La muerte de Miguel Uribe Turbay: Cambiemos la narrativa

En un contexto donde es imperceptible el hilo que separa la convivencia pacífica con la explosión violenta se hace necesaria la prudencia con la palabra, expresarse libremente pero con responsabilidad; en último término, es urgente cambiar la narrativa

Colombia es una permanente colisión de asteroides narrativos. Vienen del espectro electromagnético, de fuentes desconocidas pero conocidas, los traen los vientos, los empujan las tormentas, se alinean en ideologías, se instalan en mentes y corazones.

No todo ocurre por azar. Las ondas de las palabras generan ecos y resonancias. Nichos acogedores. Los ecos mueven las voluntades afines a sus energías. Se convierten en sucesos.

Cada asesinato político en Colombia es antecedido por un proceso desencadenante con determinadores. Los asesinatos políticos son crónicas de muertes anunciadas.

Nos duele a los demócratas la muerte de Miguel Uribe Turbay porque ningún colombiano debería morir por su forma de pensar, por su filiación política, por sus creencias. Como dolió en su momento -1914- el asesinato de Rafael Uribe Uribe, el de Jorge Eliécer Gaitán -1948-, el de Héctor Abad Gómez -1987-, el de Jaime Pardo Leal -1987-, el de Luis Carlos Galán -1989-, el de Carlos Pizarro -1990-, el de Bernardo Jaramillo -1990-, el de Manuel Cepeda -1994-, el de Álvaro Gómez Hurtado -1995-, el de Jesús María Valle -1998-, el de Jaime Garzón -1999-, el de más de 6.000 integrantes de La Unión Patriótica – 1984-2004 -, el de miles de líderes sociales, campesinos y sindicales.

La muerte política está decretada en las palabras cotidianas, en los almuerzos de trabajo, en las reuniones de amigos y copartidarios, en las fiestas y descansos, en las narrativas de los medios de comunicación empresariales. La muerte y el crimen se pasean placenteros en las mentes con ideologías erradas, es decir fanáticas.

La muerte también la atraemos hacia nosotros mismos con las palabras que usamos, con la manera de referirnos a los otros, con las ideologías que profesamos.

Es momento de solidarizarnos con la familia de Miguel Uribe Turbay, con la incertidumbre y el dolor que no debieron sentir. Es momento de rechazar cualquier forma de violencia contra cualquier colombiano. Es momento de invocar la prudencia, el respeto a las diferencias políticas, el promover la libertad de expresión responsable, el poner la protección de la vida humana por encima de cualquier otra causa. También es momento de solicitar a los medios de comunicación empresariales que cambien su narrativa.

La violencia en general es un fenómeno estructural en la sociedad colombiana. El modelo de desarrollo económico es violento, la forma de hacer política es violenta, las prácticas para gobernar son violentas, las instituciones son violentas. Todo esto lleva a respuestas y salidas desesperadas violentas. Es simple y llanamente un asunto de acción reacción, de acto reflejo, de conductas condicionadas.

Por eso, en un contexto donde es imperceptible el hilo que separa la convivencia pacífica con la explosión violenta se hace necesaria la prudencia con la palabra, expresarse libremente pero con responsabilidad; en último término, es urgente cambiar la narrativa.

Tigrillo L. Anudo para La Pluma, 13-8-2025
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