Intento de golpe de estado en Brasil

El alerta de la comunidad internacional fue inmediato este domingo. Siguiendo la misma urgencia observada tras los comicios del 30 de octubre cuando varios líderes reconocieron el triunfo de Lula, advertidos de caldo desestabilizador que se cocinaba en el Palacio de Alvorada, residencia oficial por entonces ocupada por Bolsonaro .

Asalto al Capitolio de Brasilia: ¿intento de golpe?

Los fascistas cumplieron su promesa. El asalto al Capitolio de Brasilia, que fue previsto durante tanto tiempo, finalmente sucedió. Y con refinamientos de gravedad en relación a la inspiración original, la invasión del Congreso de los Estados Unidos, el 6 de enero de 2021.

El 8 de enero de 2023, además de la sede del Congreso Nacional, terroristas de extrema derecha también invadieron y vandalizaron la sede de los poderes Judicial y Legislativo. El Palacio de la Alvorada no fue atacado porque el presidente Lula aún no reside allí. Sin embargo, si ya residíera allí, hubiera corrido el riesgo de ser asesinado.

Hay un agravante más en relación con el Capitolio original: mientras en EEUU el comandante del Ejército se opuso al intento de golpe de Estado del presidente Donald Trump, aquí en Brasil, las cumbres partidistas de las Fuerzas Armadas están directamente implicadas en el extremismo fascista.

El campamento en el Cuartel General del Ejército Brasileño, que el ministro de Defensa Múcio Monteiro, aseguró que “se iba a desvanecer” poco a poco, era la avanzada logística de las hordas fascistas que ocupaban Brasilia. Allí los terroristas finalizaron los preparativos para los hechos delictivos y de allí se trasladaron hacia la Praça dos Três Poderes.

Ante tantas y tan elocuentes evidencias, además de la presencia de un sargento de la Marina incitando a los amotinados a asesinar al presidente Lula y a la esposa del general conspirador Villas Bôas celebrada como celebridad en el campamento, es imposible no reconocer la complicidad de los jefes de las Fuerzas Armadas con este estado de cosas .

Los servicios oficiales de inteligencia del gobierno federal y del Distrito Federal sabían de los preparativos de los grupos extremistas que planearon los hechos en Brasilia. La prensa difundió ampliamente el movimiento de grupos terroristas que viajaron a Brasilia para reforzar el campamento en el área del Cuartel General del Ejército y promover ataques a instituciones.

El ministro de Justicia, Flávio Dino, convocó a la Fuerza Nacional para actuar en la Esplanada dos Ministérios entre el sábado 7 de enero y el lunes 9, con el objetivo de garantizar la protección de las áreas de los tres poderes del Estado. La Fuerza Nacional, integrada por la policía civil y militar y los bomberos del DF, saboteó la orden para impedir los atentados, fue indulgente con los hechos y cómplice de los terroristas.

Es impresionante la facilidad con que miles de terroristas se movieron libremente por las avenidas de Brasilia, y con igual facilidad invadieron los edificios del Suprmo Tribunal Federal, el Congreso y el Planalto.

Cuando se desalojaron los edificios públicos, no se identificaron bandidos y mucho menos se los arrestó en el acto, lo que es una grave ofensa a la democracia y al Estado de derecho.

Todo ello refuerza, por tanto, la hipótesis de sabotaje e indulgencia del gobierno bolsonarista del DF con actos de terror. La responsabilidad del gobierno de Ibaneis Rocha en la destrucción fascista es notoria e incuestionable.

El gobierno federal necesita decretar y ejecutar la intervención federal en el DF [artículo 84 de la CF] con la destitución del gobernador y buscar la cooperación de policías estatales de otros estados para garantizar la seguridad de la capital del país y el funcionamiento de las instituciones.

Bajo ninguna circunstancia se debe considerar llamar GLO – Garantía de la Ley y el Orden, un dispositivo implementado por las Fuerzas Armadas; eso sería todo lo que querrían los altos militares.

Identificar y sancionar ejemplarmente a los terroristas a la luz de la Ley y la Constitución es vital para la democracia, como lo es el financiamiento de los terroristas y de los agentes públicos que son sus cómplices. Asimismo, es imperativo y urgente el desmantelamiento inmediato de los nidos terroristas alojados en el Cuartel General del Ejército y frente a los cuarteles en todo el país.

El recrudecimiento de la violencia fascista en Brasilia, que tiene como epicentro logístico y estratégico el Cuartel General del Ejército Brasileño, pone a prueba las elecciones realizadas hasta ahora por el gobierno de Lula en materia militar.

Jeferson Miola

Miembro del Instituto de Debates, Estudios y Alternativas de Porto Alegre (Idea), fue coordinador ejecutivo del V Foro Social Mundial. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico

Fuente: CLAE, 8 de enero

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Crónica de un ensayo anunciado

En este artículo el autor analiza ‘el clima de esta época’, en la que la intentona golpista en Brasil es el resultado de un acontecimiento largamente preparado y en sintonía con la estrategia neofascista internacional.

Manifestantes invadem Congresso, STF e Palácio do Planalto. Rebelión [Imagen: Actos de vandalismo en el Congreso brasileño durante la jornada golpista del 8 de enero de 2023. Créditos: Marcelo Camargo/Agência Brasil].

Lo ocurrido en Brasil es algo inédito en la historia de ese país. Pero, paradójicamente, era algo previsible. Hubo muchas señales de que la derecha radical, neofascista o neonazi, no estaba dispuesta a permitir que se consumara en paz y ordenadamente la asunción de Lula como nuevo presidente del Brasil. Claros indicios de que apostaba a un golpe militar, para lo cual golpeaban la puerta de los cuarteles y acusaban públicamente de cobardes a los militares por no “rescatar al país” de las garras del comunismo y su arma mortal: “la ideología de género”. 

Lo mismo que se hizo en Chile en los meses finales del gobierno de Salvador Allende. La receta es la misma, “made in America”: movilizar a un segmento de la “sociedad civil”, ganar las calles, precipitar la intervención militar y tumbar al Gobierno indeseable. Por eso lo ocurrido era algo que estaba presente en el nefasto “clima de época” alimentado por la inexorable declinación de Estados Unidos como superpotencia mundial y su recargada virulencia.

El signo de esa revuelta bolsonarista guarda una notable similitud con lo acaecido casi exactamente dos años antes en el Capitolio de Estados Unidos. En este país tuvo lugar el 6 de enero, en Brasil el 8. La coincidencia no es casual, habida cuenta de la existencia de una muy activa y muy bien financiada internacional neofascista que tiene como su gurú ideológico y organizacional a Steve Bannon, exasesor de Donald Trump. Pero las coincidencias no terminan allí. El objetivo fue el mismo: demostrar cómo un grupo decidido y relativamente pequeño (en Brasil unas cuatro mil personas) puede apoderarse a voluntad de la sede de los tres poderes del Estado y, si algunas condiciones maduran, hacer que las fuerzas armadas den un paso al frente y consumen la reedición del infausto golpe de Estado de 1964. Por eso lo ocurrido es un ensayo, una prueba. Seguramente volverán a la carga para crear una situación que finalmente termine por convertir en inevitable un arbitraje militar.

Claro que lo anterior depende en gran medida de lo que haga el Gobierno de Lula. Para empezar tendrá que decretar la intervención de la gobernación de Brasilia, cómplice necesaria por su pasividad ante los revoltosos. Tendrá también que reemplazar a la cúpula de los servicios de inteligencia del Estado, que fueron incapaces –o no quisieron- anticipar esta situación y advertir a las autoridades del peligro que se avecinaba. Y otro tanto tendrá que hacer con las fuerzas armadas. Por otra parte, el presidente Lula tendrá que convencerse que deberá movilizar y organizar a su base electoral y recuperar el control de calles y plazas. En caso contrario, la estabilidad de su Gobierno podría llegar a verse muy comprometida. Ni las instituciones ni las diversas ramas del aparato estatal le responden tal cual manda la Constitución. Su único reaseguro es la movilización popular.

Hablábamos más arriba del “clima de época” en el que hay que enmarcar lo sucedido. Repasemos: en 2021 se produjo lo del Capitolio; el 2022 fue pródigo en acontecimientos similares. En julio miles de manifestantes en Sri Lanka tomaron por asalto la residencia oficial y la oficina del presidente e incendiaron la del primer ministro. El signo político no era reaccionario, pero la forma de la protesta sí lo fue. En diciembre se frustró un intento neonazi de ocupar violentamente el Bundestag y varios parlamentos de los Landers alemanes. En septiembre se produjo el frustrado intento de magnicidio contra Cristina Fernández de Kirchner, aún lejos de estar esclarecido; en diciembre la destitución de Pedro Castillo en Perú; ahora la tentativa en Brasil. Y antes, a no olvidarlo, tal vez inaugurando este ciclo, el cruento golpe neofascista en Bolivia.

El obvio pero sistemáticamente negado “déficit democrático” de los sistemas políticos que se pretenden democracias (¡y que no lo son!) se combina con los efectos de la crisis capitalista y los desquiciantes movimientos de las placas tectónicas del sistema internacional en Ucrania y Taiwán. Y esto, políticamente hablando, es dinamita. Para desactivar esta bomba de tiempo se requerirá de mucha habilidad política, inteligencia y fuerza, para tomar decisiones difíciles que provocarán encendidos debates. Ojalá que Lula pueda demostrar que posee esas virtudes.

Atilio Boron

Atilio Boron es politólogo y sociólogo argentino. Profesor Regular Titular de Teoría Política y Social, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad de Buenos Aires desde 1986. Es Investigador Superior del Conicet. Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias Sociales. Ex -Secretario Ejecutivo del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales / CLACSO, 1997-2006. Bio

Fuente: Rebelión 9 de enero de 2023

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Los militantes del exmandatario de ultraderecha reclaman un golpe de Estado

Brasil: Cientos de militantes de Bolsonaro invaden el Congreso y el Palacio del Planalto

Parte de la horda llegó procedente del Cuartel General del Ejército, donde fue montado un campamento contra la llegada de Lula a la presidencia.

Imagen: AFP

Cientos de simpatizantes del expresidente brasileño, Jair Bolsonaro, invadieron este el Congreso en Brasilia mientras otros comenzaron a ingresar el Palacio del Planalto, sede de la Presidencia y algunos rodearon el Palacio de Justicia. 

Días atrás el líder de ultraderecha Bolsonaro, que se refugió en Estados Unidos, prometió a sus seguidores que aguarden “novedades” inminentes, dijeron grupos de ultraderecha en el estado de Florida.

El asalto al Capitolio versión local

Ese comentario, pareció confirmar la intención del excapitán de cumplir su amenaza de perpetrar en Brasil la versión local del asalto al Capitolio ocurrida en enero de 2021, por parte de seguidores de Donald Trump.

Los manifestantes lograron bloquear los puestos de la Policía Militar de Brasilia y avanzaron por la avenida principal de Brasilia tras lo cual tomaron el Palacio del Parlamento mientras algunos comenazaro asaltar el Palacio del Planalto, sede de la Presidencia, ubicado a unos 300 metros del Legislativo. en la zona este de la ciudad.

Parte de la horda llegó procedente del Cuartel General del Ejército, donde fue montado un campamento demandando un golpe de Estado y contra el “fraude” que habría permitido el triunfo de Luiz Inácio Lula da Silva.

Entretanto no se descarta que el presidente, Lula da Silva, que se encuentra en San Pablo regrese a Brasilia en las próximas horas, informó radio CBN del grupo Globo.

En la madrugada de este domingo la noche del sábado llegaron a Brasilia colectivos desde varios estados que no fueron abordados por la Policía Militar de Brasilia, al frente de la cual está el secretario de Seguridad Anderon Torres , un conocido bolsonarista que fue ministro de Justicia hasta fine de diciembre.

Tampoco hubo una respuesta rápida de la policía brasiliense para impedir el ataque al Planalto.

Parte de los manifestantes partieron desde el Cuartel del Ejército en la zona oeste de Brasilia. 

Dario Pignotti desde Brasilia

Comunicador y periodista. Corresponsal de Página/12 en Brasil.

Fuente: Pagina12, 8 de enero de 2022

El asalto a las sedes del Congreso, el Planalto y la Corte Suprema

La barbarie en Brasil tiene la huella de Bolsonaro

Los seguidores del ultraderechista cargaron contra todo: muebles, decorados y obras de arte de grandes maestros modernistas, detestados por el exmandatario. 

La barbarie desatada hoy Brasilia, con la probable venia de Jair Bolsonaro, fue peor que el asalto al Capitolio, del cual se inspiró. Miles de simpatizantes del exmandatario cercaron, y buena parte de ellos invadió el Palacio del Planalto, donde funciona la presidencia, así como las sedes de los poderes Legislativo y Judicial.

Las primeras columnas llegaron a las tres de la tarde a la avenida principal de Brasilia luego de haber recorrido unos seis kilómetros desde el Cuartel General del Ejército, cuyas autoridades les dieron cobertura desde el 30 de octubre cuando se acantonaron allí para demandar un golpe de Estado y denunciar el avance “comunista” que encarnaría Luiz Inácio Lula da Silva y el Partido de los Trabajadores (PT).

Con banderas brasileñas y camisetas de la selección de Neymar, ingresaron a Planalto subiendo la misma rampa que hace exactamente una semana había recorrido Lula tomado del brazo de un líder indígena, una chica recicladora de residuos y un sindicalista antes de prometer la “reconstrucción” del país y la democracia.

Una vez ingresados en el Planalto cargaron contra todo: muebles, decorados y obras de arte de grandes maestros modernistas, detestados por Bolsonaro y su esposa, la militante evangélica Michelle.

Barbarie nazi

Desde Araraquara, en el interior de San Pablo, Lula fustigó a los “vándalos nazis” que desataron la “barbarie en Brasilia” y prometió que los reponsables serán identificados y detenidos.

Con evidente enojo y sin dar margen de dudas se refirió a Bolsonaro como un “genocida” y lo acusó de “estimular la invasión a los tres poderes” algo que hizo “siempre que pudo”. “Esto es responsabilidad de él”, remató.

El presidente anunció su decisión de regresar a la capital lo antes posible y ordenó la intervención federal de la seguridad, ante la omisión de la policía brasiliense, de sabida simpatías por Bolsonaro.

Agua de coco

La afinidad policial con los sediciosos saltaba a la vista en la tarde de este domingo. Un agente prefirió ir hasta un puesto ambulante a comprar agua de coco antes que restablecer los bloqueos sobre la Explanada de los Ministerios, la avenida que recorre la ciudad de oeste a este y concluye en el Planalto, la Plaza de los Tres Poderes y el palacio de Supremo Tribunal Federal.

Otro indicio de la complicidad fue la ausencia en Brasilia del secretario de Seguridad Pública, comisario Anderson Torres, exministro de Justicia de Bolsonaro, que viajó a Florida a pesar de los indicios claros de la insurrección. Torres ya había sido negligente ante el levantamiento bolsonarista del 12 de diciembre, día en el que Lula recibió el diploma de gobernante electo junto a su vice, Geraldo Alckmin.

Ante esa seguidilla de indicios de complicidad con el golpe, Lula ordenó que la Abogacía General de la Unión solicite el arresto de Torres quien, según trascendidos, se habría reunido con su jefe Bolsonaro en Orlando, estado de Florida.

Ejército

El flamante comandante del Ejército, general Julio César de Arruda no pudo o no quiso (esta segunda opción parece más probable) levantar el campamento, tal como lo había dado a entender al ministro de Defensa, José Múcio Monteiro.

La tolerancia castrense con estas bandas a las que consideran “manifestantes con derecho a expresarse” deja en claro hasta donde llegó la bolsonarización de las Fuerzas Armadas con las que deberá lidiar el gobierno democrático del que forman parte ministros de varios partidos.

En otro momento de su discurso Lula también advirtió que podrá tomar medidas frente a funcionarios que no cumplan su responsabilidad, expresión que podría ser una advertencia al conservador ministro Múcio, quien más de una vez parece ser el representante de los militares en el gobierno. En lugar de hacer valer las órdenes de Lula dirigidas al partido militar.

Al contrario de Múcio Monteiro, el ministro de Justicia, Flavio Dino, montó un gabinete de crisis y prometió ir hasta el hueso con las investigaciones sobre quienes realizaron el alzamiento pero también sobre los autores intelectuales y quienes los financiaron.

Alrededor de las ocho de la noche unos 170 inconformes comenzaron a abandonar el Planalto y el Congreso, parte de ellos esposados, y luego embarcados en vehículos policiales.

Prófugo

Desde que partió hacia Orlando, en el sur estadounidense, Bolsonaro comenzó a ser tipificado como un virtual prófugo de la Justicia por dirigentes de campo democrático, como el senador Randolfe Rodrigues, jefe de la bancada del gobierno. Según estos dirigentes Bolsonaro estaría en pánico ante la posibilidad de ir preso.

Esto se debe a que varias causas contra el otrora presidente emigrarán del Supremo a la primera instancia donde se torna cada vez más probable que algún juez decrete la prisión preventiva. Entre los varios procesos abiertos en su contra están los que le imputan actos antidemocráticos perpetrados entre 2020 y 2022, período en el que incitó al golpe atacando a jueces y fogoneando a su base para que asalte los palacios en Brasilia.

Cabe suponer que a partir de los 170 detenidos de este domingo y otros apresados recientemente por actos terroristas surjan más indicios que compliquen la situación del capitán retirado que la semana pasada fue filmado deambulando por un supermercado estadounidense con aspecto desconcertado.

El plan A del dirigente en fuga sería permanecer en Florida, incluyendo una temporada en el resort del expresidente republicano Donald Trump, donde será mejor recibido que en las tiendas del Partido Demócrata, del actual gobernante Joe Biden.

Alexandra Ocasio-Cortez, diputada demócrata, tuiteó este domingo que “dos años después de que el Capitolio fue atacado vemos un movimiento tratando de hacer lo mismo en Brasil, Estados Unidos no debe conceder refugio a Bolsonaro en Florida”.

Por cierto la comparación de la diputada progresista se ajusta al realidad. Pero es insuficiente: el asalto de este domingo incluyó a los tres poderes, en Washington fue solo uno. Y en Brasilia hubo la simpatía u omisión de las Fuerzas Armadas, algo que no ocurrió en Washington.

La segunda opción de fuga del jefe ultraderechista Bolsonaro podría ser buscar refugio en Italia, donde su familia ya inició los trámites para obtener la ciudadanía.

Alberto Fernández y Biden

La repercusión internacional del alzamiento golpista fue inmediata. El presidente argentino, Alberto Fernández, que recibirá a Lula el 23 de enero en Buenos Aires , fustigó el “intento de golpe de Estado”.

“Quienes atentan contra la democracia merecen no solo la sanción legal que corresponda, sino también el rechazo absoluto de la comunidad internacional”, reforzó Fernández, titular pro témpore de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe (Celac) que seguramente tratará los hechos de este domingo en su reunión.

“Lula no está solo, cuenta con el apoyo de las fuerzas progresistas de su país, de México, del continente americano y del mundo”, tuiteó el presidente mexicano López Obrador. que hace una semana convidó a Lula para que visite su país.

El asesor de seguridad nacional estadounidense, Jake Sullivan, que el mes pasado se reunió con Lula en Brasilia, aseguró que Washington “condena cualquier intento de minar la democracia en Brasil. El presidente Biden está siguiendo de cerca la situación y nuestro apoyo a las instituciones democráticas es inquebrantable”.

Expresiones de apoyo a la democracia y contra los sediciosos fueron manifestadas por los presidentes de Colombia y Francia, Gustavo Petro y Emmanuel Macron respectivamente.

El alerta de la comunidad internacional fue inmediato este domingo. Siguiendo la misma urgencia observada tras los comicios del 30 de octubre cuando varios líderes reconocieron el triunfo de Lula, advertidos de caldo desestabilizador que se cocinaba en el Palacio de Alvorada, residencia oficial por entonces ocupada por Bolsonaro .

Dario Pignotti desde Brasilia

Fuente: Página 12, 9 de enero de 2023

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Editado por María Piedad Ossaba