Haití, ¡qué será de ti!

Haití ha vivido en la boca del lobo. Hay que memorar los espantosos gobiernos de Bush, cuando bloqueó a los haitianos y puso en jaque al gobierno democrático (fue el primero elegido por voto popular) de Jean-Bertrand Aristide.

Haití es la tierra de lo real maravilloso, tal como la calificó el escritor cubano Alejo Carpentier, que escribió una novela acerca de esa parte de La Española, primer territorio de lo que hoy se conoce como América Latina en alcanzar la independencia. El Haití de entonces dio una lección al continente de cómo hacer una revolución, cómo derrotar al hombre más poderoso del mundo, Napoleón Bonaparte y cómo se forja con heroísmo y dignidad una liberación de esclavos.

ALEJO CARPENTIER, DEL NEGRISMO A LO REAL MARAVILLOSO

De Haití quizá comenzamos a saber en la escuela, en los tiempos en que aún se estilaban las clases de historia patria. Y la maestra nos contaba cómo Simón Bolívar obtuvo un significativo apoyo de parte de Alejandro Petión, a quien el caraqueño visitó en 1816. El general haitiano, admirado por la gestión libertadora de Bolívar, puso a su disposición cerca de 6.000 fusiles con sus respectivas bayonetas, municiones, víveres, una imprenta, algunas goletas y dinero.

Así que Haití, precursora de movimientos independentistas y de libertad de esclavos, tiene algo que ver con la independencia de lo que hoy es Colombia. Petión también le ofreció a Bolívar un grupo de haitianos para que lo acompañara en la llamada Expedición de los Cayos, cuyo objetivo era asaltar a las tropas españolas que ocupaban Venezuela.

El rey negro Henri Christophe

Haití fue, quizá para burlas de la aristocracia europea, tierra del rey negro Henri Christophe, que se proclamó como Enrique I y creó una corte con cuatro príncipes, ocho duques, veintidós condes, cuarenta barones y catorce caballeros. Se denominó la “nobleza haitiana”, una suerte de improvisada aristocracia a la criolla. Para el extravagante rey, que también era albañil, miles de esclavos le construyeron el Palacio de Sans-Souci. Christophe se suicidó con una bala de plata el 8 de octubre de 1820. Se la disparó en el corazón.

Papa Doc

Haití, que es el país más pobre de América, ha sido devastado no solo por terremotos, sino, en especial, por la ya antigua injerencia de los Estados Unidos. Durante más de sesenta años, tras lograda la independencia haitiana, los gringos desconocieron al nuevo país. Y más bien, en 1915, lo invadieron. Woodrow Wilson, el presidente que a través de la Comisión Creel y otros mecanismos de propaganda hizo un “lavado de cerebro” al pueblo estadounidense para que aprobara la participación en la Primera Guerra Mundial, se encargó del aplastamiento.

Y desde entonces, desde los días en que necesitaban abrir ese país al saqueo extranjero, EE.UU. inauguró una condición perpetua de dominación, ocupaciones, expoliación de los recursos naturales, y afinó la descarada política de subir y bajar tiranuelos en la aporreada Haití. Uno de los títeres impuestos por Washington fue el excéntrico dictador Papa Doc, el del vudú y las pócimas mágicas.

Jean-Bertrand Aristide

Haití ha vivido en la boca del lobo. Hay que memorar los espantosos gobiernos de Bush, cuando bloqueó a los haitianos y puso en jaque al gobierno democrático (fue el primero elegido por voto popular) de Jean-Bertrand Aristide. Uno de los “pecados” de este presidente fue el subir el salario mínimo, hecho que enfureció a las transnacionales (siempre requeridoras de mano de obra barata) y a los lacayos criollos. Lo expulsaron del país y masacraron a sus partidarios.

Valentina Aguirre, Colectivo Utopix, Venezuela

Reinaldo Spitaletta para La Pluma, 13 de julio de 2021

Editado por María Piedad Ossaba