Cuesta escribir viendo la humareda de las casillas quemadas de Guernica. Cuesta imaginarse el dolor de familias que durante tres meses estuvieron aferradas a su pedacito de tierra, soñando con que algún día allí iban a poder levantar un techo, humilde pero techo al fin para cobijarse con sus hijos e hijas, con sus familias. Cuesta calmar la rabia que provoca escuchar decir al Fiscal racista Juan Cruz Condomí Alcorta, que el «operativo fue excelente y muy satisfactorio», mientras se sacaba selfies con el fondo de la humareda y las corridas de vecinos para protegerse de las balas policiales.
Cuesta darse cuenta que finalmente, hoy Guernica es tierra arrasada porque el maldito policía enviado por un gobernador que en algún momento daba clases de marxismo, y a su vez protegido por un presidente, que se dice «peronista», que en diciembre pasado decía que venía a gobernar «para todos»y que durante toda esta plandemia confinadora gastaba palabras advirtiéndonos que nos cuidemos. Solo le faltaba agregar: «de la policía».
Lo ocurrido esta mañana en Guernica es la receta de un gobierno que fue votado por la mayoría de un pueblo desesperado por los cuatro terribles años del macrismo y que prefiere gasear a su pueblo, antes que lo confundan por defenderlo de quienes lo desestabilizan todos los días, por derecha. Así estamos. A lxs pobres: balas y detenciones, y a quienes se manifiestan en las calles haciendo «banderazos» opositores, con gritos racistas y de franca nostalgia de la dictadura militar: custodia policial para que puedan golpear a periodistas o a todo aquel que los mira de reojo. A los pobres: ofenderlos día tras día llamándolos «usurpadores» o «delincuentes», ya sea en Guernica como en Mascardi, mientras los auténticos usurpadores, los terratenientes de las camionetas 4×4 de exportación, los ladrones de guante blanco que están atrincherados en Puerto Madero o en los countries (que tanto le gustan a la intendenta Blanca Cantero), esos gozan de toda la impunidad para hacer y deshacer en un país que sigue yéndose a pique.
Guernica, Mascardi y Santa Elena son un punto de inflexión que pone sobre la superficie el tema de la tierra. Y en todas estas alternativas populares de recuperación del territorio, el gobierno ha actuado o mirando a un costado como en Entre Ríos, donde el Proyecto Artigas desafía a los socios extractivistas de la Casa Rosada, o a favor de quienes dicen defender la propiedad privada, pero en realidad lo único que quieren es seguir llenando sus bolsillos de dinero, como ocurre con los que quieren echar a lxs mapuche de Mascardi o a quienes esta fría mañana quedaron otra vez a la intemperie en Guernica.
Es paradojal que a la misma hora que seguían ardiendo las casillas de Guernica, la compinche de Berni, Patricia Bullrich, llegaba a Santa Elena a «abrazar» a los Etchevehere y declaraba que «a los usurpadores» hay que ponerlos en caja sea como sea.
Párrafo aparte merecen los medios. Esos pusilánimes que tanto en Clarín, La Nación, TN o C5N aplaudían el desalojo, seguían inventando que los «usurpadores no pagan impuestos y viven sin trabajar», o justificando la violencia de Berni y su banda del «gatillo fácil». Esta es la prensa a la que Rodolfo Walsh con claridad definía como «los alcahuetes de un poder que los termina usando y arrojando a la basura cuando ya no les sirven». Todos ellos también hoy se pusieron el uniforme y la gorra, para seguir ladrando mentiras.
De todas maneras, ahora que Guernica se ha convertido en símbolo de una resistencia latente de nuestro pueblo, de un pedacito importante de dignidad de nuestras doñas y nuestros hermanos más humildes, ¿cree por ventura el gobierno, el provincial y el nacional, que a partir de hoy se acabaron las recuperaciones de tierras? ¿Creen Fernández, Kicillof, Berni y la Cantero, que la solución de los problemas de los que no tienen ni pan, ni techo, ni trabajo es aplicando la violencia estatal como en tiempos de los milicos? El tiempo dirá, pero este pueblo no está acostumbrado a comer vidrio toda la vida, y por algún resquicio el fuego que se ha prendido hoy, destruyendo las ilusiones de muchas mujeres y hombres que solo querían tierra para vivir, se va a convertir en llamarada contra los verdugos infames que se jactan de haber puesto «la casa en orden».
Con los pobres de Guernica, con los Mapuche de Mascardi, con los agroecologistas de Santa Elena, repito: Tierras para vivir. Basta de represión policial contra los de abajo. Ni un paso atrás frente a la oligarquía y sus cómplices. Solo el pueblo salvará al pueblo!
Carlos Aznárez para La Pluma
Editado por María Piedad Ossaba
Publicado por Resumen Latinoamericano
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