Colombia: El objetivo estratégico principal

Un paso en la integración regional que se propone el nuevo gobierno de Colombia sería impulsar proyectos conjuntos de investigación y elaboración de productos farmacéuticos para superar la actual relación desventajosa que estos países tienen con las grandes firmas farmacéuticas.

Para la izquierda colombiana el objetivo inmediato, en armonía con la real correlación de fuerzas sería la superación del actual modelo neoliberal, que es mucho más que un modelo económico e impone en consecuencia reformas profundas en el orden económico, en el sistema político, en las formas de la participación popular y, con mayor énfasis, en la misma esfera cultural tan impregnada hoy de valores contrarios a la indispensable solidaridad social y el respeto por el medio ambiente. Puede suceder que tan solo se consiga avanzar en reformas de tipo desarrollista, pero en las actuales condiciones estos cambios resultan casi revolucionarios. El desarrollo de los acontecimientos dirá si son posibles avances mayores que supongan consolidar reformas más radicales que echen las bases de un orden diferente en el cual al menos se consiga que el país funcione en armonía con un modelo capitalista más acorde con la misma filosofía liberal y sobre todo que se superen las actuales deformaciones que hacen de su economía un elementos menor y prescindible en el orden internacional.

Modelo neoliberal, la distribución del mundo

Se trata entonces no solo de recuperar lo antes posible formas tradicionales de desarrollismo dando al Estado un rol decisivo, sometiendo el funcionamiento del mercado a las necesidades colectivas, impulsando un tejido productivo que valorice de forma adecuada el mercado interno y se proponga superar las actuales desventajosas relaciones con el mercado mundial mediante la exportación de artículos de mayor valor agregado, todo lo cual supone por un lado reformular a fondo las relaciones internacionales del país, y alcanzar la integración regional para fortalecer la capacidad de negociación del país. Para ir más allá del desarrollismo tradicional que básicamente supone la producción local de artículos de consumo manteniendo la importación de los medio de producción (maquinaria, tecnología, patentes, etc.) Colombia tendría que aventurarse en la elaboración de esos medios de producción sin los cuales la relación con el mercado mundial resulta tan desventajosa.

Elaborar algunos productos para agregar valor y dejar de ser un simple exportador de materias primas puede ser un primer paso y es plenamente factible a corto plazo. La exportación actual de estupefacientes en bruto (opio, marihuana y cocaína)- que ya constituye una buena parte de las divisas que ingresan el país- puede cambiarse por mercancías elaboradas destinadas a los tratamientos médicos. El opio y la cocaína se pueden convertir en opioides que son utilizados universalmente como medicamentos. Ya lo hace India, cuyo gobierno ha pactado con los campesinos productores de opio la venta al Estado de esta producción para ser elaborada como medicamento y vendida luego en el mercado mundial. Un programa con los adecuados controles permite que el Estado indio convierta una producción tradicionalmente vinculada al tráfico ilegal y a diversas formas de delincuencia organizada en un factor de desarrollo para su economía.

Colombia puede, sin duda, hacer lo propio. Otro tanto sucede con la marihuana, un producto que ya está legalizado en algunos países con resultados bastante satisfactorios; sobre todo, porque desaparece en lo fundamental el factor de violencia que siempre está ligado a las formas ilegales de producción y comercialización. Medidas como éstas ayudarían mucho al nuevo gobierno colombiano a superar la llamada “guerra contra las drogas” que supone formas de intervención extranjera que limitan el ejercicio de la soberanía nacional. Si el Estado compra a los campesinos la producción de estos estupefacientes se debilita en extremo la mafia y su violencia; y a lo mejor, sale más barata esta compra que el gasto militar que supone para el Estado esa “guerra contra las drogas”.

La pandemia del covid-19 puso de manifiesto muchas cosas, entre otras, que resulta sumamente peligroso que dos o tres grandes empresas farmacéuticas puedan someter al mundo entero a sus condiciones obteniendo de ello beneficios inconmensurables cuando está demostrado que mucho Estados pueden fabricar las vacunas (de hecho lo hacen ya) y hasta naciones de la periferia como Cuba han conseguido avances muy destacables en la farmacéutica. Cuba fabrica vacunas contra el covid-19, contra el cáncer de pulmón y otras enfermedades demostrando que aún en las duras condiciones que le impone el bloqueo de Estados Unidos, avances de este tipo son posibles. Un paso en la integración regional que se propone el nuevo gobierno de Colombia sería impulsar proyectos conjuntos de investigación y elaboración de productos farmacéuticos para superar la actual relación desventajosa que estos países tienen con las grandes firmas farmacéuticas.

Aventurarse en la ruta de la investigación básica y aplicada tiene como condición indispensable una reforma educativa profunda con el objetivo precisamente de estar en condiciones de elaborar los medios de producción necesarios para producir los medios de consumo e ir más allá del desarrollismo tradicional. Además de los sectores clásicos del industrialismo (siderurgia, químico, etc.) es necesario proponerse todos los avances que sean posibles en las nuevas tecnologías (la cibernética, por ejemplo) que den al tejido económico local la suficiente solvencia. Se trata de un esfuerzo nacional por un objetivo estratégico irrenunciable que supone como eje un Estado modernizado y democrático y un amplio abanico de alianzas con los diversos sectores de la sociedad colombiana que coincidan en ello. Superar el actual modelo neoliberal puede ser una meta atractiva para amplios sectores de la mediana y pequeña empresa local tan afectados por la llamada “libertad de comercio” que no es otra cosa que la versión moderna del libre cambio de antaño (del cual solo se beneficiaron las metrópolis). Ese gran objetivo supone formas modernas de proteccionismo (el mismo que siempre han practicado las metrópolis) y no es incompatible con la integración regional en modo alguno ni tampoco con un vínculo con las economías adelantas del planeta. Todo lo contrario. Un propósito nacional de esta naturaleza – para ir más allá del simple desarrollismo- no excluye en manera alguna la inversión extranjera, siempre y cuando se consiga hacer efectivo el principio del “mutuo beneficio”; se trata de que los inversores extranjeros se comprometan a compartir su tecnología con el país anfitrión. Tal como ha hecho el gobierno chino, con magníficos resultados.

Dar un tratamiento diferente al problema de las drogas ilegales cambiará no solo la atmósfera casi irrespirable de la violencia cotidiana, en todas sus formas, sino que supondrá un ahorro enorme de recursos que el Estado puede entonces dedicar a una inversión productiva de nuevo tipo. Si los objetivos estratégicos de un proyecto nacional que cambie substancialmente las actuales relaciones internas y externas del país, que sea entonces radical en el sentido de ir a la raíz de los problemas, parecen tan lejanos, por esa misma razón es indispensable avanzar todo lo que sea factible en el escenario inmediato. Es indispensable ganar para el proyecto el apoyo mayoritario de la población; es indispensable avanzar en la organización y consciencia política de esas mayorías sociales y fortalecer el Estado para que sea moderno y democrático y el instrumento adecuado a tales propósitos.

Juan Diego García para La Pluma, 9 de septiembre de 2022

Editado por María Piedad Ossaba