El libro de José Manuel Valenzuela Arce Trazos de sangre y fuego: Bionecropolítica y juvenicidio en América Latina (Calas, Universidad de Guadalajara, 2019) es de urgente e indispensable consulta para una caracterización integral de la actual etapa de acumulación capitalista, que se ha venido describiendo como militarizada y delincuencial, o como terrorismos de Estado, global y nacionales, y que nuestro colega define por los rasgos más destructores del sistema, y por situar la relación vida-muerte en “el centro de la discusión social, humanista, ecológica, artística y como parte central de las narrativas cotidianas, alertando que la dimensión depredadora del orden capitalista internacional ha acentuado los procesos de pobreza y desigualdad social, así como los escenarios de violencia y muerte que involucran a las personas, al planeta y a la vida misma”. Valenzuela convoca al análisis de “las necropolíticas considerando las dinámicas, tecnologías y actores de muerte que actúan y se despliegan desde diversos ámbitos de poder, pero también los actos y dispositivos de vida que les resisten”.
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Se hace un recuento de la particular crueldad de los procesos de acumulación originaria en la conquista de América, en los que se vejaba mediante las formas más inhumanas a los pueblos indios y a los africanos esclavizados, con el propósito de documentar “la reaparición cotidiana del suplicio público en nuestro país (y en otros países de América Latina), a manos del Estado y del llamado crimen organizado, así como desapariciones forzadas y asesinatos, donde participan elementos adscritos a las instituciones”.
A partir de testimonios impactantes y estrujantes de sobrevivientes de asaltos en carreteras, con cruentos resultados; la experiencia traumática de los estudiantes de la escuela normal de Ayotzinapa que son testigos directos de las ejecuciones extrajudiciales, torturas, tratos degradantes y desapariciones forzadas de sus compañeros; el relato de un singular encuentro con niños sicarios, entre otros, Valenzuela pregunta: “¿Cómo se narra el asesinato de la gente que queremos? ¿Cómo explicar nuestra propia sobrevivencia? ¿Cómo seguir viviendo cuando la parca se entromete en nuestras vidas? ¿Cuánto dolor cabe en el cuerpo? ¿Cuánto plomo? ¿Cuánto miedo? ¿Cuántas humillaciones podemos soportar? ¿Cuántos cuerpos injustamente supliciados caben en un marco prohibicionista iatrogénico? ¿Cuánta indolencia en los asesinos? ¿Cuánto cinismo en sus pares institucionales?”
Busca repensar el mundo a través de la discusión sobre biopolítica, necropolítica y juvenicidio, conceptos que define y desarrolla, “así como la conformación de elementos económicos, socioculturales y simbólicos de distinción de algunos sectores de las clases medias y altas que enfatizan la desigualdad, como ocurre con la expresión racista y clasista de los mirreyes mexicanos y sus afines por todo el planeta.”
Los datos apabullantes y desesperanzadores que Valenzuela presenta comprueban que América Latina es la región con mayor tasa de homicidios por habitante, y la proporción más alta de homicidios de menores de 25 años; nueve de cada 10 personas que mueren por disparos de armas de fuego son jóvenes y niños; y con esta información discute los sentidos del juvenicidio, identificando el poder heurístico del concepto en los escenarios de precarización y muerte que lo posibilitan. En este contexto, la violencia institucional también se manifiesta en biopolítica, que define como estrategias de poder que buscan controlar el cuerpo de los jóvenes, “entre las que destacan la significación corporal, sexualidad, prohibición y penalización del aborto, esterilizaciones forzadas, violencia obstétrica, disposiciones eugenésicas, imposición de patrones estéticos, marcos prohibicionistas”. Asimismo, “los jóvenes, principalmente las mujeres, sufren diversas formas de violencia sexual entre las que se encuentran el lenocinio, la prostitución, la trata de personas, la pornografía, el hostigamiento y la violación”.
Así, el juvenicidio es el exterminio o la eliminación permanente y sistemática de jóvenes, “es la consumación de un proceso que se inicia con la precarización de la vida de los jóvenes, la ampliación de su vulnerabilidad económica y social, el aumento de la indefensión ciudadana, la criminalización clasista de algunas identidades juveniles y la disminución de opciones disponibles para el desarrollo de proyectos viables de vida frente a una realidad adscrita por la construcción temprana de su peligroso coqueteo con la muerte.” También, propone pensar el concepto de juvenicidio asociado al de feminicidio, que “alude al acto patriarcal misógino al límite que arrebata la vida de la mujer por el hecho de ser mujer”.
Esta es una obra de alcances estratégicos para la reflexión crítica sobre “las avasallantes necropolíticas del capitalismo neoliberal contemporáneo conformadas con trazos ominosos de sangre y fuego”.