Luchar con éxito por su propio campo: cómo cientos de miles de jornaleros en Brasil se convirtieron en pequeños agricultores

Cuando la Comisión de Investigación del MST en Brasilia convocó recientemente a Pedro Stedile, miembro fundador del MST, los diputados de derechas le acusaron de dirigir una organización criminal que ocupaba ilegalmente tierras. “Si de verdad quieren que desaparezca el MST, hagan una reforma agraria”, respondió Stedile.

Los sin tierra de Brasil son el mayor movimiento social de América Latina, a pesar de la brutal oposición. Los alimentos ecológicos proporcionan un medio de vida a muchos de ellos.

Sirley Gil con sus nietas. Foto IAN CHEIBUB

La vista sobre las tierras de Sirley Gil es pintoresca. “Tenemos paz”, dice esta mujer de 54 años. “Por fin”. Ha construido una casa en una colina con su marido. Desde aquí arriba, se contempla un estanque donde nadan gansos. En la ladera opuesta hay un huerto donde crecen coles, zanahorias, remolachas y espinacas. Unas vacas pastan un poco más lejos.

El paisaje está enmarcado por la oscura selva tropical que antaño lo cubría todo aquí, en las montañas cercanas a la pequeña ciudad de Piraí y a unas dos horas de Río de Janeiro.

Un sueño hecho realidad

Sirley Gil y su marido poseen 23 hectáreas de tierra. En otras parcelas plantan plátanos, limas, judías/frijoles, batatas y mandioca. Los Gil forman parte de los más de cinco millones de pequeños agricultores brasileños que producen alimentos para el mercado interno.

 

Tres cuartas partes de las tierras agrícolas de Brasil son propiedad de sólo el diez por ciento de los agricultores, mientras que el 90 por ciento de la comunidad agrícola comparte la cuarta parte restante. © imago/Westend61/imago stock&people

Para Sirley Gil y su marido, que ahora tiene negocios en la ciudad, la granja es un sueño hecho realidad. “Hace unos 15 años, no teníamos ni un metro cuadrado de tierra”, dice, “no teníamos tierra”. Estaban entre los cientos de miles de brasileños a los que les hubiera gustado cultivar pero no tenían tierra.

Como muchos otros sin tierra, los Gil vivían en chabolas rurales y trabajaban como jornaleros. Con el tiempo se unieron al Movimiento de los Sin Tierra (MST). “Sin el MST, probablemente estaría en una minúscula vivienda social con depresión”, dice Sirley Gil.

El MST, en el que los sin tierra luchan juntos por un pedazo de tierra, no sólo ha cambiado la vida de los Gil. Alrededor de medio millón de familias han recibido tierras a través de la organización en las últimas décadas. “La tierra no sólo significa trabajo, sino también dignidad y participación”, afirma Sirley Gil.

Tierra rica, agricultores pobres

El movimiento de los Sin Tierra surgió en 1984 para luchar por la reforma agraria. La pregunta inicial era simple: ¿por qué hay tantos pobres en un país rico como Brasil? Surgido de diversos movimientos campesinos, sus raíces ideológicas se encuentran en la teología católica de la liberación y el marxismo. Hoy es el mayor movimiento social de América Latina y uno de los más exitosos.

En más de 2.000 comunidades y cooperativas agrícolas, los miembros del MST cultivan principalmente alimentos ecológicos. Por ejemplo, el MST es el mayor productor de arroz ecológico de América Latina.

Sirley Gil también está orgullosa de no utilizar ni pesticidas ni abonos artificiales en su explotación. “Pero tampoco podemos permitirnos fertilizantes artificiales”, dice. La venta de sus productos a través de la cooperativa MST sólo le reporta el equivalente a 350 euros al mes. En cambio, apenas tiene que comprar alimentos porque ella misma produce verduras, patatas, frutas, leche y huevos. Dice que nunca ha estado tan contenta y orgullosa.

La gran agricultura brasileña cuenta desde hace tiempo con el apoyo del presidente Jair Bolsonaro, destituido en 2022, en su lucha contra los pequeños agricultores. © REUTERS/stringer

También puede tener algo que ver con el éxito del MST que se le opongan el gran campesinado de Brasil y los partidarios del expresidente derechista Jair Bolsonaro. Bolsonaro prometió “acabar” con el MST. Actualmente se reúne en Brasilia una comisión parlamentaria de investigación impulsada por diputados bolsonaristas que quieren demostrar que el MST es una “organización criminal” que “aterroriza” al campo.

El legado de la época colonial

Dos visiones del mundo chocan en Brasil por la cuestión de la distribución de la tierra. En casi ningún otro lugar del mundo la tierra está distribuida de forma tan injusta como aquí. La concentración de la tierra en manos de unos pocos es un legado de la época colonial, cuando los portugueses se repartieron enormes extensiones entre ellos.

En el siglo XX, tierras que a menudo pertenecían a los indígenas fueron entregadas a colonos y empresas europeas. Surgieron acaparadores de tierras que se apropiaron ilegalmente de terrenos públicos. Hoy, tierras del tamaño de Holanda están en manos de particulares y empresas.

En 2020, un estudio puso el desequilibrio en cifras: tres cuartas partes de las tierras agrícolas de Brasil pertenecen sólo al diez por ciento de latifunidstas, mientras que el 90 por ciento del campesinado se reparte la cuarta parte restante.

Para el MST, un medio de hacer valer sus reivindicaciones es la ocupación de tierras consideradas “improductivas”, es decir, que se encuentran en barbecho y no cumplen su “función social”, tal y como estipula la Constitución. La ley brasileña abre la posibilidad de expropiar esas tierras y transferirlas al Instituto de Reforma Agraria (Incra).

A través de nuestras ocupaciones, ejercemos una presión persistente para que algo suceda.
Celso Alves, Coordinador del Movimiento de los Sin Tierra

Pero en la práctica, esto rara vez sucede. La reforma agraria no ha progresado durante décadas porque la poderosa industria agroalimentaria se opone a ella. Muchos diputados y gobernadores son a su vez grandes terratenientes o están a sueldo del agronegocio. Hablan de los miembros del MST como “vagabundos”, holgazanes y delincuentes.

Asesinatos y masacres

Tampoco los terratenientes individuales rehúyen la violencia. Miles de dirigentes campesinos han sido asesinados en Brasil en los últimos 50 años. En 1996, la policía fusiló a 19 sin tierra en el estado de Pará. Fue la mayor masacre de miembros del MST. La situación ha mejorado, pero los portavoces del MST siguen recibiendo amenazas. El expresidente Jair Bolsonaro también liberalizó la tenencia de armas con el argumento de que los latifundistas deberían poder defenderse mejor.

El asentamiento del MST de Sirley Gil se llama Paz na Terra (Paz en la Tierra) y alberga a 32 familias que se reparten un total de 400 hectáreas. Se trata de un asentamiento pequeño, ya que en los más grandes viven unas 2.000 familias.

El terreno montañoso, por el que recorren algunos caminos polvorientos, perteneció en su día a un gran terrateniente que fue condenado por trabajo esclavo y expropiado. El Incra lo distribuyó entre los campesinos del MST, que habían instalado un campamento de protesta donde también permaneció Sirley Gil durante meses.

Celso Alves vive con su mujer y sus dos hijos pequeños en un asentamiento del Movimiento de los Sin Tierra (MST). Foto IAN CHEIBUB

“A través de nuestras ocupaciones, ejercemos una presión persistente para que ocurra algo”, afirma Celso Alves. Este hombre de 54 años vive con su mujer y sus dos hijos pequeños en el asentamiento vecino del MST. Se llama Roseli Nunes, en honor a una dirigente del MST asesinada en 1987.

Alves procede del sur de Brasil, donde muchos agricultores han sido desplazados por la industria de la soja. Se afilió al MST en 1993. Hoy cultiva hortalizas, frutas y tubérculos en su granja y cría cerdos y pollos.

Una misión política

Alves es uno de los coordinadores del MST en la región y ha recibido algún tipo de formación. “En el MST no se trata sólo de la tierra”, dice. “Se trata de crear conciencia política”.

El MST organiza regularmente campamentos juveniles, hay formaciones políticas y cursos, por ejemplo, de agricultura ecológica o administración. Alves ya ha viajado a Mozambique y Guatemala para intercambios con organizaciones asociadas al MST. “Sin educación, sigues siendo esclavo de condiciones injustas”, afirma.

El asentamiento Roseli Nunes tiene más de 1.000 hectáreas, pero 700 son reserva forestal y no se tocarán. El terreno pertenecía a una empresa industrial que no lo utilizaba. Por eso lo ocuparon Alves y otros miembros del MST. Fueron desalojados varias veces por la policía hasta que el Incra accedió a expropiarla en 2006.

Las naranjas son uno de los productos de exportación más importantes de los agricultores brasileños. Foto REUTERS/Paulo Whitaker

Los agricultores que recibieron tierras podían optar por unirse a la cooperativa del MST y comercializar sus productos colectivamente, pero no es obligatorio. “Muchos prefieren trabajar por su cuenta, todo el mundo es libre de hacerlo”, afirma Alves.

Todos los sábados lleva sus productos al centro comunitario del MST con la efigie del Che Guevara, desde donde un viejo autobús VW los lleva a los mercados o a las tiendas que el MST regenta ahora en muchas ciudades. También se pueden encargar alimentos de temporada al MST a través de Internet.

Cuando la Comisión de Investigación del MST en Brasilia convocó recientemente a Pedro Stedile, miembro fundador del MST, los diputados de derechas le acusaron de dirigir una organización criminal que ocupaba ilegalmente tierras. “Si de verdad quieren que desaparezca el MST, hagan una reforma agraria”, respondió Stedile.

Philipp Lichterbeck

Original: Tagesspiegel, 3 de septiembre de 2023

Traducido por Fausto Giudice

Fuente: Tlaxcala, 4 de septiembre de 2023