Covid-19: ¿engendro natural o político?

La búsqueda de factores políticos como desencadenantes de la llamada pandemia de la Covid-19 parece haberse agotado a la luz de la expansión de la Covid-19 en los más diversos países con gobiernos tan disímiles entre sí.

Y con ello retoma fuerza la Navaja de Occam, aquel razonamiento, longevo, basado en buscar la simplificación de causas o factores que expliquen un fenómeno dado.

En primer lugar, ninguna teoría conspirativa logra dar cuenta del asentamiento  de la plaga en prácticamente todas las sociedades del planeta. Por cierto, sigue habiendo un abismo en cómo puede golpear la epidemia en sociedades con necesidades cubiertas y buena asistencia médica, y en sociedades diezmadas por el saqueo planetario.

En todo caso, para mantener la explicación conspirativa habría que complementarla con el juego del aprendiz de brujo, porque se han desencadenado daños en una forma que escapa a cualquier plan inicial. Y esto se nota, particularmente, en los despliegues conspiranoicos que persisten en interpretaciones cada vez más circulares, alimentándose a sí mismos, con prescindencia creciente del estado de situación general, de la realidad, en suma.

La mera existencia de proyectos de biología sintética en vías de realización  explica ya que no legitima todo sesgo conspirativo. Las declaraciones ingenuas de los técnicos de la ingeniería genética en el cambio de siglo, asegurándonos que ‘no nos vamos a conformar con andar cortando y pegando genes; con esta técnica en nuestro poder, podremos finamente construir seres, quimeras [sic] especies perfectamente elegidos por nosotros’. [1]

‘El desarrollo de los acontecimientos’, como el que acabo de reseñar  me lleva a pensar que el error humano, la ignorancia y otras cualidades no muy edificantes que caracterizan a los humanos, han ido tomando el rol protagónico.

Pero aun desbrozando  así el panorama, y desechando buena parte de nuestra hipótesis primera[2] quedan varios huesos por desollar. Sigue en pie el curioso periplo de la plaga: primero en China, en una ciudad epicentro de investigaciones de ingeniería genética, luego en Irán y en tercer término el norte italiano. Lo que no sabemos es si ésa fue trayectoria del vector patógeno  o si apenas fue la que llegó a los medios de incomunicación de masas (salteando puntos geográficos tratables como irrelevantes).

Si buscamos los rasgos dominantes de esta situación que atraviesa cada vez más a todo el planeta, tenemos que examinar la calidad informativa; el peculiar alcance, sin precedentes,  de las medidas y el examen de la posible relación de este acontecimiento con la política en general (o viceversa).

Pero antes de hincar el diente a tales asuntos, entiendo merece una consideración la comprensible reacción anticonspiranoica que encarnan referentes intelectuales y mediáticos, empeñados en eludir toda irracionalidad.

Veamos en primer lugar, la nota de  Fred Fuentes como base de análisis por la claridad de sus presupuestos: “Comprender la pandemia de teorías de la conspiración”.[3]

Queriendo evitar, comprensiblemente esta nueva, insidiosa pandemia, F. F. nos sitúa en un campo político sin mácula, sin secretos, sin conjuraciones,  que hará la delicia de la derecha democrática, pero que intuyo es tan ajeno de realidad como algunas interpretaciones conspiranoicas.

Nos dice F. F.: “importantes minorías creen en teorías como la de que los atentados terroristas del 11 de septiembre fueron un «trabajo interno»”  F.F., por lo tanto, da por hecho que lo de las torres gemelas de 2001 fue un trabajo de Atta (afortunadamente identificado porque su pasaporte estaba entre los escombros), o de Bin Laden (¿justicieramente ejecutado  por EE.UU. o acallado mediante  ejecución mafiosa? ).

Me temo que si F. F. ve el mundo así, con Attas y Osamas protagonistas, podrá ver y percibir la legalidad imperante, pero no la realidad tal cual es.

Una mirada que procura no ser cándida no puede dejar de preguntarse el porqué de las 12 o 15 horas de espectáculo continuo con las torres incendiándose y los aviones estrellándose. Si se monta un espectáculo es tarea mínima reconocer la tramoya, y a los tramoyistas. Observar, por ejemplo, la hora de los atentados, con las instalaciones todavía casi vacías, salvo personal de guardia y de servicios. ¿O es que los sucesivos gobiernos de EE.UU. no han llevado nunca a cabo atentados de falsa bandera?  (como el del  Maine, p. ej.).

Lindando con la falsa bandera: hay muchos elementos que abonan que el ataque japonés a Pearl Harbor fue real, pero perteneciendo al viejo capítulo de las celadas, tan habituales en las artes militares, en este caso la adecuada razón que los dirigentes estadounidenses estaban esperando para vencer todo escrúpulo abstencionista.

Análogamente, hay que explicar el “pensamiento” de los titulares de “The Project for the New American Century” redactado por la crema de la intelectualidad estadounidense ligada a su poder político (una veintena de intelectuales, entre ellos los Kagan (Donald, Fred y Robert), Paul Wolfowitz, William Kristol, Thomas Donnelly, denominados a menudo “neoconservadores”), que  en setiembre 2000, doce meses precisamente antes de lo acontecido con las Torres Gemelas, escribieran y firmaran el documento  “Rebuilding America’s Defenses”, donde enfatizan la necesidad de volver a tener una disposición militar, armada, plena, que los últimos tiempos habrían ablandado o aquietado.

Los firmantes observan ese distanciamiento del estado actual de las fuerzas armadas respecto  de un óptimo perdido, y que “el proceso de transformación, aunque venga a través de un cambio revolucionario, va a ser probablemente largo, salvo (que sobrevenga) un acontecimiento catastrófico y catalizador como un nuevo Pearl Harbor. La política interna y la orientación industrial tomarán el ritmo y el contenido transformador tanto como los requerimientos que surjan de las misiones en curso.” [4] Para recuperar la mejor y mayor preparación para la guerra.

Pero ha y muchos otros ejemplos de inducir la guerra presentándose como víctimas: ¿cuál es el papel de los mistarviim en las artes marciales israelíes? Se trata de militares severamente entrenados por el ejército israelí para camuflarse dentro de la sociedad palestina; la lengua, la usanza, la vestimenta y poder actuar así, tranquilamente, entre palestinos. Sin despertar recelo: llevar una camioneta averiada a un taller de reparación, conversar con el mecánico de la nana del vehículo, concertar trabajo y plazo y retirarse amablemente. Veinte minutos después, la camioneta, el taller, sus trabajadores, casas cercanas, volarán por los aires despedazados por los explosivos dejados en la camioneta.

La interpretación de F. F. nos lleva a un mundo feérico, de poderes cristalinos, que, entiendo,  nos aleja tanto de la realidad como las obstinaciones conspiranoicas.

Pero como lo conspiranoico parece haber entrado en crisis, luego de un auge probablemente sin precedentes en los últimos años, bueno es examinar algún otro análisis de lo que se ha ido produciendo y expandiendo en la ola de chequeado de noticias falsas, desmantelamiento de la avalancha de desembarcos de alienígenas, destripamiento de claves reveladoras del tipo más diverso; esotéricas, religiosas, medicinales…

Un artículo de Kathryn Joyce[5] acerca de “cómo el filántropo multimillonario Gates desplazó a (George) Soros como el cuco mayor (“El hombre de la bolsa”) de la derecha política” desmonta una serie de acusaciones sobre Bill Gates, contextualizando algunas de sus frases que fueron presentadas literalmente pero sin dar los fundamentos presentados por Gates, con lo cual tales dichos se convirtieron mediáticamente en “la prueba documental” de su monstruosidad genocida.

Joyce desmonta así diversas acusaciones contra Gates y la filantropía, pero tiene a la vez la lucidez de advertir los vericuetos por los cuales esas acusaciones toman tanto vuelo.

Nos recuerda las veces en que, efectivamente , los saberes médicos fueron usados para menoscabo de “los nadies”; frenar los nacimientos mediante la esterilización de mujeres, generalmente pobres, indias, negras, que ignoran el tratamiento a que han sido sometidas (generalmente so pretexto de asistencia y control ginecológico). Ejemplos son los que sobran, aunque Joyce apenas dé lo acontecido en Puerto Rico que a lo largo de la primera mitad del siglo XX las autoridades de la ocupación esterilizaran alrededor de un tercio de las madres portorriqueñas. Tenemos que agregar que la misma política fue usada desde su ocupación con el archipiélago de las Hawai: al desembarcar los estadounidenses estimaron su población en un millón de nativos; hacia el 2000, el archipiélago consta de dos millones de habitantes; un millón de norteamericanos y un millón de nativos. “Maravillosamente”, la población local se ha mantenido en el mismo número.

Las autoridades “sanitarias” estadounidenses llevaron adelante campañas de esterilización de población nativoamericana en Bolivia, por ejemplo, política con un fuerte perfil racista, como el que tuvo lugar cuando Israel procede a la recepción de judíos africanos, negros  −los falashas etíopes−, y años, después surgirá la pregunta de muchas mujeres de ese origen de porqué tan, pero tan pocos nacimientos.  Una vez más, bajo la excusa de controles sanitarios y asistencia, se practicaron esterilizaciones masivas sin dar cuenta de ellas…[6]. Un brutal ejemplo que ‘el racismo es más fuerte’ que los vínculos religiosos…

Nuestra autora recuerda incluso otros penosos episodios que dan pie a la enorme desconfianza hacia las verdades médicas oficiales: el experimento fríamente llevado a cabo de 1932 a 1972 (repárese en las fechas: desde poco antes de los experimentos de mejora racial de los nazis a mediados de los ’30 y prolongándose más allá de vencida la segregación escolar en EE.UU.  a mediados de los ’60) en Tuskegee,  Alabama, EE.UU. con población negra contagiada con sífilis y seudotratada para examinar las fases de la enfermedad sin uso de medicamentos.

Podríamos agregar muchos más ejemplos para entender las razones de la resistencia a las ayudas reales o ficticias que ofrece el mundo desarrollado a “los nadies”.  Como único ejemplo, recordemos “el razonamiento” de Larry Summers sobre la justeza moral de volcar los desechos contaminantes en el Tercer Mundo.[7]

En resumen, Joyce desmonta las acusaciones puntuales, apuradas, con datos mal comprendidos sobre la política de Bill Gates, por ejemplo, pero a la vez advierte el sentido general, estructural, de tales impugnaciones desde los habitantes ajenos a los circuitos del poder que han sido demasiado a menudo maltratados, discriminados, usados, engañados.

Que es lo que ha dado lugar a tanta suspicacia y desconfianza. El error, empero, es formular tales rechazos sobre la base de acusaciones simplificadas, falsas.

Pero que las redes que controlan las fake news se alegren con “pescar” tales mentiras es magro consuelo cuando toda una historia de relaciones asimétricas pone casi siempre en el mismo lugar a los explotadores y aprovechadores de un lado y a los expropiados, contaminados,  intoxicados y malgastados del otro.

Volviendo a la pandemia que al menos nos gobierna desde los dispositivos gubernamentales. Hay muchos puntos inexplicados.  Y por razones análogas a las que hemos estado examinando,  hay razones para la desconfianza

¿Por qué la información ha resultado tan mala, grosera, espectacular?

 Como si las únicas muertes de la humanidad  fueran a causa de  “la pandemia”.

Hasta ahora, la historia de la humanidad ha empleado muchas veces cuarentenas. Pero ésta es la primera vez que no se la aplica a enfermos o población pasible de estar enferma, sino a toda la población. De cada país, en casi todo el planeta (con muy pocas excepciones, como Suecia, Bielorrusia y con muy pocos casos, por ejemplo, Uruguay).

Estos rasgos que acabamos de señalar, nos hace pensar que existe, ha existido una política. No por cierto la torpe y de contragolpe de  Donald Trump o la de Boris Johnson.

Pero sí sabemos que existen intensas investigaciones en algo tan temible como la biología sintética; un paso de siete leguas a partir de la ingeniería genética. Por ejemplo, en noviembre de 2015 la RAI emitió un reportaje  televisivo, “TG3 Leonardo”, dando cuenta de dicha investigación, precisamente en laboratorios de máximo nivel en Wuhan. El periodista aclaraba entonces que tales descubrimientos  solo se estaban  “utilizando como objeto de estudio en los laboratorios a puerta cerrada” aunque cuestionaba, con buen tino, el peligro de la investigación: “¿Vale la pena correr el riesgo, creando una amenaza tan grande, solo para poder examinarlo?” [8]

También sabemos que existe una fuerte relación entre la OMS y algunos grandes laboratorios de alcance mundial. Y que, por ejemplo Bill Gates contribuye al presupuesto de la OMS mucho más que la mayoría de los estados (y ya sabemos, o deberíamos saber, que la mayor contribución es también la mayor influencia…)

Y viviendo como vive hoy la humanidad un fuerte proceso de derechización política, es decir la búsqueda de comportamientos rígidos, autoritarios, nos preguntamos si las disposiciones ante la declarada pandemia no son sino una política para lograr “una nueva normalidad”.

Todo más bajo control; terminar con ese caldo de actividades mentales ingobernables en que había devenido la internet, que tanto preocupaba a un referente del poder mundializado, Zbigniew Brzezinski.

Registramos que se ha desencadenado una política de bloqueo de mensajes, que empieza, como siempre, sensatamente, desautorizando los más penosos mensajes para alienígenas, pero deslizándose insensiblemente al control del pensamiento y la palabra.

La política ante la pandemia ha seguido, como no podía dejar de pasar, los lineamientos que los poderes centrales  −la globocolonización, como con acierto la bautizó Frei Betto−  han ido pautando para el globo en que vivimos.

Si la globocolonización ha profundizado la agroindustria con su consiguiente contaminación; la ingeniería genética, rebautizada de modo más eufónico como biotecnología se desarrolla viento en popa para mejor adueñarse de las dimensiones biológicas del mundo; la tecnologización ha esclavizado a la ciencia; la financierización ha hecho lo mismo con la economía, para mejor controlar los resortes del poder en la alimentación, en los recursos energéticos, convirtiendo a los bancos en los santuarios de este nuevo culto, si la comunicación, la intercomunicación está sagazmente bajo la influencia de una creciente masa informacional de la cual cada vez cuesta más calibrar, ponderar, enjuiciar; si el miedo y su manejo resulta decisivo construyendo nuestras conductas,  ¿por qué la aparición de un patógeno que en los contados casos en que se ha dimensionado no parece ser más mortal que algunas otras gripes (y si lo fuera, no se ha suministrado la correcta información comparativa para evaluarlo),  por qué ese virus iba a escapar a aquella línea general de nuestro presente?

El afán del serenísimo Fuentes de presentar un mundo-todo-legal, todo-a-la-vista es, en rigor otra falsedad. Y por ello no nos ayuda a comprender la realidad ni a combatir las múltiples, polifacéticas injusticias.

Y el de Joyce desnudando las bases falsas de lo conspiranoico, al mismo tiempo nos recuerda que el mundo-tal-cual-es, con conspiraciones o sin ellas, regido por los grandes consorcios y fuerzas imperiales  no es menos sórdido.

Queda en pie la conciencia crítica irreductible.

Notas

[1]  Esteban Hopp, investigador de Monsanto, en foros temáticos durante la implantación de soja transgénica en Argentina, años 1998 o 1999. A la soberbia del planteo, hay que agregarle la actitud de autocomplacencia que campeaba en sus palabras…

[2]   Véanse “COVID-19: miedo, calidad de vida, pánico, profilaxis… extraño bamboleo”, 30 mar 2020, y “Conspira-virus, una vuelta de tuerca para restaurar la fe en la ciencia”, 4 jun 2020, ensayando un desmarque ante el cientificismo para evitar la disyuntiva conspiracionismo vs. cientificismo.

[3]  Publicado originalmente en Green Left, traducido por www.rebelion.org, 7 jul 2020.

[4] Subtítulo del paper citado: “Strategy, Forces and Resources For a New Century”.

[6]  Esa política alcanzó incluso al Uruguay, un país muy alejado de toda “explosión demográfica”, dentro de los planes estratégicos madeinUSA para el control de la natalidad.

[7]   Siguiendo la máxima utilitarista que el bien es siempre el bien para el mayor número, Summers explicaba que la basura contaminante tarda décadas en generar cánceres. Que asolarán a la población mayor en contacto con ella. Pero dado que la población de la periferia planetaria llega a vieja mucho menos que la de los países “avanzados” (porque mueren mucho más “en el camino”), depositar allí en “esos” países desechos contaminantes terminarán afectando mucho menos población; irán contrayendo cánceres  pocos, que lleguen a ancianos… tanta seudoexactitud aritmética resulta hasta difícil de formular, tal es su degradación ética… Memorando del Banco Mundial para la “Cumbre de la Tierra Eco 92”, Río de Janeiro, 1992.

Luis Ernesto Sabini Fernández

Fuente: Tlaxcala, 14 de julio de 2020

Publicado por Revista Futuros/Tlaxcala

Vea en La Pluma:

La verdadera historia de Bill Gates [DOCUMENTAL]