Un extraditado «de bien»

Solo falta que empiece la distribución de estampitas, con luminosa aureola incluida, del honorable caballero y las infaltables cadenas de oración.

A lo mejor, el hombre con carita de «yo no fui» termine como un santón y pueda subir triunfante a los altares de la adoración colectiva y la desmemoria. No es raro. Y menos en un país como Colombia donde bandidos de cuello blanco gozan de impunidades y de prestigio. El catálogo al respecto es vasto y la beatificación ha tocado a azuzadores de la violencia, a desfalcadores del erario, a arribistas y magnates corruptos, en fin. Que de «buenos muchachos» y hombres «probos» está llena nuestra triste y burlesca historia.

Con alias Uribito, condenado por la Corte Suprema de Justicia, ha habido un tratamiento de privilegio y distinción en periódicos y otros noticiarios. Su extradición a Colombia, en la que no hubo prensa, ni «espectáculos”» como los que se montan con delincuentes de menor cuantía por su origen social o porque no gozan de la bendición de los «duros» del poder, da cuenta de cómo hay información clasista. Parecía más bien que llegaba de paseo un exministro impoluto y no un prófugo de la justicia. Nada de sudadera ni tenis ni esposas de las que le ponen a un deportado-extraditado.

No parecía que se tratara del sujeto que fue condenado a 17 años de prisión por la celebración de contratos sin cumplimiento de los requisitos legales y de peculado por apropiación en favor de terceros, sino de una suerte de paradigma de «gran colombiano», de «gente de bien», mejor dicho, de un ciudadano «honorable». Era, según un perturbado, como la reencarnación de Mandela. No sé si hubo parangones con Mahatma Gandhi y si algún otro de la secta de «los perseguidos políticos» lo propondría, en su ejercicio de desbarre y sandez, como un candidato a canonización.

No se trataba del entonces ministro que utilizó recursos del programa Agro Ingreso Seguro (ya nadie recordaba nada al respecto, como si hubiera ocurrido un apagón de memoria) con «criterios alejados de la equidad y la transparencia», que reía cuando la moción de censura en su contra no pasó en el Congreso, ni de aquel funcionario que favoreció con una subasta de subsidios a los patrocinadores de su «patrón». No, no era aquel que desconoció a los auténticos destinatarios de lo que el pueblo, en su sabiduría, llamó «Robo Ingreso Seguro», sino una majestad.

A Agro Ingreso Seguro, hecho para engordar el clientelismo, lo habían diseñado para repartir los recursos entre los amigos del régimen de entonces, el de la «Seguridad Democrática», sin importar si algunos de esos privilegiados beneficiarios eran creadores del paramilitarismo. Esa entidad era para pagar favores a algunos dueños de medios informativos lambones y a los entibadores del Gobierno corrupto. Y no para favorecer a campesinos pobres, como se dijo dentro del lenguaje demagógico oficial de entonces.

En los «idus de julio»  de 2014, alias Uribito se voló a los Estados Unidos para ver si así podía eludir a la justicia colombiana. Ah, y ese mismo exfuncionario que trajeron casi de incógnito en un vuelo oficial estadounidense había sido el que en sus días de disfrute del poder había trocado el destino de la hacienda Carimagua, adjudicada a desplazados de la violencia, para otorgársela a inversionistas privados. El prófugo, que hacía parte de los funcionarios uribistas escapados del país (Luis Carlos Restrepo, María del Pilar Hurtado), también se plegó a la usanza de un chiste flojo turbayista («en Colombia el único preso político soy yo»), de que era un «perseguido político».

Alejandro Ordoñez Andréz Felipe Arias y Viviana Morales

Y como se ha recordado en estos días, los que intervinieron para demostrar los delitos cometidos por el entonces ministro fueron el procurador Alejandro Ordóñez, que lo inhabilitó durante 16 años para ser funcionario público y lo destituyó, y Viviane Morales, la exfiscal general que dirigió la investigación en su contra, hoy «flamantes» embajadores del Gobierno de Iván Duque.

No está por demás decir que, en su momento, uno de los que denunciaron con «pelos y señales» las maniobras en Agro Ingreso Seguro del exministro encartado fue el senador Jorge Robledo. «Es un hecho muy grave también que varios de los beneficiados, muy poderosos, fueron aportantes a la campaña presidencial del doctor Álvaro Uribe, sí, que muestra una relación política ahí por completo inaceptable», dijo el congresista al referirse recientemente a la extradición de alias Uribito.

Con este caso juzgado los de la secta mesiánica uribista quieren continuar su labor de polarización, como una manera de desestimar el enorme desprestigio en que se encuentra y desviar la atención sobre los graves problemas que padece el pueblo colombiano, como, por ejemplo, la serie de asesinatos de líderes sociales y la depauperación masiva.

Solo falta que empiece la distribución de estampitas, con luminosa aureola incluida, del honorable caballero y las infaltables cadenas de oración.

Reinaldo Spitaletta para La PLuma, 17 de julio de 2019

Editado por María Piedad Ossaba