Nuestro peor enemigo: la estupidez

Borrar todo un legado fundado en la estupidez de las masas es un compromiso no sólo de los jóvenes sino de todos aquellos demócratas que sienten la necesidad de resarcir heridas tan hondas que siguen gozando de impunidad. La primera condena al hacendado mayor abre una puerta hacia un oasis de pudor.


“La estupidez no es un destino inevitable,
pero su superación requiere
un trabajo ético y educativo profundo”
Dietrich Bonhoeffer

Tan escabroso es tu legado -Innombrable-, tanto escarnio e infamia dejó tu sombra maléfica, que borrar todo tu legado será nuestro legado.

Así razonan los jóvenes que padecieron la brutal represión durante el estallido social, ordenada por Iván Duque, presidente en ese momento, inspirado en las trampas a muchachos pobres aparecidos con botas de caucho en los dos gobiernos del señor de los establos.

Borrar todo un legado fundado en la estupidez de las masas es un compromiso no sólo de los jóvenes sino de todos aquellos demócratas que sienten la necesidad de resarcir heridas tan hondas que siguen gozando de impunidad. La primera condena al hacendado mayor abre una puerta hacia un oasis de pudor.

Pero sigue tan infestado el patio que se necesita mucho fervor. Para borrar tan execrable legado del deleznable matarife se requiere emprender varias tareas:

1. Volver a llevar a juicio al promotor de la motosierra, por las masacres de El Aro y La Granja, por haber transformado las Convivir en bloques paramilitares, por los más de 6.402 caídos en ejecuciones extrajudiciales, por el asesinato de Tito Díaz -alcalde de El Roble (Sucre)- por el “accidente” de Pedro Juan Moreno -su secretario en la gobernación de Antioquia, por sus fechorías en la Aerocivil, por el robo continuo de gasolina en la finca Las Guacharacas, por otros latrocinios.

2. Desmontar las narrativas falsas de los medios de comunicación y personajes de la fauna política-empresarial. Difundir la narrativa de la verdad. La verdad en las conversaciones, la verdad en los puestos de trabajo, la verdad en las calles, la verdad en las aulas de clase. La verdad, la verdad y nada más que la verdad. Es lo que más temen. La tapan a través de sus empresas propagandísticas de comunicación.

3. Denunciar y demandar sin tregua a todos los políticos y funcionarios corruptos. También a todas aquellas personas que en las redes amenazan la vida de quienes están del lado de la verdad.

No quieren que haya justicia. Quieren que siga la impunidad. La extrema derecha está urdiendo montajes judiciales y de desprestigio contra la juez Sandra Liliana Heredia, la fiscal Marlene Orjuela, el senador Iván Cepeda, el abogado Miguel Ángel del Río. Están posicionando la matriz de que el juicio a Uribe no fue jurídico sino político. La están difundiendo al mundo, la están replicando en los medios de comunicación empresariales de los Estados Unidos.
Están suplantando abogados reconocidos para solicitar investigación contra Cepeda y del Río, vinculándolos con el narcotráfico. Uno de los hijos del culebrero tenebroso presuntamente está moviendo esos hilos para vengarse de Cepeda, el senador que hizo condenar a su papá. Cuentan con el apoyo de congresistas republicanos y altos funcionarios del gobierno de los Estados Unidos, también con miembros de la DEA y el FBI.

Agustina Scliar

Colombia vive un momento de parto cultural. La condena al genocida psicópata reveló que ya no hay intocables en el territorio colombiano. La opinión pública recibe el mensaje de que el Sombrío de Salgar no trabajó de la mano de la sociedad civil para buscar soluciones pertinentes a los problemas sociales, sino que trabajó de la mano de las convivir, los bloques paramilitares y las manzanas podridas del ejército y la policía.

Es el momento histórico para empezar a organizar la casa de todos. Proclamar reglas generales para el eficaz cumplimiento de la ética y la responsabilidad. Regresar al discernimiento y la comprensión. Para poder salir de la estupidez que legitimó un régimen de terror e ignominia. Un gran porcentaje de la sociedad fue cómplice de actos frecuentes contra la dignidad humana, la moralidad y la democracia. La estupidez es peligrosa porque combina la incapacidad para razonar críticamente con una perniciosa tendencia a aceptar dogmas, órdenes o creencias sin cuestionarlas. La emocionalidad primó a la hora de tomar decisiones importantes. La solidaridad de cuerpo convirtió a la sociedad en asesina de otra parte de la sociedad señalada y convertida en el “enemigo de todos a vencer”.

La estupidez se apoderó de Colombia en los 25 primeros años de este siglo. Sigue allí viva, ardiente, deseosa de más litros de sangre. Ya está preparando una marcha nacional para defender “la inocencia del gran engañador”. La estupidez fue más potente que la misma maldad. Y de ella se valió el monstruo de las caballerizas. Arrodilló todo un pueblo emotivo, religioso, gregario, obediente, desnortado. Logró con este respaldo estúpido lo que no pudo lograr Pablo Escobar. La estupidez no responde a la lógica, ni a los argumentos ni a las evidencias. Una persona estúpida actúa sin comprender las consecuencias de sus acciones, convencida de su rectitud.

Mural con la efigie de Dietrich Bonhoeffer en la pared del gimnasio del instituto que lleva su nombre en Wertheim, Alemania

Dice Dietrich Bonhoeffer -mártir de la resistencia alemana contra el nazismo-, que la estupidez florece bajo estructuras de poder autoritario. Cuando un grupo o un individuo se somete al poder, tiende a renunciar a su autonomía crítica, no porque carezca de capacidad para pensar, sino porque deja de utilizarla. Este proceso ocurre tanto en individuos como en sociedades enteras, donde el poder utiliza propaganda, intimidación o manipulación emocional para instaurar un conformismo acrítico. Fue lo que ocurrió en nuestra sociedad. Una masa a la que no le ha interesado tener noticias reales de las cosas fue presa de las “narrativas mesiánicas” de un orate que se convirtió en “el papá de los pollitos”, el padre de una sociedad hambrienta de hechos grandilocuentes que prometían redención.

La estupidez, según Bonhoeffer, no es principalmente un fenómeno individual, sino colectivo. Una persona aislada puede mostrar mayor capacidad crítica, pero en grupo las dinámicas sociales y las presiones del entorno tienden a reducir esta capacidad. Este fenómeno puede observarse en movimientos de masas, donde el comportamiento de los individuos se homogeneiza, y las decisiones se toman más por imitación que por reflexión. El miedo es un elemento central en la perpetuación de la estupidez. Una sociedad sometida al terror -físico o psicológico- tiende a buscar refugio en simplificaciones, clichés y figuras de autoridad que prometan seguridad, aunque estas promesas sean ilusorias o destructivas. Cuánto aplaudieron al señor de las sombras cuando sembraba dolor y muerte en los campos colombianos. Asesinar, asesinar, asesinar, se convirtió en su fórmula cliché para solucionar los problemas estructurales que requerían de análisis, pensamiento crítico, ecuanimidad, filosofía, discernimiento, comprensión.

La estupidez no se corrige con argumentos lógicos o evidencias. Las personas estúpidas no están interesadas en la verdad; están atrapadas en una burbuja ideológica que no contradiga su visión del mundo. La estupidez lleva a una peligrosa delegación de responsabilidad. Quienes caen en ella justifican sus acciones o inacciones diciendo que sólo obedecen órdenes o que no podían hacer nada. Estas justificaciones son las que hemos escuchado en la JEP a los militares que participaron en los “falsos positivos”. Esta irresponsabilidad, para Bonhoeffer, tiene consecuencias éticas devastadoras. La estupidez reduce la complejidad del mundo a fórmulas simplistas. Todo se reduce a “nosotros contra ellos”, “bien contra mal” o “verdad contra mentira”, sin espacio para matices o dudas.

El régimen nazi es el ejemplo más evidente de la estupidez en acción. Millones de personas adoptaron ciegamente una ideología basada en la violencia, el racismo y la supremacía, ignorando deliberadamente los crímenes que se cometían. Igual sucedió y sigue ocurriendo en Colombia; una mayoría de la población aprobó esos antivalores al votar dos veces en elecciones presidenciales por el rey de la mentira. La manipulación de las masas mediante propaganda es otro ejemplo de la estupidez. Los que desprecian cualquier información que revele la verdad se vuelven instrumentos del poder, sin reflexionar sobre las implicaciones de sus acciones. Ese es el caso de millones de colombianos que votaron por Rodolfo Hernández en las presidenciales del 2022, sólo porque fue el que dijo el dueño de la hacienda. La pasividad ante las injusticias, bajo la excusa de “no querer involucrarse”, es otra forma de estupidez colectiva. Aquí, la ignorancia no es inocente, es cómplice.

Para fortuna, dice Bonhoeffer, la estupidez no es un destino inevitable, pero su superación requiere un trabajo ético y educativo profundo. La clave está en cultivar la capacidad crítica y la valentía moral. La verdadera educación fomenta el pensamiento critico y la responsabilidad ética. Las personas deben aprender a cuestionar las normas, las ideologías y las figuras de autoridad cuando sea necesario. La estupidez no puede combatirse directamente, pero si puede minimizarse al resistir las estructuras de poder que la fomentan. Esto requiere una ciudadanía activa, comprometida con la verdad y la justicia. Frente a la estupidez colectiva, Bonhoeffer aboga por comunidades basadas en valores éticos sólidos, donde la verdad y la responsabilidad sean centrales. ¿Cómo distinguir la estupidez de la ignorancia? La ignorancia puede corregirse con la educación, la estupidez en cambio implica una negación activa de la reflexión crítica. ¿Qué papel juega la tecnología moderna en la perpetuación de la estupidez? Aunque Bonhoeffer escribió en otro tiempo, la propagación de la desinformación y la polarización en redes sociales podrían considerarse nuevas formas de estupidez colectiva. Vivimos un estado universal de desinformación, los medios empresariales de comunicación están mintiendo todo el tiempo, imponiendo narrativas que alteran las realidades y favorecen el avance del fascismo. ¿Cómo podemos romper el ciclo de la estupidez en las sociedades contemporáneas? La respuesta parece radicar en la educación y el fortalecimiento de instituciones democráticas que promuevan la responsabilidad ética.

Entonces, la tarea es ardua, de tiempo completo. Para cesar la horrible noche no queda otra alternativa que quitarle gente a la estupidez acudiendo a la ofensiva por la difusión de la verdad, por nuevos juicios a delincuentes de cuello blanco que siguen haciendo de las suyas. Acudiendo también a la neutralización de personajes que son un peligro para la convivencia pacífica, la seguridad de quienes están del lado de la verdad. Personajes burdos que incitan a la violencia política, a las formas estúpidas de hacer política, como Andrés Julián Rendón, Fico Gutiérrez, los concejales de Medellín Gury Rodríguez y Sebastián López, el concejal de Cali Andrés “El pistolero” Escobar, las senadoras María Fernanda Cabal, Paloma Valencia, Paola Holguín y otros.

Tigrillo L. Anudo, 4-8-2025

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