La pobreza mata

La pandemia de hoy puede explicar el aumento de la pobreza, pero no hay evidencias en el mundo de que las “huelgas generales” conduzcan a agravarla…la pobreza produce todo tipo de estresores que enferman y acortan la vida de la gente.

En las últimas semanas hemos visto en medios, redes y narrativas oficiales un alud de expresiones relacionadas, al fin al cabo, con la “violencia” o con el “odio”. La finalidad es paralizar el debate descarnado de los hechos y sus causas más significativas. “No polarice”, “no hable de lucha de clases”, “no señale”, “no use expresiones violentas”, “no incite al desorden”, “no vandalice”, “no haga afirmaciones irresponsables”, o “dialoguemos para que nos muestren las soluciones”. Esta última expresión se le escuchó en tono burlón a un negociador del gobierno.

La violencia es relativa, o sea, depende de la conjugación de dos fenómenos: la intensidad de la fuerza aplicada y el grado de vulnerabilidad del que la padece. La violencia puede afectar a la larga serie de los hechos corporales, de las emociones y de los sentimientos. Usualmente, la violencia simbólica o verbal afecta primero e irremediablemente a las emociones (reacciones siempre automáticas: ira, miedo, padecer sed o hambre…) y a los sentimientos (reacciones bien racionalizadas: indignación, tristeza, desprecio, frustración, placer, amor…, pero que también pueden ser manipuladas a voluntad).

Lo más importante de este asunto es que la vulnerabilidad del que padece la fuerza o la amenaza puede ser manipulada en el plano de los sentimientos. El gobierno de una nación o de una localidad puede magnificar las afectaciones a sus sentimientos al punto que un daño físico a un inmueble puede ser registrado en sus sentimientos como un verdadero atentado al Rey, al presidente, al orden, a la Constitución, a la “gente de bien”, a la economía nacional toda, etcétera. Inversamente, la destrucción o el colapso de una obra multimillonaria por problemas constructivos se aprecia desde las elites políticas y sus medios de comunicación como una afectación a sentimientos exculpadores por definición: “lamentamos la impericia del diseñador”, “hubo un error de geotecnia no previsible”, “se equivocaron de buena fe” …, los tonos sentimentales varían en torno a un asunto casi inocente. Contrariamente, la perspectiva de un espectador crítico y calificado en el tema es de indignación y de “dolor de patria” por la pérdida de los recursos públicos. 

Dicho de otro modo, si las movilizaciones masivas de hoy “incurrieran” en un grafiti de aerosol en una pared de un edificio público, será registrado en los medios y en las autoridades como un atentado terrorista. Y no es una exageración. Los parlamentarios del Centro Democrático han hablado de estos hechos como “terrorismo vandálico”. Y aquí viene el segundo efecto importante, y es el que se produce en la esfera de las emociones: las narrativas sobre el “terrorismo” de estos jóvenes y niños deben producir un miedo masivo en todas las clases sociales. La gente debe reaccionar con temor ante cada anuncio de los actos “vandálicos” o “terroristas” de los “desadaptados”.

El temor es una emoción poderosísima, pues no se puede racionalizar al momento de experimentarla. Se necesita de serenidad y distancia para desmenuzar sus verdaderas causas. Reacción desproporcionada de la fuerza pública ante actos casi inanes de los protestantes, a partir de la magnificación de un sentimiento de indignación desde el poder, que luego produce un miedo desbordado entre la población, que de nuevo justifica la acción represiva y desmedida del Estado contra la gente que protesta pacíficamente. El libreto está escrito desde hace milenios. No es solo un asunto del fascismo, que es una manera concreta de utilizar el miedo mediante la radio, la televisión, la internet, la propaganda impresa, y el proceso mismo de domesticación del pueblo en las grandes urbes.

¿Por qué la protesta debe escalarse? Podríamos preguntarnos. Porque sencillamente le hace bien a la sociedad colombiana. El “paro cívico” de 1977 detonó mejoras de varios puntos en el salario mínimo, propició el acceso a la canasta básica, y terminó impulsando una baja en las tasas de pobreza urbana. La pandemia de hoy puede explicar el aumento de la pobreza, pero no hay evidencias en el mundo de que las “huelgas generales” conduzcan a agravarla. Pero, existe otra razón de mayor peso: la pobreza produce todo tipo de estresores que enferman y acortan la vida de la gente, o sea, lentamente millones de personas llevan décadas padeciendo una violencia corporal, emocional y de sentimientos que los está matando o les está disminuyendo la vitalidad (véase los estudios científicos de “Whitehall” y posteriores). Por tanto, la reacción de jóvenes que protestan masiva y pacíficamente es tan normal y proporcional al daño ocasionado por el Estado que es completamente necio desconocer sus motivaciones estructurales. 

El “regicidio”, el derecho a la “sedición”, o la defensa activa de un “pacto social quebrado”, se encuentran en todas las normas constitucionales y filosofías liberales: desde el Padre Juan de Mariana, pasando por el Levitan de Hobbes y la Constitución francesa de hace algunas décadas, hasta la actual Constitución alemana, lo han expresado así. En el fondo no veo el alboroto entre las élites: si el Estado se atrevió a abrazar el liberalismo político debe acogerlo sin miramientos. Debe aceptar su propia reforma para que pueda perdurar. Y que quede constancia que el Estado en sí mismo no es santo de mi devoción.

Alexander Martinez Rivillas

Fotografíaminuto.com.co

Publicado por El Salmón,16 de mayo de 2021

Editado por María Piedad Ossaba