Izquierdas: una historia con desafíos

La reacción conservadora y una nueva fase de gobiernos neoliberales y, además, con ricos empresarios directamente convertidos en gobernantes, marcó el inicio de un nuevo fenómeno latinoamericano: el retorno de regímenes oligárquicos y oligopolistas, que han afectado la misma democracia liberal representativa, al imponer al conjunto de la sociedad los intereses exclusivos de las élites empresariales.

Masacre en Colombia, Fernando Botero Óleo sobre tela 147 x 210 cm. Donado por el autor

Concluidos los procesos de independencia, en los distintos nuevos Estados latinoamericanos del siglo XIX la conflictividad en torno al poder tuvo como eje las disputas entre conservadores y liberales. En México, a mediados de ese siglo, Benito Juárez logró radicales reformas liberales. Menos profundas fueron las de Argentina en la misma época. Pero el liberalismo ecuatoriano triunfó recién en 1895; el Partido Revolucionario Cubano fundado por José Martí (1892) tuvo como objetivo principal la independencia definitiva de la isla; y en Colombia el bipartidismo se prolongó en el siglo XX, desatando una violencia inédita y permanente, hasta que el “Frente Nacional” (1958) la calmó, con la alternancia en el poder de ambos partidos durante 16 años y la marginación de cualquier otro.

Ricardo Rendón – El Tiempo – Nov 16, 1929

Aunque el Partido Socialista de Argentina (1896) fue el primero en constituirse las izquierdas latinoamericanas surgieron en el siglo XX. Por ejemplo el Partido Obrero Socialista de Chile (1912), aunque el aliento definitivo derivó del triunfo de la Revolución Rusa (1917) tras la cual se fundaron los diversos partidos comunistas. Su adhesión a la Tercera Internacional o Comintern (1919) provocó divisiones con los partidos socialistas. En Ecuador el Partido Socialista nació en 1926 y el Comunista en 1931

Revolución Rusa (1917): Domingo sangriento de 1905: cómo una chispa provocó un incendio
José Carlos Mariátegui

De todos modos, el gran innovador frente a la Comintern fue José Carlos Mariátegui, fundador del Partido Socialista Peruano (1928) -que cambió el nombre a Comunista (1930)-, quien reflexionó sobre una vía latinoamericana propia y el papel que podían cumplir las organizaciones indígenas.

Por lo general débiles, con poca fuerza proletaria organizada debido al precario desarrollo del “capitalismo” en la región, los partidos de la izquierda identificados con el marxismo a menudo tuvieron que hacer alianzas políticas para alcanzar candidaturas presidenciales o listas para el legislativo. Los “populismos” latinoamericanos más representativos, como son los casos de Lázaro Cárdenas en México, Getulio Vargas en Brasil, Juan Domingo Perón en Argentina o Víctor Raúl Haya de la Torre en Perú, definieron una senda de izquierda paralela a la marxista.

La Guerra Fría afectó las posibilidades del triunfo revolucionario y “proletario” de las izquierdas marxistas. Pero la Revolución Cubana (1959) despertó un entusiasmo generalizado y las guerrillas prendieron en múltiples países. Entonces los Estados Unidos, los gobiernos latinoamericanos derechistas y, sobre todo, los militares de la región que fueron cultivados en el anticomunismo, lograron derrotar a los movimientos revolucionarios. En el Cono Sur se establecieron dictaduras militares que articularon el Plan Cóndor para exterminar el comunismo en la región, mientras en Centroamérica países como El Salvador y Guatemala sufrieron guerras civiles con violencia genocida. Subsistieron las guerrillas colombianas en buena parte derivadas de la época de “La Violencia”. Solo tuvo éxito el sandinismo en Nicaragua, que tomó el poder tras derrocar a la dinastía Somoza (1979). En Chile, en cambio, el socialista Salvador Allende (1970-1973) impulsó la “vía pacífica” al socialismo, liquidada a sangre y fuego por la dictadura de Augusto Pinochet.

La experiencia general de las derrotas a las guerrillas, la liquidación de la vía pacífica de Allende, pero, además, la perestroika y su resultado con el derrumbe del socialismo de tipo soviético, junto a la globalización transnacional, la hegemonía mundial que alcanzaron los Estados Unidos y la difusión del neoliberalismo en América Latina, colocaron a los partidos de la izquierda marxista de la región en una situación de supervivencia política y de necesaria opción por la vía electoral -y no la “revolucionaria”- para optar por el poder, aunque en los procesos electorales se demostraron débiles. En consecuencia, durante las dos décadas finales del siglo XX el neoliberalismo se impuso.

Imagen: Mural de la Brigada Ramona Parra, Santiago de Chile.

Es ante esas circunstancias que al iniciarse el siglo XXI surgieron organizaciones de la “nueva izquierda”, que optaron por identificarse como “progresistas”. No se trató de fuerzas necesariamente marxistas, pero resultaron alternativas para el acceso al gobierno en varios países a partir del ascenso de Hugo Chávez en Venezuela (1999). Se consolidó así la “marea rosa” latinoamericana. Los gobiernos progresistas trazaron proyectos de economía y sociedad contrarios a la vía exclusivamente neoliberal, que había privilegiado el dominio económico del sector empresarial privado, agravando las condiciones de vida y trabajo de las poblaciones. Estas nuevas izquierdas valorizaron la participación electoral y la vía de transformación social a través de crear una nueva institucionalidad asentada en la democracia representativa y liberal. Además, impulsaron el latinoamericanismo e hicieron frente común contra las injerencias imperialistas.

De izq. a dcha., países iberoamericanos gobernados por partidos de izquierdas miembros del Foro de São Paulo (rojo) en 2011 (durante la marea rosa), 2018 (durante la ola conservadora) y 2025.

La reacción conservadora y una nueva fase de gobiernos neoliberales y, además, con ricos empresarios directamente convertidos en gobernantes, marcó el inicio de un nuevo fenómeno latinoamericano: el retorno de regímenes oligárquicos y oligopolistas, que han afectado la misma democracia liberal representativa, al imponer al conjunto de la sociedad los intereses exclusivos de las élites empresariales. Es indudable el apoyo de la internacional derechista y de los Estados Unidos. Pero revivieron mentalidades del viejo rentismo vinculado al sector terrateniente y primario exportador. Además, no han tenido límites para arrasar con conquistas sociales logradas desde el siglo XIX y, sobre todo, durante el XX, como son los derechos sociales, comunitarios y laborales. En su codicia incontenible, las políticas de los gobiernos empresariales han fortalecido la acumulación privada a costa de los recursos, bienes y servicios públicos. Sus gobiernos se han evidenciado incapaces de generar el desarrollo económico con bienestar social. Y para mantener el poder están claros en articular acciones para tratar de aislar a toda fuerza progresista de nueva o “vieja” izquierda; perseguir a sus líderes y sujetar a los movimientos sociales con autoritarismo y represión.

Se ha forjado así una larga experiencia histórica para las izquierdas, a las que toca reexaminar la forma en que, accediendo al poder político por la vía democrática, van a ejecutar su proyecto en favor de una nueva sociedad. De una parte, la “tibieza”, como se demostró con los gobiernos de Gabriel Boric en Chile, Luis Arce en Bolivia y Alberto Fernández en Argentina, así como las divisiones entre las mismas izquierdas, como ha ocurrido en Ecuador, solo favorecen al giro electoral hacia las derechas. Un contraste de importancia se halla en el gobierno de Claudia Sheinbaum en México. De otra parte, se observa que tocará retomar, con firmeza, políticas como la universalización definitiva de los servicios públicos en salud, medicina, educación y seguridad social; una radical redistribución de la riqueza mediante el sistema progresivo de impuestos; la recuperación del papel regulador del Estado sobre la economía e igualmente de los derechos perdidos; la superación del modelo primario-exportador; y, ante todo, la sujeción del capital a los intereses ciudadanos. En Ecuador ya existe una singular guía de acción legal en la Constitución de 2008, que incluso contiene una sección sobre la “Democratización de los factores de producción”, desarrollada en el Art. 334, que es una orientación que igualmente puede ilustrar a toda Latinoamérica.

Juan J. Paz y Miño Cepeda para la Pluma, Ecuador 1 de diciembre de 2025  

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por Blog Historia y presente

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