La disputa por América Latina entre China y Estados Unidos

Todo esto en suma con la llegada de un gobierno con fuerte arraigo en el nacionalismo basado en la superioridad etnocentrista sobre lo que es ser estadounidense y sus implicaciones en la escena internacional, ha provocado que América Latina y el Caribe sea un espacio visible de choque entre Estados Unidos y China.

Los últimos meses han sido muy importantes en la institucionalización de la política exterior china y estadounidense respecto a América Latina y el Caribe; pues más allá de la confrontación arancelaria y los alcances que esto ha tenido en la región, esto se ha tornado cada vez más en una lucha de espacios y zonas de influencia.

Ante la situación, cada uno de estos gobiernos ha dado a conocer documentos clave. En el caso de Estados Unidos, la ‘Estrategia de Seguridad Nacional’ y, por parte de China, el ‘Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe’. A continuación, algunas reflexiones.

La importancia del espacio

La primera década de este siglo fue clave en el cambio del posicionamiento chino en la región de América Latina y el Caribe, pues el desgaste del discurso neoliberal y la premisa del desarrollo a costa del subdesarrollo de la teoría de la Dependencia fueron acentuándose. Este contexto político y socioeconómico permitió una primera fase de la presencia de China como una potencia en ascenso, pues la cooperación Sur-Sur y el comercio comenzaron a ser la llave para que se intensificara la relación entre la región y Beijing.

Durante este momento, el incremento de la presencia china dio paso a que desde la opinión pública y la academia se planteara la confrontación del “Consenso de Washington” vs. “Consenso de Beijing”, término creado por Joshua Cooper Ramo en 2004. Desde entonces, se ha puesto sobre la mesa la idea de ver a América Latina y el Caribe como una región en la que compiten estas dos potencias.

Previo a este siglo, principalmente durante el siglo XX, la consolidación de la llamada “Pax americana” tuvo su fundamento en el papel de la geopolítica y el espacio a favor de Estados Unidos, basado en la talasocracia. Esto aunado la vocación “pacifista” de gran parte de la región latinoamericana y la colonización de las ideas a través de modelos políticos y económicos aspiracionales, que llevaron a una hegemonía y lograron reafirmar el statu quo de Estados Unidos hasta este siglo.

Junto a esto, también es importante señalar la evolución de las políticas exteriores de cada una de estas potencias entre 1990 y 2010, en donde tras el fin de la Guerra Fría, el nuevo enemigo, desde la narrativa norteamericana, sería el terrorismo, por lo que el foco de atención fue Asia Occidental. Este periodo fue clave para un balancing respecto a qué espacios comenzaron a ser clave para Washington y Beijing.

Como apreciación personal, se destaca que la perspectiva de que la hegemonía cultural como base del statu quo, no fue infalible ante la precariedad y la brecha en la asimétrica relación entre Washington y el resto de la región. Bajo este argumento, justo esta situación permitió el ascenso chino como una segunda opción para América Latina y el Caribe. Por lo tanto, esto comenzó a reafirmar el discurso de reivindicación del Sur Global, promovido hoy en día por Beijing.

Todo esto en suma con la llegada de un gobierno con fuerte arraigo en el nacionalismo basado en la superioridad etnocentrista sobre lo que es ser estadounidense y sus implicaciones en la escena internacional, ha provocado que América Latina y el Caribe sea un espacio visible de choque entre Estados Unidos y China.

“Maravillosa tierra”

Dentro de la política internacional y, sobre todo, en la visión que otros actores estatales tienen de la región, uno de los errores recurrentes es reconocer a América Latina y el Caribe como un todo. Esto deriva, en palabras de Boaventura de Sousa Santos, del “conocimiento abisal” como una herencia colonizadora, en donde se desconocen los procesos de identidad y construcción estatal tras los procesos de independencia; situación que incluso reafirma la visión periférica que se tiene de todos los países que conforman la región.

Esta visión asimétrica, ha resultado en una institucionalización jerarquizada sobre cómo América Latina y el Caribe debe vincularse, respectivamente, con Estados Unidos y China. Por lo que, en uno de los momentos más complejos entre ambas potencias, el resultado son este conjunto de posturas que más allá de “marcar” una ruta de vinculación, también buscan reafirmar los intereses de cada uno de estos actores dentro de la “maravillosa tierra”, en donde la gran pregunta sigue siendo ¿estos documentos realmente son o no mecanismos de una vinculación simétrica y que responda a la diversidad de intereses y necesidades dentro de aquello que llaman América Latina y el Caribe?

Dos visiones de la geopolítica

Hasta la fecha uno de los principales cambios entre la primera y la segunda administración de Donald Trump, ha sido el recrudecimiento de la política exterior estadounidense a un nuevo nivel; en donde el concepto de la seguridad se ha elevado, securitizando desde un discurso ultranacionalista toda la agenda pública. Resultado de esto es la ‘Estrategia de Seguridad Nacional’ de 2025, en donde se prioriza el “hemisferio occidental”. Dentro de esta idea, América Latina y el Caribe es un espacio contemplado.

En este sentido, de este documento se deriva el «Corolario Trump» a la Doctrina Monroe. Este corolario se justifica ante la necesidad de “modernizar” la Doctrina Monroe y el reclamo del espacio continental americano vía presencia militar, la reafirmación de la democracia e incluso las llamadas “operaciones quirúrgicas”. Derivado de esto, son cinco temas prioritarios para Washington: migración masiva, narcotráfico y crimen transnacional, limitar la presencia extranjera hostil en la región, asegurar cadenas de suministro y cooperación condicionada.

Respecto a China, el recién lanzamiento del tercer ‘Documento sobre la Política de China hacia América Latina y el Caribe’ se basa en una serie de estrategias fundamentadas en la cooperación que se alinean a los macroproyectos de gobernanza propuestos por Beijing, que son la Iniciativa para el Desarrollo Global (IDG), la Iniciativa para la Seguridad Global (ISG), la Iniciativa para la Civilización Global (ICG) y la Iniciativa para la Gobernanza Global (IGG).

Dentro del documento, se enfatiza en la distancia geográfica entre China y la región; sin embargo, ante condiciones complejas derivadas de la política exterior estadounidense, se vuelve prioritario reforzar y justificar la importancia de la región desde el discurso “ganar-ganar”

El resultado es la propuesta de cinco programas para reorientar la relación hacia la Comunidad de Destino Compartido. Estos son: (1) programa de solidaridad basado en la intensificación del diálogo, la cooperación y los intercambios multinivel, (2) programa de desarrollo fundamentado en la cooperación profunda en temas como comercio, inversión, infraestructura, energía, tecnología, agricultura, financiamiento, etc., (3) programa de civilizaciones, en donde la diplomacia pública y la diplomacia de pueblo a pueblo son la base con impacto en cultura, educación, deporte, por mencionar algunos, (4) programa de la paz en donde se plantea el concepto de seguridad y la diplomacia militar china, (5) programa de los pueblos, justificado desde el combate a la pobreza orientada a los bienes públicos globales.

Por lo tanto, desde la clasificación de Mikael Wigell, la visión y el discurso estadounidense recae en una versión de la geopolítica y la geoeconomía competitiva. Mientras que el discurso chino responde a una geoeconomía cooperativa.

El contenido de este par de documentos permite ver, al menos en la institucionalización, que ambos gobiernos buscan “echar toda la carne al asador” para mantener su statu quo. Ambas propuestas conllevan un alto gasto gubernamental, pues para Estados Unidos es elevar su gasto militar hacia montos inmensurables; mientras que en el caso chino la cooperación profunda multidimensional y multicanal requiere una gran infraestructura.  Este escenario vuelve a poner sobre la mesa la vulnerabilidad y la capacidad de adaptación de los distintos actores regionales, no sólo los estatales, sino los económicos y los sociales.

Raquel Isamara León de La Rosa

Fuente: Observatorio de Politica China (OPCh)/ Cronicón, 21 de diciembre de 2025

Editado por María Piedad Ossaba