Aunque los palestinos y sus partidarios han ganado la batalla de la información en las redes sociales, deben de seguir trabajando para deshacer los persistentes parámetros lingüísticos que Israel lleva mucho tiempo utilizando para erigirse como víctima, aterrorizada y justa.
Activó la lengua inglesa y la envió al campo de batalla
Así lo declaró el Secretario de Asuntos Exteriores británico, Lord Halifax, sobre el discurso pronunciado por el Primer Ministro británico Winston Churchill en la Cámara de los Comunes y que logró convencer al Partido Conservador, en la oposición, de entrar en la guerra contra Hitler.
En un mundo multipolar donde las grandes potencias compiten por influir en la opinión pública mundial, el lenguaje es primordial. » Después de todo, las palabras son los pilares de nuestra psicología» y dan forma a nuestra percepción del bien y del mal, de lo correcto y lo incorrecto.
La guerra de la información, dominada durante décadas por los países occidentales y con un enorme alcance mediático, busca moldear nuestras opiniones sobre la partida de ajedrez geopolítica. Una lucha que se hizo visible para todos en la guerra de Siria, se intensificó con la de Ucrania y ahora está colapsando, ante el sorprendentemente brutal ataque militar de Israel contra Gaza y sus 2,4 millones de civiles.
Israel tiene derecho a defenderse
La frase omnipresente utilizada por Israel durante sus más de 75 años de opresión y ocupación de Palestina a menudo sirve para justificar sus indefendibles acciones. Funciona como un escudo para no tener que rendir cuentas de sus abusos contra los derechos humanos; frase que no solo ha sido esgrimida por el gobierno israelí, sino que también ha encontrado resonancia entre los líderes occidentales.
Esta retórica se renovó tras la operación de resistencia liderada por Hamás, Inundación de Al-Aqsa, el 7 de octubre de 2023. Inmediatamente después el presidente estadounidense Joe Biden prometió garantizar que Israel tendría «todo lo que necesita para defenderse», declaró desde su púlpito de la Casa Blanca, y aseguró al primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu: «Israel tiene derecho a defenderse a sí mismo y a su pueblo, y punto».
Declaraciones similares fueron repetidas por el Primer Ministro británico Rishi Sunak, quien publicó en X que Israel tiene «un derecho absoluto» a defenderse, y por una serie de líderes de la UE que inmediatamente se sumaron para asegurar «su apoyo al derecho de Israel a defenderse, en consonancia con el derecho humanitario y el derecho internacional».
Durante su visita al Estado ocupante en noviembre, el secretario de Estado estadounidense, Antony Blinken, no solo reiteró el apoyo de Washington al «derecho de Israel a la autodefensa», sino que llegó incluso a decir: «Está obligado a hacerlo».
El derecho a cometer genocidio
Esta afirmación del «derecho a defenderse» es el componente clave del arsenal lingüístico y conceptual empleado por el gobierno israelí, respaldado por Estados Unidos, respecto a la Palestina ocupada y a la región más amplia de Asia occidental.
En un mundo donde los relatos compiten por dominar a la opinión pública, no se puede subestimar la importancia de la terminología. Israel ha utilizado hábilmente los matices lingüísticos y la ambigüedad estratégica para avanzar en su relato sobre la cuestión palestina, ya sea a través del revisionismo histórico, o de conflictos pasados o acontecimientos contemporáneos como la inundación de Al-Aqsa.
La columnista de Cradle, Sharmine Narwani, escribió sobre esto en 2012 e insistió en la importancia de la «diplomacia pública» como herramienta crucial en geopolítica. «Cualquier cosa que invoque el Holocausto, el antisemitismo y los mitos sobre los derechos históricos judíos a la tierra que les legó el Todopoderoso sirve para preservar el derecho de Israel a existir y a defenderse”.
Sin embargo, tales relatos oscurecen la situación real: que una poderosa fuerza de ocupación, apoyada por una superpotencia, se enfrenta a la población indígena que no tiene un ejército convencional que la defienda.
Una guerra de palabras
Gustave Le Bon, el fundador de La psicología de las masas, comienza en su libro describiendo uno de los factores que contribuyen directamente a la formación de las opiniones de las masas, lo que llama «imágenes, palabras y frases”:
Las masas se excitan con el uso inteligente y correcto de palabras, con el uso de las frases apropiadas, esto fascina su imaginación. Si usamos las palabras con arte y tacto, se convierten en poderes secretos. Pueden evocar en el alma de muchas masas un huracán poderoso, pero también contribuyen a la calma. Las palabras cuyos significados son difíciles de determinar con precisión son las que en ocasiones tienen mayor capacidad de influencia y acción.
Tras la ofensiva israelí de 2008 contra Gaza, el encuestador y estratega político republicano Dr. Frank Luntz escribió un estudio titulado » Diccionario del idioma global del Proyecto Israel 2009 » encargado por el grupo El Proyecto Israel (para la seguridad, la libertad y la paz); un manual para quienes están en la primera línea de la guerra mediática proisraelí.»
En el segundo capítulo, titulado «Glosario de palabras que funcionan», Luntz presenta «Por primera vez, y producto de nuestro esfuerzo de comunicación, un glosario de la A a la Z de palabras, frases y conceptos específicos que deben ser el núcleo de cualquier comunicación proisraelí”. Los siguientes son solo algunos ejemplos de su glosario de términos:
Cohetes humanos: presentar una imagen vívida e idealizada de cómo es la vida en las comunidades israelíes y su vulnerabilidad a los ataques. Importante citar el número de ataques con cohetes lanzados e inmediatamente seguir describiendo cómo será la noche en el refugio antiaéreo.
«Paz por delante de las fronteras políticas»: Esta es la mejor frase para hablar de por qué una solución de dos Estados no es realista en este momento. Primero hay que poner fin a los cohetes y a la guerra. Entonces ambos pueblos podrán hablar de fronteras políticas.
«El DERECHO a»: Esta es una frase muy fuerte y la que más “lo merece”. Utilice la frase con frecuencia, incluyendo los derechos que tanto israelíes como árabes disfrutan en Israel, el derecho a la paz al que tienen derecho israelíes y palestinos, y el derecho de Israel a defender a sus civiles contra ataques con cohetes.
Manipulación del relato y tácticas lingüísticas
Comprender los esfuerzos históricos para controlar el relato que rodea al «conflicto árabe-israelí» comienza con la ausencia de una clara definición o identificación de sus partes. Esta ambigüedad permite la manipulación y la flexibilidad a la hora de definir la cuestión. En consecuencia, podemos identificar el vocabulario y términos seleccionados para dar forma al discurso sobre la causa palestina.
Los principales medios de comunicación internacionales y líderes políticos han enmarcado progresivamente la resistencia contra la ocupación desde la descripción histórica de conflicto árabe-israelí, después como conflicto palestino-israelí y ahora limitada aún más a una confrontación entre Hamás/Jihad Islámica Palestina e Israel. La prensa occidental y los principales medios de comunicación también usan términos como «choque» en lugar de «agresión israelí» y enmarcan el asesinato de palestinos como personas que «murieron», en lugar de «fueron asesinados» por Israel.
Este enfoque reduccionista disminuye la complejidad del conflicto, enfatiza el papel de Israel y minimiza la agencia o capacidad de actuación del otro lado. Además, la terminología usada en exceso, como «conflicto», reemplaza términos más matizados, simplificando aún más el relato.
Además, con la perpetua presentación que Israel hace de sí mismo como víctima convierte el Holocausto en un arma para ganar más simpatía y conseguir un apoyo global al afirmar su «derecho legítimo a la autodefensa».
Israel y Estados Unidos también han confundido el antisionismo con el antisemitismo y equiparado las críticas a sus políticas con la intolerancia contra los judíos. Esta combinación ha dado lugar a acusaciones de antisemitismo contra personas que critican a Israel, como los rectores de universidades , lo que perpetúa un relato que sofoca a la disidencia intelectual.
Los medios israelíes emplean términos «horribles» como «neutralización» para describir el asesinato de combatientes de la resistencia en Gaza y Cisjordania, un lenguaje que minimiza el impacto emocional en los palestinos y que presenta una versión aséptica de los acontecimientos al mismo tiempo que los deshumaniza.
Escribir y contraatacar
Es fundamental reconocer que el léxico que rodea la cuestión palestina y la resistencia en la región de Asia occidental contra Israel desempeña un papel importante en la configuración de los relatos y de la conciencia colectiva. Este campo de batalla lingüístico, que a menudo se pasa por alto, es fundamental para comprender la dinámica de la guerra actual y el marco de los acontecimientos.
Por ejemplo, tras la Operación Lluvia de Al-Aqsa Israel utilizó estratégicamente su aparato Hasbara [propagana] para propagar un relato específico que incluía la afirmación del «derecho de autodefensa» de Israel, el cual presenta a Israel como una víctima que justifica sus acciones.
Además, Israel se refirió a las personas retenidas por Hamas como «rehenes» en lugar de «detenidos» o «prisioneros», insinuando su potencial uso como escudos humanos y justificando respuestas letales. El desplazamiento forzado de palestinos en Gaza fue calificado de «reposicionamiento» o » traslado», un eufemismo destinado a restar importancia a la gravedad de la situación. »
Como ha repetido a menudo el Eje de Resistencia, esta guerra se libra en múltiples frentes, no solo en el ámbito físico sino, sobre todo, en el ámbito de la propaganda en Redes Sociales. Sin embargo, corregir el desequilibrio de poder en la guerra de la información no es una tarea fácil. La batalla de las palabras e ideas es esencial para la lucha de los movimientos de resistencia palestinos y las voces a favor de Palestina. Ahora que Israel ha revelado la cara más fea del sionismo en Gaza, ha llegado la oportunidad de cambiar totalmente el relato y de acabar para siempre con el mito del victimismo israelí.