Detrás de todo esto se esconde la arrogancia israelí, la idea de que podemos hacer lo que queramos, que nunca pagaremos el precio y que nunca seremos castigados por ello. Seguiremos sin ser molestados.
Detendremos, mataremos, acosaremos, desposeeremos y protegeremos a los colonos enredados en sus pogromos. Visitaremos la tumba de José, la de Otoniel Ben Kenaz y el altar de Josué en los territorios palestinos y, por supuesto, el Monte del Templo -más de 5.000 judíos sólo para la fiesta de Sucot.
Dispararemos a inocentes, les sacaremos los ojos y les romperemos la cara, expulsaremos, confiscaremos, robaremos, atraparemos a la gente en su cama, haremos limpieza étnica y, claro está, continuaremos con el increíble asedio de la Franja de Gaza, y todo irá bien.
Construiremos una barrera aterradora alrededor de Gaza -solo el muro subterráneo costó 3.000 millones de shekels (720 millones de euros)- y estaremos a salvo. Nos apoyaremos en los genios de la unidad 8200 de ciberespionaje del ejército y en los agentes del servicio de seguridad Shin Bet, que lo saben todo. Nos avisarán a tiempo.
Transferiremos medio ejército de la frontera de Gaza a la frontera de Huwara, en Cisjordania, solo para proteger al diputado de extrema derecha Zvi Sukkot y a los colonos. Y todo irá bien, tanto en Huwara como en el paso fronterizo de Erez hacia Gaza.
Incluso la barrera más sofisticada y cara del mundo puede atravesarse con una vieja excavadora humeante cuando la motivación es alta. Esta arrogante barrera se puede cruzar en bicicleta y ciclomotor a pesar de los miles de millones que se han invertido en ella y de todos los famosos expertos y grandes contratistas.
Pensábamos seguir bajando a Gaza, repartir algunas migajas en forma de decenas de miles de permisos de trabajo israelíes -siempre condicionados a la buena conducta- y mantener los gazatíes en prisión. Sellaremos la paz con Arabia Saudí y los Emiratos Árabes Unidos, y los palestinos serán olvidados hasta que sean aniquilados, como desean muchos israelíes.
Seguiremos deteniendo a miles de presos palestinos, a veces sin juicio, la mayoría de los cuales son presos políticos. Y no aceptaremos discutir su liberación, ni siquiera cuando lleven décadas encarcelados.
Les diremos que solo por la fuerza sus prisioneros conocerán la libertad. Pensábamos que seguiríamos rechazando arrogantemente cualquier intento de solución diplomática, solo porque no queremos ocuparnos de todo esto, y que todo seguiría así para siempre.
Una vez más, se demostró que no era así. Unos cientos de palestinos armados cruzaron la barrera e invadieron Israel de una forma que ningún israelí habría imaginado. Unos cientos de personas demostraron que no se puede encarcelar a 2 millones de personas para siempre sin pagar el precio.
Del mismo modo que la vieja y humeante excavadora palestina derribó el sábado la valla más inteligente del mundo, también derribó la arrogancia y la complacencia de Israel. Echó por tierra la idea de que el ataque ocasional a Gaza con drones suicidas -y su venta a medio mundo- es suficiente para mantener la seguridad.
El sábado, Israel vio imágenes que nunca había visto. Vehículos palestinos patrullando sus ciudades, ciclistas entrando por las puertas de Gaza. Estas imágenes ponen su arrogancia en tela de juicio. Los palestinos de Gaza han decidido que están dispuestos a pagar cualquier precio por un momento de libertad. ¿Queda alguna esperanza? ¿Aprenderá Israel la lección? No.
El sábado ya hablaban de arrasar distritos enteros de Gaza, de ocupar la Franja y de castigar a Gaza “como nunca antes ha sido castigada”. Pero Israel nunca ha dejado de castigar a Gaza desde 1948, ni siquiera por un momento.
Tras 75 años de abusos, le espera de nuevo el peor escenario posible. Las amenazas de “arrasar Gaza” sólo demuestran una cosa: no hemos aprendido nada. La arrogancia está ahí para quedarse, aunque Israel vuelva a pagar un alto precio.
El primer ministro Benjamin Netanyahu tiene una gran responsabilidad en lo que ha ocurrido, y debe pagar el precio, pero esto no empezó con él y no se detendrá una vez que se haya ido. Ahora debemos llorar amargamente por las víctimas israelíes, pero deberíamos llorar también por Gaza.
Gaza, la mayoría de cuyos habitantes son refugiados creados por Israel. Gaza, que no ha conocido ni un solo día de libertad.