París… ¿vale una misa?
No fueron los 30 pesos, sino los 30 años

Treinta años de cogobierno Concertación-Derecha, treinta años de “consenso” y “cocina”, durante los cuales el abusado, el burlado, el atropellado, el explotado, el ninguneado… fue siempre el pueblo de Chile.

Para acceder al trono, las familias reales practicaron los peores crímenes, incluyendo el uxoricidio, el matricidio y el parricidio. También las alianzas espurias. Louis XVIII nombró ministro del Interior al regicida Joseph Fouché, que había aprobado el guillotinamiento de su hermano Louis XVI. En la actualidad se suele practicar la “cocina”, el tráfico de influencias y sobre todo la imbecilidad…

Salvador Allende, vistiendo la “camisa de acero” de los combatientes antifascistas

En la Edad Media, Adalberto Iº rehusó levantar el asedio de Tours. El rey Hugues Capet lo llamó al orden preguntándole: “¿Quién te hizo conde?” Adalberto respondió con insolencia: “Y a ti… ¿Quién te hizo rey?”

No. Henri de Bourbon, rey de Navarra –que pasaría a la historia como Henri IV de Francia– nunca pronunció aquella frase apócrifa: “París vale una misa”.

Pero sí es cierto que John FitzGerald Kennedy llegó a la presidencia de los EE. UU. gracias –entre otros– al amable concurso de la mafia: su padre se había enriquecido traficando alcohol en tiempos de la Prohibición y tenía una libreta de direcciones más larga que un lunes sin pan. John F. Kennedy lo pagó caro poco más tarde, en Dallas.

No pocos políticos llegaron al poder mediante componendas de las cuales no estuvo ausente ni la “cocina”, ni el tráfico de influencias, ni las oscuras transacciones, ni el dinero extranjero, ni siquiera el crimen. Todo eso conforma un dato de la causa.

A Sarkozy lo financió ilegalmente Muammar Gadafi, razón por la que luego –ya presidente de Francia– se lo cargó por la sencilla razón que los muertos no hablan (de todos modos, su ministro del Interior acaba de entrar en cana).

En los años 1980 Mitterrand le entreabrió una puerta a la extrema derecha para debilitar a la derecha republicana, gracias a lo cual accedió al Eliseo. El pato de la boda lo pagamos ahora, cuando esa derecha ultramontana se alza como una amenaza real en las presidenciales gabachas de mayo próximo.

Algunas veces las maniobras fallan: ya he contado cómo Fausta Flavia Máxima, esposa del emperador romano Constantino I, intentó subvertir el orden de sucesión imperial acusando a Crispus, hijo del primer matrimonio de Constantino, de querer levantarle la crinolina. Constantino, que estaba a punto de convertirse al catolicismo (lo hizo poco después) hizo asesinar a su propio hijo, posibilitando así la sucesión de un hijo de Fausta Flavia Máxima. No obstante, la madre de Constantino le hizo ver la maniobra y el emperador, ni corto ni perezoso, hizo hervir a Fausta Flavia Máxima quien, según cuentan, dio buena sopa.

En las elecciones presidenciales chilenas asistimos a la puesta en práctica –masiva y determinada– del consejo que canta con ritmo de tonada el Conjunto Cuncumén: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra le cobija”.

Lo peor de la costra política parasitaria de la Concertación, –la misma que creó el desastre que condujo a la insurrección del 18 de octubre 2019 y las condiciones de la resurrección del neofascismo encabezado por Kast– aparece ahora como el deus ex machina en la eventual elección de Gabriel Boric. Eurípides no lo hubiese hecho mejor.

Como me comenta un apreciado amigo que está apoyando a Boric a falta de otra cosa, si Boric tuviese un poquillo de sesera hubiese agradecido desde lejos, cortésmente, los apoyos de Bachelet y Lagos agregando: “Yo intentaré hacer todo lo que Uds. no supieron, o más bien no quisieron hacer”.

Por el contrario, parece haberse producido muy rápidamente lo que los yanquis llaman un melting pot en el que resulta difícil separar el acero de la escoria, suponiendo que haya algún acero.

Queda por ver si tal confusión suma o resta.

Visto de afuera, parecía más razonable dirigirse al 53% que se abstuvo en la primera vuelta, la fruslería de 7 millones 840 mil electores, convenciéndoles de que la coalición Apruebo Dignidad no es una murga pegada con restos de la “gotita”, sino un proyecto ambicioso para devolverle a Chile su calidad de República, a la ciudadanía su irrenunciable Soberanía, y al conjunto la dignidad perdida el 11 de septiembre de 1973.

Desafortunadamente, el candidato anda a trompicones, mirando hacia los electores de Parisi primero, y luego hacia los restos del naufragio de la Concertación.

Por otra parte, el principal argumento que sus partidarios exhiben es el temor del regreso del pinochetismo, de sus atroces prácticas, de sus crímenes, de sus arbitrariedades, de sus robos y pillajes, razonamiento primario basado en eso de “Gato escalfado le teme al agua fría”.

Es no tomar en cuenta la verdad granítica que el 18 de octubre 2019 expuso con una claridad que encandila: sus causas no fueron “los treinta pesos, sino los treinta años”.

Treinta años de cogobierno Concertación-Derecha, treinta años de “consenso” y “cocina”, durante los cuales el abusado, el burlado, el atropellado, el explotado, el ninguneado… fue siempre el pueblo de Chile. Bajo la batuta de una Concertación que hoy aparece como tropilla de refuerzo para ganar una batalla que renunció librar sistemáticamente, actuando como gestora del saqueo.

De proverbio en proverbio uno llega a ese que reza: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.

Si Boric gana… nos va a costar caro.

De Kast no digo nada, porque el fascismo, en todas sus versiones, es nuestro enemigo. Uno que ya fue derrotado en Chile en los años 1930, cuando Jorge González von Marées fundó el Movimiento Nacional-Socialista (nazi). Entre quienes vistieron la “camisa de acero” de los combatientes antifascistas estaba un cierto Salvador Allende.

Luis Casado para La Pluma, 16 de diciembre de 2021

Editado por Fausto Giudice