Colombia: Un liderazgo ético para el cambio

Ante esta amenaza real, las bases sociales del Pacto Histórico no pueden caer en provocaciones.Se necesita actuar con decisión y entereza, sin resignar los principios éticos sobre los que han puesto su esperanza.

Muchas veces ganar no es la meta, sino apenas un comienzo firme para un proceso complejo. Eso debería saberlo muy bien el senador Gustavo Petro, que se ha presentado ya en varias elecciones presidenciales como una opción real de cambio y renovación de la política en este país. Sin embargo, a juzgar por sus movimientos de alianzas da la sensación de que la meta real es alcanzar la presidencia al precio que sea; y eso es supremamente preocupante, porque el precio se pagará precisamente con el crédito o descrédito del proceso que dice encarnar. Lo último en este sentido ha sido la ventilación pública de una posible alianza entre el Pacto Histórico que lidera Petro y el aspirante Luis Pérez Gutiérrez, bien conocido en Medellín y Antioquia como un cacique político, fiel representante de la élite politiquera que ha gobernado a este país desde la Independencia hasta hoy y que Petro dice querer combatir.

Portada: Candombe(Fragmento) – Carlos Paez Vilaro

Ya sus alianzas con camaleones políticos del calibre de Benedetti y Roy Barreras habían generado serias dudas de la real apuesta política de Petro. Nadie puede creer, conociendo la historia política de estos dos personajes, que han migrado de partido en partido buscando aprovechar la mermelada del gobierno de turno, que encarnen realmente alguna voluntad de cambio. Pero lo de Luis Pérez Gutiérrez definitivamente es la tapa. En el trajín político de Luis Pérez aparecen frecuentemente sus contactos y familiaridad con grandes jefes de la mafia, como lo ha dejado claro Joir Akerman en su columna del Espectador el 5 de este mes, amén de la corrupción que se ha hecho parte del paisaje en las distintas administraciones presididas por Pérez, incluyendo la rectoría de la Universidad de Antioquia, y de su responsabilidad en la Operación Orión, cuando él era alcalde de Medellín, donde la fuerza pública copó militarmente, en alianza con los paramilitares, un sector de la comuna trece para garantizar el control territorial de estos últimos.

Es cierto que Luis Pérez ha negado su intención de unirse al Pacto Histórico y en una carta al presidente del Partido Liberal lo insta más bien a acceder a promover una consulta del candidato liberal con los candidatos del Pacto Histórico. Pero eso no puede ya tapar la acrítica defensa que ha hecho de él Petro, bajo el discurso manido de que el pacto es entre diferentes y que, por lo tanto, el ingreso de Pérez al Pacto Histórico haría honor a su espíritu diverso. Este es un discurso trillado, sensiblero y falto de sustancia. Si bien todo acuerdo se pacta entre diferentes posturas, eso no quiere decir que cualquier diferencia pueda resolverse en un acuerdo programático, menos cuando se centran en los criterios éticos que deberían fundamentar la construcción de una nueva sociedad.

Aún queda un buen trecho por recorrer en esta campaña electoral (en el proceso por transformar la sociedad queda toda la vida) y se hace necesario que las bases del Pacto Histórico se movilicen para exigirle a su líder que explicite claramente los principios éticos y políticos sobre los que se hace posible la alianza programática con otros sectores sociales y diversas expresiones políticas; sobre todo se hace necesaria la presión social para que el senador se comprometa a respetar por encima de todo dichos principios. Posiblemente el senador Petro piense que, sin la gran maquinaria del partido liberal, o al menos del feudo administrado por Luis Pérez y sus allegados, sea imposible conquistar la presidencia. Pero debería tomar en cuenta que, si hace alianzas de este tipo para conquistar la presidencia, será imposible implementar las políticas sociales y la transparencia política que dice querer fundar desde allí. El proceso Chavista, del que él se ha mostrado tan distante, debería servirle de ejemplo, pues las alianzas de Chávez con la burguesía corrupta de Venezuela terminaron deteriorando lo mejor de sus propuestas y fortaleciendo lo que se ha denominado la boliburguesía.

Contraportada: Mural sin título(Fragmento) – Mono Gonzale

Además, debería saber Petro que ni siquiera la maquinaria electoral de un partido tan añejo y corrupto como el liberal podría impedir el fraude electoral que se está cocinando a la vista de todo el mundo y que, seguramente, no va a contar con el control de los organismos internacionales, tan preocupados por la democracia en los países que no se someten al centro hegemónico. El fraude ha sido una constante en la política de nuestro país, lo distinto esta vez sería que se cometería contra una propuesta con arraigo popular y posibilidad real de transformación social. Esa oportunidad realmente no ha existido en Colombia desde tiempos de Gaitán y ya sabemos lo que provocó su asesinato y sus implicaciones concretas que terminaron aplazando por más de medio siglo cualquier oportunidad de cambio en favor de los sectores más vulnerables. Si Petro continúa por este camino, seguramente perderá buena parte del apoyo popular que él, o sus allegados, han conquistado para el Pacto Histórico, y así perderá también buena parte del respaldo de las masas que podrían defender su proyecto.

Ese apoyo realmente no puede construirse hoy sobre el seguimiento acrítico de un caudillo veleidoso, sino sobre la fuerza que puede surgir en las bases sociales cuando tienen la seguridad de estar luchando por una nueva sociedad sustentada en principios éticos y políticos al servicio de la vida, la paz y la solidaridad. Desde luego, poco le interesa a la derecha cuáles sean los principios defendidos por las bases sociales que se movilizan para defender un proyecto político tanto tiempo aplazado. De hecho, esta vez esa derecha que ha mostrado en toda su plenitud sus rasgos de inhumanidad lo que está fabricando con el fraude es un escenario de guerra civil como ocurrió precisamente con el asesinato de Gaitán a manos de la misma élite política que decía defender la democracia. Ante la ausencia de banderas sólidas, un partido emparentado tan tremendamente con la mafia y hundida hasta el hueso en la corrupción, con una cultura criminal tan arraigada y tantas deudas aplazadas con la justicia, no puede más que ver en el caos y la guerra la posibilidad de mantener el control sobre su feudo ante la más mínima amenaza, real o no.

Los policías que salieron a disparar contra la masa enardecida por el asesinato brutal y descarado de un ciudadano indefenso, y que dejaron un saldo de 14 muertos; los civiles que dispararon contra los manifestantes en Cali el 28 de mayo de este año, asesinando a más de 10 manifestantes, y la negligencia de la Fiscalía para enjuiciarlos, es la clara muestra de cómo podría tratar esta élite indolente un levantamiento ante el robo de las elecciones. En un acto descarado la Fiscalía acaba de anunciar, 7 meses después, que a finales de enero será la audiencia de imputación contra algunas “personas de bien” que se vieron en los videos disparando contra la multitud. Es decir, les manda el aviso para que se vayan del país, práctica que ya se había iniciado con varios funcionarios del gobierno de Uribe Vélez.

Murale de Candombe- Carlos Páez Vilaró. Foto de la calle peatonal Sarandi y Bacacay en la Ciudad Vieja – Departamento de Montevideo

Ante esta amenaza real, las bases sociales del Pacto Histórico no pueden caer en provocaciones. Se necesita actuar con decisión y entereza, sin resignar los principios éticos sobre los que han puesto su esperanza. Y para ello se requiere un liderazgo transparente, serio y bien fundamentado, que cohesione a los sectores alternativos y no ponga la meta en la victoria electoral sino en la consolidación de un proceso real de transformación social sobre fundamentos éticos sólidos, emanados desde las bases sociales y encarnados en el nuevo gobierno. Ese liderazgo es precisamente el que debe reclamar El Pacto Histórico de su líder para que no sacrifique de manera mezquina las bases sociales que lo sostienen.

El colectivo, Editorial N°70, 7 de diciembre de 2021

Editado por María Piedad Ossaba

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