Vamos a empezar con un fragmento del filme Por mis pistolas, protagonizado por el genial Cantinflas, en el que el comediante atraviesa la frontera para entrar a Estados Unidos por Arizona. Va a caballo, acompañado por el burrito Fierabrás. Es toda una burla a la gringada. El guardia yanqui, que ha extraviado la llave, no puede abrir la puerta fronteriza, pero Cantinflas, con una ganzúa mexicana “para abrir fronteras”, pasa al otro lado, sin inmutarse ni siquiera ante la advertencia de “cuidado con los apaches”.
Y continuemos con un filme a la colombiana, Visa USA, de 1986, dirigido por Lisandro Duque. Todavía está vivo el “sueño americano” (que para muchos fue una pesadilla) y el protagonista, tras varias peripecias, es humillado por el cónsul gringo en Cali y no obtiene la visa. “Gringo hijueputa me hizo sentir como una mierda”, dice a un amigo tras la negación perentoria.

Cantinflas, que sigue con su burro y montado a caballo ya en tierra estadounidense, podría evocar, aunque la comparación puede ser dislocada, a Pancho Villa, el único que, con su tropa libertaria, pudo invadir a Estados Unidos. Sucedió el 9 de marzo de 1916, cuando, con un destacamento de quinientos hombres, atacó a Columbus, pueblo de Nuevo México; saqueó tiendas, quemó edificaciones y volvió trizas a la guarnición militar yanqui.
Estos preliminares vienen al caso, por qué no, para referirnos a la reciente medida del gobierno del “Pato Donald” de revocar la visa al presidente Gustavo Petro. La medida, que da cuenta de la prepotencia imperial, de agitar el látigo cuando le da la gana, recordó de inmediato aquellos tiempos cuando a Ernesto Samper lo despojaron de la visa, en plena época del Proceso 8.000, de los “dineros calientes” de los mafiosos Rodríguez Orejuela en la campaña electoral. El entonces presidente dijo: “No necesito visa para ir a Chaparral”.
Qué curioso. Petro, tras enterarse de la decisión del régimen de Trump y su banda, dijo algo similar. Que no la requería para llegar a Ibagué. La participación del presidente colombiano en una manifestación en Nueva York a favor de Palestina y contra el genocidio israelí, apoyado por Washington, propició la vindicta estadounidense. “La humanidad pide que cese el crimen contra la humanidad en Gaza, los israelíes han vivido un hecho de terror contra su juventud en un concierto, y hubo muertos que no debieron ser. Pero la respuesta no debe ser un crimen contra la humanidad. No podemos permitir que asesinen bebés en Gaza”, escribió Petro.
La medida gringa pone de nuevo sobre la empantanada alfombra política la actitud de gendarme del mundo de Trump, que —valga recordarlo— desea, tras su gestión genocida, convertir a Gaza en una “Riviera” turística. Para el efecto, promoverán, después de la hecatombe, la “reconstrucción” de la Franja, mediante la participación de transnacionales, como sucedió, por ejemplo, en Irak. A la par del gobierno de Israel, Estados Unidos está perpetrando un exterminio contra el pueblo palestino.
A propósito del llamado que Petro hizo a la soldadesca estadounidense para que detenga su barbarie en Palestina, volvieron a resonar viejas canciones y poemas. Por ejemplo, aquella de Paco Ibáñez, referida al asesinato del Che Guevara en Bolivia: “Soldadito de Bolivia, soldadito boliviano / armado vas de tu rifle, que es un rifle americano…”. Y resonaron versos de Nicolás Guillén: “No sé por qué piensas tú / soldado, que te odio yo / si somos la misma cosa / yo, tú…”.
Estados Unidos ha utilizado, entre tantos otros métodos de chantaje y retaliación, la cancelación de visas. Sucedió, por ejemplo, con el expresidente de Costa Rica Óscar Arias, por sus cuestionamientos a Trump. El presidente palestino Mahmoud Abbas y cerca de 80 miembros de la Autoridad Palestina supieron de la revocatoria de sus visas, preciso cuando iban a participar en la reciente Asamblea General de la ONU en Nueva York. Por supuesto, esta medida coercitiva se interpretó como apoyo yanqui a Israel.
En la mencionada película colombiana, se relata cómo a un tal Boris le negaron la visa USA, por sospechas de ser comunista, solo porque tenía un nombre de origen ruso… Como una suerte de representación del macartismo. En la de Cantinflas, ir con un burrito de nombre Fierabrás también tiene un sentido interesante, conectado, como se sabe, con Don Quijote de la Mancha.
Este gran personaje creó un brebaje, mezcla de aceite, vino, sal y romero para curar heridas. Se originó en las gestas y novelas de caballería medievales. Según don Quijote, con este bálsamo de maravillas “no hay que tener temor a la muerte, ni hay que pensar morir de herida alguna”. Y tal vez, en el caso del filme cantinflesco, bautizar al burrito como Fierabrás es todo un conjuro prodigioso para atravesar la frontera sin contratiempos. A lo mejor, esta pócima sirva para “neutralizar” al bandidesco y canallesco Donald Trump.
Reinaldo Spitaletta, Sombrero de Mago, El Espectador, 30-9-2025
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