El 24 de septiembre, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, pronunció un discurso en la 80ª Asamblea General de las Naciones Unidas, que marcó un antes y un después en la historia de las intervenciones de los presidentes colombianos ante dicho foro mundial.
Esta intervención se produce en un contexto de dura disputa geopolítica entre grandes bloques de poder: la lucha por un nuevo orden mundial, donde la soberanía de las naciones más débiles —la mayoría del Sur global— está permanentemente expuesta a ser invadida y sometida a los intereses geoestratégicos del imperialismo. Este es el caso concreto de Colombia y Venezuela, los dos países que nos ocupan principalmente en este artículo.
En esta lucha global, la humanidad asiste al enfrentamiento entre el viejo orden unipolar, representado por Estados Unidos, la Unión Europea y la OTAN; y un nuevo orden multipolar, encabezado por China, Rusia, India, Brasil (BRICS, creado en 2006), entre otras naciones.
Por un lado, el viejo orden global lucha por sostener su ineficiente modelo económico capitalista neoliberal, su gobernanza neocolonial y su sistema de intercambio comercial ventajoso, basado en la presión, el chantaje (aranceles), la amenaza (invasión a Venezuela bajo la falacia de que su presidente es “jefe” del narcotráfico, con la intención real de apropiarse de su riqueza petrolera) y las sanciones.
Por otro lado, emerge un nuevo orden mundial que apuesta por tratados multilaterales, nuevas reglas de gobernanza global y un mundo con varios centros de poder legítimos, basado en el diálogo como único camino hacia la paz global.
El choque entre estas visiones tiene a la humanidad al borde de una tercera guerra mundial, agravada por las contradicciones expuestas y el potencial nuclear de las potencias.
Asistimos al reemplazo del libre comercio por un modelo proteccionista, con altas tasas arancelarias, que prioriza la producción nacional y la reindustrialización.
El genocidio contra el pueblo palestino —denunciado masivamente en el mundo— es una prueba irrefutable de la violación de los tratados y normas internacionales que regulan los conflictos.
En su discurso, calificado de histórico, el presidente Petro llevó al más alto nivel la defensa de la dignidad nacional. Denunció sin ambages el genocidio en Gaza con la complicidad de Estados Unidos y la OTAN; abordó la crisis climática, la soberanía de las naciones y la fracasada “guerra contra las drogas” impuesta por EE.UU. a Colombia y América Latina durante las últimas siete décadas.
Sin embargo, el presidente Petro se equivoca al afirmar que apoya al pueblo venezolano ante la amenaza de invasión, pero no al presidente Nicolás Maduro ni al gobierno bolivariano, por considerar que no son legítimos al no mostrar las actas de las elecciones de julio de 2024.
Esta postura coincide con la de Gabriel Boric y Luiz Inácio Lula da Silva, Gustavo Petro cae en la misma trampa de las “actas electorales” que la oposición venezolana nunca ha podido probar.
No es posible separar la legitimidad del gobierno bolivariano del apoyo popular que desde 1998, con la victoria de Hugo Chávez, derrotó por primera vez en la historia republicana a la oligarquía venezolana. El gobierno de Nicolás Maduro es el heredero legítimo de esa gesta, que ha resistido bloqueos, sanciones y guerra mediática (cognitiva) con unidad y sacrificio.
Poco se ha avanzado, sin embargo, en la construcción de un frente antimperialista de los pueblos y naciones, hoy más urgente que nunca ante los crímenes de lesa humanidad que comete Donald Trump al ordenar bombardear lanchas con pescadores en el Caribe.
Como dijo Hugo Chávez en la Cumbre de las Américas de 2009:
“Ya no somos patio trasero… Ni pretenda nadie más nunca que seamos patio trasero, que seamos colonia de nadie. Somos pueblos libres”.
“No podemos seguir siendo patio trasero de nadie. Nuestra soberanía es la de nuestros pueblos, no la de imperios”.
Ante la amenaza de invasión, destrucción y sometimiento con el objetivo de saquear las riquezas naturales, es imperativo recuperar plenamente la soberanía nacional. Esto pasa por expulsar las tropas extranjeras y recuperar las bases militares.
En el orden interno, la Asamblea Nacional Constituyente, la movilización y organización popular son tareas urgentes en Colombia. A nivel regional, la conformación de un bloque antimperialista, es la prioridad de las naciones libres de Américalatina.
¡NO SEREMOS PATIO TRASERO DE NADIE!