Berilio

Hay coincidencias afortunadas. Encuentros improbables. Recuerdos imperecederos. Así se ‘vuelve a los diecisiete…’

Dmitri Mendeleiev (sentado) y Vasily Florinsky (de pie), Universidad de Tomsk

Corría el año de gracia de 1965, y trece patriotas nos apuntamos al último año de la enseñanza secundaria pública, laica y gratuita en la mención “C”, úsease Matemáticas y Física. Tuvimos profesores excepcionales, entre ellos Don Juan Danús en Filosofía.

Abogado, escritor, intelectual, masón y rompe cojones de mucho cuidado, Don Juan se había hecho expulsar del Colegio de Abogados por escribir un libro en el que afirmó una verdad peligrosa en esos años: que la masturbación forma parte del desarrollo natural de la sexualidad de los jóvenes de ambos sexos. Ignoro si el pinche Colegio –corrigiendo su craso error– reivindicó a nuestro profesor de Filosofía. Pienso que no: se vuelve de todo menos del ridículo (Horacio. No el poeta latino: mi amigo argentino).

Otro educador inolvidable para mí fue el profesor de Química. Llegó un día con su figura quijotesca, flaco en plan esquelético, mejillas hundidas, ojos desorbitados y una profusión de dientes enormes y desordenados, y de entrada nos encajó la Tabla Periódica de los Elementos. “En la próxima lección –decretó– cada uno de Uds. debe saberse esta Tabla de memoria, elemento por elemento, con sus correspondientes valencias. El que no se las sepa será unificado.”

La valencia de un elemento químico es el número máximo de enlaces covalentes o iónicos que puede formar en función de su configuración electrónica. En otras palabras, el número de electrones de máxima energía que se encuentran libres para formar enlaces. Lo digo para los mendas que optaron por Biología o Letras, y que de esto no se enteraron. Lo de ‘unificado’ lo supimos la semana siguiente: a los aspirantes a Bachiller que no se aprendieron la Tabla les puso nota 1 con gélida fruición.

Para ese día el profe de Química ya tenía apodo, apelativo por el que le conocimos siempre, y que nadie, nunca, hubiese podido sustituir por otro mejor: anda a saber porqué, la cara y la pinta de nuestro amable educador impusieron un sobrenombre definitivo: Berilio.

Advirtiendo mi atracción por su enseñanza, muy especialmente por la Química Orgánica, Berilio me propuso un día prestarme algunos libros. Los acepté de buen grado, gracias a lo cual supe de los Alquimistas, unos loquitos simpáticos que durante siglos buscaron el método para convertir todos los metales en oro y pasaban lo mejor de su tiempo exactamente como el general Aureliano Buendía en sus viejos tiempos en Macondo: trabajando con un crisol. Fundiendo cuanta mierda recomendaban otros libros aun más majaretas, con el morbo de ser señalados como iniciáticos, misteriosos y hasta mágicos.

Debo decir que la Tabla Periódica de los Elementos fue creada en 1869 por un químico ruso llamado Дмитрий Иванович Менделеев, –o bien Dmitri Ivanovich Mendeleiev en alfabeto latino–, razón por la cual la Tabla también es conocida como Tabla de Mendeleiev. El gran hombre nació en Tobolsk, capital histórica de Siberia, el 27 de enero de 1834, y dejó este valle de lágrimas el 20 de enero de 1907 en San Petersburgo.

No sé si ya lo dije, pero me encuentro en Tomsk, pueblo fundado por los Tatar en el año 1604, también situado en Siberia, a unos 1.400 km al este de Tobolsk.

Tomsk tiene unos 700 mil habitantes, de los cuales unos 200 mil son estudiantes universitarios. La Universidad de Estado de Tomsk (no confundir con la Universidad Politécnica de Tomsk) fue fundada unos años antes, pero abrió sus puertas en 1888. Sus dimensiones me sorprendieron. Los vastos edificios de estilo, las inmensas bibliotecas, las innombrables y gigantescas residencias para estudiantes, sus vastos parques.

Remembrando mis paseos en los jardines del Pedagógico de la UTE, fui a pasear en ellos: grandes bosques de abedules cubiertos de nieve (se trata de Siberia…), en un entrelazamiento de caminillos que me hicieron pensar en El Jardín de los senderos que se bifurcan del gran Jorge Luis Borges.

Desde luego te encuentras con Memoriales en homenaje a quienes cayeron luchando contra los nazis. De Tomsk, que en aquella época tenía algo más de 400 mil habitantes, casi 200 mil participaron en la Gran Guerra Patria. Menos de la mitad regresó de los campos de batalla…

Y pasa que soy buen público: esas cosas me tocan, me conmueven. Y el nudo en la garganta me enmudece, mientras, como dice Eta James en I’d rather be blind…:

…the reflection in the glass that I held to my lips now, baby
Revealed the tears that were on my face, yeah…

No soy partidario de verdades en plan aforismo, de esas en las que cae hasta el gran Shakespeare (ayer fuimos a ver La fierecilla domada al gran teatro dramático de Tomsk: casi me fui de espaldas, doce lucas por dos plazas, o sea menos de seis euros cada uno…), pero puedes creerme cuando te digo que la peor desgracia que existe en el planeta es la guerra. Por eso detesto la OTAN y sus condottieri.

Entonces, caminando hacia la salida del parque, lo vi. Espléndido, majestuoso, sentado examinando algunos documentos desplegados en una mesa, acompañado de Vasily Florinsky, un médico obstetra: allí estaba el mismísimo Dmitri Ivanovich Mendeleiev, el creador de la Tabla Periódica de los Elementos.

Me senté pues frente a él, y le hablé de Berilio. ¿El elemento químico de número atómico 4, el primer representante de los metales alcalino-terrosos?, preguntó.

No, respondí. Ese profesor chileno que en el año 1965 nos explicó quien era Ud., y nos enseñó las maravillas de la Tabla que lleva su nombre. Nosotros lo conocimos siempre como Berilio.a

Luis Casado para La Pluma

Editado por María Piedad Ossaba

Fuente: Politika, 19 de abril de 2022