Arts and Crafts

«William Morris & Co» ha sido una de las exposiciones más visitadas en España durante la primera mitad de 2018. En realidad un auto-homenaje a la deriva reaccionaria, aunque anticapitalista, de la pequeña burguesía europea. ¿Qué puede aprenderse e incluso «rescatarse» del «Arts and Crafts»?

En la primera mitad del año, una de las exposiciones «con mensaje» más visitadas en España ha sido «William Morris y las Arts and Crafts en Gran Bretaña», expuesta en la «Fundación Juan March» en Madrid y en el «Museu d’Art Contemporani de Catalunya» en Barcelona.

William Morris

Difícilmente se podría elegir un ejemplo que permitiera un trato más amable de ese anticapitalismo reaccionario, feudalizante, de la pequeña burguesía que ahora vuelve a ser tan tremendamente actual. Aunque se programen con bastante antelación y su mensaje no suela ser tan claro ni potente como el de informativos o series en periódicos y televisiones, las exposiciones y muestras de los museos nunca son inocentes. Responden a lineamientos ideológicos que se proponen como consensos estéticos, como analogías e inspiración para un público que aspira a su vez a «prescribir» comportamientos y actitudes. Los museos y salas de exposiciones son, abiertamente, los templos y capillas de la pequeña burguesía intelectual. Cuando uno aterriza en ellos el sermón están tan garantizado como el lenguaje litúrgico.

«Hylas and the Nymph», William Waterhouse

«Art & Crafts» nace del encuentro de Ruskin y Morris en su común rechazo estético y filosófico del capitalismo industrial que según ellos estaba destruyendo Inglaterra. En palabras de Ruskin:

una vez que [Gran Bretaña] intercambió la fe en Dios por la fe en el oro, se apartó del camino de la vida, abrazando el de la muerte.

John Everett Millais, «Ofelia».

El punto de encuentro entre ambos será la Hermandad Prerafaelita, una asociación de pintores y poetas inspirada, apoyada e incluso patrocinada por Ruskin. No duró mucho como grupo pero su influencia fue considerable. Como el crítico, pensaban que el arte de la época adolecía de un exceso de artificiosidad y ostentación manierista vacía de significado establecida como canon a partir de Rafael, por lo que era necesario volver a la sinceridad, espontaneidad y luminosidad de los pintores anteriores al «Renacimiento italiano» que, con acierto, identificaban como la primera expresión franca de los valores burgueses. A través de temas religiosos, mitológicos o leyendas medievales, Millais, Rossetti, Holman Hunt y sus seguidores promulgaron el detallismo, la autenticidad y la naturalidad de los primitivos italianos del Trecento y el Quattroccento. El resultado, inevitablemente ñoño hoy, era una mezcla de ingenuidad y colorismo luminoso que obtenían añadiendo con mucha paciencia una capa de pintura blanca después de terminar el cuadro, en contraposición al uso del betún común hasta el momento.

Su rechazo, como se ve en la invocación a la fe religiosa, mira hacia atrás, hacia la reivindicación del pasado pre-capitalista. Morris escribirá «Noticias de ninguna parte», una idealización y generalización del mundo artesano inglés que ya ni siquiera puede presentarse como utopía: toma la forma de una ensoñación que se desarrolla en las mismas calles y canales en los que vive el autor. Morris, como Ruskin, no espera que el viejo orden sea rescatado por una aristocracia ya completamente aburguesada y no es capaz de pensar en otras fuerzas para una «marcha atrás» en la Historia, en ese sentido es utópico. Pero tampoco cabe estrictamente en la caja de lo que el Manifiesto había llamado casi 40 años antes, «socialismo feudal» porque su «contrarrevolución» será puramente un asunto de decoración de interiores. Batallará sin descanso por un cambio de las apariencias, de los entornos, de la estética. No solo en la arquitectura o la pintura, sino en todas las artes y oficios, para así recuperar la vieja moral «a través de la belleza en cada uno de los hogares»… de la pequeña burguesía inglesa.

Edición medievalizante de «Noticias de ninguna parte» por la editorial de Morris.

Estampado de Morris & Co

Fue un buen enfoque de mercado en un momento de pujanza económica, en el que la pequeña burguesía desarrolla una «ritualidad social» propia y necesitada de objetos significativos: la sopera para el primer plato, la salsera para el segundo, la copa de jerez para el aperitivo o de Oporto para el postre. Papeles de pared o tapizados con estampados diferentes para los distintos espacios y sus diferentes usos. Los juegos de té y platos para galletas y bollitos de mermelada. Si la nueva era permitía un aumento del consumo, propiciado por unas ceremonias plagadas de pequeños fetiches, estos debían ser hermosos, evocadores y -muy importante- hechos a mano. La vuelta a la autenticidad del artesano medieval que meditaba y daba significado a cada detalle salvaría el alma de la Gran Bretaña descarriada por la producción en serie e inundada de feas teteras marrones para obreros. La pequeña burguesía, precaria bajo el capitalismo, encontraría por fin un lugar en la sociedad burguesa como guardiana de las esencias medievales a través de una cultura diferenciada y un consumo inasequible para los asalariados.

la denominación «la Edad oscura» asignada a la época medieval, es, en lo que respecta al arte, totalmente inaplicable. Ésta fue, por el contrario, una edad luminosa, mientras que la nuestra es la oscura… Construimos muros de ladrillo marrones y llevamos abrigos marrones… Sin embargo, también existe en nuestro propio temperamento alguna razón para este cambio. En general, la nuestra es una época más triste que las anteriores, no triste de un modo noble y profundo, sino de un modo mortecinamente agotado, el modo del aburrimiento, del intelecto cansado y del desasosiego del alma y del cuerpo

John Ruskin

Así fue como, entre Ofelias y beatas prerrafaelitas, William Morris, seguidor de la Hermandad Pre-rafaelita, artista plástico, escritor, impresor, tipógrafo y activista político, pasó a convertirse en fundador del movimiento Arts & Crafts («Artes y oficios»). Todo un movimiento, porque el propio Morris fundó la Sociedad de Protección de Edificios Antiguos, la Liga Socialista; la editorial de lujo Kelmscott Press; y la empresa de arquitectura y diseño industrial Morris, Marshall, Faulkner & Co (más tarde solo Morris & Co) con Rossetti, Madox Brown, Burne-Jones, Philip Webb, Charles Faulkner y P.P. Marshall. La empresa de Morris se dedicó a diseñar y fabricar todo tipo de objetos para el hogar: muebles, tejidos, papel de pared, cerámica y vidrieras para lámparas, puertas y ventanas. Pero su gran obra fue la casa del propio Morris, la «Red House» en Bexleyheath, un diseño integral de la compañía, desde los planos a las plantas del jardín pasando por las vidrieras de las ventanas. Es esta empresa la que se celebra con la exposición.

¿Hay algo salvable en el «Arts and Crafts»?

Puerta principal de la «Red House» de Morris vista desde el interior.

Cuando hoy leemos «Noticias de ninguna parte», la demonización de la máquina y la idealización de la vida agrícola no pueden resultarnos sino repugnantes, especialmente teniendo en cuenta la situación de la clase obrera en 1890 y el lugar del que había surgido. El capitalismo, entonces ascendente, está liberando las fuerzas productivas y alimentando por primera vez las necesidades de millones de trabajadores que, gracias a las productividades crecientes desarrolladas por la acumulación de capital en forma de máquinas, consiguen acceder a viviendas y dietas un poco más decentes y poder comprar, con esfuerzo, sus propios periódicos, jabón, modestas y feas vajillas de loza y algunos vasos fabricados en serie… Todo ese monstruo colosal, que entonces avanza con el viento a favor de la Historia, le parece a Morris y sus amigos estar destruyendo la cultura y el sentido de la vida. Incapaz de enfrentarlo, se plantea redecorar los ambientes de esa pequeña burguesía que mira con un mohín a los obreros y teme ser absorbida en la masa asalariada.

Tapizado de Morris & Co

La pequeña burguesía a la deriva de hoy no puede sino sentirse identificada con el «Arts & Crafts». De hecho el revival actual, jaleado por exposiciones y artículos, solo puede corroborar la absoluta falta de originalidad de sus expresiones contemporáneas. El mensaje de Morris sigue intacto: superioridad de la artesanía y de las tecnologías de bajísima productividad, ahora disfrazadas como «ecológicas» o «sostenibles» cuando son solamente ineficientes; desconfianza frente a la ciencia y el conocimiento… Y a partir de ahí, eco-socialismo reaccionario basado en la multiplicación de la escasez, la consecuente reducción masiva de la población y la exaltación de una Naturaleza estática y falsamente humanizada. En otras palabras: la sensibilidad moral del sátrapa, conjugada el victimismo del tendero y la impotencia política del utopista. Y en la práctica: diseños bonitos, tirando a ñoños en cuanto pasan de maestros a epígonos, a precios no asequibles.

Los descendientes actuales de Morris, los «eco-socialistas», los defensores del «decrecimiento», etc. comparten su insensibilidad moral y su rechazo a una perspectiva de abundancia, el comunismo.

Y sin embargo, como en casi todas las añoranzas idealizadas del pre-capitalismo que la pequeña burguesía fabrica regularmente, entonces y ahora, hay algunas cosas que podemos aprender y a cierto punto «rescatar».

Walter Crane. «A garland for the May day»

1 La idea de que el tapizado del sofá tenga un sentido moral, solo parece ridícula al capitalismo. Como dice el Manifiesto, la mercantilización y la toma del poder por la burguesía «ha destruido las relaciones feudales, patriarcales, idílicas». Desde luego no se trata de recuperarlas para refocilarse en la escasez pre-industrial y devolver «su aureola a todas las profesiones que hasta entonces se tenían por venerables y dignas de piadoso respeto». Pero, lo que queda adelante, el comunismo, no se basa solo en una producción guiada o sometida a las necesidades humanas, sino en un sistema productivo capaz de satisfacer todas las necesidades humanas. La desaparición de la explotación le confiere un profundo sentido moral. De hecho será el primer modo de producción realmente moral al estar basado en la abundancia y no en la escasez. La moral comunista dará por tanto sentido a cada persona y cada cosa por sí mismas y para cada uno de los demás. Dicho de otro modo, con la desaparición del valor de cambio, las personas y sus productos dejarán de ser medios para ser fines en sí mismos. La orientación de la producción por los trabajadores hacia el comunismo impregnará al conjunto social, a esa sociedad en la que clases y estado se extinguirán a medida que se desmercantilicen producción y vida, de una nueva moral que de manifestará en cada cual y se proyectará a través también de cada producto, de cada cosa creada en abundancia.

La moral comunista da sentido a cada persona y cada cosa por sí mismas y para cada uno de los demás. Con la desaparición del valor de cambio, las personas y sus productos dejarán de ser medios para ser fines en sí mismos.

Walter Crane «The cause of the Labour is the hope of the World».

2 No todo el «Arts and Crafts» se movió siempre en los estrechos marcos del socialismo pequeñoburgués de Morris. Walter Crane, seguramente el mejor ilustrador de la época victoriana, se incorporó al movimiento encandilado por su discurso anticapitalista, pero pronto empezó a poner en duda sus teorías estéticas y a partir de ellas sus consecuencias políticas. De la idea ruskiniana de la Naturaleza como modelo a imitar por el Arte, pasará a entender a este como una forma de trabajo -transformación de la Naturaleza- inseparable de la vida y el desarrollo humano.

Convertido en militante y cartelista de la II Internacional en Gran Bretaña desde 1884, sus «Cartoons for the Cause» (1886-1896) fueron reproducidos y utilizados por todo el socialismo europeo. Entendió con claridad a Marx y a Engels recogiendo de éstos la idea de que en el socialismo «las energías de la humanidad se concentrarán en perfeccionar las condiciones de la vida humana misma, en aumentar sus recursos placenteros y en cultivar las facultades estéticas». Por eso fue capaz de ver que la desmercantilización de toda la sociedad era la única posibilidad de la cacareada «liberación del arte», liberación frente al mercado pero también frente a la división social del trabajo que crea a los artistas como una categoría social especial y separada.

[La especialización fruto de la competencia] es un estado de cosas artificial, y ha producido tal artificiosidad en el ambiente artístico, que el Arte ha llegado a ser considerado -bajo un sistema que mide todas las cosas por un estándar monetario y de acuerdo a su valor comercial- como un lujo para los acomodados, en lugar de como la herencia común y la alegría de la humanidad. Sin embargo, si consideramos en qué medida la cuestión del Arte entra en la vida humana -en realidad, casi podría decirse- en todas las esferas de la actividad humana, de una forma u otra, ya que no hay trabajo que no reconozca el ejercicio de algún tipo de habilidad mental o manual, o de ambas, podemos considerar razonablemente que el Arte, en su dimensión social, y conectado, como está, con los oficios de la vida común, es una necesidad. (…)

Un artista es, ante todo, un hombre o una mujer, y no una función especializada. En cuantos más ámbitos se desarrolle, más simpatía tendrá un artista por la vida y por el trabajo, y seguramente mejor será su arte. Una formación general como ciudadano útil debería al menos preceder a la especialización en cualquier rama del arte. Con el ocio enormemente aumentado que maximizaría cualquier comunidad bajo el socialismo (…) cada uno tendrá un gran margen de tiempo libre que podría ser gastado en la búsqueda del Arte, al menos por cualquiera que desarrollara el talento y el gusto en esa dirección.

El comunismo como sociedad abundante y desmercantilizada, acaba con la división social del trabajo: no solo desaparecerán los «artistas» como categoría social, el trabajo y el arte se fundirán en el hacer y el desarrollo de cada uno

Fuente: Nuevo curso