Opio Oscar

Pocas industrias hay más atomizadas que la industria cinematográfica yanqui. Un puñado de imperios monopólicos globalizados, protagoniza anualmente un pleito inter-burgués donde se matan por un botín muy jugoso que implica poder económico y político]…

«La entrega de los Oscar es un ‘show’ vacío y una farsa, orientada solamente a fortalecer el cine de los Estados Unidos» … «Yo soy miembro de la Academia de Cine de los Estados Unidos, pero nunca participo en las elecciones, solamente les recomiendo a los demás miembros que no otorguen ningún premio[1]» Carlos Saura.

Esta película ya la vimos. Premiadores que se premian a sí mismos; aplausos, anuncios, más premios, más aplausos, más anuncios… una que otra lágrima nostálgica, una que otra mueca «progre», sutil, para targets «críticos»; un poquito de audacia, pero sin «epater le burgeois», y un final feliz que siempre anuncia premios nuevos para quien se porte bien con las reglas del star system. Éxito de taquilla no es lo mismo que película «buena». Todo eso salpicado con humor previsible y superfluo (ligth) en dosis controladas para que no se desfiguren los lifthing, para que no se vean las arrugas. Película de payasos adinerados para que ciertas «audiencias» se narcoticen con los fetiches de la mercancía fílmica. Más de lo mismo.

Eso que se premia con «estatuillas» no es ni con mucho todo lo que se produce cinematográficamente en USA, es cuando mucho, una parte, la parte del poder financiero, que puede gastar dinero para autopremiarse, autoproclamarse, autoreverenciarse. Debajo, en las periferias, muy al margen del circo farandulero hollywoodense hay un mundo de trabajadores de la imagen fílmica [2], televisiva, audiovisual… no complacidos ni complacientes, que buscan y rebuscan espacios para decir lo que hay que decir, a estas horas, desde los entresijos de la barbarie. Hora de decirle algo a una sociedad saqueada y alienada que paga con su trabajo la festichola criminal de la «Casa Blanca» en Irak, en Afganistán, en el mundo entero… sociedad cada vez más agobiada por el desempleo, la inflación, la carencia de ate nción médica, la educación devastada, el endeudamiento bestial y el desprestigio mundial… sociedad narcotizada por las mafias mass media. Nadie invierte millones de dólares en películas, ingenuamente.

El Oscar no es, ni en el reino de los sueños fílmicos, representante del cine norteamericano. Es representante de un sector monopólico compuesto por estudios, aseguradoras, marcas, mesas de inversiones, oficinas de representación… muchas con nombres diversos, pero dueños únicos… monstruo de mil cabezas. Entre ese mundo de farándula grotesca y la realidad de los trabajadores del cine, entre ese mundo de payasos ególatras y el pueblo yanqui, hay un abismo y hay una lucha. De clases. Hay una guerra concreta y una guerra de símbolos donde los poderosos usan táctica y estratégicamente, los medios de comunicación a su servicio como armas de guerra ideológica, de guerra simbólica, capaz de manipular, tergiversar, degenerar… lo valores y sentimientos colectivos más profundos. Son capaces de idear un sistema permanente de golpes bajos y no se escatiman temas, imágenes, ideas… cualquier cosa que sirva para eslavizar a una sociedad, saquearle la riqueza del trabajo, la materia prima y convencerla de que no proteste, de que guarde silencio feliz… convencerla de que ese robo es lo correcto… ¡cualquier cosa!, lo que sea, con actores, escritores, directores… dibujos animados, canciones, payasadas, cursilerías… ¡cualquier cosa! (literalmente) porque es un gran negocio y de pocos. Ser «buen» actor o actriz no implica ser inocente. El «público» sólo está para cumplir con su destino manifiesto: pagar, aplaudir y fanatizarse. Sobre todo, pagar.

Por si fuese poco el arsenal fetichista con que se «arma» una película, promedio, en la industria hollywoodense, actores fetiche, objetos fetiche, exhibiciones fetiche… la fiesta anual de premiación con «estatuillas» doradas se ha convertido ella misma en fetiche de fetiches. Y se vende «bien» es decir mucho y caro. Es una especie de rito tribal de sectas millonarias que ponen en cada imagen su imagen «milagrera» para santiguar las taquillas y levantar el vuelo al reino de los clichés modernos. Películas van, películas vienen… melodramas. Aventuras, fantasías, imaginería… show bussines dueño de infraestructura tecnológica, financiera y «creativa» (creatividad gatopardo) al servicio de productos industriales fílmicos, de gran calidad técnica, para el embrutecimiento masivo. Repetición del mismo modelo narrativo que se muerde la cola una y otra vez. Y nosotros lo pagamos.

Ninguna película significa otra cosa que lo que el conjunto cultural de valores dominantes le permite significar y ellos son en, su mayoría, valores hegemónicos impuestos a sangre y fuego. Romper con esa hegemonía de valores implica entablar una lucha contra la alienación, una lucha semiótica que alcance a desmontar, exhibir y destruir la cultura burguesa en su totalidad y no sólo para destruirla sino para levantar sobre sus logros mejores, los valores semánticos nuevos de una sociedad sin clases, sin «propiedad privada» de los medios reproducción (incluso la fílmica) desalineada y en revolución permanente, eso no se logra sólo criticando películas, en lo particular, aunque es preciso incluirlas, claro. Muchas «Buenas Películas» son cloacas financieras infernales. Hay que abrir los libros del patrón.

Con las excepciones, escasas, y honrosas, del caso… la premiación anual del «Oscar» es un sainete de banalidad y egocentrismo decadente donde reina, además, la falsa modestia como payasada grotesca que pontifica sus deyecciones en cada discurso de «agradecimiento». Todos llevan agua publicitaria a sus ríos de ganancias. La verdad es esa y «La Industria» les importa sólo cuando es su industria. El resto puede irse al infierno… son las leyes de la «libre» competencia. Aniquilar al otro, encumbrar los monopolios. Se premia el individualismo. Lo «famoso» no quita lo cómplice.

Hay un abismo inmenso entre la posición «social» (y salarial) de los trabajadores de la industria fílmica, electricistas, carpinteros… «técnicos» en general y los «genios», los llamados «creativos»: directores, guionistas, músicos, escenógrafos… consentidos por los dueños o «productores». Los famosos, pues. Se trata de un abismo de clases donde la división del trabajo tiene demarcaciones clarísimas, alienación para todos lados, menos para los «ganadores», en un modo de producción que, a ratos, parece bacanal de hacendados, a ratos «fordismo» icónico y a ratos patio de wall street. Hay trabajadores que cobran como «temporarios» durante años y más años. Todo montado sobre un modelo de explotación capitalista descarnada, impune y desvergonzada que exhibe mundialmente y sin control el producto de su delito: el robo del trabajo. Y se ha vuelto una cultura farandulera que inocula «modelos» conductuales, decadencia y moral burguesa que entre todos pagamos y muy caro. «Grandes» negocios fílmicos son obra del saqueo a los trabajadores. Las ganancias no se reparten con justicia. Un gran «reparto» cinematográfico no implica reparto de las ganancias.

Pocas industrias hay más atomizadas que la industria cinematográfica yanqui. Un puñado de imperios monopólicos globalizados, protagoniza anualmente un pleito inter-burgués donde se matan por un botín muy jugoso que implica poder económico y político[3]… como siempre. «Un informe del Departamento de Comercio se refiere a los desembolsos de consumo en cine, video y música grabada en el mercado doméstico estadounidense. ¡El gasto de los consumidores ascendió a cerca de 35 mil millones en 1997 y se espera que se eleve a más de 41 mil millones en 2000 y 49 mil millones en el 2004, en dólares corrientes[4]» Los ganadores suelen llevarse unas estatuillas! Y cobran, además, por dejarnos ver su «premiación». Cada Oscar mide 34 centímetros y pesa cuatro kilos. «Una investigación reciente de la UNESCO muestra que los cinco principales países productores de películas entre 1988 y 1999 fueron: la India, con un promedio de 839 filmes anuales durante ese lapso; China y Honk Kong, con 469; Filipinas,456 películas; Estados Unidos, con un promedio de 385; y Japón, que produjo una media de 238 filmes por año. Pero una cosa es realizar una gran cantidad de películas (como la India) y otra es hacerlas circular por el mundo (como Estados Unidos)[5]«. 1, 839, 870,900 visitantes a salas cinematográficas[6]. Dice alguien que, «Como lo que vende crea escuela[7]…» Podríamos comenzar a escribirle otro final a esta película. ¿Podríamos?

Notas

1 http://www.el-mundo.es/elmundo/2001/03/19/cultura/985019481.html

2 «En 1915, la industria cinematográfica empleaba a unos quince mil trabajadores en Hollywood, desde donde se producía más de sesenta por ciento de las películas estadounidenses». Enrique Sánchez Ruiz: http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df

3 Aquí se incluyen entre muchas otras empresas a algunas de las «tradicionales » majors estadounidenses, que en diferentes momentos han sido adquiridas por corporaciones de otros países; por ejemplo, Fox Entertainment Group (de la firma «australiana » News Corp., propiedad del magnate naturalizado estadounidense Rupert Murdoch); Universal Pictures (antes subsidiaria de la firma canadiense Seagram adquirida en 2000 por Vivendi, de Francia); Columbia Pictures y Tri-Star Pictures (de la japonesa Sony Corporation). 26 Estos datos introducen un aspecto importante y paradójico: el que la propia industria cultural audiovisual «estadounidense» está altamente «transnacionalizada» USITC, Recent Trends in US Services Trade, Washington, US International Trade Commission, 2001. Hollywood y su Hegemonía: Una aproximación Histórico-Estructural por Enrique Sánchez Ruiz. Profesor e investigador del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Guadalajara, México http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df

4 US Industry and Trade Outlook,2000, Washington,International Trade Administration, US Dept. of Commerce/McGraw Hill, p.32-1. http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df Hollywood y su Hegemonía: Una aproximación Histórico-Estructural por Enrique Sánchez Ruiz. Profesor e investigador del Departamento de Estudios Políticos de la Universidad de Guadalajara, México

5 Enrique Sánchez Ruiz: http://www.documentalistas.org.ar/nota-informes.shtml?sh_itm=f50daf04e9214986ae69704bd56c39df

6 http://www.worldometers.info/

7 Esto es Hollywood Parte II, Opinión de KarlGauss sobre Tarde del 16 de Enero de 2003 http://www.ciao.es/Tarde__Opinion_637699

Fernando Buen Abad Dominguez  para La Pluma

Editado por María Piedad Ossaba

Fuente: Cinereverso, 20 de marzo de 2021