son muy excepcionales aquellos casos de quienes enfrentaron, con éxito, una campaña discreta en esta materia frente al gasto de tantos otros.

Al respecto, ya no se puede soslayar que entre los nulos y blancos se expresa una opción política de rechazo general al sistema, a las malas prácticas de las autoridades, como a la creciente decepción respecto de la propia democracia. En lo que hay que incluir, por supuesto, el deseo de no pocos chilenos por el surgimiento de un nuevo caudillo que, como en el pasado, prometa barrer con los políticos. Desde los que todavía manifiestan su nostalgia por el pinochetismo hasta los que envidian la oportunidad de un Nayib Bukele, como en el Salvador, que encare con fuerza al crimen organizado y la inseguridad que devastan al país.

Pero la imprevista elección de un nuevo alcalde en la comuna de Puente Alto, de un independiente que se impuso sobre el dinero y el apoyo de los grandes medios de comunicación, habla de una poderosa organización social en gestación especialmente en las comunas más pobres y populosas del país. Porque casos como este los hubo en todas partes, aunque no todavía con tan contundentes resultados. Parece ser que ya no existen partidos que representen, como antaño, la voluntad popular, a la clase obrera o al clamor de los oprimidos por un sistema económico y social tan desigual. De allí que muchos auguren que, más temprano que tarde, en el país se manifestará un nuevo estallido social en que los partidos tradicionales se quedarán en la vereda de los acontecimientos.

Al respecto, resulta patético comprobar el triste desempeño de una serie de referentes nuevos, desgajados de aquellas colectividades que han administrado el poder en el ejercicio de la Constitución heredada de la Dictadura y el irrestricto respeto del sistema económico ultra capitalista y dependiente. Cuando la propia ciencia y el sentido común anotan que esa situación constituye la peor amenaza al Planeta y a la vida.

No hay duda que la contundente protesta expresada en los votos nulos y blancos ha sido abonada por la frustración provocada por un gobierno que, a poco más de un año de su fin, no ha cumplido con su programa de reformas estructurales. Con las promesas de ese contingente juvenil que aseguró su “superioridad moral” para, en poco tiempo, co gobernar con los partidos de la ex Concertación y Nueva Mayoría, que fueran tan repudiados por los otrora dirigentes universitarios. Practicando, por lo demás, los mismos vicios y escándalos de los gobiernos precedentes. En que ya no solo se asaltan las arcas fiscales y se practica el nepotismo y la repartija de cargos públicos, además de incurrir hasta en graves delitos de connotación sexual, al amparo del poder y la complicidad de jueces, fiscales, policías y magistrados.

Haciendo prácticamente indiferenciable la ética de derechistas y centro izquierdistas.

Juan Pablo Cárdenas S. para La Pluma
Editado por María Piedad Ossaba
Publicado por Política y Utopía, el 4 de noviembre de 2024
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