Colombia, con una diplomacia de pacotilla

Diplomacia de pacotilla para un país de pacotilla en una democracia de pacotilla. Pura pacotilla para perpetuar al líder político más sanguinario de los últimos 30 años en toda América Latina.

– La visita de la vicepresidenta y ministra de relaciones exteriores a Washington para lavar la ensangrentada imagen del presidente Iván Duque ha resultado ser un estrepitoso fracaso.
– Mantener de embajador en Washington a un inepto político y bufón del uribismo en la era Biden, ha sido una verdadera catástrofe para la administración Duque.
La diplomacia colombiana al igual que el gobierno de ese país, hace aguas. Que Iván Duque, su presidente, no esté fuera del poder en este momento, no significa que no lo haya perdido frente a los colombianos y a los más importantes países que lideran la comunidad internacional.
En el peor momento para el gobierno colombiano, en el que la protesta social desnudó a Colombia ante el mundo como un , ese país cuenta con la peor diplomacia de los últimos tiempos. Colombia nunca ha destacado por la profesionalidad de sus representantes ante el mundo político, pero jamás había tenido tantos necios al frente de sus relaciones internacionales. La inepta ministra de relaciones exteriores, Claudia Blum, que dimitió empujada por la protesta social, fue reemplazada por Marta Lucía Ramírez, actual vicepresidenta y una política ultraconservadora que carga con la pesada losa del narcotráfico en su familia y en sus relaciones personales. También lleva a su espalda la deshonrosa marca que le dejó coordinar operaciones conjuntas entre los escuadrones de la muerte y el ejército colombiano para, al parecer, asesinar y desparecer jóvenes de las comunas en la llamada operación Orión en Medellínen 2003 , cuando fuera ministra de Defensa del entonces presidente Álvaro Uribe.
Marta Lucía Ramírez, vicepresidenta de Colombia  y ministra de relaciones exteriores en Washington
La señora Ramírez comenzó a ejercer su nuevo cargo de ministra de exteriores en una visita intempestiva a Washington, la capital del poder mundial más importante para las relaciones de Colombia. Debía lavarle la cara al ensangrentado gobierno de Iván Duque que en pocos días, y gracias a los videos de las redes sociales y los corresponsales extranjeros, quedó retratado, cuando pudieron mostrarle al mundo la brutalidad de las fuerzas del orden colombianas para acallar la protesta social y también la de los escuadrones de la muerte que actúan a cara descubierta con las fuerzas de seguridad, en perfecta connivencia.
Su periplo por la capital de Estados Unidos se inició diciéndole en la cara a la Corte Interamericana de Derechos Humanos, organismo de la OEA, que la visita de una misión que ellos habían solicitado con urgencia a Colombia ante la grave crisis de derechos humanos, a su gobierno, le importaba un soberano bledo. Así, tan tranquila, se los dijo sonriendo, y argumentando que la visita sí se podía hacer. Eso sí, habría que esperar a que el gobierno colombiano tuviese tiempo, quizás para borrar pruebas y acallar testigos.
Como consecuencia de esta acción antidiplomática, la CIDH emitió un durísimo comunicado en el que condenó desapariciones, asesinatos, torturas, violaciones, detenciones arbitrarias, y lesiones gravísimas causadas por la policía durante la protesta social. También subrayó que la visita a Colombia de su comisión de investigación se hacía inminente. Inmediatamente la estrenada e impresentable ministra de relaciones exteriores reculó. Hoy domingo 6 de junio la misión de la CIDH llega a Colombia para una visita oficial de tres días. Estará en Cali y en Bogotá, escuchando a las víctimas y a los familiares de asesinados y desaparecidos durante el estallido social. Igualmente se reunirá con miembros del alto gobierno y con representantes de cientos de ONGs que han denunciado los crímenes de la brutalidad policial.
La señora Ramírez no consiguió ser recibida por su homóloga en Washington, Kamala Harris. ¡Vaya pedazo de descalabro! Tampoco fue acogida por varios representantes del partido Demócrata, como ella esperaba; únicamente pudo reunirse con el congresista de ese partido, Roberto Menéndez. Ni modo; aparte de su incompetencia, contaba con la poco valiosa ayuda del embajador de Colombia en Estados Unidos, Francisco Santos, un fracasado político que ocupa ese cargo no por mérito alguno, sino gracias a su estrecha relación con el expresidente Álvaro Uribe. Tampoco es que los congresistas republicanos se hayan dado codazos para poder pelearse el honor de atender a la ministra colombiana. Solo la recibieron Marcos Rubio y Tim Risch. ¡Durísimo golpe contra la realidad! Y para más inri, tampoco la recibieron en la Comisión de Relaciones Internacionales del Congreso. Marta Lucía Ramírez fue para el Congreso estadounidense tan importante como una becaria solicitando prácticas.
Su mayor logro en este periplo ha sido la cita con el Secretario de Estado Antony Blinken. Y como resultado de la reunión, el señor Blinken le hizo saber que le dolían y preocupaban las víctimas del estallido social, y que Colombia debería acelerar la puesta en marcha del proceso de paz duradero; esto, con carácter de urgencia. ¡Un zasca en toda la boca de la ministra! Le manifestó además, que la protesta social es un derecho de todos los pueblos del mundo: “Es incuestionable el derecho de los ciudadanos a protestar pacíficamente”. Para Estados Unidos, le dijo el Secretario de Estado, “es muy importante seguir contando con la buena relación que siempre ha existido con Colombia”. En pocas palabras, vaya y dígale a su presidente que su política de guerra está entorpeciendo las relaciones entre los dos países. Previo a la reunión entre Blinken y Ramírez, tras el rechazo de Colombia a la solicitud de visita de la CIDH, el gobierno estadounidense le había solicitado al Estado colombiano que acelerara las investigaciones sobre el grueso número de manifestantes desaparecidos durante las protestas.
La ministra Ramírez hizo saber a la prensa que la reunión con el Secretario de Estado había sido magnífica. Y puede que así lo fuera para ella pero no para Colombia. El hecho de que no haya salido despedida con una patada en el trasero de esta cita, sí puede interpretarse como un verdadero triunfo de la nula gira de la ministra por Washington. También dijo la representante de exteriores que había solicitado que Colombia estuviese entre los países a los que Estados Unidos les donaría parte de los 80 millones de dosis de la vacuna contra el covid-19 que les han sobrado. Ese pedido iba a la fija; el país del norte ya había seleccionado a Colombia para integrar un grupo de más de 15 países latinoamericanos y del Caribe para repartir entre ellos seis millones de vacunas para una población de casi 450 millones de personas.
Hace unos días Estados Unidos dio a conocer la lista de los países beneficiarios. Colombia se encuentra entre el montón, mientras que México, Canadá, Egipto Yemen, Irak y Corea del Sur, solo seis países, se repartirían otros seis millones de dosis. Antes, a México, ya la potencia mundial le había donado dos millones de dosis más. La ministra ni siquiera consiguió que Colombia estuviera en este último grupo de países ni que se le diera al menos el mismo tratamiento que a México en el tema de las vacunas, puesto que el país sudamericano es el que más se ha subyugado a la directrices de la política internacional de Estados Unidos en Latinoamérica y el que más bases militares estadounidenses tiene dentro de su territorio.
Tampoco logró un respaldo público y sin fisuras de Washington hacia el gobierno de Duque en el momento más crítico de su mandato. Es la primera vez que ante una crisis humanitaria de hondo calado en este siglo, un gobierno colombiano no recibe el espaldarazo público y efectivo de Estados Unidos. Se esperaba que la diplomacia colombiana en un momento tan duro para su gobierno, estuviera en manos de una persona que al menos supiera contar hasta diez. Pero no; es que su jefe tampoco sabe defenderse con las matemáticas: solo es diestro para darle patadas a un balón de fútbol. Esta misma pericia ha demostrado para manejar su país; a las patadas y a las balas.

Un embajador inútil, incapaz y majadero

Francisco Santos es el actual embajador de Colombia en Washington. Jamás ha sido elegido para ningún cargo público en el que se presentara sin el encabezado de Álvaro Uribe que lo hizo vicepresidente. Su único valor ha sido ayudar, junto con expertos en comunicación, a una estrategia de carácter neofascista ante los medios de Colombia y algunos del mundo, al entonces candidato Álvaro Uribe, para llevarlo a la presidencia en el 2002. Uribe se sirvió de él para penetrar a la oligarquía colombiana, gracias a la tradición de poder de la familia de Santos en Colombia. Él fue su aval para que lo aceptaran y a cambio Santos exigió ser su vicepresidente.
Francisco Santo, embajador de Colombia eb Washington
Tanto en su carrera periodística como política demostró ser incapaz, inepto y majadero. Llegó a inventarse noticias que tuvo que rectificar en el periódico El Tiempo que lo llevaron a señalar al obispo de Sincelejo, Pedro Nel Beltrán como una ficha de la guerrilla colombiana, en una cumbre guerrillera en la Habana en marzo de 1994. Como exvicepresidente tuvo la cara de proponer que a los estudiantes que protestaban en 2011, la policía debería reprimirlos con choques eléctricos. Su gran valedor, Álvaro Uribe, en tres ocasiones que él se lo ha pedido, se ha negado a designarlo como candidato a la presidencia de Colombia. También, en diferentes ocasiones ha sido señalado por grandes jefes de los temibles grupos paramilitares de haber sido su colaborador y, además, haberles solicitado la creación de un escuadrón de la muerte, específicamente par Bogotá, en la última década del siglo XX.
Francisco Santos es tan torpe, tan cerril que, como embajador de Colombia en Washington asistió a una reunión de la campaña de Trump y, según varias denuncias ciudadanas, contribuyó a armar y coordinar el grupo de colombianos en Miami que intentaron difamar al candidato demócrata Joe Biden, señalándolo de ‘castrochavista’ y comunista. Fue tal la campaña de odio contra el candidato que consiguieron aunar la animadversión de la colonia cubana y latinoamericana contra el comunismo en La Florida para así hacer ganador de las elecciones en este estado a Donald Trump.
Francisco Santos es tan insuficiente intelectualmente que no contempló la posibilidad de que Biden se hiciera con el poder en Estados Unidos. Rompió con todas las elementales normas de la diplomacia de no participar en política en el país en donde está representando a su gobierno. Vamos, que ni que fuera el personaje de un guion de Sacha Barón Cohen; siempre que pienso en este embajador, inmediatamente siento ganas de enviarle material fresco al director satírico británico. Es que este embajador colombiano ante el imperio está que ni pintado para hacer de bufón en uno de sus filmes.
Pero si este ‘diplomático’ es necio, estúpido y mentecato, el presidente Duque no se le queda atrás. Frente a la torpeza de su embajador que, posiblemente fue dictada por el mismo Duque, al quedar al descubierto cuando Biden ganó las elecciones, el presidente de Colombia ratificó a Santos como embajador ante el gobierno del nuevo presidente demócrata. Joe Biden lleva casi cinco meses siendo el presidente de Estados Unidos y hasta el día de hoy no le ha cogido el teléfono a su homólogo colombiano. Que se tenga memoria, nunca había pasado esto con un nuevo presidente de Estados Unidos frente al mandatario de turno en Colombia.
Hay que tener muy pocas luces para dejar en el cargo a un inútil que desprestigió la misión diplomática de su país en Washington, cuando el nuevo presidente de la primera potencia mundial, conocía de primera mano las triquiñuelas de este mequetrefe de la política colombiana para ayudar con desvergüenza a Trump en su campaña de reelección.
Claudia Blum , embajadora de relaciones exteriores saliente
Embajadora de relaciones exteriores saliente, Claudia Blum, incompetente. Nueva embajadora, Marta Lucía Ramírez, inexperta en las relaciones internacionales, inepta y con un pasado y presente muy turbios justo cuando el mundo ya comienza a mirar a Colombia como un verdadero narcoestado. Embajador en Washington señalado por el país donde ejerce como diplomático, y denunciado como colaborador estrecho de los escuadrones de la muerte en Colombia. ¿Podría algún presidente en la cuerda floja estar tan mal acompañado justo en el momento en que más requiere de la labor diplomática ante el único país que podría avalar sus desmanes contra el pueblo colombiano?
Diplomáticos que no son diplomáticos y presidente que no es presidente porque nadie ignora que en Colombia quien gobierna es el expresidente Álvaro Uribe. Todos estos personajes uribistas, incluido el actual presidente Duque, y que no lo digo yo sino que son sus acciones las que hablan, son un manojo de incompetentes, inútiles, obtusos, torpes y majaderos. Y estos son los de mostrar de cara a la galería. Nadie puede imaginar el grado de estulticia que cubre a todos los políticos regionales y nacionales que siguen a Álvaro Uribe como el dios que mueve los hilos de esta republiqueta bananero-mafiosa en la que ha convertido Colombia el político más nefasto en los últimos 70 años de este país. Sí; Álvaro Uribe se rodea de necios que hablan inglés a la perfección para decir sandeces con el fin de conseguir que la guerra continúe en Colombia, porque sin ella él perdería todo el poder, y la mafia y los escuadrones de la muerte que lo mantienen en él, también.
Así sobrevive este nuevo modelo de Estado represivo: el narcoestado de Colombia. Con personajes esperpénticos que garantizan la continuidad en la cima del todo poderoso expresidente Uribe que además ha asegurado que todo los poderes y organismos de control queden bajo sus increíbles y mágicas manos de titiritero. Diplomacia de pacotilla para un país de pacotilla en una democracia de pacotilla. Pura pacotilla para perpetuar al líder político más sanguinario de los últimos 30 años en toda América Latina.
Olga Gayón
Fuente Olga Gayón/ 6 de junio de 2021