El “Corolario Trump” está en marcha

Una América Latina desunida, sin la fuerza que alcanzaron durante los primeros lustros del siglo XXI los gobiernos progresistas, va a tener que afrontar el agresivo neomonroísmo de la era Trump. México y Brasil, con gobiernos progresistas y como grandes países pueden jugar en ello un papel de vanguardia, mientras los actuales gobiernos en Argentina y Ecuador están a la vanguardia del alineamiento con Trump.

La historia del monroísmo contribuye a comprender las dimensiones de su actualidad. En efecto, podemos señalar cinco momentos en su desarrollo. El primero corresponde a lo que podemos denominar americanismo imperfecto entre 1823 y 1898, es decir prácticamente durante el siglo XIX. Después de la independencia de los Estados Unidos (1776) las independencias de América Latina, iniciadas con Haití en 1804, fueron procesos generalizados desde 1809 (Chuquisaca, La Paz y Quito), que concluyeron durante la década de 1820.

Bajo ese contexto, el 2 de diciembre de 1823 el presidente James Monroe presentó ante el Congreso la política exterior en materia hemisférica, que proclamó la idea “América es para los americanos”, que tuvo el propósito de frenar cualquier intento europeo por restaurar el coloniaje en el continente americano. Sin embargo, ese “americanismo” no impidió una serie de incursiones europeas en distintos países latinoamericanos y tampoco las intervenciones de los propios EE.UU. Por eso, el Congreso de naciones americanas de 1896 realizado en México (su promotor fue el ecuatoriano Eloy Alfaro) y que solo logró la participación de ocho países (el boicot provino de los EE.UU.) concluyó con un contundente documento que cuestionó la aplicación unilateral de la “Doctrina Monroe” y la necesidad de sujetarla a un verdadero derecho público americano.

El segundo momento fue fijado por el “Corolario Roosevelt” y caracterizó al monroísmo expansivo, entre 1898 y 1945. Precisamente a raíz de las independencias de Cuba y Puerto Rico, con la guerra Hispano-Cubana de por medio y el ascenso de los EE.UU. a la era imperialista, el presidente Theodore Roosevelt (1901-1909) utilizó el monroísmo para sostener el “derecho” de EE.UU. para intervenir, con un “gran garrote”, en cualquier país con el fin de garantizar la seguridad estadounidense, la “democracia” continental y los intereses norteamericanos. Se inició así una agresiva época de intervenciones directas sobre todo en Centroamérica y el Caribe, que solo se alivió con la política del “Buen vecino” impulsada por el presidente Franklin D. Roosevelt (1933-1945).

Pero enseguida se desplegó el tercer momento, expresado por el monroísmo de la Guerra Fría, entre 1945 y 1990.

El Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR, 1947) en la esfera militar y la OEA (1948) en la diplomática, pasaron a ser los instrumentos del “americanismo” destinado a desalojar e impedir el “comunismo” en el continente. La Revolución cubana (1959), así como despertó esperanzas transformadoras en América Latina, igualmente sirvió como pretexto para justificar el macartismo, que condujo a golpes de Estado militares construidos con intervención de la CIA y que en el Cono Sur definieron una línea sangrienta de violaciones a los derechos humanos y crímenes de lesa humanidad.

El derrumbe del socialismo en la URSS y Europa del Este afirmó la hegemonía mundial y unipolar de los EE.UU., el auge de la globalización y la imposición del neoliberalismo en América Latina a través del FMI y el Consenso de Washington. El triunfo de Occidente y la primacía mundial de los EE.UU. durante la última década del siglo XX aflojó el monroísmo anticomunista.

Si bien el desarrollismo de las décadas de 1960 y 1970 posibilitó un adelanto latinoamericano inédito, las dos décadas finales del siglo XX afirmaron la modernización dependiente y economías empresariales incapaces de provocar el bienestar social. Pero, al mismo tiempo, crecieron las relaciones económicas de América Latina con Rusia, China y otros países distintos a los de la órbita tradicional concentrada en los EE.UU. y Europa. En tales condiciones, coincidiendo con el ingreso al siglo XXI, se produjo la “marea rosa” con diversos gobiernos progresistas que abandonaron la vía neoliberal para sentar las bases de economías sociales del bienestar.

Además, esos gobiernos coordinaron acciones para garantizar los intereses de la región frente a las políticas imperialistas. De modo que el latinoamericanismo progresista determinó el cuarto momento del americanismo caracterizado por la crisis relativa del monroísmo, entre 1999 y 2024, expresado, por un lado, en el creciente fracaso de las Cumbres de las Américas y, por otro, la formación de nuevas entidades como ALBA y, sobre todo, CELAC, que cuestionaron los roles históricos de la OEA. Fue la firme posición latinoamericanista la que provocó el acercamiento entre EE.UU. y Cuba durante el Gobierno de Barack Obama (2009-2017).

Los síntomas del cambio aparecieron con el primer Gobierno de Donald Trump (2017-2021) quien delineó el interés por retornar al viejo monroísmo del “gran garrote”, interrumpido levemente por el sucesor Joe Biden (2021-2025), incapaz de comprender el evidente desarrollo del mundo multipolar en ascenso, por el auge de Rusia, China, los BRICS y un “Tercer Mundo” igualmente conectado con políticas e ideales anticoloniales, antimperialistas y con nuevas relaciones económicas mundiales.

De modo que el segundo gobierno de Donald Trump (2025-2029) ha iniciado el quinto momento del americanismo al que podemos definir como neomonroísmo del siglo XXI. De hecho, el reciente documento “National Security Strategy of the United States of America” (November 2025), explícitamente instaura el “Corolario Trump”, dando continuidad al predecesor “Corolario Roosevelt”. Deja en claro que el hemisferio occidental es “prioridad estratégica absoluta”, interesando estabilizar la región, asegurar gobiernos “dóciles” o alineados, prevenir migraciones masivas hacia EE.UU., combatir narcotráfico, crimen organizado, narcoterrorismo, tráfico de personas, espionaje o influencia extranjera. Y destaca: “Reafirmaremos y haremos cumplir la Doctrina Monroe para restaurar la preeminencia estadounidense en el hemisferio occidental, y para proteger nuestra patria y nuestro acceso a geografías claves en toda la región”.

Hasta hoy, en la experiencia práctica, las reglas internacionales dejan de importar, la institucionalidad creada en la segunda postguerra igual. Para América Latina este giro internacional se ha traducido en la persecución y expulsión de inmigrantes, acuerdos militares revestidos de apoyo a la seguridad contra el narcotráfico y el crimen organizado, presiones contra los gobiernos progresistas, el cerco militar en el Caribe para preparar una posible intervención en Venezuela y con amenazas sobre Colombia y cualquier otro país que reaccione.

Trump y otras autoridades de gobierno han sido explícitos en recalcar que China es el primer “enemigo” a derrotar, seguido por Rusia y los BRICS, pues representan intereses “ajenos” al continente. Bajo esta ideología, lo que les interesa es que los países latinoamericanos dejen de tener relaciones económicas con esos “enemigos”.

Una América Latina desunida, sin la fuerza que alcanzaron durante los primeros lustros del siglo XXI los gobiernos progresistas, va a tener que afrontar el agresivo neomonroísmo de la era Trump. México y Brasil, con gobiernos progresistas y como grandes países pueden jugar en ello un papel de vanguardia, mientras los actuales gobiernos en Argentina y Ecuador están a la vanguardia del alineamiento con Trump. Y si se produce la intervención militar en Venezuela, se habrá destapado un proceso de larga resistencia y conflictividad que inevitablemente involucrará a Suramérica y alterará el campo de los enfrentamientos internos de cada país entre élites que pretenden consagrar su dominio y las poblaciones nacionales afectadas con el perverso sistema de la libertad económica fundamentada en la hegemonía de la empresa privada a costa de la soberanía, el progreso y los derechos sociales, laborales y ambientales.

Juan J. Paz y Miño Cepeda para La Pluma. Ecuador 8 de diciembre de 2025

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por Blog Historia y presente/Cronicón

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