Tras paso hoja y paso, el lagarto muerde su memoria y la tarde pasa

Allí estuvimos miles de hombres, mujeres y niños empujando la carroza alada de la verdad y la justicia.

De Ossaba a Carlos Alberto Ruiz Socha Nuestro viaje había comenzado en noviembre cuando nuestros compañeros de tantas luchas, Carlos Aznárez y María Torrellas, de Resumen Latinoamericano nos convocaron a formar parte de la manifestación de solidaridad y apoyo a los presos políticos de Euskal Herria.

Nuestra respuesta no se hizo esperar y el jueves 6 de enero María Piedad y yo viajamos  henchidos de entusiasmo y orgullo a acompañar a ese bravo y digno pueblo que merece toda nuestra admiración y respeto.

El sábado 8 de enero Euskal Herria se vistió de blanco y negro, de negro y blanco.  Las mismas avenidas y calles bilbaínas que otrora fueron testigo de tantos desafueros, se convirtieron  en senderos de esperanza.

La intimidación a través de los medios masivos de comunicación al servicio del Estado Español había comenzado días antes; efectivamente se puso en marcha una campaña de desinformación cuya intención era amedrentar a la población civil. Momentos previos a la marcha cuando ya las calles habían sido tomadas por miles de personas,  el ruido despótico de los helicópteros se hizo sentir como estratagema en un último e inútil intento de amenaza.

El desfile vestido de negro y blanco, de blanco y negro, lo abrieron las familias de los presos políticos, sobrios, solemnes, cobijados por una voluntad sin límites. Lámparas encendidas alumbraban el nuevo camino antes oscurecido de oprobio, persecución y atropello. Miles de pañuelos blancos bordados con letras negras eran portadores del mensaje “Euskal Preso Eta Iheslariak Etxera” (los presos vascos los queremos en casa). Más de un millar de familias exigiendo el regreso de los suyos, un mensaje transparente y sano cuyo clamor avanzaba mas allá de las calles bilbaínas; clamor hinchado de justicia reclamándole a Madrid y a Paris el retorno a casa de sus hijos.

El buen tiempo también se convidó a la cita abrigando la tarde con una temperatura de 21 ° C, hecho inusual  por estos días del año.  Un solecito cálido embrujó el cortejo y sembró las calles de florecillas finas y transparentes cual diluvio de minúsculas estrellas peregrinas. Esta vez los dioses festivos acompañaron el camino de la libertad

Iniciativa de “Egin dezagun urratza” esta demostración de compromiso y fuerza debió partir  de la zona de Aita Donostia  con media hora de anticipación ya que el sitio no alcanzaba a albergar esta marea humana , y a las 17:39h   la única pancarta del desfile portada por los convocantes comenzó su marcha. A las 18h  la columna llegó a la plaza Zabalburu, allí se incorporaron  las furgonetas de los voluntarios que acuden a las cárceles cada fin de semana. A las 18h10 y a la altura de la calle Hurtado de Amezaga, la multitud entonó a coro el “Hator, hator etxera” canción tradicional navideña que pide el regreso de los que están ausentes.

A las 18:40h la pancarta cruzó el puente sobre la ría que permite el acceso a la Alcaldía de Bilbao, punto final de la manifestación. Atrás quedaban 2 kilómetros  de marea humana que continuaba avanzando. A las 19:12h  las últimas filas de la manifestación llegaron a la plaza Zabalburu portando una inmensa foto de Joxe Mari Sagardui Gatza,  preso  desde hace 30 años y una pancarta que pedía la amnistía.

Las gradas del ayuntamiento se vistieron con hombres  y mujeres portando pañuelos blancos estallados por la luz del negro como soles derramados.

Aznárez hombre impaciente por recuperar sus raíces vascas  era uno de los convocantes a la marcha, y como tal, fue uno de los invitados a portar la inmensa y única pancarta que caminaba el desfile.

No tuvimos que leerlo, nadie tuvo necesidad de contárnoslo allí estuvimos María Piedad y yo con otros internacionalistas. El escalofriante y digno espectáculo lo vivimos en directo y con nuestros propios ojos.

El corazón nos sangraba al recordar que en nuestra Colombia no menos de 7.500 hombres y mujeres, languidecen en las mazmorras  del Estado padeciendo  terribles condiciones de internamiento, sometidos a violaciones sistemáticas y masivas de los derechos más elementales. 7.000 corresponden a un colectivo amplio y diverso, compuesto por campesinos pobres, líderes estudiantiles, intelectuales, dirigentes sindicales, activistas populares, defensores de derechos humanos y todo aquel sospechoso de simpatías con la insurgencia, que será automáticamente acusado de rebelión o terrorismo. Los otros 500 son los  insurgentes de las FARC y del ELN.

El sistema del orden social unificado debe estar bastante preocupado y sus alguaciles estarán reventando sus neuronas con el único fin de encontrar el antídoto contra semejante osadía. Y es que el demandarle al sistema nuestros anhelos y derechos es castigado con penas capitales  o con prisiones; el paso a paso de la oruga gigante  que se desplazó por las antiguas calles  teñidas de sangre y atropellos será vigilado como leche hervida, pero difícil les será allanar el camino que han comenzado a caminar. El volcán ha aprendido desde tiempos inmemorables a reposarse pero también lleva en su memoria la capacidad de explotar sin que poder alguno sea capaz de domeñarlo.

El pueblo vasco ha aprendido a escurrirse entre las sombras sin perder jamás la luz interior que lo ilumina. Ha aprendido a reverenciar a los suyos, a multiplicar sus sueños, a intensificar sus vidas; los 64.000 hombres, mujeres y niños que desfilaron religiosa y cívicamente son el testimonio de ello.

Un pueblo que camina exigiendo sus derechos es un pueblo que avanza a su resurrección. Un pueblo que avanza en filas cerradas llorando a sus muertos es un pueblo que avanza por el camino de la purificación. Un pueblo que camina al ritmo de cantos en homenaje a sus héroes es un pueblo que ha comenzado a salir de los infiernos al que ha sido sometido. Un pueblo que entona sus canticos en su propia lengua, que reclama, que reivindica su pasado y lucha por su futuro, es un pueblo que ha  emprendido el camino de regreso.

La muchedumbre avanzó a paso seguro y paso; atrás quedaron los recuerdos y vivires fatales; el camino de espinas ha comenzado a transformarse y  de todo ello  fuimos testigos María Piedad y yo.

Ossaba,  París 15 de enero de 2011