Bolivia: Evo Sin Fronteras
“Estamos de vuelta y somos millones”

Es poco probable que los efectos del regreso de Evo se detengan en las fronteras de Bolivia, y no sólo porque le ha recordado a la izquierda continental su camino ganador.

Sueños, premoniciones, mitos e historia condujeron a Evo Morales a través de un pequeño puente desde su exilio de un año en México y Argentina hasta Bolivia. Abandonó el país como presidente depuesto y aunque regresa despojado de su cargo, podría probablemente ponerse en la piel de dos gigantes continentales que cincelaron su carácter: Fidel Castro y Hugo Chávez. ¿Está Evo destinado a emerger como heredero del manto de éstos e imán de desposeídos y desamparados en un continente asolado por la Covid desde el sur de Río Bravo hasta el Orinoco?

 “Nayawa jiwtxa nayjarusti waranqanakawa kutanipxa” (Muero pero volveré y seré millones) fueron las últimas palabras del líder aymará Tupac Katari, antes de ser descuartizado por los españoles el 15 de noviembre de 1781. Estas palabras se hicieron virales tras la salida de Evo de Bolivia el pasado año.

Primero vinieron los sueños. En octubre, Evo soñó que estaba escalando la cima de una montaña y que allí le colgaban una medalla. Una semana después, tuvo exactamente el mismo sueño. Fue entonces, dice, cuando supo que su partido MAS (Movimiento al Socialismo) ganaría las elecciones presidenciales de noviembre. Los que le rodeaban no compartían su arrogante confianza, pero Evo había tenido este tipo de premoniciones en el pasado. Antes de la muerte de su hermana, en agosto, había soñado que una tía muerta había venido a buscarla. Los sueños de Evo resultaron ser acertados: su partido obtuvo una rotunda victoria, su antiguo ministro de economía y su ministro de asuntos exteriores fueron elegidos presidente y vicepresidente y su exilio pronto tocaría a su fin.

Sólo un año antes, en 2019, Evo estaba viviendo una pesadilla. Mientras se desarrollaba el golpe de estado en La Paz, se refugió en el baluarte del partido en la región de Cochabamba, confinado en un aeródromo, mientras los golpistas enviaban mensajes a su destacamento de seguridad ofreciéndoles buen dinero en dólares estadounidenses para que les entregaran al presidente, a condición de que lo eliminaran o de que lo enviaran a los Estados Unidos. Fueron necesarias gestiones de alto nivel por parte de los presidentes de México y Argentina para que un avión de la Fuerza Aérea Mexicana pudiera evacuar a Evo y a su vicepresidente, el erudito Álvaro García Linera, en la oscuridad de la noche tropical a su exilio en México.

El exilio está marcado a fuego en la historia de América Latina desde la colonización. En Madrid, la Corona no sólo envió a muchos de sus indeseables al exilio permanente en las Américas, sino que también trasladó a los alborotadores americanos a la España continental, Puerto Rico o incluso a Filipinas. El exilio se convirtió en algo común durante la guerra de independencia. Simón Bolívar, el libertador del continente, murió lejos de su Venezuela natal al disolverse a su alrededor el sueño de una Gran Colombia.  En Chile, Bernardo O’Higgins y José de San Martín y sus adversarios, los hermanos Carrera, vivieron el exilio. Buenos Aires, Montevideo, Santiago de Chile, Caracas y Ciudad de México acogieron grandes poblaciones de exiliados. Uno de los más famosos de esta última metrópoli fue Fidel Castro, quien agrupó allí a la vanguardia de la revolución cubana.

América Latina se convirtió en un refugio para miles de republicanos españoles que huían de la persecución asesina de Franco durante y después de la Guerra Civil Española. Luego vino una ola de refugiados de Italia, Japón y Alemania con el fascismo y la Segunda Guerra Mundial; pero la marea cambió poco después de dirección cuando el Nuevo Mundo comenzó a expulsar a los suyos. El argentino Juan Domingo Peón sufrió un largo exilio en España a mediados del siglo pasado mientras miles de chilenos, argentinos y uruguayos tuvieron que huir como exiliados políticos durante el terror de los años 70. El éxodo colombiano nunca se ha detenido. El desasosiego y la nostalgia por la patria perdida impregnó los escritos y poemas de Pablo Neruda, Eduardo Galeano y Mario Benedetti, entre tantos otros, y ambos sentimientos quedaron fijados en la memoria colectiva.

Evo y Álvaro a su llegada al aeropuerto de  Chimore

El exilio de Evo fue breve, apenas duró un año, y su regreso ha sido triunfante. El aeropuerto de Chimore, de donde había escapado de Bolivia antes del amanecer, se convirtió en el lugar de la mayor concentración de su regreso, con una multitud de al menos medio millón de personas. Lo sostuvo en su exilio el mito de Tupac Katari, el líder indígena boliviano, cuyas últimas palabras apócrifas se dice fueron: “Muero pero volveré y seré millones”. Para los indios de Bolivia, ese mito está siendo reivindicado, pero esta vez ellos son el bando ganador. Evo ha vuelto a la vida como dirigente sindical, sus largas jornadas de trabajo ya no están ocupadas por asuntos de Estado, sino movilizando y uniendo a los mineros, a los trabajadores del sector público, a los campesinos como su propio padre y a los cocaleros indios para proteger al frágil nuevo gobierno del ancien régime, que sigue conspirando con los grupos paramilitares y dentro de las fuerzas especiales militares y policiales.

El nuevo gobierno boliviano tiene buenas razones para desconfiar de la policía y del impecable pedigrí represivo de ésta. Originalmente modernizada por un general prusiano en los años 30, fue entrenada nada menos que por Klaus Barbie, el carnicero de Lyon. Los servicios secretos estadounidenses habían ayudado a Barbie a escapar de Francia hasta Bolivia donde pulió las habilidades de la policía en el arte de la tortura y la desaparición de activistas de la oposición. Más tarde, Barbie se asoció con el señor de la droga colombiano Pablo Escobar, mientras operaba como informante de los Estados Unidos. El Pentágono se ocupó de la fuerza policial durante las diversas dictaduras del siglo pasado y, naturalmente, tenía a esta fuerza, famosa por su corrupción, cumpliendo sus órdenes, independientemente de quién le pagaba sus salarios. En cualquier caso, ganaban mucho más con los chanchullos de la extorsión.

Es poco probable que los efectos del regreso de Evo se detengan en las fronteras de Bolivia, y no sólo porque le ha recordado a la izquierda continental su camino ganador. Inmediatamente después de las primeras manifestaciones de bienvenida, Evo se reunió con dirigentes indígenas, sindicales y progresistas de Ecuador y Argentina y convocó un congreso de movimientos sociales latinoamericanos en Cochabamba para los días 17 a 19 de diciembre. El objetivo es contar con una organización indígena internacional con un enfoque anticapitalista y antiimperialista, y también promover la integración regional. Evo ha dicho que quiere reanimar el CELAC y la UNASUR, las dos organizaciones regionales creadas cuando la izquierda estaba en el poder en muchos de estos países. Los gobiernos de la derecha las neutralizaron después de que la ola progresista retrocediera, y es difícil ver cómo Evo puede reanimarlas cuando ya no es jefe de Estado. Podría ayudar a Luis Arce, el nuevo presidente boliviano, a hacerlo y si en el futuro inmediato algunos gobiernos más vuelven a la izquierda, podría muy bien suceder, pero a pesar de la voluntad de Evo, esto es algo que por el momento está más allá de sus capacidades.

Su gran impacto político podría ser en el Ecuador el próximo año. Parece, con vistas a las elecciones presidenciales del próximo año, ha unido al candidato de la izquierda y al líder de la mayor coalición indígena del país. Las dos fuerzas se han enfrentado desde la época de Rafael Correa en la presidencia, pero la enorme población indígena de Ecuador podría impulsar al poder una candidatura unida en la nación andina. Hay otros países con una población indígena mayoritaria como Perú y Paraguay y Guatemala en América Central, pero en ninguno de ellos se percibe una atracción inmediata por los encantos de Evo.

Las poblaciones indígenas del continente no tienen una identidad común o monolítica ni han forjado movimientos sociales o étnicos capaces de traspasar las fronteras nacionales. No son inmunes a las fracturas de clase, ideología o cultura no indígena, pero los años del auge económico debido a la exportación de materias primas se están agotando y los asuntos políticos habituales están llegando a su fin. Esto podría ser un terreno fértil para que Evo forme un bloque indígena unido y revolucionario y reafirme su identidad común transgrediendo las fronteras nacionales, pero por ahora el éxito está lejos de estar garantizado.

El regreso triunfante de Evo ha sellado un mito contemporáneo en América Latina donde muchos en la izquierda, más en las bases que en los liderazgos, admiraban a alguien que llenase el vacío de carisma después de la muerte de Fidel y Chávez.  Después de mantenerse en un segundo plano respecto a éstos, podría emerger ahora como su heredero, como una referencia oral, como el ojo del huracán a medida que su estatura crezca. Como ellos antes, tiene el capital moral y la férrea voluntad para devolver el golpe a un imperio despiadado pero que se desmorona lentamente.

 La  autobiografía de Evo publicada durante su exilio en Argentina

Supriyo Chatterjee সুপ্রিয় চট্টোপাধ্যায়

Original: Bolivia: Evo Without Borders
“We are back and we are millions”

Traducido por S. Seguí

Traductions disponibles : Português/Galego 

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