Ensayar uno y mil marxismos latinoamericanos

Los “mil marxismos” críticos que evocan, en pleno siglo XXI, dos consignas ético-políticas centrales: la praxis política y el locus del marxismo situado en Nuestra América.

El vigor del pensamiento marxista en los señalamientos de la estructura económica del capital y su metabolismo histórico, diseminado por ejemplo en la división jerárquica del trabajo[i] que subordina sus funciones vitales a sí mismo, se contornea en el borde de las sentencias de muerte que le propinan sus esbirros y opositores, al tiempo que se agiganta incluso a pesar de su propia genealogía histórica, que las más de las veces acude presurosa a proponer un marxismo hermético, doctrinario y temperado.

Transitamos ya 151 años de las elaboraciones teórico-políticas que dan cuerpo a parte de la textualidad marxista. No poca agua recorre los canales de tinta y militancia que estructuran el corpus de rebelión pronunciado a través de las insurgencias marxianas. Desde el periodo de su escritura (1861 a 1867) “El Capital”, como producto inacabado de una vasta denuncia ético-política, se mantiene vigoroso en su tino de reagrupar los elementos candentes de su época y hacer de ello una porfiada pretensión libertaria. Tal como lo afirma Omar Acha, el marxismo posee un rasgo esencial: la “crítica revolucionaria del capitalismo”, detracción fundamental que lo constituye ni en más ni en menos que “la única impugnación radical de los fundamentos del orden social existente y abre el juego para una superación dialéctica -es decir, no utópica o puramente imaginaria- de la “realidad” prevaleciente”.[ii]

Los mil y un marxismos, tal como lo propone Miguel Mazzeo[iii] -en un ensayo fecundo por fuerza de claridad militante y consistencia- recorren el sendero que va desde los racionalismos, economicismos, teoricismos, culturalismos, pasando por el des-historicismo hasta las exegesis teológicas del tratamiento propuesto por el teórico de Tréveris. Hay de todo y para todxs en las lecturas de la herencia marxista, por lo tanto la efectividad de un trabajo artesanal de impensar y desaprender el marxismo hoy parece redundar en una necesidad, antes que una consigna. Es decir que, si se pudiera exorcizar cierta vulgata marxista o ciertos marxismos oficiales (incluso los más acabados dogmatismos de Marx en occidente), podríamos comenzar por situar la fortaleza de la “praxis” que rodea el potencial de la reinvención dialéctica sugerida en el marxismo de Marx, como el elemento de comprensión de esta tradición insurgente.

Néstor Kohan apunta así lo que aquí venimos pensando:

…rescatar de su filtro ontologizante la médula profundamente crítica y revolucionaria que caracteriza y define a la obra de Marx, su método, su concepción del mundo y de la vida. Para acometer esa tarea hoy resulta absolutamente imprescindible destacar el opacado -y vilipendiado como “idealista subjetivo”- lugar central que en el pensamiento y la obra de Marx ocupa la categoría de praxis. Praxis que no significa nada más que la acción y la actividad práctica humana de transformación del mundo objetual. Si el marxismo no apostara todas sus fichas en función de la práctica dejaría de ser revolucionario y se transformaría en algo completamente distinto. Si acaso ello ocurriese, como solía repetir José Carlos Mariátegui, el marxismo ya no sería marxismo.[iv]

He ahí dos elementos emergentes del dispositivo marxiano que reconocemos como la más clara reminiscencia de ese pensamiento radical que apunta sus cañones al capital: la praxis y la vigorosidad del marxismo hecho latinoamericano.

Praxis y marxismos

En el núcleo del armazón teórico-político del marxismo, la centralidad de la actividad humana se coloca por encima de cualquier especulación, remitiendo a su vez a un “humanismo” que se autopercibe inexorablemente en un tipo de historicismo: la historia se hace carne en el conocimiento de la realidad que oprime y se ata a una acción sociopolítica (emancipatoria) concreta. Tal vez, la mejor forma de discutirle al “materialismo histórico” su sentido sea repensarlo/ampliarlo y embarrarlo con nuestras penurias nacionales, populares y bien latinoamericanas

En lugar de consagrarlas por medio de una naturalización atemporal, Marx subrayó la datación histórica de tales categorías y, por ende, su finitud. Entonces, el alcance de su foco analítico no fue la historia humana, ni siquiera la historia de las sociedades de clase, sino la sociedad capitalista. A diferencia de la generación “especulativa” o “filosófica” de los conceptos, para Marx estos surgen de lo real transpuesto nacionalmente…[v]

Lo que intentamos colocar aquí, es que frente a una vertiente marxista tradicional objetivista, estructural y teleológica se erige una virtud subjetivista y política, relacional y situacional[vi] en cuyo seno anida la lectura latinoamericana de un materialismo praxiológico que concibe la relación del ser humano con el mundo como una relación activa, práctica y transformadora[vii].

Latinoamérica’, mural de La Mano, Museo a cielo abierto, distrito de San Miguel, Santiago de Chile

Muchas prácticas latinoamericanas

Ahora bien, el recorrido del pensamiento crítico inscripto en el itinerario marxista opera como una estampida de interrogantes y acciones tributarias a la predica de Marx y Engels, de manera tal que a nuestros fines -siguiendo la pluma de Mazzeo- podemos desgranar lo segundo que marcamos en el análisis: a la prepotencia de la praxis, hay que sumar la congregación de prácticas en los márgenes, en las periferias. Es allí donde se pluralizan los marxismos y se latinoamericanizan las miradas. José Carlos Mariátegui bien puede ser una referencia de ello:

Mariátegui propuso una traducción fecunda del marxismo a la realidad de Nuestra América: un “marxismo mestizo”. El Amauta hizo del marxismo latinoamericano una “denominación de origen”, un producto singular que reivindica una particular herencia cultural. Años más tarde, la Revolución Cubana, Fidel Castro y el Che, se encargaron de ratificar las garantías de ese producto. En las últimas décadas la Revolución Bolivariana, con sus claroscuros, se ha erigido en baluarte de esta tradición, y el chavismo plebeyo y comunero ha realizado aportes sustanciales. Ha generado un proceso de fermentación donde el marxismo y la trilogía compuesta por Simón Bolívar, Simón Rodríguez y Ezequiel Zamora se intercalan en la función de enzimas[viii]

La multiplicidad de marxismos en América Latina es inagotable. La lista de prácticas liberadoras en nuestra Patria Grande es lo suficientemente amplia como para reincidir en la angostura de viejos rigores políticos o académicos; a su vez esa tradición es perenne y diversa. Digamos, junto a Mazzeo, que al menos desde los “Luis Emilio Recabarren, Julio Antonio Mella, John William Cooke, Agustín Cueva, Enrique Dussel, Orlando Fals Borda, Bolívar Echeverría, Florestán Fernándes, Alberto Flores Galindo, Silvio Frondizi, Michel Löwy, Ruy Mauro Marini, Fernando Martínez Heredia, Caio Prado Junior, Aníbal Quijano, Adolfo Sánchez Vázquez, Ludovico Silva, Renán Vega Cantor, Luis Vitale, Rene Zavaleta Mercado”[ix], hasta las Vania Bambirra, Haydeé Santamaría Cuadrado, Ivone Gebara, Raquel Gutiérrez Aguilar, Alejandra Ciriza, Claudia Korol y tantxs más, hay una constancia de este legado crítico que aun surca y desanda caminos en la actualidad.

Los “mil marxismos” críticos que evocan, en pleno siglo XXI, dos consignas ético-políticas centrales: la praxis política y el locus del marxismo situado en Nuestra América, tal vez ayuden en este presente oscuro a lograr que desde la militancia política, las ciencias sociales y los movimientos populares estemos a tiempo de ensayar un marxismo latinoamericano que se reinvente en la praxis.

[i] Mészáros, Ivàn (1995) Más allá del capital. Hacia una teoría de la transición. Vicepresidencia del Estado Plurinacional de Bolivia, La Paz.

[ii] Acha, Omar (2013) E. P. Thompson, un marxista contra el marxismo como “materialismo histórico”. En Rey Desnudo, Año II, No. 3, Buenos Aires. ISSN: 2314-1204. (p.314)

[iii] Mazzeo, Miguel (2018) Marx Populi. Collage para repensar el marxismo / Ilustrado por Martín Malamud. – 1a ed . – Ciudad Autónoma de Buenos Aires: El Colectivo. (p.12)

[iv] Néstor Kohan. (2013) Nuestro Marx, La Oveja Roja. Madrid (p.192)

[v] Acha… (p.320)

[vi] Mazzeo…. (p.74)

[vii] Kohan … (p.198)

[viii] Mazzeo… (p. 57)

[ix] Mazzeo … (p. 58)

Oscar Soto para La Pluma, 3 de abril de 2019

Editado por María Piedad Ossaba

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