Dos Estados para Israel y Palestina: reaparición de una vieja quimera sacada del basurero de la historia

El apoyo de las potencias occidentales está sujeto a cambios substanciales al tenor de la correlación mundial de fuerzas entre las potencias tradicionales y la emergentes, China y Rusia en particular.

La propuesta adelantada esta semana por la Unión Europea y al parecer apoyada igualmente por Washington no se diferencia en los fundamental de aquella propuesta que se aprobó en su día, que jamás se llevó a cabo y que fracasó porque más que dos estados (Palestina e Israel), era y ha sido hasta hoy una fórmula que impusieron las potencias occidentales y que no era otra cosa que la consolidación del proyecto colonialista mediante el cual los europeos (particularmente) mostraban -supuestamente- la intención de compensar a los judíos por la persecución a la que fueron sometidos durante siglos y que tenía su punto más sangriento en el holocausto. Llama la atención que para hacerlo las potencias occidentales sacrificaran a otro pueblo -el palestino-. Tampoco en el Viejo Continente se hizo algo para compensar a otras minorías, víctimas del racismo, tal como sucedió con los llamados gitanos (Rrom y Sinti), de los cuales cerca del 25% fueron exterminados por los nazis en Europa ; sucedió también con otros grupos menores, considerados igualmente gentes de naturaleza inferior y por lo tanto merecedoras del exterminio. Una idea semejante a los argumentos del sionismo con relación a los palestinos.

De todas formas parece muy complicado que la propuesta de los dos Estados tenga posibilidades reales de tener éxito, al menos si depende solo de Israel; es indispensable que intervengan sus patrocinadores, de manera particular Estados Unidos. Sin la ayuda -en todos los términos- de Washington y de Europa, Israel se vería obligada a algún tipo de negociación con los palestinos. Una nueva versión de la idea original de los dos Estados -que jamás se cumplió- solo conseguiría generar una pausa, un alto al fuego, pero los motivos centrales del conflicto se mantendrían hasta que la dinámica del mismo desembocara en otra guerra.Es conveniente considerar algunos elementos que dificultan mucho la solución de los dos Estados si no la hacen imposible.

¿Qué parte de la actual Israel estarían dispuestos los sionistas a devolver a los palestinos? ¿Qué medidas de compensación darían a los millones de palestinos que fueron violentamente expulsados y que ahora intentan sobrevivir en países como Líbano, Egipto, Siria, Jordania y muchos otros, sin excluir Europa misma o los Estados Unidos? ¿Qué hacer con los llamados “colonos” que ocupan de manera abiertamente ilegal y violenta muchos territorios de Cisjordania, que agreden sistemáticamente a los palestinos para conseguir su expulsión y cuentan con la complicidad del gobierno sionista? Si las autoridades israelíes aceptasen una conferencia de paz, auspiciada por las potencias occidentales y sus aliados de los países árabes (que no son precisamente ejemplos de democracia y que en tantas formas resultan tan reaccionarios como el sionismo). ¿Sería el Estado palestino una entidad real -en todos los aspectos- y no la caricatura grotesca de un Estado como son ahora Cisjordania y Gaza, -en realidad otra forma del colonialismo sionista-? Sería indispensable entonces empezar por identificar a los protagonistas directos del propuesto plan de paz que culminaría con la creación de dos Estados, Palestina e Israel.

Nayi al-Ali

No parece que la denominada Autoridad Nacional Palestina esté en condiciones de representar debidamente a la población si se excluye a Hamas y a otras organizaciones de inspiración musulmana (tanto de derecha como de izquierda). La estrategia de Israel ha sido muy exitosa buscando que esa Autoridad Nacional Palestina carezca de una representación que la legitime plenamente en un proceso de negociación de paz; literalmente Israel ha destruido a la Autoridad Nacional Palestina, fomentando las luchas entre las diversas agrupaciones sociales y políticas de los palestinos. ¿Sería viable desconocer a Hamas y a otras agrupaciones similares en ese proceso de paz si de hecho son ya ampliamente mayoritarias en la franja de Gaza y al parecer han conseguido también grandes apoyos en Cisjordania, entre los mismos palestinos que viven en Israel, no menos que en el resto del mundo árabe y musulmán? Occidente tendría que olvidarse de considerar a estas agrupaciones políticas -y a las bases sociales que las sustentan- como “terroristas”, probablemente de las misma forma que en su día dejó dejar de considerar terroristas a Nelson Mandela o a Jomo Kenytta, o más directamente al mismo Arafat cuando la real correlación de fuerzas obligó a considerarlos como lo que realmente eran, patriotas que luchaban por la independencia de sus pueblos, utilizando a veces métodos muy violentos, tan violentos como los que utilizaban los británicos y los racistas sudafricanos o el Estado sionista, y no muy diferentes de los utilizados en su día por el movimiento sionista cuando era una agrupación clandestina.

No debe descartarse que los grupos considerados más radicales entre los palestinos -Hamas, Yihad islámica y Frente Popular- moderasen mucho sus posiciones admitiendo convivir con los israelíes en los dos Estados si la propuesta tiene suficientes bases y credibilidad; Israel tendría que ofrecer mucho para conseguir un acuerdo de fundamentos sólidos que abra el camino no solo a soluciones para las formas más dramáticas de la situación actual sino que permitan avanzar hacia la real convivencia de ambas comunidades y, por qué no, que culmine con la constitución de un solo Estado en el cual puedan convivir pacíficamente judíos, musulmanes, cristianos, no creyentes y otros grupos menores que son igualmente discriminados y perseguidos en la actualidad. En Israel parece que aumenta el porcentaje de la población judía que aceptaría un tipo de solución de esta naturaleza moderna y democrática: judíos no religiosos, no pocas de las personas mayores que sobrevivieron al holocausto y observan con horror cómo el sionismo repite con los palestinos actuaciones similares a las que el Tercer Reich tuvo con ellos, y hasta una parte de los judíos ortodoxos, que por motivos religiosos no aceptan al Estado de Israel, considerando la idea misma de Estado judío como una herejía,  y están  dispuestos a convivir pacíficamente con los palestinos.

El símbolo sagrado palestino: Nakba. Por Mohamed Afefa

La sociedad israelí está pues lejos de identificarse por completo y de forma incondicional con el sionismo, en particular con sus formas más agresivas y criminales. Es cuestión de tiempo que el desarrollo de los acontecimientos reduzca la influencia social y electoral del sionismo -al menos en sus formas más extremas. El apoyo de las potencias occidentales está sujeto a cambios substanciales al tenor de la correlación mundial de fuerzas entre las potencias tradicionales y las emergentes, China y Rusia en particular. El conflicto les afecta, sin duda; y en estos casos parece prudente no olvidar que en la relación entre naciones no hay amigos sino intereses, de manera que la suerte de Israel -al menos en su forma actual- depende mucho más de la correlación global que de sus fuerzas internas. Israel nace y se ha mantenido por 75 años gracias al apoyo permanente de esas potencias occidentales que siempre vieron en Israel una base militar en su competencia primero con la Unión Soviética y ahora con Rusia y China. Por la misma razón, si a Occidente no le conviene en un momento determinado un Israel de sionismo extremo como el actual, tiene armas suficientes para presionar cambios substanciales de manera que su propuesta de los dos Estados tenga posibilidades. Pero nada está claro por el momento; tan solo puede concluirse que un Estado como Israel, en su forma actual no es precisamente un factor de tranquilidad para Occidente ni tampoco un hogar seguro y tranquilo para las familias judías que por los motivos que sean (religiosos o culturales) desean vivir en Palestina, en la tierra que hace más de dos mil años era supuestamente la tierra de sus más remotos antepasados.

Al mismo tiempo que favorece y propugna el “retorno de los judíos a su tierra de origen”, Israel no puede seguir prohibiendo a los palestinos de regresar a los lugares ancestrales de los cuales sus abuelos fueron cazados, conservando las llaves de sus casas, hoy en ruinas u ocupadas por colonos.

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Nos ha dejado Piedad, pero ella y su legado permanecerán para siempre como ejemplo de entrega a las causas justas. Que descanse en paz.

Juan Diego García para La Pluma, 25 de enero de 2024

Editado por María Piedad Ossaba