Regresos latinoamericanos

Los funcionarios del Departamento de Estado están inquietos: se vuelven a escuchar canciones que los sectores dominantes regionales pensaron perimidas y olvidadas.

Las derechas de América Latina y el Caribe empiezan a mostrar su confusión, incomodidad y turbación.

Los resultados electorales de México, Bolivia, Perú, Honduras y Chile sugieren un nuevo viento continental.

Las malas noticias que vivencian los sectores asociados a las embajadas de Estados Unidos en la región se suman a una derrota reciente: la extrema violencia injerencista, representada por Donald Trump, no logró derrotar ni humillar a Venezuela, a Nicaragua ni a Cuba. 

Sus Think Tank y las corporaciones financieras que los subvencionan advierten, además, que sufrirán otros flagelos durante 2022: Colombia y Brasil prevén comicios en los que su candidatos de derecha no parecen ser los favoritos.

La lógica imperial tuvo diferentes fases durante el siglo XX. Combinó la invasión directa con el empoderamiento de las fuerzas armadas de cada uno de los países para desarrollar golpes de estado.

Formó escuadrones represivos. Educó en la tortura. Impuso lógicas fratricidas y habilitó genocidios.

La Escuela de las Américas forjó, a fuerza de represiones internas, un modelo destinado a evitar que los países ubicados al sur del Río Bravo se liberaran de su rol de subalternidad y dependencia.

Sus númenes demócratas y republicanos olvidaron durante todo el siglo sus parafernalias institucionalistas, sus discursos 

Violó todos los esquemas de democracia liberal en nombre del libre mercado y promocionó el fin de la historia cuando creyó que había quebrado toda resistencia popular.

Para principios del siglo XXI, juego de la asunción de Hugo Chávez en 1999, los analistas de Washington se sorprendieron con la irrupción de una nueva oleada latinoamericanista. Su momento cúlmine fue en Mar del Plata en 2005 cuando Néstor Kirchner, junto al mandatario venezolano, desafiaron a George Bush (hijo) confirmando que no habría integración americana con sello imperial. Ese capítulo quedó en la historia como el “No al ALCA”, y supuso una histórica debacle diplomática para la acostumbrada soberbia del Departamento de Estado.

Los primeros 15 años del siglo que transitamos generó esperanzas de integración regional latinoamericana. Washington tomó nota: inició una fuerte ofensiva de su comunidad de inteligencia destinada a articular a los medios de comunicación masiva (generalmente oligopólicos) con diversos operadores judiciales.

Aquello que fue invasión, golpe de Estado o injerencia se reconvirtió en pesecusión mediático-judicial. Manuel Zelaya, Lula, Rafael Correa y Evo Morales fueron víctimas de esta ofensiva planificada por funcionarios de Estados Unidos.

Tres años atrás, los socios locales de las empresas trasnacionales, sus ejecutivos y los referentes de los fondos de inversión especulativos pensaron que habían recuperado América Latina para sus intereses estratégicos, por los próximos 50 años.

Sin embargo, las capacidades insumisas de resistencia sorprendieron a los planificadoras del control estratégico.  

Uno de sus vocero más conspicuos, Mario Vargas Llosa lo verbalizó en forma desvergonzada, los últimos días: “Estamos perdiendo América Latina”.

En los próximos años norte corporativo y financiero fustigará toda iniciativa destinada a unir a los pueblos latinoamericanos e intentará impedir que se desarrollen relaciones más profundas con la República Popular China y con Rusia.

La multilateralidad será, sin dudas, una de las opciones obligadas para las nueva etapa. Washington desarrollará modelos de extorción destinados a impedir esos nexos. La lucides de los liderazgos consistirá en tender los puentes que el capitalismo financiero coarta para generar la desconexión imprescindible de la lógica impuesta, actualmente, por Joe Biden.

Los funcionarios del Departamento de Estado están inquietos: se vuelven a escuchar canciones que los sectores dominantes regionales pensaron perimidas y olvidadas.

Estamos volviendo.  

Jorge Elbaum especial para La Pluma, 31 de diciembre de 2021

Editado por María Piedad Ossaba