Italia: la revolución bolivariana y la Flotilla de la Libertad

«Tenemos una actitud inclusiva y abierta, la lucha debe crecer porque este partido es global, y concierne a la humanidad entera, pero ninguna ambigüedad sobre la naturaleza del genocidio y sobre el modelo capitalista que lo determina en su ferocidad colonial»

En el puerto de Otranto, la bandera de Venezuela ondea junto a las palestinas. Un joven se sube al mástil del barco Ghassan Kanafani, dedicado a uno de los escritores palestinos más importantes del siglo pasado, periodista y político, asesinado en Beirut por una bomba colocada en su coche por el Mossad, el 8 de julio de 1972. Era una figura importante del Frente Popular para la Liberación de Palestina. Ahora la bandera de Venezuela ondea al viento, junto a la de Palestina. Otros militantes suben a la cubierta, mandan un saludo con el puño cerrado en video para la campaña «Venezuela es una esperanza, no una amenaza», y gritan fuerte: «¡Yo me alisto con Maduro, gringos go home!», y «Palestina-Venezuela, una sola bandera».

Desde la ciudad apuliana del Salento, situada en la costa adriática y considerada el punto más oriental de Italia, la Flotilla de la Libertad también se prepara para partir hacia Gaza. «Hay una tripulación marítima, pero también una terrestre, que está preparando el viaje y lo seguirá en todas sus fases», explica Schoukri Hroub, que aquí es el coordinador logístico para la Unión Democrática Árabe-Palestina (UDAP).

El grueso de los barcos, reunido en la Global Sumud Flotilla, ha zarpado rumbo a la martirizada ciudad de Palestina, cargado de ayuda para la población hambrienta y diezmada por un genocidio que nadie logra detener. Global, significa que la tripulación proviene de decenas de países, y «Sumud» es una palabra árabe que significa «resiliencia» y «firme perseverancia», para indicar la determinación de los activistas a no dejarse intimidar por las amenazas del criminal Netanyahu: que, sin embargo, se toman en serio, considerando la rienda suelta que le han dejado sus amos occidentales, al permitirle extender y multiplicar una ocupación con fines evidentes de limpieza étnica y exterminio, ahora llevada al clímax.

La «Sumud» ya ha recibido más de un dron de advertencia, y mientras escribimos ha sido atacada nuevamente. Algunos diputados de la izquierda institucional han ocupado simbólicamente el aula parlamentaria para pedir al gobierno de extrema derecha, gran patrocinador del régimen sionista, que garantice la seguridad de la flotilla en la que también se han embarcado diputados.

El ministro de Defensa italiano ha asegurado que ha enviado un barco de rescate, pero las condiciones obligan a los activistas a abandonar la ayuda en otras manos. Ya Netanyahu había pedido a los navegantes que entregaran la ayuda en aquellas mano ensangrentadas de sus fuerzas armadas que, ha declarado sin un mínimo de vergüenza, de seguro la entregarían a los palestinos. Propuesta rechazada por los activistas, unidos en esto a pesar de la multiplicidad de sus pertenencias.

Dada la situación, también en el puerto de Otranto, la atmósfera es jovial, pero concentrada. La Flotilla de la Libertad tiene una experiencia política ya probada en el intento de romper el bloqueo naval en Gaza. Schoukri recuerda el precio pagado el 31 de mayo de 2010. Entonces, las fuerzas especiales sionistas atacaron el barco de pasajeros turco, Mavi Marmara, que formaba parte del convoy, en aguas internacionales. La operación, que se desencadenó a unos 120 km de la costa israelí, causó la muerte de nueve activistas y decenas de heridos, provocando una fuerte reacción internacional y llevando a una crisis diplomática entre Turquía e Israel.

En Otranto, la Flotilla de la Libertad está recibiendo el apoyo de los diferentes componentes territoriales, y de las autoridades, eclesiásticas y políticas, que han participado en las jornadas de encuentros, información y debates en preparación de la partida, con actitudes más matizadas y acentos humanitarios.

«Tenemos una actitud inclusiva y abierta, la lucha debe crecer porque este partido es global, y concierne a la humanidad entera, pero ninguna ambigüedad sobre la naturaleza del genocidio y sobre el modelo capitalista que lo determina en su ferocidad colonial», dice Boris Tremolizzo, uno de los coordinadores.

Por ello, en los dos debates centrales, el comité organizador se empeñó en invitar, además de a los sujetos que luchan por la defensa del territorio –campesinos, pescadores, precarios, estudiantes, obreros, feministas y ambientalistas– también a representantes de Cuba y Nicaragua (en ese momento ocupados en otras actividades), y sobre todo de Venezuela, bajo ataque del imperialismo estadounidense, que ha enviado a las costas del Caribe una flota de carácter opuesto a la de la flotilla de paz, que denuncia el genocidio de Gaza.

En representación de la embajadora Marilyn Di Luca, en los dos debates – «El hambre como arma de guerra y herramienta de dominio»; y «De Palestina, a Venezuela, a África, la guerra del imperialismo no se detiene» – participó Estalina Báez, Primera Secretaria de la misión diplomática venezolana ante la FAO, que recibió una gran acogida.

Junto con algunos médicos palestinos, en conexión remota, Estalina expuso con precisión datos, iniciativas y denuncias internacionales presentadas por Venezuela para acompañar las acciones de paz emprendidas por el presidente Maduro y el gobierno bolivariano frente a la agresión imperialista de Donald Trump y Marco Rubio.

Mostró la decidida adhesión popular a la defensa de la soberanía de Venezuela, que ha involucrado a todos los sectores sociales: desde los pescadores, a los campesinos, desde los obreros, a los jóvenes, y con las mujeres productoras siempre en primera fila. Sujetos que ven amenazada su propia supervivencia y su trabajo, como ha sucedido a los pescadores, tomados como blanco por los buques de guerra con el pretexto de la lucha contra el narcotráfico.

Trump –dijo– bombardea las barcas pesqueras sin previo aviso, por lo que muchos tienen miedo de salir al mar, y esto ha comprometido sus normales actividades de pesca, su economía, y podría incluso amenazar la soberanía alimentaria del país, impidiéndoles procurarse comida. De nuevo –añadió– el imperialismo vuelve a usar la alimentación como arma de guerra contra la revolución bolivariana.

El mismo mecanismo criminal en acto contra la población de Gaza, a la que el ocupante le impide procurarse comida en sus propias costas, haciéndolos blanco de sus fusiles. ¿Qué diría –se preguntó a los presentes– un pescador de estas costas en señal de solidaridad con los pescadores venezolanos, bajo ataque como los de Gaza? Desde el público, los comités territoriales, respondieron sin dudar: ¡Gringos go home! Y, por la noche, en una reunión de campesinos y ambientalistas con la representante diplomática venezolana, dieron su disponibilidad para involucrar en esta lucha a los pescadores de las otras costas, y a organizar hermanamientos con las comunas y los pescadores venezolanos.

«Siempre defenderemos la soberanía de Venezuela –dijo de nuevo Schoukri Hroub–, recordando cómo la libertad de Palestina siempre ha estado presente y la solidaridad siempre activa, tanto a nivel internacional como popular, de Chávez a Maduro».

Venezuela es una esperanza, no una amenaza. Pero para el imperialismo estadounidense y para los hipócritas gobiernos europeos que lo apoyan, la verdadera amenaza es la del ejemplo, a ser sepultado bajo un velo de mentiras con la complicidad de los medios hegemónicos que han avalado la fake news del presunto Cártel de los Soles, inicialmente para calumniar al capitán Diosdado Cabello, y luego al presidente Maduro.

La amenaza que representa el socialismo bolivariano es la de haber iniciado un modelo alternativo al capitalista dominante gracias al cual Venezuela había logrado alcanzar los primeros objetivos del milenio de la FAO en la mitad del tiempo, y por ello se ha intentado bloquearlo y asfixiarlo por todos los medios.

Por ello, como sucede en Gaza, el imperialismo usa el hambre y la alimentación como arma de guerra. Pero sin éxito, porque, así como se resiste en Palestina, a pesar de agresiones y “sanciones”, Venezuela siempre ha respondido con creatividad, empezando por la institución de los Clap, los Comités Locales de Abastecimiento y Producción, que son también instrumentos de autoorganización social.

Y hoy el país produce el 90% de lo que consume, y los datos del crecimiento económico, ilustrados en estos días por la vicepresidenta ejecutiva, Delcy Rodríguez, son aún más prometedores. Una afrenta insoportable para un imperialismo que está haciendo pedazos el derecho internacional, como vemos con el genocidio en Palestina, pero que así ha despertado la conciencia de los pueblos.

Geraldina Colotti, Resumen Latinoamericano, 24 de septiembre de 2025

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