El candidato más fuerte del progresismo para las presidenciales del 2026 es la doctora Carolina Corcho Mejía. Rostro indígena (embera-huitoto-paez), respiración consciente, voz empoderada, antítesis a flor de labio. Cada frase que pronuncia Carolina sale con fuerza argumental, convicción, pasión y carácter.
Carácter, sí, algo de lo que ha carecido este país de medianías, pusilanimidad y gregarismo. Esa virtud brota en los poros de su piel y en la ventisca de sus palabras. Y es de lo que más gusta al pueblo que la escucha y quiere contagiarse.
La doctora Corcho también es pedagogía, claridad conceptual, exposición lógica, demostración técnica dateada. Es, además, la candidata más blindada contra posibles ataques mediáticos que la asocien con actores señalados de violentos y oscuros. En los “conversatorios académicos” con la oposición, Carolina defiende con ímpetu al gobierno, pero anuncia sin tapujos que un nuevo gobierno debe ir más allá, profundizar las reformas, es decir imprimirle un mayor cariz popular al proyecto progresista.
Goza también de un poder comunicativo ágil, solvente y diáfano. Su discurso fluye como cauce de río, conecta fácilmente con la población, y si ésta es ribereña los ecos se multiplican. Quiere decir esto que Carolina interpreta acertadamente las necesidades y solicitudes del pueblo históricamente desamparado. A donde llega, la doctora Corcho despierta simpatías y apoyo popular. Su entereza y contundencia en el hablar ha abierto los corazones de los sectores más aporreados y excluidos como las mujeres, los jóvenes y los viejos. Logra tejer lazos de entendimiento desde su genuina sensibilidad social.
Enfrenta a la sediciosa y mentirosa oposición política con la verdad arrasadora. Desnuda a los opositores y los deja en ridículo al demostrarles su ignorancia, fanatismo y ordinariez ramplona. No retrocede en su incondicional lealtad al gobierno, siempre está denunciando la irracionalidad e insensatez con la que la oposición enceguecida ataca al presidente Petro.
Indudablemente, Carolina Corcho es la mejor opción del progresismo para la presidencia. Es mujer preparada con una vertiginosa trayectoria de estudios, activismo y dirección de organizaciones profesionales. Despliega una buena retórica, caracterizada por su energía y solidez; sintoniza con las bases sociales gracias a su carácter, lucidez política, conciencia de clase, experiencia administrativa, liderazgo, carisma, posturas antiimperialistas y anti genocidio sionista.
Quieren volver al gobierno quienes convirtieron a Colombia en un campo santo de fosas comunes. Están combinando todos los ardides, truculencias y conspiraciones para lograrlo. Catarata de difamaciones sobre el actual gobierno, viajes a Washington para pedir golpe de Estado, fragmentación del territorio nacional, acciones terroristas de la Junta del Narcotráfico, otras acciones por llegar.
El progresismo no puede guiarse por entusiastas cálculos políticos para contener el regreso de la “Seguridad Democrática Antiprogresista”. Debe jugársela toda con sus mejores cartas para las elecciones del 2026. Es una ilusión pensar que para el 2026 ponemos en presidencia a Iván Cepeda y guardamos para el 2030 el turno de Carolina Corcho. Tal cálculo puede dar al traste con lo logrado hasta ahora.
El momento histórico exige radicalizar los cambios iniciados por el gobierno de Gustavo Petro. Esa radicalización es el mejor tapón de contención contra las aspiraciones de la Delincuencia Política Organizada -DPO-. Ella se plasmaría en un programa de gobierno con propósitos sociales y de protección a la vida muy ambiciosos. Esa radicalización tendría tres componentes:
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- La profundización de las reformas sociales y económicas, reindustrialización y transición energética.
- La reformulación y avance dinámico de la Paz Total, la lucha contra la corrupción y la impunidad.
- La austeridad en gastos de funcionamiento, la reducción de congresistas y sus sueldos, la eliminación de entidades burocráticas corruptas.
El primer componente puede ser liderado por la doctora Corcho. El segundo y tercero por el jurista Cepeda. Ambos asumirían los grandes desafíos que tendría el progresismo durante la administración de la presidenta y el vicepresidente 2026-2030. Es necesario repartir esos enormes compromisos con la transformación de la historia colombiana. La presidencia no puede cargar en sus hombros con la magnitud que representan. Una de las razones de los pocos avances de la Paz Total radica en que el presidente Petro no pudo echarle el diente con suficiente entrega. Iván Cepeda podría abordar ese tema con conocimiento, propiedad y tiempos necesarios; además es de su cuerda e íntimo interés.
En el primer componente, son de importancia capital la reforma a la salud y la reforma agraria. El gobierno tendrá que ser muy creativo y audaz para lograrlas. Inclusive deberá sopesar la necesidad de hacerlas por decretos, Estado de Emergencia, Conmoción Interior, expropiación de tierras por vía administrativa. La pedagogía y el consenso con los usuarios de la salud y el campesinado son fundamentales. No es secundario buscar el apoyo ciudadano y un equipo jurídico para empezar a eliminar los peajes del pillaje. Brindar apoyo moral y ayuda efectiva a los jóvenes detenidos por el estallido social. Comprometerse a revisar drásticamente las tarifas de los servicios públicos. Lanzar ideas de cómo lograr una reindustrialización limpia e innovadora. Cómo fortalecer el movimiento artístico y la prensa alternativa. Qué se podría hacer respeto a los onerosos impuestos prediales que están expulsando y gentrificando habitantes de las ciudades.
Para el segundo componente es necesario que el candidato a vicepresidente convoque a la academia, a los empresarios, a los artistas y trabajadores de la cultura para realizar foros sobre “La Paz Total como transformación de la trágica historia colombiana”. Convertir en un conocimiento generalizado en la sociedad los orígenes de la violencia estructural que nos martiriza: la codicia, la desigualdad social, la corrupción. La Paz Total se consigue en la medida que se neutralicen esos orígenes. Reproducir videos sobre dichos foros, publicar cartillas sobre la responsabilidad que le cabe a todo colombiano en ese propósito. Se trata de cambiar el chip del colombiano promedio frente a la maldita violencia que se naturalizó en nuestro país. Tarea difícil, pero es un deber constitucional de todo gobierno garantizar la paz y proteger la vida de todos los nacionales.
Es necesario explicar cómo se va a enfrentar la corrupción y la impunidad. Promover un enfoque estructural y sistémico para atacar la corrupción. No reducirlo a un tema de sistema penal y punitivo. Explicar las acciones concretas para desmontar los conciertos para delinquir y redes criminales. El Estado está tomado por profesionales de la corrupción, la impunidad supera el 90% en el territorio, ésta es abrumadora, lo que configura un Estado fallido en materia de justicia judicial.
Iván Cepeda ya está exponiendo en sus giras la posibilidad de crear un Sistema Nacional de la Macro Corrupción con programas de información, prevención, investigación y resultados. Su objetivo sería atacar las estructuras nacionales con sus tentáculos internacionales de modo implacable, con extinción de dominio y reparación de víctimas de la corrupción con los bienes expropiados a los corruptos.
En la lucha contra la corrupción y la impunidad se podría armar un equipo interdisciplinario compuesto por el vicepresidente, el ministro de Justicia, el ministro de Defensa, el director de la Policía Nacional, periodistas investigadores de delitos informáticos y contra el patrimonio público (Revista Raya, Tercer Canal -Alfredo Serrano-, Cuestión Pública, otros), asesores expertos en justicia transnacional. La misión consistiría en no dejar en la impunidad los desfalcos de Odebrecht, Reficar, Centros Poblados, la atención hospitalaria durante la pandemia, las EPSs deudoras de las IPS y otros. Desde la vicepresidencia se podría preparar una vigorosa reforma a la justicia que ambiente un escenario de próxima constituyente que haga cambios necesarios en la Constitución de 1991, desde su contenido neoliberal hasta los mecanismos para la elección de fiscal, procurador, contralor, Defensor del Pueblo, magistrados. Desde la promoción de una reforma a la justicia, también se podría cuestionar los cobros ilegales de impuestos de seguridad y convivencia en los departamentos del Valle del Cauca, Santander, Antioquia.
El tercer componente representa caja para inversión social si se hace bien la tarea de reducir gastos de funcionamiento, número de congresistas y sus privilegios, eliminación de entidades inoperantes. ¿Por qué no revivir el proyecto de contraer el sueldo de los congresistas? Abanderarlo e invitar al pueblo a votar por él. Explorar la posibilidad de empezar a intervenir entidades burocráticas inútiles y corruptas como las Corporaciones Autónomas Regionales -CAR-, las notarías, las Cámaras de Comercio, procuradurías, contralorías, Defensorías del Pueblo.
Es el momento de la mujer colombiana. El ágora bajo su palabra, el Estado bajo su dirección, las políticas públicas bajo su diseño. Es la hora de que una mujer llegue a la presidencia de Colombia, es la hora de las colombianas, es la hora de Emma Reyes y su memoria por correspondencia; es la hora de Ana Patricia Noguera y su reencantamiento del mundo; es la hora de las heroínas Policarpa Salavarrieta y Antonia Santos; es la hora de las antropólogas Virginia Gutiérrez de Pineda, Alicia Dussán de Reichel-Dolmatoff, Nina S. de Friedemann; es la hora de la indígena huitoto Nazaret Cabrera; es la hora de la cineasta Marta Rodríguez; es la hora de la arquitecta Zoraida Gaviria; es la hora de María Cano y Betsabé Espinal, mujeres obreras que resistieron para obtener condiciones de dignidad; es la hora de la escultora Feliza Bursztyn; es la hora de la mujer guerrillera, luchadora popular que dio su vida por un mejor vivir de las comunidades; es la hora de Carolina con su ansia de servir, defender la vida y la justicia.
¡Quiero que una mujer sea mi presidenta!
Tigrillo L. Anudo, 8-9-2025