“No murieron todos, pero todos fueron golpeados”

Para terminar, una propuesta para el año 2022, el Año del Tigre: paremos todo y reflexionemos. He oído decir que no es triste

En la famosa fábula de La Fontaine, “Los animales enfermos de peste”, el rey león convoca una asamblea para sacrificar al “más culpables de nosotros” a la “ira celestial”. Él mismo, el zorro, el tigre, el oso, todos los carnívoros confiesan sus crímenes. Luego viene el burro, que confiesa haberse comido toda la hierba de un prado. Y la asamblea exclama: “¡Comer hierba ajena! ¡Qué crimen tan abominable!” Y así es condenado. Moraleja de la fábula: “Según seas poderoso o miserable, las sentencias judiciales te harán blanco o negro”.

Desde que apareció el maldito virus, el planeta vive al ritmo del doble rasero: los poderosos, vacunados y protegidos, acumulan los miles de millones ganados gracias a las entregas a domicilio, el teletrabajo y las vacunas, mientras que los miserables, los no vacunados, desprotegidos y sobreexplotados se hunden en una miseria aún mayor.

Emad Hajjaj

“Pero donde está el peligro, crece también lo que salva” (Friedrich Hölderlin, Patmos, 1803)

¿Estamos viviendo realmente el cataclismo proclamado urbi y orbi? Tengo algunas dudas. En primer lugar, algunas cifras: a finales de 2021, hay unos 7.870 millones de personas en el mundo. En dos años, 270 millones se han infectado, 212 millones se han recuperado, 5,3 millones han muerto, la gran mayoría de ellos mayores de 70 años. Se dice que murieron de Coronavirus, sería más exacto decir que murieron con el Coronavirus. Pero este año, 9 millones de personas han muerto de hambre, otro virus contra el que ningún laboratorio se preocupa de en desarrollar una vacuna.

En esos dos años, se administraron 8.900 millones de dosis de vacunas y 3.770 millones de personas fueron “completamente vacunadas”. Extraña “completitud”, dado que ya estamos en la “cuarta dosis” y que los poderosos siguen repitiendo que tendremos que considerar refuerzos anuales, durante un número indeterminado de años.

El virus H1N1, conocido como gripe española, mató entre 20 y 50 millones de personas en 1918-1919.

Desapareció por sí solo, sin la ayuda de una vacuna, que no se desarrolló hasta 1930. Desapareció porque la mitad de la población mundial de la época fue infectada y, por lo tanto, alcanzó la inmunidad colectiva, llamada “gregaria” (de rebaño).

Los fabricantes de vacunas, Big Pharma, han facturado sus productos milagrosos a los Estados que podían comprarlos por sumas astronómicas, de 5 a 24 veces su coste de fabricación. Es comprensible que se relaman los hocicos ante la perspectiva de un refuerzo anual durante 5, 10 o 20 años.

Los cientos de miles de millones gastados en esta dudosa panacea universal podrían haberse destinado a inversiones útiles en salud pública, educación, transporte, planificación urbana, reducción de la contaminación, gestión del agua y del saneamiento, en una palabra, en la gestión de los bienes comunes. Siempre se puede soñar.

Para terminar, una propuesta para el año 2022, el Año del Tigre: paremos todo y reflexionemos. He oído decir que no es triste.

FG, titular del pasaporte sanitario n° 192209108

Fausto Giudice para La Pluma, 31 de diciembre de 2021

Original: « Ils ne mouraient pas tous, mais tous étaient frappés »

Editado por María Piedad Ossaba