Bancos: la historia por contar

Es una larga historia por contar, que tiene su primer fin en 2000 cuando la dolarización de la economía ecuatoriana literalmente “mató” al BCE nacido con la Revolución Juliana.  

En 2017 fue publicado Historia Bancaria y Monetaria de América Latina (Siglos XIX y XX). Nuevas Perspectivas, importante obra editada por Carlos Marichal, reconocido historiador económico mexicano y Thiago Gambi, historiador económico brasileño. Como bien afirman estos investigadores, “La historia bancaria es, algo sorprendentemente, uno de los grandes ausentes en buena parte de la historia económica de América Latina, pese a la importancia que la banca y las finanzas ejercen en los procesos de desarrollo económico”. Estudiar esa trayectoria es relevante “en los debates teóricos sobre la relación entre desarrollo financiero y crecimiento económico”, y también para entender los vínculos entre la modernización del sistema político con la creación y desarrollo de los bancos.

Historia Bancaria y Monetaria de América Latina (Siglos XIX y XX). Nuevas Perspectivas. Formato PDF

Reduciendo el tema a un esquema general, cabe señalar que los primeros bancos latinoamericanos surgen durante el primer tercio del siglo XIX en Río de Janeiro, Buenos Aires y México, aunque con vida corta. El Banco del Brasil (1808) fue un temprano banco nacional, mientras el Banco Auxiliar del Perú (1822) fue la primera experiencia de emisión de papel moneda. Desde mediados del siglo XIX, al compás del auge exportador de América Latina, despegaron los bancos privados de la mano de financistas, comerciantes y hacendados, caracterizándose por ser bancos comerciales, sujetos al patrón bimetálico (oro y plata). Entre 1850-1873 se crearon 90 bancos en Argentina, Brasil, Chile, Cuba, Perú y Uruguay. Algunos quebraron por las crisis comerciales, aunque desde 1880 hubo una nueva ola de creaciones bancarias e intentos por constituir bancos nacionales, incluso con apoyo de inversionistas extranjeros. Los bancos centrales solo se establecen bien entrado el siglo XX y los primeros países en crearlos fueron los andinos, gracias al concurso de la Misión Kemmerer, aunque el de Argentina se estableció recién en 1935 y el de Uruguay tan tarde como 1967.
 
Esos procesos son estudiados por un selecto grupo de investigadores que escriben los artículos integrados en el libro. Sin embargo, tomando en cuenta tanto esta obra como otras referencias sobre el tema, cabe destacar algunos asuntos.
 
No solo hubo bancos comerciales, sino también comerciantes e individuos prestamistas. También se produjeron constantes “guerras bancarias” para aniquilar la competencia. Pero los bancos de emisión, es decir, aquellos facultados por los gobiernos para hacer circular billetes respaldados primero en el patrón bimetálico y alrededor de 1900 por el patrón-oro (la emisión debía tener un respaldo que fluctuó entre el 30% y el 50% en oro), adquirieron el poder financiero decisivo, pues no solo controlaron el régimen monetario, sino el crédito a los particulares y al Estado, el interés y el cambio de divisas. En Argentina, Brasil y Chile los bancos nacionales dominaron desde la década de 1870.


La capacidad de los banqueros para controlar el poder político fue evidente en todos los países y en Ecuador el Banco Comercial y Agrícola de Guayaquil (1895), que logró vencer la primacía que había tenido el Banco del Ecuador (1868) se convirtió, durante la época liberal, en el mayor prestamista al Estado y desde 1916 en el gobernante real del país, pues de su gerente, Francisco Urbina Jado, dependían candidaturas y políticas económicas, lo que consagró la primera “época plutocrática” del país, durante la cual la economía dependió de una elite oligárquica que puso el Estado a su servicio. El testimonio de esos años se halla en La crisis económico financiera del Ecuador, un libro que integró la serie de artículos que escribiera el comerciante (y banquero quiteño) Luis Napoleón Dillon para conocimiento de Kemmerer.


La misión norteamericana presidida por E. W. Kemmerer, el “money doctor” de la época de la época, que actuó en México (1917), Guatemala (1919), Colombia (1923), Chile (1925), Ecuador (1926), Bolivia (1927) y Perú (1931) para la creación de sus bancos centrales, tuvo como guía la estructura y funciones de la Federal Reserve (1913), el banco central de los EEUU, como bien lo destacó el historiador Paul W. Drake en Kemmerer en los Andes.

En Ecuador, gracias a la Revolución Juliana (1925) el Estado logró imponerse sobre los bancos privados que literalmente eran “dueños” del país durante la época plutocrática. Por primera vez la banca fue intervenida y fiscalizada. Cuando Dillon, como presidente de la primera junta juliana se propuso crear el banco central, los banqueros, especialmente en Guayaquil, pusieron el grito en el cielo. Se movilizaron “guardias cívicas” para defender la propiedad privada supuestamente amenazada, se realizaron marchas de “crespones negros” y Dillon fue acusado de “enemigo” de Guayaquil. El presidente Isidro Ayora (1926-1931) logró atraer a la Misión Kemmerer y solo entonces fue posible crear el Banco Central, que finalmente entró en funciones el 10 de agosto de 1927 (mi libro sobre la Revolución Juliana, en el que trato la fundación del BCE, puede bajarse aquí: https://bit.ly/34ZWUam)


Gracias a los julianos y al BCE, que inicialmente pasó a ser una sociedad anónima privada con la obligada participación de todos los bancos y como el único emisor, el negocio bancario anterior, con emisiones sin respaldo en oro y de los préstamos leoninos al Estado, había llegado a su fin. Muy pronto, en lugar de resistir al BCE, los banqueros aprendieron a tomarse la institución, su gerencia, directorio o junta, para canalizar desde allí las políticas favorables a sus intereses. Es una larga historia por contar, que tiene su primer fin en 2000 cuando la dolarización de la economía ecuatoriana literalmente “mató” al BCE nacido con la Revolución Juliana.  

 

Juan J. Paz y Miño Cepeda para La Pluma

Editado por María Piedad Ossaba

Fuente: Historia y Presente – blog, 24 de enero de 2022