Hay palabras que ya no admiten matices. Genocidio es una de ellas. Y cuando se pronuncia, debe provocar una respuesta inmediata, ética y global. No es un problema de religión, ni de política exterior, ni de fronteras milenarias: es un crimen contra la humanidad. Y lo que está ocurriendo hoy en Palestina con Gaza convertida en una fosa común, con miles de niños asesinados, con hospitales bombardeados, con el agua y los alimentos convertidos en armas de guerra es un genocidio. Así lo ha llamado la Relatora Especial de Naciones Unidas, Francesca Albanese, con pruebas, con nombres, con cifras y con la contundencia de quien ya no le teme al silencio cómplice.
La Relatora de Naciones Unidas pide a empresas multinacionales romper con Israel y denuncia una «economía del genocidio».
Pero lo más aterrador de su informe no son las imágenes desgarradoras ni los números que superan cualquier comprensión moral. Lo verdaderamente escalofriante es la lista de empresas internacionales que están ganando dinero con esta masacre. No es solo el genocida Estado de Israel el que tiene sangre en las manos. También lo tienen quienes le proveen armas, tecnología, logística, transporte, inversión, turismo y hasta comida.
De la economía de la ocupación a la economía del exterminio
Albanese lo dijo claro: el genocidio en Palestina es rentable. Es una industria. Un modelo de negocio. Y los nombres de los socios de este crimen están a la vista de todos:
Amazon y Google, que proveen tecnología algorítmica utilizada en los drones asesinos que eliminan vidas humanas con precisión digital.
Lockheed Martin y Leonardo S.P.A., fabricantes de las armas que destruyen hospitales, escuelas y hogares.
Carrefour, la cadena de supermercados que opera en territorios palestinos ocupados ilegalmente.
AP Møller-Maersk, la naviera que mantiene a flote la logística de la ocupación.
Airbnb y Booking.com, que promueven el turismo en tierras palestinas robadas.
BNP Paribas, Barclays, BlackRock, Vanguard, Allianz, que financian los bonos de guerra emitidos por Israel para seguir bombardeando.
Más de 400 empresas e instituciones de 36 países, todas cómplices del exterminio.
No es retórica. Es documentación oficial de Naciones Unidas. Es un crimen internacional en tiempo real. Y tú, lector, probablemente has comprado, usado o contratado alguno de sus productos. ¿Te parece exagerado? No lo es. Cada dólar que gastamos en estas marcas es un ladrillo más en el muro del apartheid. Cada clic, cada compra, cada envío, puede estar financiando una bomba.
¿Y ahora qué? ¿Seguir callando?
La historia no se repite, se arrastra. Así como el mundo tardó demasiado en reaccionar frente al apartheid en Sudáfrica, también hoy algunos justifican el genocidio en nombre de la “seguridad”, el “conflicto” o la “autodefensa”. Pero no hay defensa posible para el asesinato masivo de niños. No hay excusa para arrasar hospitales. No hay neutralidad ante el crimen.
Y si los Estados se arrodillan ante los lobbies, si las grandes potencias callan o incluso respaldan, entonces que hablemos los pueblos. Desde cada rincón del mundo. Con nuestras voces. Con nuestros actos. Con nuestras decisiones de consumo.
No compres genocidio. No consumas sangre. No alimentes la máquina del exterminio
Aquí está el llamado:
No compres en Carrefour.
Borra Airbnb. Cancela tus reservas en Booking.
Busca alternativas éticas a Amazon y Google.
Crea conciencia. Esto no es solo un llamado al boicot. Es un acto de resistencia moral global. Es recuperar nuestra humanidad ante la indiferencia organizada. Porque la economía del genocidio solo funciona si tú, yo y millones de personas seguimos pagando por ella.
El mundo mira. Palestina resiste. ¿Y tú de qué lado estás?
No basta con llorar frente a las imágenes. No basta con escribir en redes #FreePalestine. Hay que actuar. Hay que desmantelar el andamiaje económico del genocidio. Porque mientras haya ganancias, habrá bombas. Mientras haya inversión, habrá ocupación.
Y mientras tú sigas comprando, ellos seguirán matando.
Boicot. Desinversión. Sanciones.
Es tiempo de actuar. Porque cada vida palestina vale más que cualquier marca.