¿Fútbol del bueno? Nada, solo “pechifríos” con uniforme

Después del “golpe de estado”, del machetazo final, del aterrizaje forzoso en la realidad, se dijo que un equipo sin un goleador, sin un matador, un fulminador del área, no es nada. Y el DIM, con otras carencias, sí tuvo una muy notoria. No hay un Valenciano, un Cano, un tanguero “Bernabé (Ferreyra), un Labruna, un Boyé, un Sanfilippo”, solo dos caricaturas de centro delanteros, y ahí sí fue Troya.

Cielo azul, hinchada contenta, ruda y después la debacle. Foto Reinaldo Spitaletta
(Crónica de una derrota fulminante entre bengalas, “tifos” y silencios)

El gol de un jugador que en ese momento estaba más para los juegos paralímpicos que para lo que faltaba de una final, me hizo acordar de Garrincha, el Mané, el fuera de serie rey de la gambeta. Hace ya muchos años, cuando el Botafogo vino a Medellín a un partido con el DIM, uno de los defensas del “Rojo de la Montaña”, Canocho Echeverri, dijo antes del partido que le dejaran a él la marcación del “cojito”, que no había ningún problema en anularlo.

Resulta que el “cojito”, a comienzos del partido, recibió una pelota, salió a su encuentro el Canocho, el Mané lo miró con desdén, y con movimientos de serpiente le amagó a un lado, con tanta destreza, que el defensor fue a dar a la pista atlética del estadio Atanasio Girardot. Lo que siguió fue un baile completo del “ángel de las piernas chuecas” al bocón defensa local.

Anoche, igual, pero en otras perspectivas, y en un partido “no amistoso”, era la disputa definitiva de la final del “futbolito” colombiano, Rodallega dejó en silencio a los cuarenta y cinco mil aficionados del DIM. Hacía pocos minutos, había sufrido una lesión, cojeaba, estaba paralítico (como cantaría el Trío Matamoros), sin movimiento. Lo dejaron solo en la reanudación del partido, recibió un pase desde la derecha, seguro pensó que ahí estaba la consagración pese al dolor, a la cojera, a que estaba a punto de pedir la camilla, y pateó al arco con su capacidad goleadora. El veterano de cuarenta años apagó las ilusiones y siguió dejando al Medellín como una “eterna virreina”, o como lo han dicho algunos guasones de humor negro: “El DIM tiene más subtítulos que una película en inglés”.

El DIM, un equipo de humo. La afición es superior al equipo. Foto Reinaldo Spitaletta

Anoche, después de una fiesta de fantasía, de bengalas y linternas, de “tifo” y banderas al viento, de globos y fuegos artificiales, el Medellín demostró que no tiene eso que en los corrillos futboleros llaman “jerarquía”, cualquier vaina que esto signifique en la jerga del balón. Que hubo jugadorcitos que caminaron la cancha, que bajaron la cabeza, que no sentían la “sagrada” camiseta rojiazul. Y qué pena contradecir a Alfredito Gutiérrez y su temazo musical: “jugando fútbol del malo, el Poderoso sí engaña”. Y nos engañó otra vez.

En las tribunas escuché decir, después del mortal gol de Rodallega (que los memes pusieron como “Ruda Llega”, porque acabó también con el poder agorero de la ramita de ruda, que casi todos los aficionados tenían en sus manos, en las orejas, en el cabello…) que parecía que las apuestas (que favorecían a Santa Fe) hubieran sido una causal del nuevo entierro del Medellín. Y también se decía que era, como mínimo sospechosa, la actuación de dos o tres futbolistas que más que en una final parecían en un juego de bingo o en una venta de empanadas parroquiales.

De cualquier modo, y casi siempre los “modos” con este equipito son tristes y desilusionadores, la hinchada demostró una vez más que es superior al equipo, y, en particular, a un poco de vividores que en realidad no sudan (y además, como sería la sobaquina o grajo que llamamos por aquí) la “sagrada”. No somos triunfalistas, pero tampoco podemos seguir izando las deshilachadas banderas de la derrota. Así como hasta la belleza cansa, el llanto también, porque vi, cuando el esperpéntico arbitrico pitó el final del cotejo, a muchachas del DIM, también a algunos veteranos, derramar lágrimas ante lo que se ha considerado, (hasta exageradamente, claro) como una hecatombe.

Antes del partido, en las afueras del estadio, había ventas de ruda (más que de aguardiente) en carretillas, camionetas, camioncitos de tres toneladas y también en chazas y en ofrecedores ambulantes. Los que creen en la maldición, también sabrán que ni con ruda, que es una planta todopoderosa, se pudo borrar la “mufa” del DIM, la mala suerte, la imprecación insana de una presunta bruja extranjera… Todo radica en el escaso profesionalismo de sus jugadores (jugadorcitos, claro) y de las directivas y dueños.

Luces del cotejo. Después llegaría la derrota del DIM. Foto Reinaldo Spitaletta

Después del partido, en medio del atronador silencio, de los llantos para adentro, se escucharon acusaciones sobre mafias, compra de partidos, apostadores, coimas, como si de política se tratara, y era triste, sí, ver caminar cabizbajos a los aficionados rojiazules con sus banderas en derrota y mascando la impotencia. “Sí necesito que estés arriba para quererte malparido DIM”, se oyó canturrear con rabia.

La previa que llaman resultó mejor, más alborotadora, más contenta, sin que por la cabeza de nadie pasara una posible desgracia, como la que sucedió. El cielo del estadio estaba poblado de globos, con cielo despejado y un sol canicular, y después las tribunas resplandecieron con bengalas (algunas marinas) azules y rojas. Había un gritón con altoparlantes que más bien creó los efectos contrarios a una animación, y la llamada Resistencia (o Rexixtenxia) no tuvo una presencia demoledora. No fue “la Doce”, no fue un jugador más.

La presunta “caldera del diablo” en que parecía convertirse en los preparativos el estadio, resultó más, al fin de cuentas, un sancocho de calle que los rivales disfrutaron y se comieron sin indigestión. El corito celestial de los “hijueputazos” cuando Santa Fe calentaba en la cancha, no causó rasquiña ni intimidó a los “rolos”. Más bien uno de ellos hizo señales despectivas a la gradería. Tampoco aquel cántico al exportero del Medellín y ayer estrella rojiblanca, Mosquera Marmolejo, lo achantó, nada. Más bien le dio energías y malicias que jamás exhibió cuando era de esta plaza: “Eso no es un arquero es una puta de cabaré”.

Arriba la hinchada, abajo el equipo. Foto R. Spitaletta

Después del “golpe de estado”, del machetazo final, del aterrizaje forzoso en la realidad, se dijo que un equipo sin un goleador, sin un matador, un fulminador del área, no es nada. Y el DIM, con otras carencias, sí tuvo una muy notoria. No hay un Valenciano, un Cano, un tanguero “Bernabé (Ferreyra), un Labruna, un Boyé, un Sanfilippo”, solo dos caricaturas de centro delanteros, y ahí sí fue Troya.

El “cojito” fue esta vez un goleador de ley, lesionado, al que ninguno fue hacerle pantalla después de que ya estaba Rodallega en una imaginaria silla de ruedas, desde la cual nos pulverizó todas las expectativas y nos calló hasta las hijueputazos que ya les estábamos mandando en las alas de un viento frío a algunos del DIM. Sospechosamente, nadie lo marcaba. A este veterano futbolista le sobró de lo que carecen casi todos los del Rojo: sangre, vergüenza y sentir la camiseta.

Un partido con fugacidades de pólvora, de alucinantes fuegos de artificio, de humo, sí, puro humo es este equipo sin alma (equipo de desalmados), sin corazón y de solo “pensadores” del billete. Mercenarios. Así también escuché comentarios de desazón a la salida del estadio, que al final de cuentas se convirtió en una tumba de cementerio pobre, después de tantos resplandores, o de tanto oropel.

Muy superior la hinchada del DIM al equipo y sus dueños. Foto Reinaldo Spitaletta

Don Alfredo, el acordeonero mayor, va a tener que cambiar la muy pegajosa y bailable canción, porque, en esencia, este equipito no juega “fútbol del bueno”. Otra vez, a comenzar de cero. Otra vez, reyecitos de burlas, de memes y de despechados. Y de silencios que duelen.

Reinaldo Spitaletta

(Escrito en Medellín el 30 de junio de 2025)

Editado por María Piedad Ossaba