Ladrones de petróleo

El petróleo nacional, como decía la vieja canción, no solo se lo robaron los gringos, con ayuda del Estado y de gobiernos entreguistas, sino particulares. Ese antiguo “betún” de los nativos se lo continúan birlando gentes de aquí y de allá.

La investigación refleja la extracción ilegal de miles de barriles de petróleo de Ecopetrol. | Foto: Getty Images

A fines de la década de los setenta, sonaba en plazas, universidades y manifestaciones obreras y estudiantiles una canción que decía: “El petróleo de Barranca / el petróleo nacional / se lo robaron los gringos / con ayuda del estatal”. Era La vecina, del Son del Pueblo, grupo que entonces recorría el país cantando a las luchas por la soberanía nacional y denunciando, con sus piezas musicales, distintos atropellos contra el pueblo. Por esas mismas jornadas, Ana y Jaime, en un verso de su canción Café y petróleo, decían: “vendido a la Coffee Petroleum Company”.

La historia del petróleo en Colombia, ligada a las gestas de trabajadores, pero, a su vez, al carácter entreguista de diversos gobiernos, puede iniciarse desde 1541, cuando el cronista Gonzalo Fernández de Oviedo describe, citando un relato de Joan del Junco y Gómez del Corral, capitanes de la expedición de Jiménez de Quesada por el río Magdalena, la presencia de “una fuente de betún que es un pozo que hierve y corre fuera de la tierra”. Añaden que abunda y es un “espeso licor”. Los indios lo llevaban a sus casas y se lo untaban “para quitar el cansancio y fortalecer las piernas”. Y los “cristianos” lo usaban “para brear sus bergantines”.

Sistema de la Boga y Mapa del Magdalena por Alexander von Humboldt.

Después del robo de Panamá de parte de Estados Unidos y su cazador Teddy Roosevelt (el que pronunció “I took Panama”), el gobierno dictatorial de Rafael Reyes va otorgando, a partir de 1905, ciertos privilegios petroleros a varios de sus epígonos. A Roberto de Mares, ahijado de matrimonio, le entregó la concesión de los yacimientos del río Magdalena, en Barrancabermeja (Concesión de Mares) y al general Virgilio Barco lo “honró” con una buena tajada en el territorio del Catatumbo (concesión Barco).

“Este principio cortesano de otorgar como ‘regalos’ del dictador de turno las riquezas nacionales, marcó la iniciación de la industria (petrolera) y será su constante en toda la historia del país”, dice Jorge Villegas en su libro Petróleo colombiano, ganancia gringa. Mares, tras distintas maniobras, logró en el gobierno de José Vicente Concha que la concesión se validara. La vendió a petroleros estadounidenses de la Tropical Oil Company. A su vez, Barco, cuando ya estaba caducada la concesión, obtuvo un traspaso a la fantasmagórica Compañía Colombiana de Petróleos, que terminó en manos de la gringada.

Todas estas manipulaciones se realizaron en el marco de la indemnización que Estados Unidos debía pagar a Colombia por la sustracción de Panamá, y es cuando aparece Marco Fidel Suárez, en cuyo gobierno, simpatizante de los Estados Unidos, hizo alumbrar la “Estrella polar” o su Respice Polum, que miraba al Norte. Para entonces, con tanto rifirrafe “diplomático”, ya Washington había obtenido en concesiones petroleras más de los 25 millones de dólares prometidos como indemnización por el desmembramiento del istmo.

Ya estaba abonado el terreno en Colombia para las cruzadas de sometimiento imperial, de aceptar el sojuzgamiento y entregar sus riquezas naturales. El blandengue Marco Fidel garantizó los derechos de los extranjeros, y todo por el temor, propiciado por el embajador colombiano en Washington Carlos Eduardo Urueta (después, fue ministro de Guerra del gobierno de Olaya Herrera), que dijo que los yanquis podrían invadir al país con sus marines. Se supo luego que este vendepatria era un empleado secreto de la Standard Oil Co., de Nueva Jersey y de su filial en Bogotá, la Troco.

Y ni hablar de los servicios prestados por Pedro Nel Ospina y su embajador en Estados Unidos, Enrique Olaya Herrera, que aprendió, cual marioneta, a decir “yes, Mr. Sam”. Muy pulidito por los yanquis, Olaya promovió en su gobierno reformas a la ley de petróleos, la entrega de la concesión Barco a los gringos, el ferrocarril de Santa Marta para la United Fruit Company (la misma de la masacre de las bananeras) y así otros “favores” al imperio, de acuerdo con las órdenes de banqueros de EE. UU.

Historia de la Concesión de Mares y la Troco hasta ECOPETROL 

Ecopetrol, creada en 1951, se erigió como la principal empresa colombiana. Ha padecido las intentonas neoliberales por privatizarla, la conversión en empresa mixta, los tira y encojes en los debates (o en la ausencia de ellos) sobre el “cambio climático”, y ahora, en un escándalo de gigantescas proporciones, se supo del robo de crudo, auspiciado por alianzas criminales de “gente bien” con la guerrilla del Eln (la misma que en 1998, en un atentado de espanto causó la muerte de 88 personas en Machuca, cuando voló un tramo del oleoducto).

Uno de los robos más grandes al Estado colombiano es el que se ha producido en Ecopetrol. El desfalco puede alcanzar más de ochenta millones de dólares. Una red criminal con empresas de papel, narcotraficantes, bandidos de distintos pelambres, “prestigiosos” hombres de empresa, en fin, hacen parte del entramado de hampones. Al país se lo siguen asaltando.

Antigua refinería de la Troco. Barrancabermeja, 1934

El petróleo nacional, como decía la vieja canción, no solo se lo robaron los gringos, con ayuda del Estado y de gobiernos entreguistas, sino particulares. Ese antiguo “betún” de los nativos se lo continúan birlando gentes de aquí y de allá.

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 2 de agosto de 2023

Editado por María Piedad Ossaba