Una maleta colombiana: La experiencia del exilio colombiano y la Comisión de la Verdad (Libro libre)

Tal vez el trabajo de la Comisión sobre el exilio, tenga un día también ese destino. Pero necesitamos que la maleta no se pierda en ningún desván del olvido

Por esas cosas de la vida, en el avión veo la película que se titula “La maleta mexicana”. Una misteriosa historia sobre una maleta llena de fotografías de Robert Capa, Gerda Taro y David Seymour “Chim” que desapareció durante la guerra civil española entre 1936 y 1939. Nadie sabía si existía o si era un mito o un deseo. Como un eslabón perdido entre el recuerdo de lo vivido y la materialización de una existencia.

En 2004, mientras una mujer agonizaba, le decía a su hijo: mira en el armario. Y lo que había ahí era una bolsa amarilla con varias cajas con fotografías. Negativos ordenados en unas cuadrículas con leyenda, fecha y hechos. Todo había sido hecho a mano. El general mexicano Francisco Aguilar González, se la había traído desde Francia, después de que las fotos viajaron en bicicleta desde París a Burdeos. Chim, Capa y Taro fueron los primeros corresponsales de guerra. Y esa, la primera guerra que convirtió a la población civil en objetivo militar. Esas fotografías narran desde la proximidad, la vida, la resistencia y el horror.

La posguerra española fue una razia con cientos de miles de muertos, después de que el franquismo hubiera ganado militarmente e impuesto el terror. 200.000 refugiados españoles huyeron de la guerra y la posguerra, ese tiempo que, como dice un amigo mexicano en el documental, nunca se sabe cuándo se acaba. Mientras en Francia hubo campos de concentración para civiles españoles, el presidente de México practicó la hospitalidad a espuertas –algo que no es impensable, precisamente porque México lo hizo posible–, en la primera migración masiva por motivos políticos en el siglo XX. Una lección, desde 1939 hasta hoy en día, para la política de Europa y del mundo. Lo que se encontraron del otro lado, además de frutas y colores, olores y maíz, fue gente acogedora y manos de bienvenida.

Los negativos también sobrevivieron en el exilio, y se convirtieron en un testimonio de la guerra civil española. Una caja huyendo tiene otro valor que solo los exiliados pueden entender y salvar –dice el escritor y amigo Juan Villor–o. La maleta estuvo durante 75 años viviendo el olvido, en un desván en la Ciudad de México en una casa, a pocas cuadras de donde vivía el laboratorista del cuarto oscuro que reveló las fotos en París, que tuvo que refugiarse también en México cuando los nazis llegaron a su puerta. Los refugiados saben que el refugio es una historia que atraviesa el cuerpo y, de tantas maneras, es una biografía. El actor Juan Diego Botto, con su padre desaparecido en Argentina y que tuvo que exiliarse con su madre cuando tenía 3 años, dice al final del documental que cuando esas fotografías salen, ya no se pueden dejar de ver, la historia no se puede volver a cerrar.

Tal vez el trabajo de la Comisión sobre el exilio, tenga un día también ese destino. Pero necesitamos que no se pierda en ningún desván del olvido.

 

Carlos Martín Beristain

Editado por María Piedad Ossaba

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