Golpe a golpe, crisis en crisis. Gran Bretaña en estado de shock se confronta con una inflación nunca antes vista en los últimos 40 años. El sistema de salud se desbarranca. La rabia social crece y se expresa en huelgas masivas en sectores esenciales.
Panorama desolador que lleva a algunos actores sociales a reflexionar sobre lo que podría ser el estallido de una verdadera crisis humanitaria, apenas en algunos meses. La gigante Federación NHS, instancia de referencia en el sector salud, salió en los últimos días con los tapones de punta frente al desgobierno todavía dirigido por el decapitado Boris Johnson. Le instó a actuar de forma inminente para controlar los aumentos de los costos de energía. Afirma que, en caso de que no tome medidas urgentes, se corre el riesgo de “una emergencia de salud pública”.
A las puertas de una crisis humanitaria
El tercer viernes de agosto, la Federación que reúne, apoya y habla en nombre de todo el sistema de salud de Inglaterra, Gales e Irlanda del Norte, hizo sonar la alarma. Las cifras muestran que, en caso que no se tomen medidas sociales adicionales, “las tasas de pobreza energética en el Reino Unido alcanzarán el 54% a partir de octubre y al menos el 66% a partir de enero”. Afectando, especialmente, más del 80% de las familias numerosas, monoparentales y parejas de jubilados.
En Gales, Escocia e Irlanda del Norte el estado de pobreza energética se define como la situación derivada de destinar más del 10% de los ingresos medios de un hogar para pagar la factura de energía. Según cálculos oficiales, para enero del año próximo el precio de la energía llegaría a 4,266 libras esterlinas (1libra=1,18 dólar). El salario medio actual en Gran Bretaña oscila en las 31,285 libras esterlinas. Apenas hace un año, en marzo de 2021, el precio máximo para el rubro energía era de 1,200 libras anuales.
No es habitual que la NHS alce el tono con la dureza que lo está haciendo. Y nadie puede restarles valor a esas palabras dado su contacto estrecho con la realidad cotidiana y la crisis de abajo. La Federación reúne a 1,5 millones de empleados que atienden a más de 1 millón de pacientes al día. “Promovemos la colaboración y el trabajo en sociedad como la clave para mejorar la salud de la población, brindar atención de alta calidad y reducir las desigualdades en salud”, insisten los portavoces de este principal interlocutor gubernamental.
Para la Federación, vivir en la pobreza energética repercutirá en “un aumento drástico de las afecciones respiratorias, la desnutrición e incluso los ingresos hospitalarios de los niños”. Sostiene que las personas mayores vulnerables que viven en condiciones invernales también corren un riesgo particular de ataques cardíacos, accidentes cerebrovasculares y caídas. Tensiones, depresiones y enfermedades psico-mentales aumentarán junto con esta crisis.
En ese marco, el reembolso del costo de vida de 400 libras esterlinas que prometió el Gobierno, a pagarse en cuotas, no logrará contrarrestar el golpe dramático de los precios de la energía. “Esto empujará a más de dos tercios de los hogares del Reino Unido a la pobreza energética, lo que exacerbará las desigualdades en salud que ya se ampliaron durante la pandemia”, sostiene la Federación. Analistas económicos ya comienzan a prever la recesión económica a mediano plazo.
Crisis de desgobierno
Diversos actores de la oposición política, sindical y de la sociedad civil vienen señalando en las últimas semanas la responsabilidad del primer ministro Boris Johnson en esta situación cada día más compleja.
Agosto ha sido un mes de huelgas y movilizaciones sociales multiplicadas en distintos sectores, cada uno con sus reivindicaciones propias, pero con el común denominador de exigir ajuste de los salarios para acolchonar el aumento descontrolado de los precios de productos básicos y servicios.
El 22 de agosto, France Inter titulaba sugestivamente uno de sus análisis “Huelgas y Thatcherismo de regreso en Gran Bretaña”. En el mismo enfatizaba que “es la primera vez en 30 o incluso 40 años que hay huelgas en algunos sectores, como ferroviarios, subterráneos y portuarios”. Londres se paralizó el pasado fin de semana {20 y 21 de agosto} y se espera que esta situación se repita. Los trabajadores de correos anticipan decretar la huelga al igual que sindicatos de periodistas .
Si bien British Airways llegó a última hora a un acuerdo salarial que evita lo peor a la vuelta de las vacaciones de los británicos, los profesores y los trabajadores de la sanidad amenazan con lanzarse en una huelga masiva. El 23 de agosto, el sitio WEB de Le Monde, informaba de la movilización social en Gran Bretaña: “trabajadores ferroviarios, estibadores, abogados… Cada día, más o menos, el país se enfrenta a un nuevo movimiento de ira” .
Al mismo tiempo, las alternativas políticas se ven complicadas por la disputa de liderazgo entre las tropas conservadoras en busca del sucesor-a de Johnson para septiembre. Los dos principales candidatos, Liz Truss y Rishi Sunak, quienes intensifican el debate desde una perspectiva meramente de poder, parecen estar ajenos a un país amenazado de derrumbe.
Como lo señalaba a la prensa Gordon Brown, que fuera primer ministro laborista durante la crisis financiera de 2008, el país se enfrentaba a una «bomba de tiempo económica» si no diseña, ahora, un plan para el difícil invierno que se avecina. Los laboristas hablan de Johnson como de “gobierno zombi” que ya se ha retirado.
El LegalToday, publicación destinada a los profesionales de derecho, en un artículo publicado en su sitio WEB en la segunda semana de agosto, titulaba “El vacío político del Reino Unido amenaza con una crisis económica más profunda”.
Inflación descontrolada
Una de las causas y ejemplo de la compleja crisis actual: la explosión inflacionaria. Según la Oficina Nacional de Estadísticas (ONS, por sus siglas en inglés), el índice de precios al consumo (IPC) del Reino Unido subió un 10,1 % en julio — frente al 9,4% del mes anterior–, y se situaba en agosto en el nivel más alto en más de 40 años, cuando alcanzó un 10,4%, en febrero de 1982.
Según la cadena televisiva France 24, unos de los rubros que presionó para empujar la inflación a dos dígitos fue el de los alimentos. Se registró un incremento de 2,3% entre junio y julio, el más alto a nivel mensual de los últimos 21 años. “Los precios de los alimentos aumentaron notablemente, en particular los productos de panadería, lácteos, carnes y verduras”, indicó Grant Fitzner, economista jefe de la ONS, citado por el medio francés.
No obstante, para algunos expertos, lo peor está por venir. El Banco de Inglaterra prevé un incremento en el precio del gas para el mes de octubre, que, sumado a la presente crisis, podría empujar al Reino Unido a una recesión prolongada. Diversas fuentes proyectan que la inflación podría llegar entonces a un 13%. Teniendo en cuenta que los precios de la energía se mantendrán altos, el banco central reconoce que el país enfrenta su mayor caída en los niveles de vida desde que comenzaron los registros en la década de 1960.
Según France24, el salario real hoy está en el nivel más bajo registrado, por lo que, si las cifras demuestran algo, es que los salarios no están impulsando la inflación (…) Por otra parte, paradójicamente, desde la pandemia, las 350 principales empresas que cotizan en el FTSE (el índice bursátil de referencia de la Bolsa de Valores de Londres) han experimentado un aumento de sus beneficios del 43%. El análisis concluye: el Reino Unido padece una crisis de especulación, ¿cuándo se hará algo al respecto?”
Aunque todavía menos impactante que la británica, la inflación en la eurozona también sigue disparándose hasta alcanzar máximos históricos. Llegó al 8,9% en julio, porcentaje superior al 8,6% de junio, al 8,1% de mayo y al 7,4% de abril. Los europeos siguen viendo cómo se disparan los precios de la energía y los alimentos, debido, en buena parte, a las consecuencias de la guerra ruso-ucraniana. Y los problemas reales de abastecimiento de gas y combustibles provenientes de Rusia. La estimación preliminar publicada el 29 de julio por Eurostat, la oficina estadística de la Unión Europea, es la más alta desde que se iniciaron los registros de la eurozona en 1997.
Nubarrones europeos. Tormenta británica. Gran Bretaña paga el precio de un Brexit aislacionista, de la pandemia con consecuencias profundas y ahora, de una guerra en el propio continente. A pesar del discurso bélico triunfalista de Londres, de la Unión Europea y de la OTAN, los sectores sociales europeos más relegados — es decir los que cargan con el peso fundamental de la crisis energética, de alimentos y social–, comienzan a ganar las calles en defensa de su sobrevivencia.