Brasil, la edad de las tinieblas

Alcanza con mirar a los representantes de las clases dominantes –Bolsonaro, Macri, Piñera, Duque– en esta contienda y compararlos con las figuras representantes de las ideas de emancipación –Fidel, Chávez, Guevara-, para medir la magnitud del choque en ciernes y tener confianza en el futuro

“Señores, no estén tan contentos con la derrota [de Hitler]. Porque
aunque el mundo se haya puesto de pie y haya detenido al bastardo,
la puta que lo parió está caliente todavía”.
Bertolt Brecht

Jair ‘Messias’ Bolsonaro es presidente de Brasil tras lograr este domingo 57 millones de votos. No por previsible, su triunfo en la segunda vuelta en las elecciones del país más influyente de la región, resulta menos alarmante. El fascismo llegó por medio de las urnas, y viene para quedarse. Una señal de alerta continental.
“No queríamos continuar flirteando con el comunismo y el socialismo, y con el extremismo de la izquierda”, señaló Bolsonaro apenas el Tribunal Supremo Electoral confirmó que había resultado electo presidente de Brasil. Simultáneamente recibía los saludos entusiastas del presidente argentino Mauricio Macri, el primer mandatario en festejar el triunfo del grotesco fascista: “Felicitaciones a Jair Bolsonaro por el triunfo en Brasil! Deseo que trabajemos pronto juntos por la relación entre nuestros países y el bienestar de argentinos y brasileros”.
La de Brasil no es una crisis política más. Por la magnitud de la degradación política expresada en la entronización de Jair Bolsonaro en el Palácio do Planalto; por el peso específico de Brasil en la región; por el hecho de ser el primer país que tras la oleada de dictaduras que asoló el hemisferio recompuso un sistema de partidos políticos nuevos: Partido dos Trabalhadores (PT)  y Partido da Social Democracia Brasileira (PSDB), flanqueados a distancia por los tradicionales, ahora derruidos; por la desestabilización provocada con el juicio político y destitución de Dilma Rousseff,el posterior encarcelamiento de Lula da Silva, para culminar en elecciones presidenciales amañadas; suscita un período de desestabilización crónica, cuya expansión afecta a toda América Latina y se hace sentir también en el proceso de constitución de bloques protagónicos del nuevo mundo multipolar.

El mapa electoral del ballotage según “Folha de S. Paulo”

Es conocida la frase con que el ex secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger fundaba su línea de acción hacia la alianza con el gigante sureño: “Hacia donde vaya Brasil, irá América Latina”. Pues bien: Brasil va hacia el fascismo y la inestabilidad permanente.
El triunfo de Bolsonaro revela que la crisis económica mundial de 2008, con centro en las metrópolis imperialistas, y sus violentos efectos sociales no pudo ser revertida. Sobre todo, demuestra que las clases dominantes carecen de instrumentos tradicionales para controlar el poder (partidos políticos, sindicatos, grandes medios de prensa, iglesia), no controla como durante casi 200 años el curso del país y no tiene instrumentos para conducir establemente a las grandes mayorías. Todas aquellas instituciones han sido rechazadas por las masas y no volverán a ser lo que fueron. La perspectiva fascista es para el capital hasta cierto punto inevitable.  De Trump a Netanyahu, de Rodrigo Duterte a Recep Erdogan, de Vladimir Putin a Viktor Orbán…Y su onda expansiva lanza a las burguesías de la región a un mar embravecido, sin brújula ni timonel. Un futuro ya presente.
El sistema político brasileño lleva años de creciente ignominia. Se tergiversaron hasta lo indecible las nociones de Partidos, división de poderes, función legislativa, Poder Judicial…Quienes por estos días cantaron loas a los jueces por su función punitiva, o bien desconocían la realidad o simplemente descargaron su odio contra el Partido dos Trabalhadores, para ellos un intruso en la institucionalidad capitalista.
Esa degradación sistemática -nada nuevo hay en la insostenible corrupción evidenciada- vino a completarse con el abandono de principios, programa y estrategia por parte del PT. El inexorable desenlace de una política de alianzas con su enemigo histórico el Partido do Movimento Democrático Brasileiro (PMDB), donde entre otros milita Michel Temer. No fue un error aquel accionar de la dirigencia petista, en su afán de llegar al gobierno, fue el abandono de una política de clase a cambio de una estrategia de subordinación a la burguesía. El PT se transformó en un partido más del sistema capitalista, abandonando su programa fundacional donde proponía abolir el capitalismo y construir una sociedad socialista.
La suma de desviaciones al cabo produjo dos hechos más trascendentes que el ascenso de Bolsonaro: la nula reacción de las masas frente al golpe que destituyó a Dilma Rousseff y la total ausencia de respuesta proletaria cuando encarcelaron a Lula da Silva. Los movimientos sociales que llevaron a su máximo dirigente y al PT al gobierno, habían sido desarmados, y en gran medida, cooptados por el Estado. Las otrora poderosas centrales sindicales, el Movimiento de Trabajadores Sin Tierra (MST), el de los Sin techo (MTST), entre muchos otros, habían abandonado las calles. Todo quedó cobijado bajo la figura de Lula. Aquí están los resultados.
Ahora durante el interregno entre primera y segunda vuelta, el PT recayó en sus melladas armas políticas. Fernando Haddad, su candidato, se subordinó nuevamente al PMDB de Henrique Meirelles, al PSDB de Geraldo Alckmin, al PDT (Partido Democrático Trabalhista) de Ciro Gomes, todos arrasados en las elecciones, y a los sectores del gran capital alarmados por la deriva de un gobierno ultraderechista; en un remedo de Frente Popular, a la manera de los concebidos por el estalinismo en el siglo pasado: subordinación de las fuerzas proletarias a las burguesías supuestamente democráticas. Reduciendo su accionar a la denuncia permanente, generalmente desoída e invisibilizada. No sólo no ganó en segunda vuelta. Peor aún, dejó sin rumbo a las masas obreras y campesinas del país de mayor envergadura de la región.
La posibilidad de frenar la marcha de Jair Bolsonaro, candidato del gran capital, de los terratenientes, de los mandos del ejército y de las iglesias evangélicas (sintetizada en las bancadas del bueybalabiblia y bolsa), residía en la recuperación de millones de voluntades que creyeron en la propuesta socialista del PT desde 1980, y luego, tras la frustración de tres gobiernos petistas abiertamente comprometidos con el capital, viraron en redondo.
El apoyo a un personaje que se precia de ser racista, en un país con abrumadora mayoría de población negra, mulata e indígena; represor y anticomunista visceral; misógino patológico y, sobre todo, un perfecto ignorante de los grandes problemas de Brasil y de cómo resolverlos, está basado en el volcánico desplazamiento electoral de estos hombres y mujeres pobres, explotados y oprimidos, del campo y las ciudades. Ellos no tuvieron las respuestas que esperaban del PT. Por eso respondieron de este modo.
Con diferentes características se hace ya visible en la mayoría de los países latinoamericanos la prolongada fase de inestabilidad abierta en la situación brasileña. En algunos, como en la Argentina de Mauricio Macri, se han entronizado gobiernos desembozados del gran capital, que tratan de avanzar sin reparos en políticas de saneamiento profundo del capitalismo en crisis, lanzando toda su poderosa panoplia a esa batalla. Los riesgos de deriva fascista son obvios.
En este cuadro tan complejo se dará con seguridad una formidable batalla ideológica y política. Los gobernantes electos de hoy son las propias fuerzas gestoras de la negación democrática, el hambre, la explotación y la violencia para gran número de sus electores. Allí está en disputa el corazón y la conciencia de las grandes mayorías.
“Las ideas quedarán”, dijo Fidel Castro en su último discurso, en la clausura del VII Congreso del Partido Comunista cubano en abril de 2016, cuando todos comprendieron que preanunciaba su partida. Esas ideas tienen carnadura. En el centro están los conceptos de revolución, abolición del capitalismo, emancipación humana. Pocos como él sabían que “a una fuerza material sólo puede vencerla otra fuerza material”. Nutrido en la teoría marxista sabía además que “cuando penetran en las masas, las ideas son una fuerza material”.
Alcanza con mirar a los representantes de las clases dominantes –BolsonaroMacriPiñeraDuque– en esta contienda y compararlos con las figuras representantes de las ideas de emancipación –FidelChávezGuevara-, para medir la magnitud del choque en ciernes y tener confianza en el futuro. Las ideas del socialismo, encarnadas en la sociedad, deben prevalecer frente a la ignorancia brutal del capitalismo

Jorge Montero

Traducciones disponibles: Italiano 

Fuente: Tlaxcala, 6 de noviembre de 2018

Publicado en El Furgón