Presentado por Isaías Rodríguez y Gregory Wilpert
Democracia y hegemonía en Antonio Gramsci de Michel Mujica, editado por Monteávila es una obra de una actualidad necesaria para quienes creen en el socialismo como sociedad alternativa. El socialismo de Gramsci no tiene apellidos. Ni siquiera el de Gramsci. Es un análisis profundo del marxismo, del leninismo, de la democracia con un lente absolutamente de clase obrera. Visto desde los Consejos de Fábrica.
Es un tema bastante polémico en la historia de las ideas, como apunta Michel Mujica Ricardo. Es un estudio profundo y sin apasionamientos de la relación entre la democracia y el socialismo, repito, necesario para este instante que vive la democracia en el mundo actual. No solo la democracia a la que aspiran los trabajadores, sino la democracia en la cual nos ahogamos en esta época.
Es un tema bastante polémico en la historia de las ideas, como apunta Michel Mujica Ricardo. Es un estudio profundo y sin apasionamientos de la relación entre la democracia y el socialismo, repito, necesario para este instante que vive la democracia en el mundo actual. No solo la democracia a la que aspiran los trabajadores, sino la democracia en la cual nos ahogamos en esta época.
Tirios y troyanos observamos un agotamiento de las instituciones políticas de la democracia representativa. “Podemos atestiguar–expresa Michel en la introducción a la obra- la crisis de diversas instituciones económicas que rehúsan obstinadamente cualquier forma de participación autónoma de los trabajadores en la dirección de sus vidas”. Yo agregaría que no solo de los trabajadores sino de todas las instituciones de esa democracia formal y vacía.
Estas instituciones solo son sensibles a las directrices de una elite autocrática desclasada e insolente. Allí no existen -afirma Michel-“posibilidades para una vinculación distinta, participativa y democrática de la sociedad civil venezolana”. Yo agregaría ni en la venezolana ni en la de ninguna parte. La sociedad civil en el capitalismo no existe.
Cada vez es más autoritaria la presencia del Estado en nuestra sociedad. Si a esto agregamos la crisis de los partidos políticos, de los sindicatos, de la ONGs y de otras organizaciones voluntarias, lo que se prefigura es una crisis de transición, solo superable por una sociedad nueva con otra fuerzas ciudadanas, obreras, campesina, vecinales, ecologistas y de mujeres, si, de mujeres porque de ellas tengo el ejemplo en Venezuela de querer un verdadero modelo de sociedad democrática y participativa en la cual creen con y sin feminismo.
Estamos viviendo un período donde las propuestas teóricas sobre la crisis del Estado y la sociedad, lejos de provenir de las fuerzas de izquierda, vienen de LOS movimientos de opinión marcados por el pensamiento neoliberal.
Es precisamente Gramsci quien, al rechazar la ideología elitista del leninismo para la resolución de los conflictos políticos, apunta hacia definiciones donde el socialismo y la democracia no tengan carácter provisional. El pensador italiano fue acertadamente preciso: “la pretensión —presentada como postulado esencial del materialismo histórico— de hacer ver cada fluctuación de la política y la ideología como expresión inmediata de la estructura, debe ser rechazada por ingenua.
Gramsci, interpreta el marxismo como concepción del mundo. Para él el marxismo es la vida política autónoma, en la cual la economía no es la premisa necesaria de todas las acciones políticas. Gramsci, no solo rechaza, sino que radicaliza su postura teórica al negar a la política como una actividad separada de la economía.
Para el autor de Cuadernos de la Cárcel, las actuales organizaciones nacidas en el terreno jurídico-político de las libertades formales —incluidas entre ellas el partido político y el sindicato— son asociaciones nacidas que forman parte del desarrollo de la democracia formal. Son – cómo el propio Gramsci las denomina- “organizaciones de tipo contractual y voluntario”.
Citándolo textualmente: “el partido político y el sindicato de oficio han nacido como afirmación y desarrollo de la libertad y de la democracia en general. En esta democracia NI el trabajador (ni el ciudadano) existen, no son nadie. El poder del propietario es ilimitado sobre los ciudadanos, trabajadores o no, sobre sus mujeres y las otras, sobre sus hijos, con un dominio que somete individual y colectivamente.
El ciudadano, trabajador o no, está determinado por las necesidades técnicas y económicas de la producción. El producto no está a disposición de las ciudadanas y ciudadanos. La separación social, como forma hegemónica de exclusión del trabajador, es parte de la naturaleza del proceso económico de producción. Y de ese sistema de producción han nacido las instituciones políticas tradicionales: el partido político y el sindicato que Gramsci cuestiona
Es lo que Gramsci, al analizar el problema histórico de las transformaciones de las instituciones representativas define como asociaciones voluntarias y contractuales. Solo liberándose de ellas podrá obtenerse el poder autónomo de los trabajadores colectivos y de los ciudadanos en general en otro mundo posible.
Gramsci resalta que las tareas del partido político revolucionario no consisten en sustituir a los partidos burgueses en la conducción estatal, sino en transformar la naturaleza del Estado y el régimen de producción que los acompaña. El partido político y el sindicato son -para Gramsci y para mí- organizaciones voluntarias y contractuales con las cuales históricamente limita la democracia representativa.
Finalmente comparto con Michel que La obra de Antonio Gramsci constituye una interpretación fecunda de las complejas relaciones entre democracia y socialismo, así como de las posibilidades históricas de la construcción del socialismo en los países occidentales. Asimismo coincido con Michel que Gramsci es una manera distinta de estudiar el fenómeno de la transición al socialismo en los países capitalistas occidentales.
Compartimos igualmente con Michel que la democracia sustantiva no resuelve de forma aislada ni teórica ni prácticamente el resguardo de la existencia de las libertades de expresión, reunión, asociación, y todos los etcétera de las otras libertades formales. Y para terminar coincido totalmente en que la sociedad civil en la cual creo supone la existencia de derechos sociales