Venezuela: crónica de una democracia asediada

Legalidad, legitimidad, apoyo popular y apoyo internacional respaldan el nuevo mandato del presidente Nicolás Maduro que, aunque la derecha no quiera aceptarlo, gobernará Venezuela durante el periodo 2019 – 2025, porque su pueblo así lo decidió.

La derecha venezolana nunca aceptó las reglas de la democracia y ha dado sobradas muestras de su vocación golpista, desde el primer día del gobierno del presidente Hugo Chávez Frías, hasta la actualidad.

El golpe de Estado de abril de 2002, las guarimbas de 2007, 2013, 2014, 2017 (que causaron la destrucción de gran cantidad de bienes materiales y numerosas muertes) y el intento de magnicidio contra el presidente Nicolás Maduro en 2018, son solo algunos de tantos ejemplos que se pueden dar.

Para entender la situación actual es necesario tener en cuenta todos esos antecedentes y tomar como punto clave las elecciones legislativas de diciembre de 2015. En aquel momento, la oposición se impuso en un proceso electoral que tuvo las mismas características de organización, controles y veedores que en todas las elecciones anteriores y posteriores que la derecha se negó a reconocer. En ese caso, como obtuvo el triunfo, la oposición no realizó ningún cuestionamiento. La lógica es clara y burda, la derecha cuando gana dicen que el proceso es válido y transparente y cuando pierden aseguran que está viciado de nulidad y que es ilegal.

La voracidad opositora y su afán golpista hicieron que todo el caudal político que había logrado construir fuera dilapidado rápidamente. Desesperados por tratar de obtener una mayoría absoluta en la Asamblea Nacional (AN) para desde allí impulsar así un referéndum revocatorio contra el presidente Maduro, intentaron aprobaron ilegalmente la incorporación de tres diputados  de la zona de la Amazonía, integrantes de la Mesa de Unidad Democrática (MUD). Los tres diputados habían sido denunciados por fraude, por lo cual el Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) había decidido suspender sus designaciones y poner sus casos en revisión.

Tal ceguera y desesperación de los dirigentes opositores los llevó a desconocer la decisión del Tribunal Supremo de Justicia. Frente a esta situación, el 11 de enero de 2016, el TSJ declaró a la Asamblea Nacional en desacato. La AN se negó sistemáticamente a aceptar las resoluciones del TSJ, por lo cual, hasta la actualidad, continúa en desacato lo que implica que todas sus acciones son nulas mientras esa situación no cambie.

En ese marco y ante el desacato de la AN el presidente Nicolás Maduro convocó a elecciones para formar una Asamblea Constituyente (AC) que permitiera un normal funcionamiento de la institucionalidad del país. La derecha se negó a presentarse.

A pesar del boicot violento, más de ocho millones de venezolanos participaron de las elecciones y eligieron a los asambleístas. La restauración de la institucionalidad desarticuló las protestas violentas que habían cobrado la vida de más de un centenar de personas y provocado la destrucción de innumerables edificios públicos.

Mesa de diálogo y convocatoria a elecciones

Tras esos hechos, el Gobierno convocó a la oposición a una Mesa de Diálogo que comenzó a reunirse en República Dominicana y contó con la participación destacada, como mediador, del expresidente español,  José Luis Rodríguez Zapatero.

La oposición plateó varias exigencias para llegar a un acuerdo con el Gobierno, la principal de ellas era el adelantamiento del proceso electoral que estaba previsto para octubre de 2018. El Gobierno y la oposición aceptaron realizar las elecciones presidenciales en mayo de ese mismo año.

Cuando se había llegado a un importante nivel de acuerdos y cuando estaba todo listo para rubricar lo pactado, la oposición sorpresivamente abandonó la Mesa de Diálogo y se negó a firmar. El propio Rodríguez Zapatero, se mostró sorprendido por la negativa de la oposición a firmar el acuerdo. Luego se sabría horas antes de abandonar el diálogo, los dirigentes opositores habían recibido un llamado desde Colombia que fue fundamental para hacerlos cambiar de actitud (en aquel momento el secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson se encontraba reunido con el presidente colombiano Juan Manuel Santos, en Bogotá). La paz y el diálogo se habían frustrado una vez más.

La legitimidad de los votos

El 20 de mayo, como había sido pedido por la oposición, se realizaron las elecciones con el acompañamiento de una gran cantidad de veedores internacionales. La derecha se dividió entre el sector más fuerte – y más alineado a los intereses de Estados Unidos-, la Mesa de Unidad Democrática (MUD), que decidió no participar y boicotear el proceso electoral y otros sectores de la oposición decidieron postularse.

Los candidatos más destacados de la derecha fueron: Henri Falcón, de Avanzada Progresista (AP); Javier Bertucci, de Esperanza por el Cambio (EPC); y Reinaldo Quijada, del partido Unidad Política Popular 89 (UPP89). Nicolás Maduro fue el candidato del oficialismo representando al Frente Amplio de la Patria (FAP).

A pesar del boicot más de ocho millones de venezolanos ejercieron su derecho al voto. Nicolás Maduro, fue reelegido con el 67,7% votos y los candidatos de la oposición sumaron más del 32% (Henri Falcón 21,12%, Javier Bertucci 10,75 % y Reinaldo Quijada 0,40%). La participación fue del 46% del padrón.

Cabe recordar que en Venezuela, al igual que en otros países de la región como Chile y Colombia la participación en las elecciones no es obligatoria. Tan solo unos meses antes, a fines de 2017, en Chile, con un 49% de participación, Sebastián Piñera se impuso en la segunda vuelta electoral con el 54% de los votos. Por su parte, a mediados de 2018 en Colombia, con una participación del 52% del padrón, el uribista Iván Duque se impuso en la segunda vuelta electoral con el 53% de los votos.

Dado que en los tres países la participación en las elecciones no es obligatoria, cabe remarcar y repetir estas cifras: en Venezuela la participación (a pesar del boicot) llegó al 46%; en Chile 49% y en Colombia 52%. Porcentajes similares, que si dan legitimidad a unos también la dan a otros.

Legalidad y legitimidad

Los medios hegemónicos de comunicación se esforzaron por sostener tres grandes mentiras sobre la asunción del presidente Nicolás Maduro. La primera, que Maduro no cuenta con el apoyo de su pueblo, lo que quedó totalmente descartado con la gran participación popular en las elecciones que, como fue señalado anteriormente, a pesar del boicot sumó iguales niveles que en otros países de la región. La segunda, que el presidente no había cumplido los procedimientos legales para asumir y, la tercera, que el gobierno de Venezuela había quedado aislado por la comunidad internacional. Sobre estos dos últimos aspectos cabe señalar lo siguiente:

El artículo 231 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela señala que “el candidato elegido o la candidata elegida tomará posesión del cargo de Presidente o Presidenta de la República el 10 de enero del primer año del periodo constitucional mediante juramento ante la Asamblea Nacional. Si por cualquier motivo sobrevenido el Presidente o la Presidenta de la República no pudiese tomar posesión ante la Asamblea Nacional, lo hará ante el Tribunal Supremo de Justicia”.

En la actualidad la Asamblea Nacional continúa en desacato, por lo cual el presidente Maduro no pudo prestar juramento ante ella y, como lo determina la Constitución, lo hizo frente al Tribunal Supremo de Justicia. Maduro cumplió con todos los procesos legales.

Por otro lado, el autodenominado Grupo de Lima (un espacio que conjuga a los gobiernos de la derecha regional que responden linealmente a los intereses de Estados Unidos, y cuyo único fin es atacar a Venezuela) intentó imponer la idea de que el Gobierno Bolivariano está aislado de la comunidad internacional. Lo que los medios y este pequeño grupo de presidentes de derecha quisieron ignorar es que más de 90 delegaciones internacionales acompañaron la juramentación del presidente Maduro, el doble de las delegaciones internaciones que estuvieron presente pocos días antes en la juramentaciones del presidente de Brasil, el neofascista Jair Bolsonaro. Entre esas delegaciones que acompañaron la juramentación del presidente Maduro estuvieron dos de las grandes potencias económicas y políticas de la actualidad: Rusia y China, además de numerosos países de la región como México, Cuba, Bolivia, Nicaragua y El Salvador, entre otros.

Legalidad, legitimidad, apoyo popular y apoyo internacional respaldan el nuevo mandato del presidente Nicolás Maduro que, aunque la derecha no quiera aceptarlo, gobernará Venezuela durante el periodo 2019 – 2025, porque su pueblo así lo decidió.

Héctor Bernardo para La Pluma, 20 de enero de 2019

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado por Contexto

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