Mientras Estados Unidos prepara una nueva escalada de tensiones en el Medio Oriente, acusando a Irán de atacar barcos cargados de crudo en el Golfo de Omán, el viceprimer ministro italiano Matteo Salvini se reúne en Washington con el secretario de Estado Mike Pompeo, uno de los artífices de esa estrategia, asegurándole que «Italia quiere convertirse nuevamente en el primer socio europeo de la mayor democracia de Occidente». De esa manera, Salvini implica a Italia en la operación que Washington ha iniciado.
Matteo Salvini y Mike Pompero
El «incidente del Golfo de Omán», casus belli contra Irán, es una copia al carbón del «incidente del Golfo de Tonkín», utilizado como casus belli para bombardear Vietnam del Norte, acusado de haber atacado un barco militar estadounidense el 4 de agosto de 1964, acusación que finalmente resultó falsa.
En esta ocasión, un video divulgado por Washington muestra una lancha –supuestamente iraní– que se acerca en pleno día al costado de un petrolero para que su tripulación recupere una mina que no había estallado. Washington afirma que los iraníes querían evitar que se descubriera la procedencia de la mina defectuosa –supuestamente “Made in Iran”.
Con tales «pruebas», que constituyen un verdadero insulto a la inteligencia, Washington trata de enmascarar el verdadero objetivo de la operación, que en realidad es parte de su estrategia para hacerse con el control de las reservas mundiales de petróleo y gas y de los corredores por donde circulan los recursos energéticos [1].
No es casualidad que Estados Unidos tenga en la mira a Irán e Irak –el total de las reservas de petróleo de esos dos países sobrepasa las de Arabia Saudita y son 5 veces superiores a las de Estados Unidos. Las reservas iraníes de gas natural son 2,5 veces superiores a las de Estados Unidos. En el marco de la misma estrategia estadounidense, Washington tiene también en el colimador a Venezuela, país que dispone de las mayores reservas comprobadas de petróleo a nivel mundial.
El control de los corredores por donde circulan los recursos energéticos es también de primera importancia. Cuando acusa a Irán de querer «interrumpir el paso del petróleo a través del Estrecho de Ormuz», el secretario de Estado Mike Pompeo anuncia que «Estados Unidos defenderá la libertad de navegación». Dicho de otra manera, anuncia que Estados Unidos quiere controlar militarmente esa zona clave para el aprovisionamiento energético, lo cual incluye el aprovisionamiento de Europa, y que pretende hacerlo impidiendo en primer lugar el tránsito del petróleo iraní, al cual Italia y otros países europeos no pueden acceder libremente… debido a las sanciones estadounidenses.
Irán también podría garantizar a Europa gas natural a bajo precio mediante un gasoducto a través de Irak y Siria, pero el proyecto de construcción de ese gasoducto –iniciado en 2011– voló en pedazos como resultado de la operación de Estados Unidos y la OTAN tendiente a destruir el Estado sirio.
Rusia también podría enviar gas natural directamente hasta Italia, desde donde ese gas sería distribuido a otros países de Europa –en una operación económicamente muy ventajosa– mediante el gasoducto South Stream, a través del Mar Negro. Pero la construcción de ese gasoducto, que ya estaba en fase avanzada, fue bloqueada en 2014 por la Unión Europea, bajo presiones de Estados Unidos, lo cual perjudicó grandemente a Italia.
Pero se mantuvieron los trabajos destinados a tender un segundo gasoducto en el trayecto que ya recorre el Nord Stream, lo cual convierta a Alemania en centro de redistribución del gas ruso. Por otro lado, conforme al acuerdo de «cooperación estratégica entre Estados Unidos y la Unión Europea en el sector energético», que data de julio de 2018, Estados Unidos ha triplicado sus exportaciones de gas natural licuado hacia la Unión Europea, con Polonia como centro de redistribución desde donde llegará también a Ucrania el «gas de la libertad».
El objetivo de Washington es de naturaleza estratégica: perjudicar a Rusia reemplazando las ventas de gas ruso a Europa con el gas estadounidense. El problema es que no tenemos ninguna garantía en cuanto a los precios ni sobre por cuánto tiempo se mantendrán los envíos de gas estadounidense, obtenido mediante la técnica llamada fracking, que es por cierto desastrosa para el medioambiente.
¿Y qué dice de todo eso Matteo Salvini? En todo caso, a su llegada a la «mayor democracia del mundo occidental», Salvini afirmó orgullosamente: «Formo parte de un gobierno que, en Europa, ya no se conforma con migajas.»
Manlio Dinucci
Nota:
[1] «Geopolítica del petróleo en la era Trump», por Thierry Meyssan, Red Voltaire, 9 de abril de 2019.
Original:
Traducido por voltairenet
Editado por María Piedad Ossaba
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