En el lapso de solo tres años, los ejércitos nacionales de Malí, Níger y Burkina Faso no solo han derrocado a gobiernos que se habían convertido en vasallos al servicio de intereses extranjeros, sino que también se están organizando para establecer una agenda de desarrollo común.
A pesar de que existan críticas comprensibles sobre el papel de los ejércitos en el continente africano, el enfoque de los presidentes Assimi Goita, Ibrahim Traoré y Abdourahamane Tiani no tiene nada que ver con el de la mayoría de golpistas militares de otros periodos de la historia reciente (especialmente en la década de 1960-1970). Si debe comparárseles a un dirigente, el único referente claro es el conocido como el “Che africano”: el capitán Thomas Sankara, quien estuvo al frente de la Revolución en Burkina Faso durante 4 años (del 4 de agosto del 1983 hasta la fecha de su asesinato, el 15 octubre del 1987).
En mi libro expongo la tesis de que en estos tres países del Sahel hay una verdadera ruptura a nivel estratégico en diferentes planos. Primero, son gobiernos que cuentan con auténtico apoyo popular como consecuencia de décadas de descontento y frustración hacia las políticas neoliberales antipopulares de los regímenes llamados “democráticos” que fueron impuestas por la fuerza. Segundo, tras haber hecho un balance de los anteriores acuerdos, han decidido romper frontalmente con sus anteriores “socios”, haciendo valer su soberanía y ampliando sus socios comerciales. Tercero, han planteado un nuevo y original enfoque en materia de cooperación regional, haciendo revivir las aspiraciones de un panafricanismo revolucionario. Cuarto, han establecido un acuerdo con nuevos socios estratégicos en materia de la seguridad, la defensa, la cooperación, y el desarrollo. Quinto, han hecho una apuesta a favor de la revalorización de las culturas y lenguas nacionales, hasta hace poco relegadas por la importancia de la lengua de la antigua potencia colonial. Sexto, están llevando a cabo medidas sociales en beneficio de la población. Séptimo, han hecho frente a un bloqueo y sanciones económicas de las principales potencias e instituciones capitalistas, que les permitieron identificar quiénes eran sus aliados y sus enemigos -ya sea a nivel interno, regional o internacional-…
El final de la redacción de mi libro coincidió con la creación de la Alianza de Estados del Sahel (AES), el 16 de septiembre del 2023. Ese acontecimiento, así como la cronología de los hechos posteriores ha confirmado mi tesis. En particular, la creación el 6 de julio del 2024 de la Confederación de Estados del Sahel, “etapa intermedia hacia la Federación”, nos permite profundizar nuestra comprensión de la naturaleza de los gobiernos de transición surgidos tras aquellos golpes de estado: son la expresión de una visión nacionalista, en el marco de una lucha popular contra el neocolonialismo.
Muchos son los desafíos en esta nueva fase. Apuntemos algunas pistas para que no se repitan los errores constatados en la fase de las primeras “Independencias nominales”: 1) la transformación de las estructuras económicas, saliendo de un modelo rentista basado en la exportación de materias primas. 2) la formación ideológica y la organización de los sectores populares -y de la clase media, que suele expresar desafecto, sembrar la duda o el desánimo- en el contexto de la lucha gubernamental contra el fenómeno complejo del terrorismo. 3) la lucha de todos los instantes por un cambio de mentalidad contra los males propios de épocas anteriores, que el presidente Traoré ha definido: “esos vicios que preparan el terreno al imperialismo: la cobardía, la traición y la incompetencia”.
Nota:
1] “Níger: ¿Otro golpe de Estado o la Revolución Panafricana?”, publicado en Venezuela y en el estado español (2023). Pronto disponible también en Cuba, Níger y Estados Unidos (2024).