Franz Fanon y el recorrido por la descolonización. Reseña crítica de “Los condenados/malditos de la tierra”

La humanidad contemporánea se encuentra escindida en dos parte que se lastiman y odian: los colonizados y los colonizadores; pero quien ha hundido el cuchillo es el hombre colonizador, la Europa capitalista, colonialista, imperialista que poseída por sus apetitos voraces ha usado las medidas más inhumanas para saquear y expoliar.

Compañeros hay que decidir desde ahora un cambio de ruta. Hay que sacudir la gran noche en la que estuvimos sumergidos y salir de ella”. Franz Fanon.

 

Introducción

Como es sabido Les damnés de la terre, fue el último libro de F. Fanon y se publicó (por la editorial Maspero, en París en 1961), unas horas antes de su muerte en los Estados Unidos (Washington, 12 de diciembre del mismo año)

Frantz Fanon (1925-1961)Frantz Fanon (1925-1961)

En días pasados se cumplieron 90 años de su nacimiento (Martinica, Pequeñas Antillas, 20 de Julio de 1925), por ello queremos con esta reseña hacer un homenaje a este intrépido luchador social de los movimientos revolucionarios y de emancipación nacional de los años cincuenta del siglo XX. Este libro tuvo en su momento (fue traducido casi de inmediato a 15 lenguas diferentes [1]) una gran importancia como sacudidor de conciencias (de intelectuales, dirigentes y luchadores de países colonizados y colonizadores, entre ellos descuella Ernesto Che Guevara), pero la sigue teniendo y la tendrá si se sabe leer reflexivamente con ojos críticos. Cabe señalar que su lectura ha tenido, específicamente, gran influencia en varias generaciones de antropólogos del llamado tercer mundo (hoy conocidos mejor como “países del sur”) por ejemplo latinoamericanos, entre ellos destaca Guillermo Bonfil Batalla (1935-1991) en mucha de su obra teórica, pero especialmente en su clásico texto México Profundo (1987); autor del que se cumplen este año 80 años de su natalicio.

¿Quién fue Frantz Fanon?, brevemente diré que fue un afrodescendiente que desde joven se enroló en las organizaciones internacionales que luchaban por los derechos humanos y políticos de los grupos “negros” y colonizados; estudió filosofía y medicina en Lyon, se graduó como psiquiatra (con una tesis doctoral con visión social: Piel negra, máscaras blancas, en 1951). Posteriormente durante los cincuenta publicó muchos textos que trataban cuestiones sociales y políticas de las luchas de independencia y liberación negra y nacional de los países tercermundistas, centrándose en la revolución argelina (Sociología de una revolución); fue también escritor de obra teatral (drama acerca de los obreros del puerto de Lyon: Les Mains parallèles) y participó en reuniones de escritores y artistas afrodescendientes). Debido a sus ideas y su activismo radicales fue expulsado de varios países africanos; desde 1954 manifiesta su adhesión a la revolución argelina y en 1956 participa como miembro activo de su Comité de coordinación y ejecución; unos meses después de su muerte (Tratados de Evian, 5 de julio de 1962), Argelia consigue su Independencia formal.

Las Premisas  

a) La premisa esencial de la que parte Franz Fanon para lanzar su grito, su denuncia y su advertencia, pero sobre todo la de su experiencia de lucha, es que hay una gran herida por la que sangra el mundo; la humanidad contemporánea se encuentra escindida en dos partes que se lastiman y odian: los colonizados y los colonizadores; pero quien ha hundido el cuchillo es el hombre colonizador, la Europa capitalista, colonialista, imperialista que poseída por sus apetitos voraces ha usado las medidas más inhumanas para saquear y expoliar. El sujeto ultrajado y escindido, es el colonizado que ha tratado durante todo el tiempo de quitarse de encima al hombre del puñal y sólo entonces podrá curar su gran herida y con ello, también, como advierte J. P. Sartre –en el Prefacio del libro– librar al europeo de su “maldad”. Sólo así, la humanidad podrá salvarse y los « condenados/malditos de la tierra» serán los hombres nuevos.

Otra premisa es la reivindicación de la conquista de esa tierra; sin ella, sin la gran madre que amamante, los hijos no podrán sanar. Los campesinos son la gran fuerza de liberación territorial, ese territorio es el territorio nacional, escenario histórico concreto donde se han acumulado los odios, la violencia y la pobreza que son los fermentos, la inmensa energía que los países subdesarrollados y dominados están desplegando como lucha de descolonización.

b) Al «proceso de la colonización» se le opone el «proceso de la descolonización» y éste tiene su propia dinámica, su propia fuerza, por eso Fanon la analiza y la sintetiza. Sólo él, un hombre “negro” (afrodescendiente), colonizado puede llegar a hacer ese recorrido dicotómico que en su unidad parirá al hombre social total. Entonces F. Fanon, ese “médico”, ese “diagnosticador”, se sitúa en una realidad que ha palpado y sentido como buen “médico-mago”: la colonización es la negación del ser. Es su fragmentación, su destazamiento; por ello, la descolonización es la liberación del ser, es la retotalización práctica. Ante la concepción práctica que los colonizadores-colonos han tenido hacia el sujeto colonizado como sujeto cosificado, irracional, animalizado; llenándolo de epítetos e insultos: flojo, incapaz, estúpido, ignorante. Fanon les contrapone una concepción práctica y teórica del sujeto racional y generoso que aspira a ser un proletario dueño de su destino. Por el contrario el europeo colonialista se ha mostrado como un ser brutal y sanguinario: sus actos lo demuestran, ha sido egoísta y narcisista. El hombre colonizado el sujeto de la liberación tiene como contraste una vivencia y una práctica histórica comunitaria, colectiva genérica, esos contrastes los oponen, los niegan mutuamente.

El caso de la religión –dice Fanon– es un caso ejemplar; la religión de los países colonizados tiene aspectos esenciales de unión, sus rituales, sus danzas, sus éxtasis; pero cuando llega la religión europea a implantarse en suelo colonial, sus prácticas son enajenadoras y la amalgama de los dos tipos de religiones produce enajenaciones y manipulaciones que «adormecen la conciencia».

En general la escisión o dicotomía fundamental que desgarra a la humanidad se concentra en el mundo colonial/neocolonial y produce dos mundos –uno de los cuales vive a costa– de la muerte del otro­–; dos tipos de historias, dos tipos de valores, dos tipos de lenguaje, dos tipos de enajenaciones; pero quien tiene la necesidad y la posibilidad de llevar a cabo las tareas liberacionales, que son globales, es el coloniado. Es él, el que tiene que suprimir el maniqueísmo del colono que produce el maniqueísmo del colonizado, es el que debe acabar con el círculo vicioso de los males mayores, pero sólo tiene un camino que la historia le ha impuesto y le ha facilitado: el camino de violentar la violencia.

c) Frantz Fanon tiene una importante experiencia y la sintetiza, se apropia de la historia remota y de la historia reciente: aprende de ellas y saca conclusiones tanto negativas como positivas. Las experiencias históricas de los países del tercer mundo («países del sur»), son su fuente, la experiencia ruso-soviética y china, la experiencia de los países de América Latina, de Asia y, sobre todo, de África y sus «movimientos de liberación nacional».

Fanon critica, señala errores y horrores pero a la vez muestra el camino, balancea y saca enseñanzas siempre para armar y alertar, para desarrollar la conciencia del oprimido. Su propia experiencia personal y colectiva es otra premisa de su discurso: “Nosotros, los argelinos, hemos tenido en el curso de esta guerra, la oportunidad, la fortuna de palpar algunas cosas”. De esas cosas que él ha podido palpar se encuentra la dicotomía entre ciudad y campo; por un lado las ciudades coloniales están hechas a la imagen y semejanza de las metrópolis europeas, es decir como espacios donde se produce y se reproduce el individualismo burgués, los privilegios, las comodidades, y el desprecio por los otros y primordialmente la agresividad y la violencia antihumana. En el campo, el contexto de la descolonización, de lo comunitario y sus instrumentos de regulación y convivencia, como la autocrítica auténtica o en común. Fanon se inclina por la opción rural, se muestra rejego a la capacidad liberadora de los grupos urbanos, plantea que los trabajadores de las metrópolis y de las ciudades coloniales se corrompen en sus “privilegios” adquiridos como consecuencia del “buen trato” de los capitalistas imperialistas, expresa sus dudas basadas en la situación contemporánea de la posguerra, y su desencanto ante el status quo creado en los países occidentales. Los comerciantes burócratas e intelectuales, es decir, la pequeña burguesía, junto con el proletariado son los hijos mimados del régimen imperialista. Propone que el análisis marxista para el caso del sistema colonial debe modificarse y reformularse. La única salida –nos dice– está con los campesinos organizados y educados de los países colonizados. Allí es donde él ve la superación de esa dualidad entre ciudad y campo: el campo tiene que conquistar la ciudad:

[…] los campesinos colonizados viven en un medio tradicional cuyas estructuras han permanecido intactas, mientras que en los países industrializados es ese medio tradicional el que ha sido agrietado por los progresos de la industrialización. Es en el seno del proletariado embrionario donde encontramos en las colonias comportamientos individualistas. Al abandonar el campo, donde la demografía plantea problemas insolubles, los campesinos sin tierra que constituyen el lumpen proletariat, se dirigen hacia las ciudades, se amontonan en los barrios miserables de la periferia y tratan de infiltrarse en los puertos y las ciudades creadas por el dominio colonial. Las masas campesinas siguen viviendo en un marco inmóvil y las bocas excedentes no tienen otro recurso que emigrar hacia las ciudades. El campesino que se queda defiende con tenacidad sus tradiciones y, en la sociedad colonizada, representa el elemento disciplinado cuya estructura social sigue siendo comunitaria. Es verdad que esta vida inmóvil, crispada en marcos rígidos, puede dar origen episódicamente a movimientos basados en el fanatismo religioso, a guerras tribales. Pero en su espontaneidad, las masas rurales siguen siendo disciplinadas, altruistas [2].

d) Fanon a pesar de que toma distancia respecto a la potencialidad revolucionaria del proletariado y su panegírico al campesinado, se ubica en el contexto mundial en una segunda gran dicotomía, que a mi juicio, está presente de manera implícita a lo largo de toda su exposición, el mundo se tensa en dos campos antagónicos, el capitalismo y el socialismo, sólo que para la constitución de éste durante la posguerra (1945-1960) pasa por los movimientos de liberación nacional. Europa y las metrópolis europeas han absorbido e integrado al proletariado europeo, en las colonias, el proletariado es débil y ha sido maniatado; hay una desesperanza que se vuelve esperanza para el florecimiento del movimiento revolucionario de los países coloniales y semicoloniales inclusive, su reproche implícito a los entonces llamados “países socialistas” [3] se hace palpable en esa desesperanza y desconfianza hacia el proletariado.

e) Como en las premisas y presupuestos está el fundamento de la obra fanoniana, comentaré brevemente algunas opiniones al respecto y su vinculación con lo interétnico.

En primer lugar, me sitúo de lado de Fanon como sujeto oprimido y explotado de un país subdesarrollado o arrollado por el desarrollo capitalista (del sur, del tercer mundo, atrasado, semicolonial, etc.). Efectivamente la especificidad histórica de subyugación de estos países y su contenido multirracial y pluriétnico les confiere un sitio especial en su comportamiento económico, social y político. Las burguesías autóctonas nacen y crecen cobijadas por el capital metropolitano (o, mejor, imperialista), el capitalismo está relativamente retrasado respecto al capitalismo de los países occidentales imperiales, las burguesías nativas están impedidas para desarrollar las fuerzas productivas al grado de que se les desarrolla –principalmente a nivel tecnológico– en los países capitalistas hegemónicos o metropolitanos; están imposibilitadas para avanzar en el desarrollo científico, técnico, etcétera. Por tanto son las clases y sectores explotados y oprimidos e su insurgencia potencial los llamados a ejecutar las tareas democráticas y revolucionarias.

En segundo lugar, sigue siendo el proletariado el impulsor de la revolución que se manifiesta y cohesiona como liberación nacional y tendencialmente socialista; sin embargo, no es un esquema reduccionista de análisis clasista el que se necesita para poder explicar este fenómeno histórico –aquí Fanon da brillantes deducciones y ejemplos–; sin que realmente el campesinado es la clase aliada básica, junto con otros sectores semejantes como los grupos étnicos.

En el contexto internacional se ve como alianza entre movimientos socialistas occidentales y movimientos de Liberación Nacional y nacionalistas revolucionarios, en países subdesarrollados, ellos son la pieza nodal para derrotar al capitalismo (colonialismo, imperialismo, trasnacionalismo, globalización neoliberal, etcétera) que adopta estas formas en torno a este eje unitario que los demás sectores sociales explotados, oprimidos, marginados, discriminados (jóvenes, mujeres, minorías sexuales, grupos étnicos, nacionalidades, etcétera) pueden aglutinarse y concentrarse en la lucha liberadora. No obstante hay que comprender que, en las circunstancias coyunturales en las que Fanon hizo su experiencia política –ha mediado de los años cincuenta–, verdaderamente había un impasse del movimiento propiamente obrero a nivel internacional y los sectores radicalizados se ubicaban en el campo y en las universidades principalmente, a pesar de ello, el proletariado se ampliaba y despertaba bajo nuevas alternativas y formas; por ejemplo: el movimiento contracultural (estudiantil, ecologista, feminista, etcétera). Los movimientos revolucionarios tanto en los países capitalistas hegemónicos como en la “periferia” subdesarrollada tienen que coordinarse con los centros proletarios para que se garantice y se dé sentido a la lucha mundial emancipadora.

De otra forma, se tienen como ejemplo las derrotas del movimiento contestatario juvenil (y proletario) de los años sesenta en Francia, y la parcialidad de los triunfos de “liberación nacional” o revolucionarios “socialistas” nacionalistas en los países del tercer mundo, que continúan atrapados por el capital internacional ­actualmente globalizador–, incluso los mal llamados países “socialistas” y el proletariado está no sólo maniatado y amordazado como lo estaba en el periodo de la guerra fría por el capital estatal (burocrático, “protector”, etc.) sino que ahora está degradado, domesticado, aplastado por la avalancha capitalista neoliberalista cínico/salvaje. La pregunta clave es ¿quién será capaz de liberar a la humanidad de la dictadura capitalista global, qué sujeto(s) histórico(s) social (es)?

En tercer lugar, es en esta perspectiva planteada de alianzas de resistencia y potencialmente revolucionarias permanentes, que el movimiento indígena y étnico en general puede conquistar y reconquistar, territorios, autonomías y culturas propias; la alianza con los campesinos y los sectores oprimidos nacionales e internacionales; y fundamentalmente con el proletariado les proporciona mayores elementos críticos, científicos y abarcadores (en términos de real y potencial riqueza material, social y cultural; como por ejemplo lo han ensayado varios movimientos sociales en México y Latinoamérica [4] ) en pos de su liberación y la liberación de la humanidad. A su vez el proletariado/campesinado/originariado, puede y debe retomar las banderas, de lo comunitario de lo colectivo, del fundamento ecológico del suelo y la naturaleza, de la cultura popular de raíces rurales étnicas como las tradiciones cohesionantes y la gestión cohesiva y ritual de la vida. En suma, alianzas mutuamente enriquecedoras sin renunciar a la globalización o, mejor, universalización, planetaria bajo otras directrices.

Es en esta dirección donde las relaciones interétnicas racistas, intolerables, esquilmadoras y mutuamente hirientes tienen que trocarse en relaciones interétnicas-interculturales (e interhumanas en general) benéficas, hasta la desaparición de las etnicidades racistas, intolerantes y discriminadoras, de los estamentos y clases explotadoras de toda escisión humana desgarradora, hasta la creación universal de la unidad de la especie humana, como dice Jean Paul Sartre en el Prólogo del libro: “la unidad infinita de sus reciprocidades”.

La Mediaciones

a) La violencia es la llaga que sale a relucir cuando Franz Fanon hace su recorrido de «la descolonización» ¿por qué la violencia es elogiada y presentada como una auténtica alternativa de liberación? Fanon entiende que el carácter del enemigo y las respuestas posibles del colonizado son la causa y el efecto de una situación puesta allí por el doloroso desarrollo de la humanidad. En este sentido, la violencia como contraviolencia [5] es una necesidad histórica para la reintegración del ser humano: “La violencia –dice Fanon– es entendida así como la mediación real. El hombre colonizado se libera en y por la violencia” (p. 77).

b) Para poder resistir, mantener y asegurar la liberación total de los pueblos colonizados hacen falta los movimientos enérgicos, el despliegue poderoso de las masas contra los dominadores. La fuerza espontánea, la rabia masificada son necesarias, pero no suficientes, pueden llegar a causar derrotas y frustraciones (coincidentemente, por ejemplo, lo han comprendido así, movimientos sociopolíticos mexicanos recientes como el EZLN y los familiares de los estudiantes de Ayotzinapa [6], al fincar su fuerza política y moral en sus actos de resistencia, en sus actitudes de dignidad, en sus discursos humanistas y dirigidos a la “sociedad civil” y a las luchas antisitémicas).

El elemento totalizador es la organización, el partido o mejor dicho el movimiento revolucionario que se va formando y aglutinando en un proceso de rupturas y experiencias con otras y de otras organizaciones “reformistas” o “nacionalistas” que se muestran incapaces de aprender, fusionarse y de darle dirección democrática a las masas rebeldes. Franz Fanon, el argelino por adopción, critica esas actitudes timoratas, reformistas, “tranzadoras”, populistas, voluntaristas y chauvinistas de las organizaciones que en el proceso de insurrección armada o de independencia conquistada, se desvían o se doblegan; pero sobre todo se lanza contra los intelectuales y dirigentes que “acaban por negar el movimiento”. La lucha debe tener un carácter continuo cimentada en un programa y en una práctica conscientes y consecuentes de la organización revolucionaria del pueblo, estas mediaciones son aspectos que los mismos pueblos han aprendido durante su propia historia pro liberadora, son elementos delicados y fundamentales que deben llevar a la superación de la táctica y la estrategia revolucionaria recortada:

La tarea de convertir al pueblo en adulto será facilitada a la vez por el rigor de la organización y por el nivel ideológico de sus dirigentes. La fuerza del nivel ideológico se elabora y crece a medida que se desarrolla la lucha, las maniobras del adversario, las victorias y reveses. La dirección revela su fuerza y su autoridad denunciando los errores, aprovechando cada retroceso de la conciencia para obtener una lección para asegurar nuevas condiciones de progreso (p. 132).

c) El desarrollo de la consciencia popular es otro aspecto que debe trabajarse. Fanon aclara dos modalidades de esa consciencia: i) por un lado tiene que ser una conciencia nacional (no necesariamente “nacionalista”) por ser lo nacional el marco donde se desarrolla la historia y la identidad del pueblo sojuzgado y por ser el contenido cultural e histórico que ha producido el pueblo. ii) El carácter nacional debe desarrollarse y enriquecerse en la creación y construcción de una cultura contemporánea nueva que retome las tradiciones pero que no se embeba en ellas, sino que las niegue para superarlas dialécticamente en lo nacional e internacional. Es en este sentido que expone el carácter desmitificador y creativo de la literatura y el arte auténticamente nacionales y critica la cultura enajenante y decadente europea que el colonialismo pone como trampas a los países coloniales; advierte a la juventud sobre el tipo de cultura y diversión que practica. En suma aboga por ampliar el “cerebro del pueblo”, educarlo y politizarlo: “Pero politizar es abrir el espíritu, despertarlo y darlo a luz” (p. 180).

Las consecuencias

a) El colonialismo y todas sus formas de dominación se han refinado. Los productos de sus prácticas explotadoras y enajenantes han sido realmente antihumanas: “porque el colonialismo no ha hecho sino despersonalizar al colonizado, esta despersonalización es resentida igualmente en el plano colectivo al nivel de las estructuras sociales” (p. 272). La metrópoli colonialista ha puesto a su servicio a la “ciencia”, ha promovido investigaciones y teorías para descalificar y domeñar al indígena, tal es el caso de la antropología, la psicología y la psiquiatría que han tenido en muchos casos papeles negativos en este sentido. Por lo que se aboga por un cambio de perspectiva en esas “ciencias sociales” [7].

Frantz Fanon no puede dejar de evidenciar la naturaleza del colonialismo y nos presenta las pruebas concretas de la utilización de las técnicas etnopsiquiátricas para transformar al pueblo y torturar a los revolucionarios que han decidido luchar por su dignidad y su liberación. La multiplicación de los hospitales psiquiátricos y la utilización inhumana de técnicas de tortura durante la guerra colonial en Argelia; miles de casos de individuos enfermos y desquiciados como consecuencia de esa situación de guerra colonial. La labor de liberación en este dominio es la rehabilitación del hombre oprimido, desarrollar un proceso de reintegración extremadamente fecundo y decisivo, velar por todas las mentiras introducidas por la opresión en su cuerpo: “La liberación total es la que concierne a todos los sectores de la personalidad” (Fanon, 1963.278).

b) Las consecuencias que ha tenido la descolonización en la metrópoli europea son ejemplos de la nueva fase de la lucha mundial que se dio a finales de los años cincuenta y durante los años sesenta el siglo XX. Efectivamente Europa se debatía en la decadencia, el mundo occidental y sus valores entraban en un periodo de resquebrajamiento. Los movimientos sociales y políticos que se dieron en esta década son la manifestación más evidente. F. Fanon señala la decadencia de la metrópoli colonial europea, la acusa y la rechaza porque la ha vivido como parte del pueblo dominado y torturado.

Jean Paul Sartre, intelectual revolucionario europeo occidental, confirma la decadencia porque desde ese “cuerpo” metropolitano percibe su nocividad. J. P. Sartre representaba en 1961 al nuevo sujeto europeo que se había concientizado y sensibilizado de la lucha anticolonial (la solidaridad con la lucha independentista del pueblo argelino en Francia será el punto de partida de esa concientización, pero el punto álgido de ésta fue la solidaridad desplegada con la lucha antiimperialista del pueblo vietnamita [8]), que ha reconocido a esa lucha y a esa conciencia de liberación como propia. Jean Paul Sartre concluye en su ya famoso «Prólogo»: […] también a nosotros los europeos nos están descolonizando, es decir, están extirpando en una sangrienta operación al colono que vive en cada uno de nosotros. Debemos volver la mirada hacia nosotros mismos, si tenemos el valor de hacerlo, para ver que hay en nosotros” (p. 23).

Las repercusiones de la obra de F. Fanon fueron importantes en los movimientos sociales de la juventud para estudiantes, mujeres, minorías, etcétera, que vinieron a corroborar las tesis de la necesidad de la transformación de la cultura social del capitalismo decadente y destructivo, se plantearon en los años sesenta del siglo XX, cuestionamientos al modus vivendi y a las instituciones de la democracia occidental y del estatismo totalitario capitalista (que sin embargo, como capitalismo global, sobrevivió y se reestructuró a partir de los setenta y más claramente en los ochenta hasta degradarse pero permanecer dominante en estos años del siglo XXI). Klaus Menhert dijo al respecto que: “Después de Lenin y junto con Marcuse, un hijo de color, del tercer mundo, fue quien atrajo el apasionado interés de la nueva izquierda. Franz Fanon, nacido en Martinica en 1925 [hace justo 90 años] y muerto de leucemia en 1961 el mismo día en que se publicaba en París su obra principal: Los condenados de la tierra” [9].

La obra de Fanon, su panfleto, su reflexión y su discurso, todo su recorrido descolonizador tienen un sentido real, concreto, profundo. Lo que le indigna el colonialismo es su esencia antihumana, su negación sistemática del otro: “[…] una decisión furiosa de privar al otro de todo atributo de humanidad, el colonialismo empuja al pueblo dominado a plantearse constantemente la pregunta: ¿quién soy en realidad?” [10]. Y Fanon responde con firmeza: «soy un hombre, he sido enajenado y despersonalizado, he sido recortado», pero yo –como oprimido y negro del “tercer mundo”– «quiero realizarme como hombre total». Quiero: “Por Europa, por nosotros mismos y por la humanidad, compañeros […] cambiar de piel, desarrollar un pensamiento nuevo, tratar de crear un humano nuevo” (Fanon, 1963.292) [11]

La violencia, la nación, la conciencia, la cultura, en fin, la lucha de liberación nacional, la misma revolución nacional/mundial (hoy más que nunca ante el embate del entreguismo, la dictadura antiliberal y la transnacionalización salvaje del capital) son pasos, puentes, mediaciones necesarias y suficientes en sí y para sí como formas de ser en la construcción de una conciencia radical, de una conciencia humanista (y de sus respectivos movimientos). No sólo para un europeo, un blanco, un negro, un amarillo, un indígena o un mestizo del sur; sino para el ser humano pleno y universal, dueño de su tierra, de su corporeidad eco-planetaria, es decir, de su antropo-historia pasada-presente-futura.

Notas:

[1] En México fue publicado en su primera edición en 1963, en la colección Popular N´. 47 del Fondo de Cultura Económica (con “Prefacio” de Jean Paul Sartre y traducción de Julieta Campos).

[2] F. Fanon, Op. Cit., p. 102 y ss. Pero Philippe Lucas (Sociología de la descolonización, Ed. Nueva Visión, Buenos Aires, 1973:45) nos aclara que para Fanon, la espontaneidad y la aparente disciplina no bastan para la constitución de una alternativa liberadora, es necesario que el elemento espontaneidad sea “educado”; que las masas alcancen una conciencia política y social (o teórica), que sólo puede provenir del encuentro con lso “intelectuales”, que a pesar de la disparidad de su origen social, tienen en común con las masas varios rasgos esenciales.

[3] Es decir, lo que en ese momento se conocía como países “del bloque socialista”, que en realidad, como se ha visto, no eran socialista sino capitalistas de Estado.

[4] Ver Miguel Ángel Adame: Movimientos sociales, políticos, culturales. Editorial Itaca, México, 2013.

[5] Véase en este sentido mi libro: Violencias, bullying y juegos de la muerte, Ediciones Navarra, México, D. F., 2014.

[6] Véase al respecto nuestro reciente libro compilatorio: Iguala-Ayotzinapa y el nuevo despertar antisistémico, Ediciones Navarra, ciudad de México, 2015.

[7] Phillippe Lucas, siguiendo perspectivas fanonianas señala que: “una antropología de la liberación implica, que toda investigación y todo análisis debe ser también investigación y análisis desde el punto de vista de un sujeto histórico considerado en su novedad, es decir siempre por conocer”. Y más adelante dice: “El antropólogo, así como todo hombre de ciencia está ‘comprometido’ siempre; tenga conciencia de ello o no, responde siempre a un encargo social. Si no tiene conciencia de estar comprometido es porque responde al encargo social que le impone la ideología dominante”. Op. Cit, p. 53.

[8] Cfr. Massimo Teodori: Las nuevas izquierdas europeas (1956-1976), Tomo I, Editorial Blume, Barcelona, 1978; Caps. II y VIII, pp. 89-123 y 227-250.

[9] Cfr. La rebelión de la juventud, Editorial Noguer, Barcelona, 1978, p. 129.

[10] Op cit., p. 228.

[11] En su planteamiento como se puede ver claramente hay universalidad, no sólo es un descolonizador sectorizado como sí lo son actualmente corrientes como los poscolonialistas o decolonialistas. Por otra parte, desgraciadamente hoy el “tercer mundo” se ha ampliado, inclusive se ha hablado de un “cuarto mundo”. En estos primeros 15 años del siglo XXI el ser humano masivamente (99% de la humanidad) proletarizado, excluido, marginado, desposeído etc., vive una de las peores situaciones de su historia, con miseria, precariedad, despojos, hambre y nuevas epidemias que lo azotan y laceran; por ello es que son más vigentes estas denuncias, posicionamientos y reflexiones fanonianas. Véase Miguel Ángel Adame: Ébola y la mundialización epidémica, Navarra ediciones, México, 2014 (libro con “mención honorífica”, en el Premio simón Bolívar al Pensamiento Crítico 2015).

Miguel Ángel Adame Cerón

Editado por María Piedad Ossaba

Publicado en Rebelión