Francia: coraje, ¡huyamos!

La deuda pública francesa representaba el 20 % del PBI en 1980, y hoy llega al 113 por ciento. El déficit fiscal es estructural desde hace decenios, y evoluciona en una franja de 4 a 6 % del producto. ¡Hay demasiado gasto social!, grita la derecha. ¡Hay demasiadas exenciones impositivas a los ricos!, clama la izquierda. Sin contar que la oleada de privatizaciones, que cundió en todos los gobiernos, tampoco sirvió para mejorar las cuentas. Bien sabemos los argentinos que vender activos nacionales para cubrir gasto corriente es el camino a la ruina. Eso sí, permite estructurar un sector financiero que es un nuevo actor de poder.

El aventurero Macron se presentó como un social-liberal innovador: resultó un continuador. Eso es aventurismo.

‘Coraje, ¡huyamos!’ es una película francesa de 1979. Nos cuenta la historia de un personaje interpretado por Jean Rochefort, cuya vida gris estalla en colores cuando se enamora de una cantante de cabaré. Abandona familia, trabajo y costumbres para seguirla… Bueno, tratándose de Catherine Deneuve es comprensible. Para seducirla, Rochefort se hace pasar por un aventurero.

Hay algo de eso en las acciones en el momento actual de la política francesa, pero al revés. Hace tiempo el presidente Emmanuel Macron publicó ‘Revolución’, un libro donde el proyecto político que propone se entrelaza con la propia vida. Y es así como promete a la nación transformaciones tan innovadoras como la imprenta, tan relevantes como el Renacimiento. ¡Con menos de 40 años, candidato presidencial! Un verdadero niño prodigio. Culto hasta la erudición, brillante educación, altísimo funcionario treintañero, luego banquero de negocios en Rothschild, uno que fue de las decisiones políticas a la compraventa de empresas públicas o privadas… Un aventurero de nuestro tiempo. Ocho años después… Todo es más gris

Veamos un ejemplo. La deuda pública francesa representaba el 20 % del PBI en 1980, y hoy llega al 113 por ciento. El déficit fiscal es estructural desde hace decenios, y evoluciona en una franja de 4 a 6 % del producto. ¡Hay demasiado gasto social!, grita la derecha. ¡Hay demasiadas exenciones impositivas a los ricos!, clama la izquierda. Sin contar que la oleada de privatizaciones, que cundió en todos los gobiernos, tampoco sirvió para mejorar las cuentas. Bien sabemos los argentinos que vender activos nacionales para cubrir gasto corriente es el camino a la ruina. Eso sí, permite estructurar un sector financiero que es un nuevo actor de poder.

Propietarios de grandes empresas, medios de comunicación, tenedores de deuda, son también los que financian las campañas electorales de candidatos propios. Un caso que no fue previsto en la Constitución de la V República, aunque está blindado por los tratados europeos como el de Maastricht que establece la unión monetaria.

En ausencia de una moneda soberana, es imposible financiar el déficit sino con endeudamiento, así la mitad de la deuda francesa está en manos de “inversores” tanto locales como internacionales. Sin la posibilidad de política monetaria, el “Pacto de Convergencia” impuesto por el Banco Central Europeo condena a cada país al ajuste fiscal perpetuo, lo que hace que cualquier “desequilibrio” impacte por el lado del empleo y de las condiciones de trabajo.

En ese contexto uno de los argumentos del recién despedido primer ministro François Bayrou fue la necesidad de bajar el endeudamiento, ya que gran parte está en manos de extranjeros, lo que lesiona la soberanía francesa. “Un país no puede perder la soberanía, ni aceptar la sumisión frente a los acreedores”, dijo. Y es cierto.

¿Se habrá sentido como un argentino ante el Club de París? Hola, Karma. Digamos también que la solución propuesta por Bayrou consistía en alcanzar el equilibrio presupuestario basado en el recorte del gasto social, en vez de aumentar los ingresos, quizás a través de un impuesto a los ultrarricos. Es lo que sostiene Gabriel Zucker, profesor en la École Normale Supérieure y en Berkeley. Este joven economista francés propone una tasa de 2 % a los patrimonios mayores a 100 millones de euros (1800 hogares, 0,01 % de los contribuyentes).

Con algo de lógica política, Zucker sostiene que no es viable pedir más esfuerzos a los franceses mientras los ultrarricos saben esquivar el sistema fiscal y depositar las ganancias en off-shore. Ese grupo “tenía fortunas equivalentes al 6 % del PBI francés en 1996, hoy representan el 42%”, dice. Esa es la propuesta de la izquierda. Jean-Luc Mélenchon no pide cambio de Primer Ministro: pide la renuncia de Macron. Y elecciones presidenciales.

Sébastien Lecornu, el designado como primer ministro, es otro joven brillante. Deberá enfrentar a la extrema derecha de Marine Le Pen que lo intima a elegir entre “ruptura o censura”, mientras critica los costos de la inmigración, y le exige “restaurar la excelencia escolar, salvar al hospital público, defender nuestros servicios públicos”.

Por último, Le Pen lapida a Macron por “reconocer el Estado terrorista de Hamás”. Suponemos que así se refiere a Palestina. Es notable como las extremas derechas son tan partidarias del Estado de Israel. Como sea, Rassemblement National (Encuentro Nacional) amenaza con voltear al próximo gobierno en el Parlamento para forzar nuevas elecciones legislativas, que sitúan a RN como primera minoría.

El nuevo primer ministro francés Sébastien Lecornu con su predecesor François Bayrou

La derecha “tradicional” acepta todo menos “la gauche” (ya lo hizo en 1940). Es lo que leemos en un editorial de ‘Le Fígaro’: la izquierda “ha sostenido sin ninguna vergüenza al movimiento insurreccional ‘bloquemos todo’ y navega en una versión arcaica que quiere imponer los salarios, desplumar a las empresas, arrasar los patrimonios, abrir las fronteras, cerrar las prisiones”… ¡Qué aventura!

Sobre la ruina de los partidos tradicionales, Macron logró imponer nuevas marcas electorales, como “¡En Marcha!”, “La República en Marcha”, “Renacimiento” y “Juntos”. Ganó dos elecciones presidenciales -que no es poco- siempre contra la extrema derecha, aunque con cada vez menos margen. Enfrentó movimientos sociales como “los chalecos amarillos” antes y “bloqueemos todo” ahora. Tuvo también algunos escándalos, ninguno demasiado honorable. ¿Acaso le faltó historia para construir “la gran avenida del medio”? Por eso ahora gana tiempo sólo para durar: “coraje, ¡huyamos!”. El aventurero se presentó como un social-liberal innovador: resultó un continuador. Eso es aventurismo.

No creo que conmueva a Catherine Deneuve, ella sí que es grossa.

Eric Calcagno, Tiempo Argentino, 13-9-2025