La verdad sobre Justin Trudeau:
¿Son los palestinos los nuevos judíos de Canadá?

Sin duda, Trudeau y su gobierno serán juzgados por las futuras generaciones, al igual que sus predecesores fueron juzgados por sus antiguos pecados, por elegir, a pesar del paso del tiempo, estar en el lado equivocado de la historia.

 ¿Cómo explicar la política exterior contradictoria de Canadá respecto a Palestina e Israel?

El 4 de diciembre, el secretario general de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Saeb Erekat, elogió el compromiso de Canadá a no seguir los pasos del gobierno estadounidense de Donald Trump y no desplazar su embajada de Tel Aviv a Jerusalén.

Pero hay poco que elogiar aquí. Respetar el estatus reconocido internacionalmente de Jerusalén es un compromiso legalmente vinculante con el derecho internacional. El hecho de que Estados Unidos decidiera saltarse la ley no convierte a lo contrario en un acto heroico.

Trudeau con Netanyahu

Tan sólo cinco días antes, el 30 de noviembre, Canadá se unió a una pequeña minoría de Estados, incluido Israel, Estados Unidos, Australia y las Islas Marshall para votar ‘no’ a una resolución de la Asamblea General de la ONU (UNGA) titulada “Acuerdo pacífico sobre la cuestión de Palestina.”

El gobierno canadiense, que se presenta como un país modelo, neoliberal y progresista, quizá incluso la antítesis de las políticas agresivas de EEUU, votó en contra de una resolución que pide “esfuerzos intensificados de ambas partes… para llegar a un acuerdo de paz final.”

Si te confunde esta decisión, es que no estás prestando atención. Canadá no ha cambiado nada. Es nuestra percepción de la política exterior canadiense la que siempre ha carecido de una verdadera comprensión.

Y existe una buena razón para ello. El gobierno de Canadá domina el arte de la marca política. El único periodo de la historia americana moderna comparable a la exitosa propaganda política de Canadá fue la presidencia de Barack Obama.

Obama deportó a 2,5 millones de inmigrantes, comparados con los 2 millones de deportados por su predecesor, George W. Bush; lanzó más bombas e hizo todo lo posible para rescatar a las instituciones financieras más corruptas de América; sin embargo, muchos liberales le idealizaban como el matrimonio ideológico entre el Ché Guevara y Malcolm X, con la fina elocuencia de James Baldwin.

El primer ministro canadiense, Justin Trudeau – considerado ‘el rostro humano del neoliberalismo’ – es una marca aún más exitosa que Obama. A diferencia del expresidente de los Estados Unidos, no hay mucha discusión acerca de las inmerecidas credenciales de Trudeau.

Aunque se posiciona como el contrario político del ex primer ministro conservador de Canadá, Stephen Harper, ambos están comprometidos con la ideología del neoliberalismo.

El ‘rostro humano del neoliberalismo’ de Trudeau no es más que una máscara cuidadosamente construida con la que esconder las políticas hipócritas y militantes de Canadá.

Nada ejemplifica mejor las dobles políticas de Trudeau que su terrible historial en Palestina.

Y antes de que el club de fans de Trudeau reaccione impulsivamente a la anterior afirmación, que se maraville con este hecho: En los primeros 18 meses de su mandato, Trudeau votó en contra de 16 resoluciones de la UNGA que eran críticas con Israel.

Se ha dicho que la política exterior de Canadá y sus votaciones en la ONU son a menudo inconsistentes. Sin embargo, esto parece ser sólo aplicable a los crímenes israelíes contra los palestinos.

Cuando Trudeau venció a Harper, muchos suspiraron de alivio, especialmente debido al apoyo ciego del último a Israel.

Pero, ¿es Trudeau verdaderamente distinto? ¿Merece todo este afecto, hasta el punto de la adoración?

Consultemos los hechos.

La página de la web del gobierno de Trudeau titulada “Política canadiense sobre aspectos clave del conflicto entre Israel y Palestina” es prácticamente una réplica de la de Harper, con una excepción notable. En la página de Trudeau, su gobierno reconoce “la experiencia de los refugiados judíos de Oriente Medio y África del Norte, que fueron expulsados después de 1948.”

Esto es una versión malinterpretada de la historia que afirman los sionistas cada vez que sale el tema de los derechos de los refugiados palestinos – quienes fueron expulsados por militantes judíos durante la limpieza étnica de Palestina en 1948.

El primer ‘aspecto clave’ para el gobierno de Trudeau es el “Apoyo a Israel y a su seguridad.”

Trudeau afirma que la evaluación de su gobierno de las resoluciones de la ONU tiene como guía “sus méritos y consistencia con los principios (canadienses).”

Al parecer, Harper se saltó varias veces estos ‘principios’, especialmente cuando su gobierno votó contra las Resoluciones de la ONU críticas con Israel: 66/17 en 2012; 67/23 en 2013; 69/23 en 2014.

Pero la salida de Harper no marcó el comienzo de una nueva era moral para Canadá. Al contrario; el romance de Ottawa con Israel se intensificó.

Además de tener la misma actitud anti-Palestina en la ONU, el 24 de noviembre de 2015, el gobierno de Trudeao llegó a votar en contra de la Resolución 70/15 de la UNGA, que reafirmaba la “ilegalidad de los asentamientos israelíes en el territorio palestino ocupado desde 1967, incluida Jerusalén Oriental.”

Este voto va en contra incluso de la postura declarada de Canadá frente a los asentamientos judíos ilegales.

Pero esto no debería sorprendernos. La hipocresía y el doble discurso siempre han sido características prominentes de la política exterior canadiense. Fijémonos en la postura de Ottawa frente al terrorismo, por ejemplo.

En sus ‘aspectos clave’ sobre Israel y Palestina, el gobierno canadiense “condena todos los actos de terrorismo”, pero más adelante especifica a lo que realmente se refiere.

“Canadá ha listado a Hamas, a la Yihad Palestina Islámica, a Hezbolá, a las Brigadas de Mártires de al-Aqsa y a otros grupos como organizaciones terroristas,” explica. No sólo no aparece ningún grupo judío calificado como terrorista o, al menos, se enfatiza en la necesidad de procesar a los criminales de guerra (en este caso, los líderes israelíes); vincula tan sólo a los palestinos y a los árabes a los atentados terroristas.

Según esta lógica, sólo los árabes parecen capaces de llevar a cabo actos terroristas.

Pero, ¿y si los palestinos decidieran usar medios populares, pacíficos y democráticos para mostrar resistencia? Lo hicieron, y, aún así, les condenaron por ello.

En 2016, con mucho entusiasmo personal por parte del propio Trudeau, el parlamento canadiense votó con una mayoría abrumadora a favor de una moción que condenaba el movimiento palestino de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS).

Desde entonces, Trudeau ha convertido su política anti-BDS en un elemento fijo de la actitud de su gobierno hacia los palestinos.

El mes pasado cayó más bajo que nunca cuando, en un discurso que pronunció para disculparse por el acto inmoral de Canadá de rechazar a los refugiados judíos que escaparon de las atrocidades nazis en 1939, vinculó directamente al BDS con el antisemitismo.

“El antisemitismo está demasiado presente”, dijo, ya que “los estudiantes judíos no se sienten bien recibidos en algunas de nuestras universidades debido a intimidaciones relacionadas con el BDS.”

La vinculación del BDS con el vergonzoso antisemitismo de su país hacia los refugiados hace década pudo haber sido un golpe magistral por parte de sus redactores de discursos pro-israelíes. Sin embargo, el intercambio del odio histórico hacia los judíos por el odio moderno hacia los palestinos demuestra que Canadá no ha aprendido nada de su sórdido pasado.

Sin duda, Trudeau y su gobierno serán juzgados por las futuras generaciones, al igual que sus predecesores fueron juzgados por sus antiguos pecados, por elegir, a pesar del paso del tiempo, estar en el lado equivocado de la historia.

Ramzy Baroud

Original: The real face of Justin Trudeau:
Are Palestinians Canada’s new Jews?

Traducciones disponibles: Italiano 

Fuente: Tlaxcala, 20 de diciembre de 2018